Por Jorge Devincenzi, especial para Causa Popular.- Un golpe de mano mediático colocó a las familias suizas Oeri, Hoffman y Sacher -que controlan los Laboratorios Roche- al borde de multiplicar una fortuna de más de 17 mil millones de dólares gracias a la ayuda de los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuya actual misión consiste en alimentar el terror global. La droga milagrosa que atenuaría los efectos más críticos de la enfermedad es el Tamiflú, fabricado con semillas fermentadas de una hierba medicinal. El anís estrella (illicium anisatun) se conoce desde tiempos inmemoriales en la farmacopea de China para combatir cólicos; en la cocina asiática es un condimento habitual de aves de caza. Y la humanidad, jaqueada por una lucha insensata entre fabricantes de antigripales. ¿Gripe o locura global?
Aunque nadie se atreva a imaginar el final de la historia, la promocionada pandemia de gripe está zamarreando la idea dominante de que, naturalmente, la cuestión de la propiedad intelectual (patentes industriales) pertenece al ámbito del derecho absoluto de propiedad privada, mientras que el comercio y los servicios deben ser considerados -también naturalmente- libres, desregulados, sujetos a la competencia y abiertos, donde el derecho absoluto se lo reserva quien impone las reglas del mercado.
Por otra parte, el temor mundial por la enfermedad -que se suma al de los sunamis, ántrax, terremotos, atentados, guerras preventivas, ejes del mal o del bien y huracanes- pretendería colocar a la opinión pública tomada como nicho de mercado, en una posición tal que el tema de las patentes sea resuelto más como una imposición derivada de una situación catastrófica que una decisión racional que atienda la salud de la humanidad.
En otros términos, la cuestión se parece más a un recurso de lo que alguna vez se conocía como “guerra psicológica”, un aspecto especial de la guerra total, no importa si militar o comercial, que una decisión consensuada de las naciones frente a una crisis de alcance mundial.
Al ser considerado un derecho absoluto, la propiedad industrial (privada) de los medicamentos (que en este caso combatirían los efectos de la gripe con una eficacia dudosa) se coloca por encima de la salud pública, de los derechos humanos y de la vida de los afectados o probables afectados.
La situación por cierto no es nueva (millones de seres humanos están excluidos de los beneficios más elementales de la medicina, y la prevención como bien social se toma por gasto superfluo y desechable) pero la perspectiva de entre 100 y 500 millones de víctimas fatales de un saque lo pone de golpe en el centro de la cuestión, ampliando lo que ya está sucediendo con África con los retrovirales que combaten el HIV a un costo altísimo para el miserable nivel de vida en ese continente, mientras en el Primer Mundo existen tratamientos subvencionados por el estado para ciudadanos de primera.
Nadie duda que, de producirse finalmente, la gripe afectará más a los habitantes de los países pobres de África, Asia y América Latina, cuya “utilidad” como recurso económico se acerca a cero.
Al no existir un conjunto racional de prioridades de los logros científicos y tecnológicos (“todo lo que se pueda desarrollar, producir y vender, debe ser desarrollado, producido y vendido”) la humanidad se enfrenta a una campaña de terror motorizada por los departamentos comerciales de los laboratorios multinacionales en una verdadera batalla publicitaria de antigripales, otra de las banalidades mortíferas de este presente.
Las particularidades de la lucha mundial contra el terrorismo tal como son planteadas por la clase dirigente calvinista de los EEUU podrían acoplarse perfectamente con esa batalla privada y usarla para sus fines.
Así como ya se sabe que la existencia de armas de destrucción masiva y la responsabilidad de Saddam Hussein en los atentados de las Torres Gemelas fueron un argumento falsificado por el gobierno de EEUU para invadir Irak a fin de apropiarse de sus reservas de petróleo, cualquier actitud que pretenda romper la lógica natural de los laboratorios multinacionales podría colocar automáticamente a los díscolos en el Eje del Mal.
Aunque parezca ciencia-ficción, solo se requiere adulterar un documento firmado por Al Qaeda con las amenazas pertinentes sobre una futura acción de guerra bacteriológica, llevar a cabo una acción limitada sobre una región del mundo desechada por ser económicamente estéril, o incluso arrojar una bomba gripal en el África Subsahariana, como advertencia.
Esta conjetura podría ser tachada de paranoica si no se contabilizaran algunas hipótesis sobre el origen militar del SIDA, o la responsabilidad última de los atentados del S-11, nunca descartadas totalmente.
Pero aún si las dejamos de lado, es más que evidente que desde la caída del Muro de Berlín, EEUU se quedó sin contendiente y pareciera haber llegado la oportunidad de inventar un enemigo controlado que sea funcional a su política de dominio.
Terrorismo multilateral
Las alertas sobre la pandemia gripal surgieron de la Organización Mundial de la Salud, un organismo que reporta al Secretario General de las Naciones Unidas, Koffi Anan.
Acaba de confirmarse que unas 2.500 empresas (entre ellas, un laboratorio argentino) pagaron sobornos a funcionarios de las Naciones Unidas y al gobierno irakí para ser incluidas en el plan “Petróleo x Alimentos” con el que se asedió al régimen de Saddam Hussein antes de la ocupación militar.
A tono con ello, la crisis que acecha al vicepresidente Dick Cheney parece demostrar que el Consejo de Seguridad de la ONU aceptó a libro cerrado los informes falsos de la CIA sobre la existencia en Irak de armas nucleares producidas con uranio de Nigeria.
“La ONU ha muerto”, dijo el presidente Chávez a propósito de la última Asamblea General. Es que, al haber acabado el esquema bipolar de la Segunda Guerra Mundial, EEUU desea certificar que es el imperio excluyente y ejerce ese dominio, no ya a través de un organismo internacional indócil como las Naciones Unidas, sino de la Organización Mundial de Comercio, donde las represalias económicas suelen ser más efectivas que las fuerzas de paz. Baste recordar el papel del ejército norteamericano en la ex-Yugoslavia.
Hoy en día, nadie sabe muy bien para qué existen instituciones como la FAO, UNESCO, OMS, etc., ni cuál es el papel que cumplen.
Los actuales informes de la FAO son ex post facto: relatan el drama de las hambrunas ocurridas en lugar de prevenirlas, con abundante colaboración de ong’s ambientalistas y programas de televisión, pero no aconseja medidas efectivas frente al poder de las multinacionales de las semillas, las patentes de transgénicos, el uso abusivo de fertilizantes y herbicidas, el agotamiento de las tierras, etc.
Los acuerdos internacionales han sido reemplazados por iniciativas unilaterales como los Cascos Blancos, codiciadas cajas de recaudación para los distintos gobiernos y provechoso negocio para la empresas elegidas como proveedores.
El caso de la UNESCO, que en el pasado aconsejaba a los estados sobre planes para acabar con el analfabetismo o aumentar la calidad educativa, puede confrontarse claramente con lo que se discute en la OMC hoy en día. Recientemente, el actual canciller argentino Rafael Bielsa expresó:
“No estamos dispuestos a incluir en el ALCA cuestiones esenciales para nuestro país, como los servicios educativos, la seguridad social, la salud o las obras públicas”.
Puede ser que el gobierno argentino no esté dispuesto HOY a abrir el sistema estatal de educación a la competencia privada (puede, porque de hecho existe un sistema privado paralelo y el acuerdo de la OMC establece que está sujeto a las reglas del mercado todo sector donde no exista monopolio estatal) pero las reformas de los 90 abrieron el camino para homogeneizar internacionalmente los sistemas educativos mediante estándares comunes (normas ISO), acordar sistemas de evaluación y ránkings también internacionalmente homogéneos, reglas de mercado para la producción curricular (los grupos editoriales transnacionales diseñan idénticos manuales escolares, por ejemplo), reconocimiento generalizado de criterios comerciales como el “accountability” y la “transparencia”, etc.
¿Qué papel juega la UNESCO en todo esto? Ninguno, o más bien, recordando la larga permanencia del embajador Jorge Asís durante los 90, no mucho más que cócteles, charlas palaciegas, canapés y vernisages, con alguna recomendación como para justificar los elevados sueldos de rango diplomático.
La salud como arma
El rol de la Organización Mundial de la Salud no es menos lamentable.
La OMS ha difundido un informe según el cual la mortandad de la gripe aviar es del 50%, pero los especialistas consideran que el dato ha sido excesivamente abultado y es irresponsable.
Efectivamente, murió la mitad de los 116 enfermos que llegaron a los hospitales a tratarse en el sudeste asiático, pero no el universo de afectados, muchos de los cuales no sufrieron las formas más malignas y pasaron la crisis en sus domicilios con remedios caseros (incluyendo tisanas de anís estrella), una minoría entre los 140 millones de habitantes del área, lo que pareciera señalar que la organización está cumpliendo el trabajo sucio de los departamentos de marketing de los grandes laboratorios.
Mientras Roche -dueños del famoso Valium- encaran la cuestión de la pandemia como una estrategia comercial para sacar el mayor rédito de su patente del Tamiflú, poniendo a los gobiernos a sus pies, Keith Teylor, del Partido Verde británico, respondió así al diario The Independent:
«Algunos países han solicitado a la OMS que presione a Roche para que renuncie a su patente a fin de que pueda producirse una versión genérica barata de esta droga, para que se produzca a escala nacional. La OMS se niega, y argumenta que Roche ha donado tres millones de tratamientos como prueba de que la firma está siendo responsable”.
Teniendo en cuenta las víctimas que habría si se cumplen los vaticinios más oscuros (entre 100 y 300 millones) la donación equivale a un vaso de agua arrojado entre las llamas del infierno. Pero la perspectiva de Roche es otra: en 2005, espera facturar unos 1400 millones de dólares en Tamiflú. ¿Quién le quita lo bailado?
Apunten a los gorriones
Los ataques universales de pánico provocados por la OMS están a punto de convertir a las aves migratorias que anualmente viajan hacia el sur templado desde el centro de Asia, en terroristas suicidas reclutados por Al Qaeda con el objeto de destruir la paz consumista en el mundo occidental.
Los especialistas no se ponen de acuerdo en el número de aves domésticas sacrificadas en los santuarios asiáticos de la gripe aviar, y mucho menos en las silvestres, pero ya se habla de entre 130 y 180 millones desde que se lanzó la primera advertencia.
El número crecerá a medida que se acerque el próximo invierno boreal y no se resuelvan los dos problemas de fondo: la propiedad de la patente de Tamiflú y la aparición de una eventual vacuna que combatiría la “versión humana” de la gripe luego de una también eventual mutación del virus.
Entretanto, se desatará una discusión internacional sobre el desastre ambiental que provocará el exterminio masivo de aves silvestres, sus aspectos éticos, su influencia negativa en la educación infantil, la fotografía artística, el turismo y la caza deportiva, todo lo cual lograría desviar la atención del problema principal.
Pero la Naturaleza no se resigna a ser un factor secundario en esta historieta de marketing global. Si el virus mata muy rápido al huésped, no tendrá muchas chances de sobrevivir. Luego, su oportunidad de trasmitirse será mínima, con lo cual la tasa de mortalidad sería muy baja.
Si esto sucede, la estrategia comercial de los laboratorios Roche y de quienes se animaron a pagar regalías por el antigripal o la eventual vacuna, se pincharán como una burbuja.
Habrá llegado el momento de soplar algún otro globo.