Por Mirko Vittelone, desde la finca “Lealtad”, en Concordia, Entre Ríos, especial para Causa Popular.- En una entrevista exclusiva, el gobernador entrerriano Jorge Busti explica cómo pasó de operador menemista a militante ambientalista. Se ríe cuando le preguntamos si siente celos por la construcción de dos gigantescas plantas de blanqueo de celulosa frente a sus narices, en Fray Bentos, cuando con un poco de buena voluntad (de las empresas) podrían haberse instalado de este lado del río, y niega terminantemente que su conversión obedezca a motivos metafísicos.
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Amigos
Luciendo un panamá legítimo, Busti nos recibe en su finca “Lealtad”, distante unos kilómetros de Concordia, rodeado de unos personajes a quien él llama cariñosamente “mis amigos”, y que se mantienen atentos a sus retruécanos y chascarrillos sin abrir la boca ni sacarse los anteojos negros.
Uno de ellos, cada tanto se mete un dedo en la nariz y espía con desconfianza el resultado de su exploración. Otro, lee ostentosamente los Comentarios sobre la guerra de las Galias de Julio César.
Lo primero que nos llama la atención, al descender de la 4×4 negra junto a la amplia vivienda principal, son dos remozados vagones de la clase súperpullman del ex-ferrocarril Urquiza, estacionados a unos cien metros de nosotros, y que habiendo perdido su propósito original, parecen armatostes extraviados en el lugar equivocado.
Luciendo sus identificaciones originales, barnizados, con los avíos de bronce pulidos a espejo, asentados sobre unos 70 metros de rieles y con los asientos de cuero legítimo intactos, funcionan hoy como un original centro de prensa para hacer conocer al mundo los detalles de una disputa ambientalista que hace soplar vientos de guerra sobre la Mesopotamia.
Advertido de nuestro interés por el convoy varado en medio de las cuchillas entrerrianas y mientras caminamos hacia allí, Busti confiesa que hasta 1994 esos vagones cubrían la línea Concordia-Lacroze, y luego quedaron olvidados en una vía secundaria del nudo ferroviario de Basavilbaso. “No entraron en el inventario, era una picardía dejarlos abandonados y me los traje con vías y todo”, dice, y agrega: “se los puede haber pirateado cualquiera”.
Busti se define a sí mismo como “polifacético, polifuncional y sumamente flexible”.
Fue intendente de Concordia y volvió a la gobernación de Entre Ríos después de la desastrosa gestión del radical Montiel. Él mismo lo explica: “no es que nosotros seamos buenos: los otros fueron peores”.
Imagínense.
– ¿Cómo se convirtió en militante ambientalista, gobernador? ¿Fue algo meditado, un proceso, o sucedió de un día para otro?
– En los años 90, todos éramos un poco más románticos y altruistas. Yo invertí mis ahorros, que no eran muchos, en montes de eucaliptos, aquí y en el lado uruguayo. La idea era que la Cuenca del Plata se convirtiera en una gran fábrica de oxígeno, de aire puro.
Usted dirá que era demasiado ingenuo, pero fijesé que después mi amigo El Adolfo retomó nuestra idea y propuso plantar mil millones de árboles en toda la geografía del país, como para acabar con esa mentira gorila de que los peronistas sólo sabemos quemar parquet. María Julia estaba decidida a transformar el Riachuelo en un arroyo de agua potable.
Del doctor Menem se dijo que era corrupto, pero todos olvidan que fue nuestro Primer Ambientalista..Gracias a él ha desaparecido ese humo cancerígeno que escupían las locomotoras diésel, y ahora todo se hace bajo normas ISO, sin gases venenosos ni efluentes malignios. El ruido molesto del balancín o el martinete fue reemplazado por la música de las discotecas, que es menos ingrata. Claro que no pudo acabar su obra porque los capitales apátridas maniobraron para derrocarnos con un golpe de mercado bancario a través de la Alianza.
– Usted no se puede quejar, al fin y al cabo sigue en la cresta de la ola.
– Es que el peronismo tiene vocación de poder y la gente sabe que somos menos malos.
– Volviendo al tema de los montes de eucaliptos: ¿Que uso iban a dar a toda esa madera? Una cosa es tener unos cuantos árboles en el fondo de su casa, y otra muy distinta esta explotación intensiva de millones de hectáreas.
– Es cierto. Lo atractivo de la inversión, monitoreada por el Banco Mundial, una institución muy seria, es que a los 15 años nos prometían triplicarla, en dólares más la tasa Libor, vendiendo los árboles a los fabricantes de papel. ¿Pero quién pensaba entonces a tan largo plazo? Acuerdesé, en esa época todos vivíamos la vida loca, y lo de la celulosa no dejaba de ser una hipótesis de futuro. ¿Usted se imagina el oxígeno que pueden generar varios millones de hectáreas de eucaliptos en todo ese tiempo, los pajaritos, esos perfumes selváticos que trae el viento? Además teníamos presente una poderosa razón de Estado: el país había firmado los protocolos de La Haya y Kyoto, y podíamos vender aire puro a los países que no lo tienen. ¿Qué nos quedaba por vender, después de todo? La Argentina estaba en condiciones de convertirse en la mayor fábrica de oxígeno del Cono Sur, y lo demostramos persiguiendo a la industria contaminante. Ahí descubrí mi vocación por los temas ambientalistas, el gran desafío del mañana.
Eucaliptos
Aunque Rosas lo usaba como cortavientos en sus estancias luego de que un comerciante británico le regalara algunos retoños, el mito escolar refiere que el eucalipto fue plantado masivamente en el país por decisión del presidente Domingo F. Sarmiento. Lo estafaron.
Unos carpinteros italianos, recién llegados en el Pricipessa Maffalda, intentaron explicárselo: “l’eucalitto es un legno sporco, si muove, s’incurvano, é più inestábile, é un vero stronzzo”, pero el gran sanjuanino, además de no haber faltado un solo día a clase, era empecinado, no entendía una palabra de dialecto piamontés, y sólo confiaba en los inmigrantes sajones, entre los cuales no había carpinteros.
Como el olmo, los loritos y los mensajes de texto, el eucalipto se convirtió rápidamente en plaga. Crece a una velocidad envidiable, hasta adquirir un tamaño entre respetable y gigantesco, y sus raíces cortitas como saludo de mudo son golosas pero también su perdición: el viento lo voltea fácilmente por falta de agarre, y sólo Dios sabe cuánto pesa.
De extraña conducta botánica, en lugar de cambiar la hoja, muda anualmente su corteza, y por su escaso enraizamiento debe ser originario de una zona donde los vientos son desconocidos. Favorece el empobrecimiento del terreno e impide el desarrollo de otras especies en sus proximidades.
En zonas semiáridas es peligroso, ya que puede acentuar la sequía del suelo. Por ello sólo deben ser plantados en terrenos pobres que no puedan ser aprovechados para otros usos agrícolas, dicen los expertos, como en los campos uruguayos de donde provienen las segundas mejores carnes sudamericanas.
El continente australiano es un lugar extraño: además de éstos árboles, ha dado a la humanidad los canguros, los cisnes negros, el demonio de Tasmania y las actuaciones incomparables -aunque un poco demasiado sangrientas- de Mel Gibson.
Aunque también se usan pinos y salicáceas como el álamo, los fabricantes de pasta celulósica lo prefieren porque crecen más rápido, claro que a costa de la depredación del suelo, que quince años mas tarde no sirve ni para chiflar monos.
Las dos orillas
– La cosa es que pasaron esos 15 años y ahora la celulosa es una realidad presente y no, como usted acaba de decir, una hipótesis de futuro.
– Todo se ofrecía en un paquete cerrado: semilla, terrenos, estudios de pre y post factibilidad, puertos, construcción de las plantas, transporte naviero y compra asegurada en Finlandia.. El problema es que, teniendo media vida por delante, como solía decir mi viejo amigo Gostanián, no nos detuvimos en pequeñeces como por ejemplo dónde se ubicarían las fábricas.
– ¿Y usted se reunió con los empresarios fineses para discutir dónde se levantarían?
– Mi obligación es defender los intereses de los entrerrianos que me han votado. Ellos ponían muchas trabas y tenían muchas exigencias, como por ejemplo, mayor flexibilización laboral y poder remesar sus ganancias hacia Helsinki sin ningún control estatal, lo que agredía la vocación del justicialismo, siempre firme junto al pueblo. Les respondimos que de ninguna manera, que si mis amigos Sanguinetti (por Julio María, presidente del Uruguay entre 1995 y 2000) o Batlle (por Jorge, que lo sucedió en el poder) aceptaban esas condiciones, allá ellos. Al fin y al cabo, Uruguay tiene más experiencia que nosotros en eso del blanqueo.
– Y ellos agarraron viaje.
– Así parece. Aunque me hubiera gustado que se instalaran aquí en Concordia…
– … Que es el distrito argentino con mayor desocupación.
– Las estadísticas suenan según como uno las toca: para unos son unas chamarritas, para otros, un chamamé maceta. Aquí la gente volvió a la vida natural, a la caza y a la pesca, y no sufre esas enfermedades propias de la vida moderna, como infartos, stress, sobrepeso o ataques de pánico, aunque 600 puestos de trabajo hubieran venido bien para hacer acallar a la oposición. Como le decía, me hubiera gustado que se instalaran aquí, o incluso a orillas del Paraná, que tiene ocho veces el caudal del Uruguay, pero ellos argumentaron que estaban muy lejos de los eucaliptos, que tendrían grandes costos de transporte y que los puentes no soportarían el paso de los camiones con rollizos. No se olvide que es un árbol de zonas cálidas, desaconsejado en Finlandia, y que el Mar Báltico está tan contaminado, que comparándolo, el Riachuelo es como el agua Villavicencio.
– Y se decidieron por el Uruguay. Como usted sabrá, hay denuncias en Montevideo sobre coimas de diez mil dólares a cada dirigente político oriental para instalarlas en Fray Bentos y no de éste lado. ¿Qué tiene que decir al respecto?
– ¿Diez mil dólares dice que cobran allá los políticos? Esa gente no ha aprendido nada. Mientras la Argentina es famosa en el mundo por la seriedad de sus políticos, del Uruguay sólo se conoce el dulce de leche, la grappa de ANCAP, Peñarol, los quilombos de Montevideo y los boqueteros.
– Y ha trascendido que no se instalaron aquí porque ustedes exigían el 10% del proyecto, y taca taca.
-¿Eso dicen? Habrá sido una mala traducción. No crea esas patrañas, son las usinas de rumores que financian los capitales apátridas opuestos a la tradicional vocación productivista del justicialismo. Mujica nos ataca con la misma impunidad geriátrica del ex fiscal Strassera defendiendo a Ibarra, dicen cualquier cosa y para colmo, ni se dan cuenta que tienen flojas las prótesis dentales.
– El Presidente Tabaré acaba de declarar que Uruguay se siente igual a una mujer cacheteada por las dudas, queriendo decir que la eventual contaminación futura equivale a un amante que solo existe en la fantasía del marido paranoico.
– Se equivocó de tango y de profesión: debió dedicarse a la ginecología. Yo le contestaría con palabras de mi amigo Celedonio Flores: “Como entró a escasear el vento, me diste cada marimba, que me dejaste en cama con vistas al hospital”. Que no llore como mina lo que no supo defender como mujer.
– Sus metáforas me llevan a preguntarle si su opción por el ambientalismo es una decisión estética o filosófica.
– Los países centrales nos quieren cortar las piernas. Ya le pasó a Maradona y a mi amigo Alberto Kohan. A mí no me van a dejar sin caballo y en Montiel. El ambientalismo es la nueva música que suena para las generaciones jovenes, y con ella me voy a presentar en el festival de Cosquín del año próximo. ¡Otra que Horacio Guaraní cantando A Desalambrar!