La excusa para conversar con Alejandro “Pitu” Salvatierra era la reciente publicación del primer Relevamiento de Barrios Populares que el gobierno nacional, junto con ONG’s y organizaciones sociales -como el Movimiento Villero Padre Mugica, que integra Salvatierra- realizó a modo de radiografía para conocer cuántas personas viven en villas y asentamientos informales a lo largo del país. Las cifras, la coincidencia entre un año electoral y la necesidad oficial de conocer el estado de situación de la franja social más vulnerable de la Argentina, fueron apenas una parte de una entrevista que duró más de una hora y tocó, sin vueltas, muchísimos otros temas: las políticas hacia las villas de Horacio Rodríguez Larreta que, según Salvatierra, lo diferencian del PRO, la falta de un discurso opositor para el sur de la ciudad de Buenos Aires, la necesidad de formar dirigentes villeros para que lideren los movimientos sociales, la conducción de Cristina, la incapacidad del kirchnerismo de entender que “el pobre que se fue a clase media te va a pedir más”, la situación social en los barrios y el por qué el vecino “no le trasladó todavía la responsabilidad total al gobierno”, el abuso de la palabra “traidor” y la inminente publicación de Yo ya viví cien años, libro que cuenta su vida y del cual Salvatierra, en esta entrevista, adelanta anécdotas jugosas de las semanas de la toma del Parque Indoamericano en las que participan, entre otros, Cristina, Macri y Randazzo.
El macrismo y las banderas villeras. El PRO “sensible”. ¿A quién le habla el kirchnerismo?
A diferencia de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta parece tener a las villas como parte de su programa de gobierno. ¿Cómo analizás ese giro?
Creo que Larreta es una cosa distinta dentro del PRO. Pudo entender que el gobierno nacional, en su plan macroeconómico, iba a generar muchísimos pobres y por eso necesita, por su proyección política a futuro, desmarcarse.
¿Como una forma de diferenciar su gestión de la anterior?
Sí. Si él seguía haciendo Metrobus era más Macri. Encarar las obras que encara en la villa lo diferencia de la lógica de gestión del macrismo. Y es también una apuesta personal. Poder decir: “Cuando se caiga todo esto, voy a poder decir: ‘Bueno, yo pavimenté calles en las villas. Yo miré hacia ese sector’”.
¿Sería una ala “social” del PRO?
Creo que él intenta hacer una diferenciación. A nosotros, por lo menos, nos sorprendió la propuesta del larretismo de urbanización de las villas. Pensamos que era solamente un discurso, pero después nos encontramos con que realmente en los barrios empiezan a pasar cosas. Hay que ver cómo, de qué manera, en algunos lugares más ordenado, en otros menos, pero no podemos dejar de decir que para nosotros es positivo que el estado de la Ciudad de Buenos Aires piense en seudo procesos de urbanización. Después discutiremos esos procesos, pero en líneas generales es un avance que los chabones lo tengan en la agenda pública. Lo que sí empieza a pasar en el barrio es que, mientras te están pavimentando la calle que no te pavimentaron en la historia, vos te estás cagando de hambre.
Aparecen contradicciones.
Claro. Y son contradicciones que necesitamos saldar hacia adentro. En años anteriores nos permitíamos el lujo de discutir determinadas cosas que hoy ya no podemos. Los doce años de kirchnerismo le dieron una estabilidad social al que vive en la villa que, en una primera instancia, le permitió pensar en mejorar su casa. Y cuando mejoraste tu casa y tenés la olla pagada y un laburo estable, te permitís ir un poquito más allá. Hoy ya no es fácil juntar a veinte vecinos para hablar de urbanización. Porque los juntás y el vecino te habla de otra cosa, de que no llega a fin de mes. Y el problema del vecino deja de ser la pavimentación para ser las zapatillas del pibe. O decidir si le compra las zapatillas o le da de comer.
“La campaña nuestra era siempre los dos millones de jubilados, los seis millones de puestos de trabajo. Ya está. Ya te la pagamos esa. Te la votamos en el 2011. Ahora salí con otra cosa”
¿Esa situación social afecta políticamente al PRO en los barrios? Porque muchas veces desde la oposición se piensa que estos problemas económicos tienen un impacto electoral inmediato.
Hay un reconocimiento de que la situación económica está mal, y hay algunos villeros arrepentidos de votar a Macri, pero no hay una situación social de mucha violencia, ni mucho descontento todavía. Uno a veces vive en un mundo que es un microclima, el de la militancia, y se vincula con gente de ahí. Pero el vecino no está pensando puntualmente en eso. Todavía no le trasladó la responsabilidad total al gobierno. Sigue en esa nebulosa de la pesada herencia.
¿Y por qué creés que pasa eso?
Me parece que hay fallas de nuestra parte porque a un año y medio de un gobierno neoliberal no hemos logrado reconstruir nuestro ámbito de relaciones. No hemos logrado reconstruir el movimiento villero y poner en la mesa de debate nuestras reivindicaciones. Por el contrario, lo que ha pasado en estos últimos años es que el macrismo nos robó nuestras reivindicaciones y avanzó con nuestras banderas históricas. Y eso tiene que ver con nuestra desarticulación como espacio político, con todo lo que pasó después de perder las elecciones. Y eso se refleja de esa manera en el territorio. Todavía no nos hemos dado el tiempo, o las organizaciones que vienen ahora no se han puesto como objetivo planificar la situación socioeconómica del país con el vecino y que el vecino entienda que esto no nació de un repollo. Porque nos quieren hacer creer que previo al 2015 había una crisis de la cual no nos dábamos cuenta, cuando nosotros no estábamos mal. Nos íbamos de vacaciones, comprábamos autos. Y ahora nos dicen que hay una mejora de la cual tampoco nos damos cuenta. Eso y decirte que sos boludo es más o menos lo mismo.
Hablás de esas mejoras y al mismo tiempo muchos de esos beneficiados terminaron dándole la espalda al kirchnerismo en las elecciones.
Sí. Igual es muy difícil saber cómo votó la población villera, a no ser en la 21.24 y en la 31, que votan en escuelas especiales. Nosotros estamos sumergidos en el circuito electoral y es muy difícil saber cómo votamos. Sí estamos convencidos de que para que Macri haya conseguido el resultado que consiguió, hubo un voto villero que fue ahí. Pero, vuelvo a decir, es muy complejo. Te doy un ejemplo. Vos vas a la Villa 31 y el Frente para la Victoria como fuerza política adentro de la villa no logró nunca ni salir tercero en una elección. Sin embargo, en cada una de las elecciones el kirchnerismo sacó arriba del cuarenta y siete por ciento. Ahí hay un problema nuestro. O también pasa que hay cuestiones que son centrales en los barrios, como las relaciones personales. A mí no todos me quieren. Y para el barrio yo soy Cristina, en algún punto. Y el que no me quiere, no vota a Cristina. Es complejo el análisis. Yo creo que fallamos desde la comunicación, claramente. Muchas veces le hablamos más a los medios que al pueblo, más en el último tiempo. Le hablamos más a Clarín que al pueblo. Dirigimos el discurso a un sector social que no nos va a votar nunca. Eso nos pasó en la última elección de la ciudad. En la ciudad vos tenés que hacer tres campañas: una en el norte, una en la línea del centro y una en la línea del sur. Y en el sur tenés que decir una cosa, en el centro otra y en el norte otra. Eso implica un desgaste fenomenal, pero es lo que hay que hacer. En las últimas elecciones articulamos un discurso, en la ciudad de Buenos Aires por lo menos, hacia la clase media y hacia la clase alta. Y no tocábamos temas de lo que pasa en el sur de la ciudad de Buenos Aires, salvo esporádicamente.
Muchas veces desde el kirchnerismo, cuando se buscan razones que expliquen la derrota, se apunta a los medios, a su influencia, y vos decís que el problema fue que el kirchnerismo le habló demasiado a los medios, que se le dio un rol desmedido.
Es mi percepción desde donde estoy. Creo que fallamos en la comunicación, que no le pudimos hacer ver al pueblo todo lo que hicimos. Y no supimos también tener la previsión de la demanda que iba a generar. Porque el que era pobre y se fue a clase media, quiere ser clase alta.
No dieron cuenta de las nuevas demandas.
Lo que el pueblo reclamaba en el 2001 ya estaba resuelto. Creo que le quisimos cobrar los dos millones de jubilados ocho veces al pueblo argentino. Los pusimos en las elecciones de 2005, y en el 2010, la cobramos. En el 2011, la volvimos a cobrar. La campaña nuestra era siempre los dos millones de jubilados, los seis millones de puestos de trabajo. Ya está. Ya te la pagamos esa. Te la votamos en el 2011. Ahora salí con otra cosa.
La idea de una deuda permanente.
Tenés que tener en cuenta que ese que es clase media te va a pedir más. Y está en su derecho. Nosotros como espacio, y como gobierno en ese momento, teníamos que prever esas cuestiones. Ahora, más allá de eso, estoy convencido de que el kirchnerismo es importante, no por lo que hizo, sino por lo que falta hacer.
“Uno a veces vive en un mundo que es un microclima, el de la militancia, y se vincula con gente de ahí. Pero el vecino todavía no le trasladó la responsabilidad total al gobierno. Sigue en esa nebulosa de la pesada herencia”
¿El kirchnerismo no podría haber llevado adelante esas políticas hacia las villas en sus doce años de gobierno?
Sí, podríamos… Pero hoy el gobierno nacional no hace una cosa distinta de la que hacíamos nosotros. Vos hablás con funcionarios del gobierno nacional, del Ministerio de Desarrollo y te dicen: “Ahora entendemos por qué ustedes no querían poner plata en la ciudad”. Y vos le preguntás: “¿Por qué?”. Y te dicen: “La ciudad es rica. Tenemos orden de no meter nada”. No están haciendo algo distinto de la visión que tenían Néstor y Cristina. Igual todo cambió un poco después del conflicto del Indoamericano.
Fue un quiebre.
Después del Indoamericano empezaron a haber algunas políticas nacionales de contención territorial. Nosotros lo veníamos diciendo mucho tiempo antes: “Che. No puede ser que armemos un campeonato en Malvinas [Argentinas] y yo tenga que estar mangueando la leche de algún lado, para dársela a los chicos. Somos el gobierno nacional. Pongan un hueso aunque sea”. Todo lo hacíamos a pulmón. Después creo que cambió un poco la visión. Está ciudad, igual, tiene los recursos, y los tuvo históricamente, para resolver estas cuestiones. Se acordaron tarde, porque pareciera que el PRO gobierna la ciudad a partir de 2015 pero asumió en 2007. Está claro que pasaron un montón de años en donde las prioridades fueron otras y no resolver las cuestiones del sur de la ciudad.
Con el Relevamiento de Barrios, el gobierno nacional anunció la entrega de “certificados de viviendo familiar”. ¿Ven posible avanzar en la cuestión de los títulos de propiedad, al menos en la ciudad?
Mirá, por lo menos nosotros, en la ciudad, no tenemos duda de quién es la tierra. No es algo que nos desmaya tener el título de propiedad. No nos echaron cuando éramos rancho de chapa cartón, no nos van a echar ahora con las estructuras que tenemos. El gobierno y todo el mundo sabe que la tierra es nuestra, por lo cual no es algo que hoy nos preocupe, como sí en otros momentos, la discusión del arraigo. Yo creo que el gobierno está más preocupado por escriturar determinados terrenos dentro de las villas, porque tienen una idea, que la plasmó [Gabriela] Michetti sentada en la mesa con Mirtha Legrand. Cuando le pregunta cuál es el plan para la Villa 31, Michetti le dice: “Nosotros queremos mejorarla, arreglar las calles y entregar los títulos de propiedad a los vecinos para que ellos encuentren un lugar más adecuado donde vivir”. Lo que te quiere decir subliminalmente es “para que se vayan a la provincia, para que vendan los cabezas de tacho y se vayan”. Esa siempre es la intención que nosotros le vemos, al menos al gobierno del PRO en la ciudad de Buenos Aires, cuando se habla de escrituración. Cosa que no es nueva, porque el conflicto del Indoamericano nace con una declaración de Larreta diciendo que se iban a escriturar las viviendas adentro de las villas. Eso provocó un desalojo compulsivo de un montón de inquilinatos en los barrios. Es algo que inclusive afectó a este mismo relevamiento, donde no pudieron tener la respuesta de todos los vecinos. El dueño de la casa dice: “No contestés nada. No salgas nada”, porque hay mucho miedo con que escrituren o registren ese lugar, y que después el propietario real se quede sin la casa. Hay un quilombo bárbaro con eso.
¿Quién representa a las villas? Dirigentes villeros vs. los ‘Che Guevara con morral’.
¿Cómo ves el proceso electoral que se avecina en la Ciudad?
Creo que la ciudad de Buenos Aires la tenemos mucho más fácil que la provincia. Tenemos puentes tendidos, el rol de Víctor [Santa María] fue fundamental. Si no hubiera tomado la decisión de diferenciarse de la postura de [Juan Manuel] Olmos y no hubiera conservado el planteo hacia dentro del kirchnerismo, hubiera sido mucho más difícil. Hubo algo que en la provincia evidentemente no hubo nunca, ni se sostuvo, porque fue una división, un quiebre de un bloque roto. Acá sin embargo se partió el bloque pero se mantuvo una relación cordial. Y me parece que eso nos da una perspectiva para poder encarar una elección. Nosotros somos los primeros que dijimos que vamos a bancar la unidad del Frente para la Victoria sin ningún condicionamiento. Otros años pusimos condicionamientos, porque creemos que una de las discusiones fuertes que tenemos que dar es la representatividad social. Y eso está en conflicto. No puede ser que el primer villero que se sienta en una banca lo haya puesto el PRO. Es algo que a mí me duele mucho.
Te referís a Maximiliano Sahonero.
Que si bien hace mucho tiempo que dejó de vivir como villero, nosotros lo reconocemos como un pibe que nació en la villa. Reconocemos sus raíces. Y nos hubiera gustado que el proyecto nacional y popular hubiera generado esas cuestiones.
Otra vez las contradicciones.
Debería haber sido así. Necesitamos sentar a nuestros compañeros de los barrios en los lugares de definiciones políticas. Que se le pueda decir a los compañeros cosas que se le pasan por alto. Durante dos años el presupuesto de la UGIS [Unidad de Gestión de intervención Social] contempló bajas y no tuvimos un solo tipo que se diera cuenta de eso, cuando implica el sostén diario de cada una de las villas. Porque en la UGIS están los atmosféricos, los bastos, la proyección de cloacas de emergencia, el mantenimiento eléctrico. Y te pasa que vas a discutir con el de la UGIS y al tercer mes del año te dice: “Me quedé sin presupuesto”. Lo puteás. Y te dicen: “Mirá que los tuyos votaron esto también. Esto lo votaron entre todos”.
¿Sahonero, como diputado, no expresa a los villeros?
Y… la fuerza a la que pertenece lo limita. Hay un gobierno que tiene un plan y sus legisladores tienen que seguirlo. Maximiliano no tiene mucho margen para cambiar ninguna de esas decisiones. Pero más allá de eso, hay una parte del sistema político que, en líneas generales, es como si fuera la gran familia judicial. Algunos sindicalistas, algunos dirigentes sociales y políticos piensan que se heredan los cargos, que “es para mi hijo”, o que esas cuestiones se definen. El sistema político repele a los actores sociales territoriales. ¿Cuántos actores que realmente vinieron del territorio y se desarrollaron ahí, hoy tienen alguna silla en un lugar de decisión real? También hay una parte que nos toca a nosotros y que tiene que ver con la formación de la dirigencia villera. Lo que termina pasando es que no hay muchas organizaciones villeras o sociales conducidas por los propios villeros.
“Se acordaron tarde, porque pareciera que el PRO gobierna la ciudad a partir de 2015 pero asumió en 2007. Está claro que pasaron un montón de años en donde las prioridades fueron otras y no resolver las cuestiones del sur de la ciudad”
Pero Sahonero padre siempre fue de la villa.
Sí, pero construyó una cooperativa y tuvo una lógica de construcción distinta a la tradicional de las organizaciones.
Pero es una organización de la villa y él es de la villa.
Él es un tipo de la villa. Nació en la villa. Su hijo también, pero no llegó ahí por la construcción de un espacio villero sino por una relación que tenía con [María Eugenia] Vidal. Por ser un soldado de Vidal. Ella puso a Maximiliano en esa lista. No fue un reclamo de organizaciones territoriales, sino que fue un: “es éste”. El PRO no pensó “che, necesito a un villero en la lista”. Fue por otras cuestiones.
¿Vos pensás más en el estilo de un histórico dirigente de villas como fue Juan Cymes?
Claramente.
De origen, nacimiento y desarrollo dentro de la villa.
Claro. Pero para lograr eso hay un montón de cosas que tenemos que hacer nosotros los villeros.
¿Como qué?
Como, por ejemplo, formar a nuestros compañeros y que no se mareen cuando empiezan a ver determinadas cuestiones.
¿Como el poder?
Claro. Nuestros compañeros se marean con el poder. Y muchas veces se creen que son parte de ese esquema, cuando realmente no lo son. Pero ellos se encargan de hacerles creer que son parte.
¿A vos te mareó en algún momento el poder?
Sí. Yo estuve casi un año y medio haciendo política en el Centro. Y en el barrio no me veían. No me veía mi familia, ni mis primos. Yo me iba a la mañana y volvía a la noche. Y te metés en ese sistema. Cafecito en el bar. De salón en salón de funcionario. Todos me atendían. Todos los ministros me levantaban el teléfono. Hacíamos cosas, eh. Jornadas solidarias en Desarrollo, pavimentamos calles de la 1.11.14, recuperamos plazas, nos encargamos de hacer jornadas solidarias por donde nos pidieron, recuperamos comedores, a La Carbonilla le hicimos las cloacas por completo. O sea, hicimos un montón de cosas.
Pero eso te absorbió
Lo que no tenía era presencia en el barrio donde nací. Contacto diario con ellos. Eso un poco me mareó. Después encontrás el caudal. Ahora, si vos sos un dirigente formado es mucho menos posible que caigas en ésa. Y que te conviertas en un puntero. Yo creo que el puntero fue una creación del neoliberalismo de los 90, que necesitaba tener una pata en el barrio, pero que esa pata no le dispute la política. Entonces ese tipo se convertía en un mero administrador de recursos. Le llegaban cien chapas, repartía treinta y se quedaba con setenta. Y las vendía, hacía su negocio. Y el tipo le mantenía un marco de construcción territorial en base al reparto de determinados recursos, pero nunca le ibas a discutir la política. Entonces me parece que para que nuestros compañeros no caigan en esa trampa necesitan tener un marco de formación real. Entender la disputa de intereses, de qué hablamos cuando hablamos de la derecha, de la izquierda, de la oligarquía, por qué en la Argentina existe el peronismo. Si no entendés el sistema, no te rebelás.
¿Hubo o hay alguna experiencia de formación?
Nosotros creamos el año pasado el Instituto de Formación Villera. Lo formamos con organizaciones. Del kirchnerismo está el [Movimiento] Evita y La Cámpora.
Lograron cerrar esa “grieta”.
Claro. ¡Sabés lo que me costó! Sentarme con Emilio [Pérsico], con el “Cuervo” [Andrés Larroque]. Les decía: “No me metan los quilombos acá adentro”.Y lo entendieron. Nosotros decimos que el instituto es una herramienta de construcción, amplia. Porque así como están estos, está Patria Grande, que no tiene nada que ver con el kirchnerismo, está Seamos Libres, están los misioneros de Francisco. Tenemos un montón de entidades adentro, que a veces es un lío, pero con la intención esa de poder crear un instituto que le ayude a las organizaciones a formar a sus compañeros en el territorio. Algunas organizaciones se dieron cuenta en el camino que lo que queríamos es que los compañeros le discutan a ellos también. Algunos empezaron con el: “Bueno, bueno, bueno”. Porque también discutimos nosotros cuál es tu lugar en tu organización. Podemos putear mucho al sistema político. Ahora, si después nos sientan en un lugar y hacemos diez mil cagadas, o si estamos en la mesa de discusión y no decimos nada y siempre habla el que viene de afuera, con el morralcito colgado, los sábados a la tarde… [risas]. Porque alguno se cuelga el morral cruzado, te camina dos horas la villa el sábado y se cree que es el Che Guevara [risas].
Un referente que viene de afuera.
No, pará, flaco. Acá pasa un mundo que vos ni te diste cuenta. Y lo más grave es que el verdadero dirigente del barrio, que vive en el barrio, deja que éste sea su vocero. A mí me pasaba. Cuando yo iba a armar el frente de villas, les dije: “¿Y los villeros”. “No, no, bueno, yo soy de la 1.11.14, yo soy responsable de la 31”. “Sí, pero los compañeros del barrio, ¿dónde están?”. “Y… están en el barrio haciendo sus cosas”. “No, los compañeros del barrio tienen que estar sentados acá, discutiendo conmigo qué vamos a hacer. No tienen que estar en el barrio y yo discutiendo con vos”.
Cristina. Randazzo. El abuso de la palabra “traición”.
Mencionaste el cuestionamiento interno de muchos a la conducción de Cristina. ¿Para vos ella es la que conduce ese espacio?
Creo que Cristina es la referente que nuclea la mayor cantidad de votos por sí sola y que el pueblo la escoge como dirigente. Pero que claramente dentro de las fuerzas políticas no todos lo aceptan livianamente. Para mí Cristina es Cristina, la misma que en 2015, que en 2014. Es la que puede juntar los votos, la que puede contraponer claramente, por lo menos desde el discurso. Y la que da mayor garantía de que no vamos a entrar en esa dualidad en la que entraron un montón de compañeros que votaron un montón de cosas que no tenían que votar.
Es casi lo mismo que dijo ella en la entrevista en C5N
Es matemática pura esto. Si junta los votos, bueno, vayamos ahí. Pero es difícil.
Decís que hay gente dentro del movimiento que discute su conducción…
Y, bueno, [Florencio] Randazzo, por ejemplo, expresa claramente un espacio que le discute la conducción a Cristina.
¿Esa discusión implica una “traición”?
A ver: si usamos la palabra “traidor” muy seguido, va a perder el valor. Cuando mañana le digas a uno “traidor” no va a tener sentido. ¡Si son traidores todos! Me parece que se ha abusado de la palabra “traidor”. Hay muchos compañeros que toman posiciones radicales. Que los entiendo. A todos nos molesta. Yo no aplaudí cuando [Diego] Bossio y todos esos muchachos votaron lo que votaron. Me rompió las bolas como nunca. Ahora, hay objetivos más amplios que tienen que ver con construir una fuerza alternativa, real, de poder en la Argentina. Y esa fuerza la construimos con todos los compañeros o no la construimos.
¿Qué lugar tiene hoy Randazzo?
Me parece que Randazzo expresa claramente un espacio que le discute la conducción a Cristina.
¿Y es malo eso?
No. Lo que sí es malo son los intereses que pueden buscar refugio detrás de Randazzo. No es malo que un compañero tenga ambiciones de conducir y que interpele a la conducción del momento. Eso pasó siempre en el peronismo. A Perón lo querían reemplazar. ¡No van a querer reemplazar a Cristina! Lo que a mí me preocupa es eso: los intereses detrás del sólo hecho de que pierda Cristina.
Yo ya viví cien años. El indoamericano. Diálogos con Cristina y con Macri.
Hablamos del Indoamericano y también de la cercanía con el poder. Ahora está a punto de salir un libro, Yo ya viví cien años, que cuenta tu historia, a partir de diferentes entrevistas. Y ahí contás un poco lo que pasó en aquella toma y cuando te contactó Cristina.
Sí. Cuando falleció Néstor Kirchner, escribí una carta. Yo termino el secundario dentro de la Unidad Penitenciaria N° 9. Mis profesores de contabilidad y de cívica me forman, me dan debate, me dan libros y me empiezan a hacer entender qué era la militancia. Salgo con todo eso, pero si no hubiera encontrado el contexto que encontré, seguramente eso me lo hubiera guardado en el bolsillo y hubiera salido a laburar en una remisería o agarrado una pistola para ir a robar de vuelta. Entonces me parecía que, si bien Néstor Kirchner no estaba en mis planes, directa o indirectamente yo estaba en los planes de él. Y por eso escribo esa carta. Cuando está el conflicto del Indoamericano, el último fin de semana, llega [Eduardo] Duhalde a Buenos Aires. No me acuerdo bien qué dice de la situación y al otro día, toma en Florencio Varela, toma en Avellaneda. Empiezan a suscitarse otras tomas por distintos lugares. Ese día, yo recibo la noticia de que había que salir sin nada, porque cualquier cosa que se diera ahí iba a generar otras tomas. Y esto se desmadra. “No, de acá no salimos sin nada. No. No.”. La discusión duró como dos días, hasta que en un momento, como no se destrababa, me pasan el teléfono. Y cuando escuché la voz, medio que casi me meé [Risas]. Digo: “Hola, ¿sí?”, porque no me dijeron quién era. “Hola, compañero, ¿cómo estás?”. ¡Enseguida le saqué la voz! ¡Enseguida!
No te pasó como a Parrilli
¡No! “¿Sabés quién te habla?”. “Sí, sí, Cristina”. Y me dice: “Mirá, yo leí la carta que le escribiste a Néstor. Yo sé que sos un compañero. Esa carta expresa cuánto valorás lo que estamos construyendo”. Y me explicó la situación. Me dijo: “Mirá, este es un proceso de desestabilización para mí. Vos sabés que nosotros haríamos todo lo que tendríamos que hacer. Pero si yo te doy un ladrillo a vos, esto se me desmadra. Me tengo que ir en una semana del gobierno”. Y yo ante esas explicaciones, lo único que analicé, en ese momento, en mi cabeza, era qué perspectiva había. La realidad. Fríamente. ¿Qué posibilidad real hay de que la gente que está en ese parque en algún momento consiga alguna solución, quizás no hoy, mañana? Las posibilidades están ligadas íntimamente a la perduración de Cristina en el gobierno. Si se cae esto, lo que viene es peor. Y en ese momento decidí poner en valor eso. Y fuimos al parque. Bueno, entre negociaciones y negociaciones, hicimos lo que entendimos que teníamos que hacer. Aunque es controversial, porque la gente del parque terminó no recibiendo nada. Hasta el día de hoy no hemos construido una sola vivienda para ninguno de los que estuvo en el parque. Pero me queda la tranquilidad de que nosotros ayudamos a preservar un gobierno que fue nacional y popular, que le cambió la vida a millones de argentinos, entre ellos yo y muchos más.
«El sistema político repele a los actores sociales territoriales. ¿Cuántos actores que realmente vinieron del territorio y se desarrollaron ahí, hoy tienen alguna silla en un lugar de decisión real?»
¿En ese contexto también tuviste un encuentro con Macri?
Sí, acababa de pasar una noche en la que los vecinos entraron a querer desalojar el parque. ¿Viste que había un discurso de Mauricio Macri muy xenófobo, diciendo que todos los que estábamos en el parque éramos extranjeros, narcotraficantes? Él potenciaba con su discurso todo eso. Y una noche entraron. Un lío. Tiros. Me rozaban las balas. Una locura. A partir de ahí se abre una mesa de negociación. Nos hacen armar una comitiva del parque. Éramos trece. Llegamos a la Casa de Gobierno y había compañeros de organizaciones. A muchos no los conocía. Y después entran Aníbal Fernández, Sergio Berni y Florencio Randazzo. Y del gobierno de la Ciudad Macri, Larreta, María Eugenia Vidal y [Guillermo] Montenegro. Entonces nos sentamos en la mesa y empezaron las discusiones. Hasta que en un momento levanté la mano. Yo notaba en la mirada de Mauricio un desprecio. De verdad. Una mirada fija, hacia mí puntualmente. Yo ya había tenido un ida y vuelta en los medios con él. Para esa reunión había juntado en una bolsa todas las balas que habían tirado en el parque. Entonces empecé a plantear mi posición. “Quiero decirte que lo que vos hacés…”. Lo trataba de vos. Así. “Lo que vos hacés en los medios es de sorete de persona. Vos podés ser malo o buen Jefe de Gobierno. Ahora, sos mala leche. No podés mandar a la gente a que nos caguen a tiros”. Y el tipo ni se inmutaba. Y yo agarré la bolsa: “Mirá, te pedimos diálogo y nos mandaste esto”. Y le puse una fila de balas.
¿Y Macrí qué respondió?
No me contestó una sola palabra. Me escuchó todo. Asentía con la cabeza, como ninguneando. Y mientras yo lo bardeaba, Randazzo, sentado al lado, decía: “¡Uhhhh!” [Risas]. Era comiquísimo. Yo le decía: “No, porque vos…”. “¡Uhhhh!”. Terminé de decir todo eso. Y se levanta Macri y dice: “Los dejo con el equipo. Me tengo que ir a laburar”. Y sale con cara de culo. Seguimos en la reunión. A los diez minutos se quiere levantar Larreta. “Yo tengo que ir a…” Y Berni se lanza sobre la mesa y lo agarra del brazo. “Aquél ya me mintió que iba a laburar. No laburó en su puta vida. Hasta que no terminemos de resolver los problemas, vos no te vas. Sino, te saco a toda la policía y arreglate como quieras”. Y Larreta se sentó. Y de ahí salimos, más o menos, con un plan. Pero tuve la posibilidad de decirle a Mauricio Macri lo que pensaba de su discurso y de su persona.
¿Por qué ese título, Yo ya viví cien años?
Porque siento que viví muchos más años de los que viví realmente. Tengo treinta y siete y me siento como de ochenta. Viví muchas vidas a la vez. Tuve una vida cuando nací, hasta que cumplí doce años y terminé en Ciudad Oculta. Ahí empezó una vida totalmente distinta para mí. En un principio, adaptándome, pasándola mal. Y terminé buscando, a través de la delincuencia, una salida. Y esa fue toda otra vida distinta. Con otros amigos, con otra gente, con otra adrenalina, con mucho consumo de droga, con mucha violencia. Y después caigo preso. En la cárcel es otra vida, totalmente distinta a las otras dos. Me fui adaptando a la cárcel. Y salí siendo otra persona totalmente diferente de la que nació, de la que robó y de la que vivió presa. Yo tuve la oportunidad. Cuando me mando cagadas -como la de la otra vez, cuando caí preso y todo eso- me remuerde ese peso de valorar que yo tuve la posibilidad y otros no la tuvieron. Otros se murieron. Yo hoy puedo estar acá, hablando de lo que pasé. Y de cien, sale uno de esa situación. Cuando a uno es el que le toca salir, tiene que tener la responsabilidad de cuidarlo y valorarlo, porque hubo muchos que se murieron en el camino y no lograron ni el uno por ciento de lo que logré yo.