El problema que enfrenta la Argentina no es la “chavización” del gobierno de Alberto Fernández, como vaticinan los grandes medios de comunicación, sino que la oposición adopte los métodos del antichavismo o de la derecha boliviana.
El Golpe de Estado que aconteció en Bolivia y provocó la renuncia de Evo Morales permite hacer alguna lecturas.
La derecha mantiene una fachada democrática mientras gana elecciones, cuando las pierde como en el caso de Bolivia apela a mecanismos destituyentes. En este caso, se produjo un golpe de Estado clásico con participación de las FF.AA, la policía, sectores del empresariado y grupos fascistas.
El Lawfare no ha dado todos los resultados que se esperaban. No funcionó eficazmente en la Argentina y si bien funcionó en Brasil, la liberación de Lula evidencia las limitaciones de ese sistema perverso.
Es probable que la derecha regional tome como modelo el golpe de Estado en Bolivia. Lo han intentado en Venezuela pero no lo han logrado. Hoy tienen un “leading case” que van a tratar de imitar.
La bolsonarizacion como sustancia ideológica y concepto estructurante de la derecha, sumado a los métodos usados en Bolivia pueden lograr un alquimia que impacte en la Argentina.
Macri se va del gobierno construyendo un relato triunfalista sobre su derrota: perdió por pocos puntos y queda con un 40% que le dá una plataforma potente.
El discurso xenófobo de Pichetto, la línea trumpista de Macri y su vocación de ser el líder de la oposición configura un posible camino de un polo opositor con características violentas.
La decisión que Patricia Bullrich presida el PRO es una señal que refuerza esa tendencia.
Cambiemos ha tomado la decisión de hacer uso de las calles para manifestarse, puede ser que ese proceder se potencie a partir del 10 de Diciembre.
Hasta ahora lo han hecho de forma pacífica, pero no hay que descartar que adquieran actitudes violentas.
Que Cambiemos y el gobierno de Macri no hayan reconocido el golpe de Estado en Bolivia sienta un precedente que habilita justificaciones de futuras acciones similares en la Argentina.
Si bien en Argentina está muy arraigada la consigna “Nunca Más” y defensa de la democracia, no hay que descartar que la derecha instale una oposición destituyente.
Macri va a terminar su mandato con una despedida multitudinaria, y no van a dar tregua a partir del 10 de diciembre.
Hay que prestar atención a sectores de la Iglesia Universal Evangelista que pueden actuar como fuerzas de choque de la derecha opositora.
El Frente de Todos debe afianzar al 50% del electorado con medidas económicas y simbólicas que fortalezcan la base de sustentación político-ideológica.
A su vez hay que intentar atraer a sectores democráticos, hoy vinculados al actual oficialismo y debilitar el 40% electoral de Cambiemos.
Ambas tareas son muy complejas pero necesarias.
Se precisa un gobierno que pueda sortear la crisis económica con inteligencia y formas modernas apelando a diversas herramientas que hagan frente a las viejas y nuevas demandas.
A su vez, parte central de la disputa se va a dar en calle y la capacidad de movilización de las bases sociales del Frente de Todos va a ser fundamental.
El aislamiento de los sectores fascistas es clave, así como asumir que con un “hashtag” ó un “retweet” no alcanza para enfrentar la forma que la derecha está asumiendo en el continente para enfrentar a los procesos populares.