Jaque a Macri con las torres

De la Redacción de ZOOM. Dicen que no hay nada peor para un ingeniero que accidentarse en su propia obra. Es precisamente lo que le está pasando al empresario Mauricio Macri durante sus primeros 7 meses de gobierno al frente de la Ciudad de Buenos Aires. El accidente institucional más bochornoso le sucedió la semana pasada cuando la legislatura porteña rechazó por 56 votos unánimes el veto PRO a la ley que impone límites a la construcción de torres en Caballito. La decisión fue posible gracias a que los propios diputados macristas fueron los principales impulsores del veto a su jefe, quien desde China ordenó cuestionar la norma que sus propios alfiles habían consensuado durante meses. Ahora le queda el tortuoso camino de la marcha atrás u optar por el empecinamiento de seguir defendiendo los intereses de sus amigos.

¿Quién se podría imaginar que recién asumido y con mayoría automática, Macri sería desautorizado por su propia tropa? Nadie. Pero sucedió el 3 de julio, dos días después de que el Berlusconi argentino enviara expresas instrucciones de vetar una ley que sus propios legisladores habían votado. La principal molestia del macrismo radicó en que el empresario desconoció los esfuerzos de vecinos y ONG’s de Caballito e ignoró el acuerdo unánime de sus hombres y las fuerzas de oposición para votar una norma que sólo procura evitar que el sector oeste de Caballito no sea invadido por altas torres. Todo lo contrario a lo que ya sucedió en la zona norte del barrio más poblado de la capital y que ha desatado prolongados reclamos de sus vecinos por la falta de infraestructura para dotar de agua y gas a las nuevas construcciones. Así fue que luego de 2 años de reclamos, el 22 de mayo la legislatura fijó “topes” para la construcción de torres en tres zonas. Iban a tener un límite de 12; 13,5 y 24 metros, respectivamente. Al principio nadie estaba de acuerdo: unos no querían construcción alguna y otros estaban a favor de construir de todo. Así fue que se gestó uno de los pocos casos en los que el macrismo demostró capacidad de consenso, y tras 600 días de polémicas votaron una iniciativa que unificó las propuestas de varios diputados y la sugerencia de los vecinos que estuvieron presentes en una audiencia pública sin precedentes.

El salto al vacío

Pero el 1º de julio, un mes y medio después de la sanción unánime, Macri vetó “parte” de la ley 2.722 que rezonificaba 80 manzanas del barrio y limitaba la altura de sus construcciones a un máximo de 12 metros. El gobierno comunal habló de veto “parcial” para explicar la oposición del ejecutivo porteño al artículo quinto, uno de los artículos más importantes de la ley, pero la movida logró dejar el texto virtualmente paralizado, ya que la constitución porteña no permite promulgaciones parciales, algo que sí es permitido a nivel federal de acuerdo a lo que establece la carta magna nacional y que fue muy utilizado por el menemismo.

Al quedar la ley técnicamente sin efecto, podrían volver a construir torres de hasta 70 metros, todo lo contrario a lo que había votado la comisión con absoluto acuerdo del macrismo. La zona estaba calificada por el Código de Planeamiento Urbano como E3 (Equipamiento) y fue pasada a R2BIII, es decir residencial. La intención era restringir la altura, precisamente lo que Macri suspendió. La sorpresa no sólo fue de los macristas, sino también de los kirchneristas que a pesar de haber facilitado acuerdos, ni siquiera fueron avisados del veto.

Por favor, quítame esas quejas

Apenas se conoció el cuestionamiento macrista a la norma aprobada por unanimidad, comenzaron a llover las críticas y se abrieron las peores sospechas. Para la oposición el veto implicaba la generación de nuevos espacios para millonarios negocios inmobiliarios, justamente en una de las zonas más buscadas para la construcción como Acoyte y Díaz Vélez. Así fue que el ex ministro de Aníbal Ibarra y Presidente del Bloque Diálogo por Buenos Aires, Eduardo Epszteyn, denunció que “el polígono vetado tiene una superficie aproximada de 60.000 m2 y se pueden construir en total 180.000 m2. Pero con el proyecto de los vecinos, la superficie construible baja a 72.000 m2. Es decir que hay una diferencia aproximada de 100.000 m2, así es que si suponemos que un m2 en el mercado se vende a 1.500 dólares, la diferencia teórica en el precio de venta final es de 150 millones de dólares”.

Desde los vecinos, la ONG Proto Comuna Caballito, aprovechó el bochorno de la contradicción oficialista. Se preguntó: “¿Cómo puede entenderse que el Ejecutivo de la Ciudad vete una norma que fue aprobada de manera unánime por la Legislatura? ¿Cómo puede vetar una ley a la cual el PRO fue la que más votos aportó para su aprobación?”. Para los vecinos, ante lo inexplicable de la medida “sólo nos queda relacionar este veto con nuestra denuncia sobre el showroom de Caputo Construcciones en terrenos fiscales de nuestro barrio”.

Otro capítulo de la puja fue la redacción del veto, que fue considerado un mamarracho por la falta de consistencia y por el desconocimiento de la ley para su confección. En ese caso, volvió a descollar el ibarrismo en la certeza de la crítica. Epszteyn señaló que “El argumento de que este polígono se ubica al sur del Parque Rivadavia —donde funcionan el Hospital Oncológico, el Observatorio y el Museo de Ciencias Naturales— constituye un área de transición con un distrito residencial es muy débil. Esta zona está ubicada al sur de los equipamientos hospitalarios, dividido por la Avenida Díaz Vélez. Se trata más bien de mantener una superficie rentable para especulación inmobiliaria”, disparó.

Primer desenlace o cómo marcha la política

Tras el desacierto, Macri se enteró de las pésimas noticias en China. Hasta allá le llegaron las quejas de sus hombres de confianza que le recriminaron haberlos dejado como “una mayoría de boludos” ante sus pares, tal como dijo un legislador PRO a esta revista. Al final, al jefe comunal no le quedó otra que fumarse el rechazo de sus propios hombres y soportar que buena parte de la prensa diera cuenta del grueso error. Sin embargo, los más desconfiados creen que la comuna ganó tiempo. Entre ellos están los vecinos, quienes sostienen que con el rechazo al veto no es suficiente. Para la mayoría de las organizaciones vecinales consultadas, el próximo paso es la movilización, ya que “el decreto de Macri vetando una ley consensuada en todas las instancias significa una grave señal de alarma”, según dijeron desde la ONG SOS Caballito, otra de las agrupaciones que más le duelen a Macri. Los próximos meses en ese barrio pueden ser el escenario de una gestación particular. Especialmente porque se trata de uno de los bastiones más contradictorios de la clase media porteña, uno de los espacios donde el PRO hizo una buena acumulación electoral, y justo donde Macri experimenta la primera acción de defraudación de su propio público. Todo un dato, ya que las mejores expresiones de descontento a la derecha porteña están surgiendo de forma espontánea y al calor de los desaciertos de una fuerza que se arrogó la capacidad de interpretar el malestar de los vecinos. Quizás lo pueda interpretar, pero no lo puede llevar a cabo, ya que por naturaleza la dinámica conservadora del gobierno macrista difícilmente se haga eco de los reclamos más avanzados de su electorado.

Algo parecido sucedió en junio en Palermo, cuando otros agrupamientos vecinales reclamaron la paralización de las construcciones de torres y la preservación de la identidad del lugar. Según sostuvieron las empresas constructoras demuelen «una tras otra las casas viejas» para levantar en su lugar edificios que, además, provocan «una presión sobre la red de servicios públicos que se hace insostenible».

Bajo el nombre de Palermo Despierta, los vecinos comenzaron en mayo las reuniones para debatir la situación de la zona y la convocatoria incluyó a miembros de la Sociedad de Fomento Palermo Viejo; Jóvenes por la Igualdad; Asociación Vecinos de Plaza Italia; y la Asociación Lago Pacífico. La primera experiencia ocurrió pocos días después del 22 de mayo, cuando los vecinos de Caballito habían logrado la aprobación de la polémica norma que Macri se animó a vetar y que sus propios diputados se vieron obligados a ratificar.

«Esa experiencia nos entusiasma. Sabemos que cuantos más seamos, mayor presión legítima vamos a conseguir. Hay zonas del barrio que no son salvables, pero con otras todavía estamos a tiempo», afirmó por entonces uno de los miembros de la marcha de mayo. Han pasado dos meses desde entonces y los vecinos cada vez son más. Toda una oportunidad para poner en la calle los reclamos más elementales que, contra todos los pronósticos, la derecha no puede, o no quiere llevar adelante.

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