El reciente acto de La Libertad Avanza (LLA) en la ciudad bonaerense de
Junín tuvo un instante sublime. Fue cuando, desde el escenario del Teatro San
Carlos, a Javier Milei se le escapó la siguiente frase referida al kirchnerismo:
–Están molestos porque les afanamos el choreo.
El impacto de este lapsus fue tal que hasta opacó una notable definición
proferida por la hermana Karina, en el remate de su discurso previo; a saber:
– ¡Gracias por poner todo lo que hay que poner!
Su voz había sonado más aguda y cascada que nunca.
Lo cierto es que fue difícil no relacionar sus palabras con los diezmos
que embolsaba de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), así como
surge de los audios filtrados del otrora titular de ese organismo, Diego
Spagnuolo.
¿Qué diría el doctor Freud al respecto?
Quizás antes de abrir la boca hubiera echado un vistazo sobre la
infancia de ambos gobernantes.
El ángel de la guarda
Alguien que tuvo una niñez tan tortuosa como la del pobre Javier solo tiene
dos caminos posibles: ser una persona sensible ante toda injusticia o
convertirse en un idealista del resentimiento. No hace falta aclarar la opción
que tomó él frente a tamaño dilema. Ni que fue un niño golpeado por su padre,
don Norberto Milei, un colectivero de la línea 111 devenido en próspero
empresario del transporte (llegó a ser dueño de varias unidades, además de
incursionar con éxito en otros negocios). Y con el agravante de que su mamá
toleraba esa pedagogía.
Tanto es así que, ya en la adultez, se encargó de relatar los detalles de
esa etapa en los programas de televisión que visitaba al promediar la década
pasada, cuando el público se vio atraído por su histrionismo algo neurótico.
Por caso, en Animales sueltos, dijo al respecto: “Mi viejo me cagaba a
trompadas. No me olvido más de una golpiza en particular. Fue el 2 de abril
de 1982, cuando yo tenía 11 años. Veíamos en la tele lo de Malvinas y se me
ocurrió decir que eso era un delirio. A mi viejo le agarró un ataque de furia y
empezó a pegarme puñetazos y patadas”.
Ante esa situación, Karina –dos años menor que Javier– se
descompensó. Y no era la primera vez. Porque ella era la depositaria pasiva de
tales castigos; cada piña que él recibía, ella la somatizaba con diversas
dolencias físicas.
Entonces intervenía la madre, advirtiéndole al primogénito:
–Tu hermana se va a morir, y va a ser culpa tuya.
Estas circunstancias forjaron un extraño vínculo entre ambos.
No es exagerado afirmar que ellos son uña y carne. De hecho, Karina es
para Javier un ángel de la guarda. Siempre lo fue. Y para tenerla cerca suyo,
acostumbraba a conferirle responsabilidades tutelares. Por ejemplo, cuando él,
de adolescente, era un empeñoso arquero en las inferiores de Chacarita, se las
ingenió para entronizarla como mascota del equipo, y cuando graznaba covers
de los Rolling Stones en una bandita casera a la que bautizó “Everest”, ella fue
su groupie oficial. Ella le elegía la ropa en las tiendas. Ella era su confidente.
Ella hasta le aprobaba (o no) las novias, pero con un dejo de recelo, de mala
gana, como si temiera que esas chicas lo alejaran de su lado.
Karina, ya entonces, había tomado el control de la vida del hermano.
Esta cuestión en particular merece un salto en el tiempo.
Ya en 2022, con Javier acomodándose en el podio de la ultraderecha,
esa mujer –cuyo currículum oscilaba entre la práctica del tarot y la venta de
tortas a domicilio, además de administrar una offshore familiar– fue
presentada por su hermano de un modo por demás inquietante.
Ocurrió en un programa de la señal LN+, cuando el animador Eduardo
Feinmann le preguntó a Milei:
–Si usted fuera presidente en 2023, ¿qué rol tendría su hermana?
Sin titubeo alguno, la respuesta fue:
–Jugaría el rol de primera dama.
Otro detalle que el doctor Freud hubiera consignado con fervor.
No es un hecho menor que Javier explique su lazo con Karina en
términos bíblicos: “Moisés era un gran líder, aunque no era bueno divulgando.
Entonces, Dios le mandó a Aarón para que divulgue. Karina es Moisés y yo
soy el que divulga. Nada más. Soy solo un divulgador”.
Ya se sabe que ambos creen que sus vidas son parte de un plan profético
diseñado por una fuerza superior, algo que el presidente suele relatar con suma
recurrencia, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Pues bien, en el caso de Karina, esa ensoñación mesiánica se mezcla
con algo más terrenal, que le transmitió su padre: la angurria por el dinero.
Los resultados quedaron ahora a la intemperie.
Pero vayamos por partes.
La cajera de Dios
Era febrero de 2023 cuando surgieron las evidencias iniciales de que la fuente
económica principal de LLA eran sus propios militantes y adherentes, a los
que la buena de Karina exprimía sin pudor.
El asunto tuvo una módica repercusión en los medios. Pero nada más.
La primera denuncia al respecto fue hecha en las redes sociales por Mila
Zurbriggen, quien encabezaba Generación Libertaria, el ala juvenil del partido
de Milei.
Según ella, se cobraba a cambio de candidaturas relevantes, cenas con él e, incluso, visitas al interior del país. Esa piba descubrió antes que nadie el lado oscuro del espacio que vendía la “batalla cultural” contra la “casta” como su bandera más preciada, y no tardó en huir despavorida de sus filas.
Pero la repercusión del asunto en los medios siguió siendo débil.
Luego le llegó el turno a Juan Carlos Blumberg, quien estaba
subyugado por los ideales de Milei.
El tipo acarreaba una desilusión anterior que vale la pena recordar.
Fue durante el frío invierno de 2007 cuando el gobernador de Neuquén,
Jorge Sobisch –ya manchado por el crimen del maestro Carlos Fuentealba–, le propuso pelear por la gobernación bonaerense en la lista que encabezaba como candidato a presidente, y hasta supo ofrecerle una compensación crematística por el lucro cesante que las horas de campaña le causarían a su trabajo de falso ingeniero. Las elecciones fueron el 28 de octubre. Aquel día, Sobisch arañó el séptimo lugar con el 1,40% de los votos y Blumberg apenas obtuvo el 1,26 %.
Ya por la noche, en el desolado bunker partidario, Blumberg reclamó su
estipendio. Pero, en vez de dinero, Sobisch le dio un cachetazo tan fuerte que
fue a dar al piso. No es una metáfora: así concluyó el lazo entre ellos.
A más de tres lustros de aquella experiencia, Blumberg fue protagonista
de otra desilusión: Karina Milei, en nombre de Javier, le pidió miles de
billetes verdes por una candidatura a diputado. Sin embargo, esa vez no se
dejó timar, y con su denuncia pública (no judicial) puso al “León” –tal como a
Milei ya se hacía llamar– en un pasajero aprieto político.
Pero no fue el único.
En esos mismos días, el orfebre Juan Carlos Pallarols quiso reunirse con
Milei. No obstante, el candidato lo atajó con solo siete palabras:
–Hablá con Karina. Ella maneja mi agenda.
Pallarols habló con ella. Y la respuesta fue:
–Ningún problema. Pero antes me tenés que depositar dos mil dólares a una cuenta.
Pallarols, simplemente, enarcó las cejas. Y al final, desistió.
Pese a los desbordes místicos de esa mujer, la voracidad por –diríase– la
acumulación de capital le salía por los poros.
De hecho, entre 2018 y 2022, ella fue la timonel de una sociedad
también integrada por sus padres en Miami –la Alkary Investments– que
adquirió cuatro departamentos por tres millones de dólares, según documentos del consorcio de periodistas Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP).
Ya en 2023, la candidatura de Javier fue el gran negocio de su vida, y su
llegada al Sillón de Rivadavia potenciaría tal usina de ganancias.
Así llegamos al 14 de febrero de 2025, cuando Milei promocionó por X
(antes Twitter) la criptomoneda $Libra. Un hecho calificado por The
Economist como el “primer gran escándalo” del régimen libertario.
El ideólogo norteamericano de esta maniobra, Hayden Mark Davis,
supo reunirse unas semanas antes con Milei. Y, según un intercambio de chats
con un inversor –revelado por el diario La Nación–, el tipo se ufanaba de su
vínculo con él a través de la omnipresente Karina.
El registro textual es lapidario:
“Yo controlo a ese nigga (término despectivo que alude a una persona
de raza negra)”.
“Esto es una locura” –replica su interlocutor.
No obstante, Davis insiste:
“Le envío $$ a su hermana y él firma lo que le digo y hace lo que quiero”.
Pero justo ahora, cuando los ecos judiciales de este affaire (en especial,
los que se dirimen en tribunales de los Estados Unidos) crecen como una bola
de nieve, aparecen los malditos audios de Spagnuolo.
Por lo pronto, ya no hay nada que haga dudar del papel de Karina como
coimera en jefe del régimen libertario.
Eso, claro, lleva a otro interrogante: ¿qué otras arcas estatales de
saqueo están siendo usufructuadas por esta ave de rapiña?
El epílogo de esta trama, que seguramente arrastrará a sus protagonistas
hacia un incierto porvenir, solo es una cuestión de tiempo.