No resulta posible en el nuevo panorama comunicacional tapar un tema con otro. La horizontalización y desjerarquización de los viejos paradigmas que implican las redes sociales lo impiden. Funcionan como colador. Pero que los gobiernos lo intentan es indudable. No está mal el oportunismo. Ni quita méritos, en el caso de la lucha por la legalización del aborto, a las mujeres que vienen luchando desde hace tanto tiempo por imponerlo en agenda. La secuencia es que, primero, eso (la instalación del tema en el escenario) está por suceder. Y luego, los que mandan, si saben oler el clima, pueden tratar de montarse sobre esa ola en beneficio propio. Si eso ocurre, no sería inteligente por parte de quienes vienen peleando por determinada conquista rechazar la chance que les brinda la conveniencia. Supondría el peligro de caer en el inconformismo y de quitarle prevalencia a su causa en función de otra disputa. Del mismo modo, no habría derecho a señalar falta de genuinidad para quienes, a su tiempo, no impulsaron lo que ahora sería inminente.
Esta nota no habría sido lo que será de haberse congelado la escena pública en las tapas de los diarios del viernes de la semana pasada. Parecía que el macrismo, puñetazo sobre la mesa mediante, por fin forzaba un cambio de pantalla recuperando la iniciativa. Dando algún tipo de impulso legislativo, por fin, al debate por la legalización del aborto. Capitalizaría una iniciativa que nace desde los cimientos de la sociedad sumándole la robustez de la lapicera presidencial.
Se sabe, los hechos posteriores son conocidos y no hace falta reiterarlos, que la maniobra estuvo, por lo menos, mal coordinada al interior de la alianza oficialista. No importa el motivo para que así haya sido, lo cierto es que ese equilibrio de fuerzas entre distintos fragmentos que sustentan al gobierno nacional no resistió bien la novedad, obligando a Mauricio Macri a moderarla. Si no se involucra en persona -y ha dejado claro que así será-, en minoría legislativa y siendo que se trata de un asunto de libertad de conciencia -en los que no resulta posible alinear tropa, como siempre es en estos casos-, ¿cómo podría acumular con esta movida? Es verdad que Néstor Kirchner y Cristina Fernández supieron capturar agendas que los excedían en autoría y antecedían en tiempo. Pero poniéndose al frente de la demanda y operando en favor de su concreción. Sin pretender negar que tampoco allí la postura era uniforme, la sensación que a grandes rasgos quedaba del Frente para la Victoria era que sus armas principales empujaban aquellos litigios. Con el agravante, para el jefe de Estado, que entre sus votantes esto mayormente cae mal; y quienes lo rechazan y aprueban la despenalización del aborto, difícilmente cambien su mirada sobre él por esto.
La frutilla del postre es que Elisa Carrió pidió el retiro del proyecto a minutos del discurso presidencial de apertura de las sesiones legislativas ordinarias. Y no es un misterio para nadie que ella es dueña de un gran pedazo de la construcción de sentido de Cambiemos frente a la sociedad.
Voceros afines a Olivos terminan por reconocer la crisis económica, contentándose con que “igual, nada que ver con 2001”. Pavada de resignación desde el “Podemos vivir mejor”.
Antes, Chocobar y Zaffaroni; ahora, aborto y medidas contra la inmigración. En medio de cifras económicas sobre las que ya hablan preocupantemente incluso voces que ven con buenos ojos el rumbo enunciado, cuesta decir otra cosa de la estrategia política amarilla a estas horas que está en fase defensiva, tratando de desviar el eje desde lo fundamental hacia lo accesorio. Se pueda eso o no, en general y en este caso en particular. En la apertura de sesiones, Macri profundizó poco en su bienio inaugural, moderó el tono de la polarización (asumiendo, tal vez, por fin, que CFK ya no se presta para ello) y hubo mucho anuncio de buenas intenciones a futuro. Como decía un tweet muy ingenioso a poco de concluida la palabra presidencial, una buena manera de analizar esta suavidad es contrastarla con la dureza del día en que habló de reformismo permanente, aceleración reprobada por la ciudadanía y que empujó al oficialismo a su actual estado de dificultad. ¿Será que el ex alcalde porteño tomó nota de esa nueva realidad? ¿Qué dirá a quienes le reprochan gradualismo? Por estos días, asimismo, voceros afines a Olivos terminan por reconocer la crisis económica, contentándose con que “igual, nada que ver con 2001”. Pavada de resignación desde el “Podemos vivir mejor”.
Pero tiene cómo recuperarse Macri si evita cualquier forma de estallido y nadie avanza sobre lo que él cede. La oposición debe hacer que haya 2019 y no contentarse con esa realidad de calendario.