Por Mirko Vittelone, especial para Causa Popular.- Vapuleado por la opinión pública, el CIADI -tribunal de resolución de diferencias del Banco Mundial- es un organismo de bajo perfil que tiene entre manos medio centenar de conflictos entre estados nacionales y grupos financieros. Hasta ayer, todas esas disputas se resolvían estableciendo el monto de las indemnizaciones que los gobiernos deberán pagar a los inversores privados que hicieron pésimos negocios en América Latina, Asia y África, cuando se los engatusó con empresas de servicios públicos que parecían vetas de oro y no lo eran.
Pero el que ingresó ayer en la mesa de entradas del CIADI puede poner a prueba no solo la capacidad de los tres magistrados que deberán poner la firma, sino la propia existencia de ese organismo.
El diferendo enfrenta a dos altas casas de estudios, la británica Universidad de Bath y su par estadounidense, la Universidad de Ohio.
Su resolución será de alto impacto mediático y se convertirá en el tema central del programa Hora Clave.
Los jueces elegidos son el doctor Jeswald W. Salacuse, estadounidense, la suiza Gabrielle Kaufmann-Kohler y el venezolano Pedro Nikken, quienes casualmente también deben resolver en la compensación por 1.700 millones de dólares que exige el grupo Suez al Estado de la República Argentina por el uso del nombre de fantasía Aguas Argentinas.
Contra lo que se suele creer, Suez no es una empresa dedicada al tratamiento de aguas sino un grupo financiero multinacional que invierte en variadas actividades como la basura, los yogures o la electricidad; y que es controlado por unos ahorristas belgas cuya empresa, Sofina, se creía desaparecida desde 50 años atrás, cuando el gobierno populista del general Perón le sacó la concesión de la Compañía Ítalo de Electricidad.
En la década del 90, Suez, también conocido como Vivendi, transfirió ganancias extraordinarias a los ahorristas belgas en la forma de autopréstamos, y ahora espera que el gobierno lo pague dos veces.
El nuevo diferendo en manos del CIADI fue presentado por las autoridades de la universidad de Ohio, en EEUU, cuyo prestigio consideran ultrajado por las conclusiones de los científicos británicos, cuya teoría sobre el mismo tema es diametralmente opuesta.
El conflicto fue cubierto por el diario Clarín del miércoles 22 de marzo pasado en la página 32.
Expresada en un lenguaje comprensible a los lectores medios, la hipótesis científica de ambas universidades se podía resumir más o menos de la siguiente manera: ¿existe el amor a primera vista?”
No existe, sostuvieron los científicos de Bath.
Dos años antes, los de Ohio, con antecedentes académicos de alto nivel en temas tan variados como los tecnoalimentos y la paleontología, habían llegado a la conclusión contraria.
Bath es una ciudad del sudeste británico, a orillas del río Avon, fundada por los romanos en el siglo I, quienes la bautizaron Aquae Sulis por sus aguas termales, las únicas en el Reino Unido.
Pero se hizo famosa por la Mujer de Bath, uno de los personajes descritos por el poeta inglés Geoffrey Chaucer (1343-1400) en sus Cuentos de Canterbury.
Desde que dejó de leerse a Chaucer, y sólo se conocen de él algunos comentarios recortados de otros comentarios en las revistas enciclopédicas, esa mujer (a quien Dios le había dado “tres talentos: el engaño, el llanto y el arte de hilar”) ya no es considerada de interés por los editores.
Bath entró en decadencia y fue excluida de los circuitos turísticos preferidos por los japoneses.
La universidad de Ohio está ubicada en el estado homónimo del norte de EEUU, y se hizo famosa porque de ella proviene Carl Rogers (que no es el primer integrante de la dupla de músicos que completaba Hammerstein y que produjo bandas sonoras de gran éxito, como The Sound of Music, South Pacific y otras) sino un psicólogo que revolucionó el psicoanálisis mediante la “psicoterapia conversacional centrada en el cliente”, en la que el paciente siempre tiene razón.
Los científicos de Bath se basaron en un método original para su permanente búsqueda de la Verdad: hicieron una encuesta en la web, y la recolección de las opiniones de los entrevistados se convirtió en teoría científica.
Ese procedimiento podría revolucionar al pensamiento y la filosofía de la ciencia, porque permitirá contestar de una vez y para siempre todas las preguntas sin respuesta que provocaron insomnio a millones de personas a través de la historia con un click del mouse en la respuesta correcta.
Las conclusiones pondrían los pelos de punta a las defensoras de los derechos de género: según los científicos de Bath, los hombres creen más que las mujeres en el amor a primera vista.
Para la Fundación por la Igualdad de Géneros (FIG), esa es una suposición discriminatoria y sexista: “¿por qué deberían creer más ellos que ellas, cuando los hombres no son mas que bancos de esperma, incapaces de sentimientos perdurables y con una sola idea fija?”
Quienes no defienden los derechos de género respondieron de inmediato: “precisamente por eso”.
Otra conclusión de los científicos de Bath es que el amor a primera vista aparece luego de que la pareja comparte pasión, intimidad y entrega por un año.
Hasta ahora se había creído que esa enfermedad atacaba de golpe, sin previo aviso y en cualquier lugar, y era provocada al parecer por una mirada casual, un roce involuntario o una media palabra dicha sin intención. Y también que el amor a primera vista no se sosegaba con pasión, intimidad y entrega prometidas para el próximo año, sino que las quería ya mismo.
Para los científicos británicos, la mayoría de las parejas recién formadas no disfrutan del amor verdadero, y tienen bajos niveles de pasión, entrega e intimidad. Hasta ahora se había creído que las parejas recién formadas se unían por amor, y dedicaban largas horas del día y de la noche, hasta el límite del agotamiento mutuo, para alcanzar niveles -nunca satisfechos del todo- de pasión, entrega e intimidad.
El gobierno argentino mira con preocupación cómo resolverán los jueces Salacuse, Kaufmann-Kohler y Nikken esos dos diferendos, el de las universidades y los 1.700 millones de dólares exigidos por Aguas Argentinas.
Podrían concluir que el presidente Menem sufrió un golpe de amor a primera vista con Suez en mayo de 1993, cuando le adjudicó Obras Sanitarias.
Pero nadie sabe en cuantos millones cuantificará el tribunal el grado de pasión, entrega e intimidad que explotó en febrero de 1998 entre María Julia por un lado y Suez por otro, aquel verano en el que ella se exhibió ligera de ropas ante los fotógrafos de Gente.
Mientras el público se dejaba llevar por las fantasías que despierta un escote generoso, incluso fotografiado, la polifuncionaria duplicó las tarifas de Aguas Argentinas cuando el contrato original las había congelado mientras durara la convertibilidad. Es decir, para siempre.