Por Causa Popular.- Desde hace 4 meses, a lo largo de 200 kilómetros sobre el río Paraná comenzaron a registrarse importantes cardúmenes moribundos o sin vida, de una especie llamada “armados”. El armado es un pez para consumo humano y muy requerido en el mercado, ya que por cuatro kilos de la especie se pagan alrededor de diez pesos. Según informó esta semana “La Capital” de Rosario, único medio del país que dio cuenta del alerta ecológico, este pez se alimenta del cereal que van dejando los barcos cargueros que fondean en los distintos puertos del cordón agroindustral del gran Rosario. Si bien la Subsecretaría de Pesca de la Nación luego de un estudio se limitó a decir que la causa de la extraña mortandad se debía a “un virus”, una organización ambientalista de la zona llamada Taller Ecológico no coincide con esta versión. Para esta entidad un barco o un silo con cereal contaminado con exceso de fertilizantes derramó su carga en un puerto de Diamante -Entre Ríos- porque no era apto para el consumo humano. De allí se habrían alimentado los peces que luego fueron muriendo a lo largo del río y provocando una reacción en cadena que se extendió hasta la costa rosarina y cuya duración aun es desconocida.
Tuvieron que pasar cuatro meses para que la Secretaría de Medio Ambiente de la provincia muestre preocupación por el tema. Según la prensa rosarina las autoridades expresaron que «ya se extendió demasiado en el tiempo y geográficamente».
El fenómeno, cuya causa aún no fue determinada, se registra desde junio de este año, cuando agrupaciones ecologistas detectaron gran cantidad de animales muertos en la localidad de Diamante.
El armado es un pez para consumo humano, requerido para preparar empanadas, milanesas o albóndigas. Es muy accesible en el mercado, ya que por cuatro kilos de la especie se pagan alrededor de diez pesos.
A decir de algunos pescadores citados por La Capital, este pez “es uno de los más sensibles. Se alimenta del cereal que van dejando los barcos cargueros que fondean en los distintos puertos del cordón agroindustral del gran Rosario. Con ese alimento pasan el invierno y esperan la llegada de las altas temperaturas”.
Algunos vendedores de pescados abonaron la hipótesis de una supuesta contaminación de las aguas pero no apuntaron a los fertilizantes: “El exceso de herbicidas y otros agroquímicos que se utilizan para fumigar, afecta su organismo y les provoca la muerte.
Nosotros traemos los armados de la zona del río de la Plata, no nos arriesgamos”, expresaron luego de que Bromatología de la municipalidad de Rosario los visitara para comprobar el estado de los pescados en venta.
Es que desde junio a esta parte ya pasaron más de tres meses y la cantidad de animales infectados aumenta día a día. La problemática no sólo se circunscribe a los desajustes en la flora y fauna de uno de los ríos más caudalosos de Sudamérica. Acarrea también una serie de trastornos ambientales que palpan a diario miles de rosarinos y vecinos de localidades a la vera del Paraná.
A pesar de las versiones disímiles reflejadas por el único periódico rosarino que dio cuenta de este problema ecológico, las más consistentes parecen ser las que apuntan a los cereales contaminados con fertilizantes derramados sobre el río.
No sólo esto explicaría que los afectados sean sólo la especie de los armados, peces que se alimentan de los cereales derramados por los barcos, sino que además coincidiría con una realidad del campo argentino producto de la merma de nutrientes en sus tierras, y la consecuente necesidad de recurrir a los fertilizantes artificiales para mantener su productividad.
Como informó el pasado viernes 14 el diario Clarín, datos suministrados por un estudio privado da cuenta que los campos argentinos están perdiendo fertilidad a causa de la soja. Según este informe elaborado por la asociación civil Fertilizar de los tres principales nutrientes que extraen las cosechas se repone sólo una pequeña parte.
En esta extracción de nutrientes, el aumento de las cosechas tiene mucho que ver. Y la soja es parte fundamental de ese crecimiento. De los tres cultivos más importantes de la Argentina (soja, trigo y maíz), el primero es el que menos se fertiliza. Y los otros dos bajarán fuerte su área sembrada este año.
Como era de esperarse los que ganan ante esta situación son las empresas que fabrican fertilizantes artificiales. Las empresas del sector ya anunciaron que por la necesidad de devolverle al suelo los nutrientes que se extraen, estiman que habrá un fuerte aumento en el consumo de fertilizantes en los próximos años.
Según la industria, en el 2004 se vendieron casi 2.600.000 toneladas de fertilizantes, a un precio promedio de 900 pesos cada una, lo que significa un mercado total de más de 2.300 millones de pesos. Este año, por primera vez con el IVA reducido al 10,5% por ciento (luego de la ley que aprobó el Congreso en julio pasado), aún habrá que ver qué depara el mercado.
Aunque, para llegar al objetivo de una cosecha total de 100 millones de toneladas (84 millones se levantaron en la última), los especialistas calculan que el uso de fertilizantes debería prácticamente duplicarse.
Si se comprueba la contaminación producida por la utilización de fertilizantes derramados en las costas del río Paraná, es muy probable que ninguno de los mortales argentinos nos enteremos de las investigaciones y sanciones aplicadas, por el sencillo motivo de que estas nunca existirán.
Si hay algo claro en el modelo económico aplicado por el ministro de Economía Roberto Lavagna, es que se basa en una sólida alianza con las grandes multinacionales agroexportadoras de origen nacional y extranjero.
Según datos publicados por la revista Fortuna, de las siete empresas que más dinero ganaron durante lo que transcurrió del 2005, seis son del sector agroindutrial.
Mientras quien lidera la tabla es la petrolera Repsol YPF que, en millones de dólares, ganó 2.700, a esta la siguen la Aceitera Cargill SACI con US$ 2.324, Bunge (Aceitera) con una ganancia durante este año de US$ 1.806, luego Aceitera Gral. Deheza con US$ 1.252, en quinto lugar Luis Dreyfus (Cerealera) con US$ 971, luego Nidera SA (Cerealera) con US$ 756, y en séptimo lugar Vicentin SAIC (Aceitera) con US$ 733.
Por esas causalidades de la economía argentina, todas estas empresas utilizan cereales para su producción, y por ende fertilizantes para mantener la productividad decreciente de sus tierras.
Sólo queda esperar que las muerte de los cardúmenes de amados en el río Paraná, no sea la punta de un ovillo de las consecuencias ecológicas que le espera a un país, cuyas tierras han sido superexplotadas para producir alimentos que alcanzan para alimentar a 300 millones de personas, mientras la mitad, de una población de 38 millones, se encuentra bajo la línea de la pobreza.