Informe: la antesala de la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata ofrece un panorama sombrío y alarmante

Por Causa Popular.- Ya estaba anunciada, pero buena parte de los argentinos tuvo conciencia de la próxima realización de la Cuarta Cumbre de las Américas en Mar del Plata, luego que varios funcionarios plantearan su preocupación sobre la seguridad del evento que se realizará entre 4 y 5 de noviembre. Pero lo cierto, es que la cumbre que aparece como un mero problema de seguridad para la Argentina, es mucho más que eso. Las Cumbres de las Américas reúnen a los Jefes de Estado y de Gobierno del Hemisferio occidental “para discutir sobre consensos comunes, búsqueda de soluciones y desarrollo de una visión compartida para el futuro de la región en las áreas económicas, sociales y políticas”, sin embargo vale mirar de cerca a los principales impulsores de esta cumbre (Estados Unidos y el G-8) para saber qué hay detrás de estos preceptos. La respuesta puede resultar escalofriante, pero es inexorablemente negativa. En estos meses previos a la cumbre, el Pentágono nortemericano analiza cambiar su estrategia general y permitir la intervención de sus tropas militares en asuntos de seguridad interior, mientras los países del Grupo de los Ocho (G8, las siete naciones más ricas del mundo y Rusia) gastan 25 veces más en defensa que en ayuda internacional, y sólo aumentaron su asistencia a países de África en 3 dólares per cápita desde 1990. Un anticipo de lo que vendrá y que seguramente hará escala en Mar del Plata.

Las 34 naciones que componen las Cumbre de las Américas son los mismos 34 Estados Miembros de la Organización de los Estados Americanos (el trigésimo quinto Estado miembro de la OEA, Cuba, se encuentra suspendido desde 1962). Los países son: Antigua y Barbuda, Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Costa Rica, Chile, Dominica, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Granada, Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Saint Kitts y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Suriname, Trinidad y Tobago, Uruguay, y Venezuela.

Todos los presidentes de estas naciones llegarán a Mar del Plata junto a 2.500 miembros de seguridad para sesionar sobre la consigna de esta cumbre “Crear trabajo para enfrentar la pobreza y fortalecer la gobernabilidad democrática”. Sin embargo los movimientos de la política de defensa de los Estados Unidos y de los países miembros del G-8 invitan a pensar que Mar del Plata no sea más que otro escenario de convenciones para que los Estados Unidos pongan blanco sobre negro en su patio trasero.

Durante los primeros días de julio las agencias internacionales dieron cuenta de un informe del pentágono norteamericano titulado “Estrategia para la defensa del territorio y el apoyo a civiles”, que pasó prácticamente desapercibido para la prensa nacional. Por primera vez, el imperio se prepara para aplicar en su territorio, la doctrina de seguridad interior que trata de imponerle a los gobierno latinoamericanos sugiriendo que las Fuerzas armadas intervengan fronteras adentro. Empantanado en la guerra en Irak, y con sus principales aliados jaqueados interiormente por atentados, el gobierno norteamericano se prepara para una larga guerra con la resistencia de los países petroleros invadidos.

Mientras tanto, continúa con la extracción de sus recursos naturales y haciendo negocios con la muerte de la población civil iraquí. Después de que se mantuviera durante años el lema de que las fuerzas estadounidenses podían mantener dos guerras a la vez, “hemos llegado a la conclusión de que no podemos”, admite por primera vez un funcionario del Pentágono.

El 5 de julio el diario norteamericano “The New York Times” informó que el Departamento de Defensa de Estados Unidos está estudiando la posibilidad de abandonar su estrategia de dos guerras grandes. Previendo una larga estadía en Irak y Afganistán y sus consecuencias al interior sus propias fronteras, el objetivo del imperio norteamericano es emplear más a las Fuerzas Armadas en la guerra antiterrorista y en la defensa de su “patria”.

Según la actual doctrina militar, las Fuerzas Armadas siempre tienen que estar listas para poder realizar a la vez dos grandes acciones, como la guerra de Irak. El Pentágono es consciente sin embargo de que una operación a largo plazo como la de Irak, donde más de dos años después de la invasión siguen desplegados 138.000 soldados norteamericanos y no se prevé aún su retirada, no sólo requiere grandes recursos militares, sino también estar preparados para las consecuencias que puede traer esta guerra fronteras adentro.

En los nuevos planteamientos del Pentágono, el Ejército sólo tendría que estar preparado para una gran campaña militar, lo que implicaría menos aviones y armas pero más unidades especializadas pequeñas, así como más especialistas en idiomas y en servicios secretos.

Después de que se mantuviera durante años el lema de que las fuerzas estadounidenses podían mantener a la par dos guerras, “hemos llegado a la conclusión de que no podemos”, según citó el “Times” a un funcionario del pentágono. Otro por el contrario, fiel a la ortodoxia defendida por los “Halcones” de Bush, puso en duda el sentido de renunciar oficialmente a la estrategia de dos guerras, debido al efecto disuasorio que tiene. “No queremos darle al enemigo la sensación de que podría aprovechar (para atacar) cuando estemos en una operación militar de gran envergadura”.

El diario “The New York Times” basa su informe en un documento de unas cuarenta páginas titulado “Estrategia para la defensa del territorio y el apoyo a civiles”, y publicado en su sitio Web. Este documento fue aprobado el 24 de junio por el secretario adjunto de Defensa, Gordon England, y sugiere que los militares estadounidenses se preparen para enfrentar “ataques múltiples y simultáneos” contra el territorio estadounidense con un gran número de víctimas.

Esta nueva estrategia constituye un gran cambio en relación con la que predominaba antes de los atentados del 11 de setiembre de 2001 y que era principalmente reactiva, según el subsecretario de Defensa para la defensa del territorio, Paul McHale. Este funcionario agregó que la actual estrategia contempla un solo ataque terrorista a la vez, mientras que el cambio propuesto contempla un escenario con “una tendencia recurrente” de ataques de Al Qaida y otros grupos terroristas en todo el mundo.

A diferencia de la política de seguridad interior que permanentemente Estadios Unidos intenta imponerle a otros países, “El Ejército protege por tradición a Estados Unidos desplegándose en el exterior. Mientras que nuestras misiones actuales juegan un papel decisivo para la seguridad de nuestro país, los atentados del 11 de setiembre de 2001 mostraron que enfrentamos desafíos centralmente diferentes a los de la Guerra Fría”, afirma Gordon England en el documento.

El informe sugiere que tropas de combate puedan intervenir en el territorio estadounidense en caso de que las fuerzas del orden civiles y la Guardia Nacional se vean desbordadas. El Pentágono se ocupaba hasta ahora de la protección marítima y aérea para impedir un ataque contra Estados Unidos. En ese país existen desde hace más de un siglo barreras legales para limitar el despliegue de militares en las calles, tras las críticas suscitadas por el despliegue de tropas federales para supervisar las elecciones en los ex estados confederados después de la Guerra de Secesión.

El Pentágono no demanda una nueva legislación que le permita utilizar a los militares en el territorio estadounidense, sino que propone solamente un papel de apoyo a las fuerzas de seguridad civiles. El informe insiste a su vez en el hecho de que los civiles sigan siendo los primeros responsables de la seguridad interna, y propone además compartir la inteligencia militar con las fuerzas de seguridad civiles para identificar y atrapar a los presuntos terroristas, lo que una vez más lleva al país que se autoproclama abanderado de las libertades democráticas a invadir aún más las libertades individuales de sus propios ciudadanos.

Negocios manchados con sangre

Casi al mismo tiempo que se dio a conocer el informe del Pentágono, el grupo económomico texano Halliburton, ligado al vicepresidente estadounidense Dick Cheney, recibió del Ejército de su país un nuevo contrato por casi 5.000 millones para la reconstrucción en Irak. El nuevo encargo por 4.900 millones de dólares regirá hasta abril de 2006. El grupo de base petrolera Halliburton, que encabezó entre 1995 y 2000 el actual vicepresidente Cheney, ya había obtenido otros contratos por unos 12.000 millones de dólares para Irak pese a denuncias de favoritismo y también por aplicar sobreprecios.

Acusado de vender con precios superiores a los del mercado combustible y alimentos para las tropas de Estados Unidos en Irak desde 2003, el grupo fue auditado por el Pentágono e investigado por el FBI sin perder su situación de privilegio en la asignación de esos contratos.

Halliburton es una de las mayores compañías petroleras de Estados Unidos pero también debe su fama a las acusaciones en su contra, en especial por los contratos para Irak que obtuvo sin licitación, atribuidos a su vínculo con la Casa Blanca. Su actividad motivó también quejas de Naciones Unidas y aun de los países aliados a Estados Unidos en la ocupación de Irak. En el 2004, el entonces candidato presidencial demócrata John Kerry acusó a Halliburton de “beneficiarse con la guerra (de Irak) en forma vergonzosa”.

Pero los negocios montados sobre el sufrimiento de los pueblos victimas de las políticas imperiales, no se reduce a Estados Unidos, ni a las ganancias de las empresas extractoras de los recursos naturales de sus territorios. Con motivo de la cumbre de los países más ricos del mundo realizada en Holanda, un informe de las Naciones Unidos permitió conocer con precisión las millonarias inversiones que los países centrales realizan en armamentos.

El gasto en defensa en países como Estados Unidos y Gran Bretaña aumentó considerablemente en los últimos años, como consecuencia de las guerras contra Irak y Afganistán, llevando el total de dinero gastado en Defensa por el G7 (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Japón y Canadá) a más de 660.000 millones de dólares al año, 10 veces más que el gasto destinado a la ayuda a Africa, Asia, América Latina y los países pobres de Europa del Este.

Según el informe difundido los primeros días de julio, los países del Grupo de los Ocho (G8, las siete naciones más ricas del mundo y Rusia) gastan 25 veces más en defensa que en ayuda internacional, y sólo aumentaron su asistencia a países de África en 3 dólares per cápita desde 1990.

El informe, adelantado por el periódico inglés “The Guardian” que se conocerá en detalle a fines de este año, indica que las naciones occidentales más ricas del mundo, destinan mucho más dinero a armarse y mejorar sus defensas y arsenales, que en ayudar a países del Tercer Mundo.

De los países más ricos del mundo, Estados Unidos vio el mayor aumento de ingresos per cápita de 30.000 dólares al año, a 37.500, mientras que la recesión económica en Japón incrementó sólo en 3.400 dólares al año el ingreso de un ciudadano medio. Por su parte, el presupuesto de Gran Bretaña destinado a la ayuda internacional a África se duplicó desde 1990 a 2003, aunque sigue siendo 40 veces mayor el gasto del gobierno de Londres en defensa.

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