Hacia una nueva gobernanza global

Ninguno de los problemas actuales puede ser resuelto aisladamente, ni afrontados por los Estados Nación en forma individual. Son problemas globales que requieren respuestas globales.

«La política, es la política internacional» J.D Perón

Hoy el mundo cruje, envuelto en una crisis global, sin precedentes históricos. La pandemia de Covid19 puso de manifiesto la crisis del sistema mundo que se ha regido en los últimos cuarenta años. Más allá de la gravedad de la pandemia y del números de enfermos o muertes causadas por ella, aun de incierto pronostico a la fecha, esta aceleró y puso ante nuestros ojos la crisis del modelo globalizador neoliberal. El mundo construido por la restauración conservadora de Reagan – Thatcher a fines de los años 70, modelado y estructurado bajo los dictámenes del FMI, la OMC y los objetivos del Consenso de Washington, muestra hoy su inviabilidad histórica.

Un modelo basado en la explotación desmedida de los recursos naturales, la explotación de la mano de obra barata de los países periféricos, una lógica rentística financiera en detrimento de una lógica productiva, la concentración de la riqueza hacia los países centrales y una elite mundial, una lógica guerrera armamentista que no respeta a los pueblos y a las naciones, en búsqueda de los recursos naturales para su saqueo, la destrucción del ecosistema tierra, en beneficio de un capitalismo parasitario, son solo muestras de un sistema de acumulación capitalista que va en contra del hombre y de la naturaleza.

Este modelo contra natura muestra hoy sus grietas y falencias. La pandemia del corona virus muestra una vez más que el rey está desnudo, que el modelo se agotó hace ya tiempo y que solo vemos hoy sus últimos estertores.

La historia de los últimos cuarenta años (1980/2020) muestra que la globalización neoliberal ha ido de tumbo en tumbo, desde las crisis de la deuda en los ochenta y noventa, la gran crisis del modelo argentino en 2001, el estallido de la burbuja financiera en EEUU y Europa en 2008/09, etc. Estas crisis económicas financieras tuvieron y tienen su correlato político y social.

La situación de la Unión Europea, hoy totalmente resquebrajada, luego de la salida de Gran Bretaña, el surgimiento de gobiernos de derecha en varios países, la crisis humanitaria originada por la emigración de grandes contingentes africanos hacia sus costas, las crisis sucesivas de las economías más débiles, Grecia, Portugal, Irlanda, etc, fuertemente endeudadas, muestran que la experiencia de la Unión Europea está en sus últimos tiempos, sino modifica la lógica neoliberal de acumulación rentístico financiero. La región, regida por las normas del mercado, y los intereses de la burocracia de Bruselas y sobre todo por la lógica predatoria de la banca alemana, que es quien conduce el proceso actual, está yendo al abismo.

Describiendo la situación desde la perspectiva inglesa, Katya Adler, editorialista europea de la BBC de Londres, en un comentario se enfocaba en el papel de Alemania. Según ella, “Berlín ha rechazado una petición de Italia, España, Francia y otras naciones del continente para compartir la deuda que surgirá de la crisis del Covid-19 en forma de eurobonos. Muchos italianos se sienten abandonados, igual que durante la crisis migratoria del euro”. Y la editorialista recordaba que “la semana pasada, un grupo de alcaldes italianos y otros políticos, compraron una página en el periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung para recordarle a Alemania que nunca se le obligó a pagar sus deudas después de la Segunda Guerra Mundial”.

La prensa alemana se encargó de atizar la disputa: “La mafia (italiana) espera la ayuda de la Unión Europea”, escribía en un artículo provocativo el cotidiano Die Welt. Y subrayaba que “los italianos deben ser controlados desde Bruselas”.

También EEUU viene perdiendo espacio en el liderazgo global. La potencia hegemónica, desde la caída de la Unión Soviética, está siendo aventajada por el surgimiento de China y otros países asiáticos, India sobre todo. Rusia, luego del colapso de los noventa, es hoy otro actor importante. El mundo unipolar, regido por EEUU, está viendo sus últimos días. Poco a poco se va configurando un mundo multipolar, donde China se ira convirtiendo en la primera potencia mundial, por el peso de su economía, su poder militar, pero sobre todo porque está ganando la carrera científico tecnológica.

Esta nueva situación geopolítica está modificando el eje central de la economía global; se está dejando atrás a la alianza euro yanky, con base en Atlántico, por las nuevas economías euro asiáticas con base en el Océano Pacifico.

El fin de una época.

Está claro que la actual gobernanza mundial venia herida de muerte desde hace tiempo. La pandemia solo la mostró con toda su crudeza.

También puso en evidencia la incompetencia de los líderes mundiales, el accionar de Trump, Boris Johnson, Giuseppe Conte, Jair Bolsonaro y otros, que privilegiando la lógica de los mercados y los negocios, descuidaron a sus pueblos, sometiéndolos a los riegos de la pandemia en aras de la economía. Una falacia del pensamiento liberal, que pone a los negocios por sobre la vida, a la economía sobre la política y la salud pública, al mercado por sobre el estado. El resultado en esos países es una tragedia en cuanto a vidas humanas pero además la pandemia descontrolada está destruyendo la frágil economía mundial.

La situación ha generado amplios debates en el mundo intelectual y político, sobre como será el mundo que viene post pandemia. Seguramente, lo muestra la historia, ya nada será igual, pero ¿podremos construir un mundo mejor o veremos un retroceso civilizatorio?

Tomando solo como ejemplo algunas de la posturas e ideas, en un intento de realizar un análisis prospectivo, podemos citar a Slavoj Zizek , filósofo esloveno, que caracterizó los efectos inmediatos del coronavirus como “un golpe mortal contra el capitalismo”. Ahí Zizek sostiene que la epidemia de coronavirus mantiene un “potencial utópico” en el sentido de que obliga a “repensar las características básicas de la sociedad en la que vivimos” y de que ofrece una “señal” respecto a que “no podemos continuar por el camino que estábamos recorriendo hasta ahora, de que un cambio radical es necesario”.

“Nos permite pensar una sociedad alternativa, una sociedad más allá del Estado nación, una sociedad que se actualice a sí misma en la forma de la solidaridad y la cooperación global”.. La coyuntura sanitaria revelaría entonces “un capitalismo global que se aproxima al colapso” y cuyo desplome inminente redundará en una reorganización casi automática “de la economía global para que deje de estar a merced de los mecanismos del mercado”

Para Byung-Chul Han, filosfo coreano, ningún virus, por más fuerte que sea, es capaz de hacer la revolución política-económica; pues lejos de generar un sentimiento colectivo, aísla e individualiza, al grado de que cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia.

Stephen Walt, destacado catedrático inglés, con una visión liberal sostuvo: “La pandemia fortalecerá al Estado y reforzará el nacionalismo… También acelerará el cambio de poder e influencia del oeste al este… En resumen, Covid-19 creará un mundo menos abierto, menos próspero y menos libre. No tenía que ser así, pero la combinación de un virus mortal, una planificación inadecuada y un liderazgo incompetente ha colocado a la humanidad en un camino nuevo y preocupante”.

Es cierto, como dice Zizek, que las crisis nos dan la oportunidad de pensar en una sociedad alternativa, pero esto es solo un ejercicio del pensamiento. La construcción de esa sociedad alternativa no se dará por arte de magia, ni por discutidas leyes del determinismo histórico. La historia la escriben los pueblos, día a día, ladrillo a ladrillo. Como sostiene Han, ojalá “tras el virus venga una revolución humana” pero “somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo”.

La construcción de un nuevo orden

Los estados nacionales, nacidos desde el pacto Westfalia, entraron en crisis al calor del avance neoliberal globalizador. El neoliberalismo, una ideología de dominación del imperio, necesitaba destruir la lógica y el poder de los estados nacionales. Por un lado destruir nociones básicas que hacen al hombre, su sentimiento de pertenencia, su sentido de Patria, su solidaridad con el prójimo, destruir la cultura popular de los pueblos, reemplazándola por otra vacía y enlatada, suprimir la historia, quebrar al ciudadano y quitarle sus derechos como hombre político, y por el otro quitarle poder al estado, transfiriéndoselo al mercado. Y de última que el estado chico e ineficiente sirviera a los negocios e intereses las elites.

Seguramente los Estados nación recuperaran terreno en la próxima etapa post pandemia, ya que por lógica estos estarán fortalecidos al calor del fracaso del mercado, como gran regulador de la vida política social y económica. Sin embargo todo parece indicar que se marcha hacia un orden mundial multipolar, donde prevalecerán los grandes bloques continentales, EEUU, China, en alianza con Japón y Corea, India y los países limítrofes, Rusia y la Confederación de Estados Independientes (CEI), Europa, etc. En ese marco global los países periféricos individualmente, como los sudamericanos, no tienen lugar ni peso suficiente en la mesa de la toma de decisiones globales.

O sea que para los países de la región el único camino en la integración en un gran bloque continental. Ese viejo anhelo de los libertadores en siglo XIX, de construir una gran nación latinoamericana, naufragó en las guerras civiles y la acción de la diplomacia anglo yanky de dividir el sub continente en republíquetas. Ya a mediados del Siglo XX , Juan Domingo Perón, el mayor impulsor e ideólogo de la unidad latinoamericana planteaba la necesidad histórica de consolidar un gran bloque continental que pudiera tener el volumen político, económico y comercial para negociar con las potencias dominantes de su época. Durante las primeras décadas del siglo XXI hubo experiencias muy interesantes, durante la etapa de gobiernos populares, como la Unasur, la profundización del Mercosur, la Celag, etc, quedando en el camino, proyectos como el Banco del Sur, que hubieran permitido un mayor avance en la integración política y económica. Sin embargo la muerte prematura de Néstor Kirchner y Hugo Chávez, le quitaron dinamismo al proceso de unidad continental. También es cierto que la acción de la diplomacia y los servicios de informaciones (CIA) norteamericanos operaron fuertemente para abortar el proceso, como por ejemplo los golpes “palaciegos” contra Zelaya y Lugo. También, como siempre marca la historia, las burguesías de estos países no solo no tuvieron un rol activo, en un proceso que requería su liderazgo, sino que muchas veces boicotearon y entorpecieron, aliándose con las oligarquías, locales y los intereses del imperio.

Hoy América del sur y parte de Centro América están en ebullición permanente, producto del fracaso, una vez más, de las políticas económicas neoliberales impuesta por los organismo internacionales al servicio del proyecto imperial globalizador. Así los pueblos están en pie de lucha, contra las economías del ajuste permanente, y hoy deben enfrentar la pandemia desguarnecidos, por una elite saqueadora que ha destruido los sistemas de salud y asistencia social en casi todos los países del continente. También una vez más las dirigencias locales, muestran su inoperancia casi suicida, figuras como Lenin Moreno, Sebastián Piñera y Jair Bolsonaro muestran con toda crudeza la estupidez e ignorancia de las elites neoliberales en nuestro continente.

Somos un continente en lucha, por ende, todas las alternativas están abiertas para la construcción de otro modelo, dentro de un marco de unidad continental.

No hay recetas, ni caminos marcados, no sirven las “teorías” de los empresarios especuladores, interesados solo en el rédito de sus negocios, no se puede confiar en los mercados y mucho menos en los economistas neoliberales.

En América Latina será necesario diseñar un nuevo modelo de sociedad, basado entre otras cosas en desarrollar una nueva economía, social, equitativa, racional y sustentable, la industria nacional, una industria militar eficiente e infraestructura científica tecnológica, fortalecer al Estado y sus servicios básicos, democratizar la sociedad, buscando nuevas formas de participación popular directa, políticas de redistribución de la riqueza, soberanía monetaria, control del sistema de transporte y comunicación y crear un sistema de solidaridad e integración política y económica en la Patria Grande.

Una nueva gobernanza global

Al estar en crisis el sistema mundo, también están en crisis los organismos internacionales que se han ido constituyendo desde fines de la Segunda Guerra Mundial. Esto es así, entre otras cosas, porque el mundo bipolar, construido tras los acuerdos de Yalta ha dejado de existir desde hace por los menos cuarenta años, cuando finaliza la etapa keynesiana, comienza la hegemonía del pensamiento conservador neoliberal.

Así organismos como el FMI, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio, son hoy instituciones que actúan como gendarmes del orden neoliberal impuesto por los países centrales a los países periféricos. No son, como fueron planeados, institutos para lograr una mayor integración e igualdad entre los pueblos, sino herramientas de dominación y saqueo de los países periféricos en beneficio del capital concentrado de los países centrales.

El daño que ha producido el FMI, por ejemplo, en las economías locales donde ha actuado es inconmensurable. A su paso, tras la aplicación de políticas enlatadas para todos los casos, solo deja miseria, dolor y muerte. Una economía destrozada en beneficio de la banca internacionalizada y las elites locales. Su única función es perpetuar el sistema colonial imperante y garantizar que la banca cobre la deuda sobre los países sometidos.

La misma Organización de la Naciones Unidas, heredera directa de la Liga de Naciones, creada luego de la primera guerra Mundial, hoy es solo una caricatura de lo que fue. Usada por EEUU, principal financista de la organización, para avalar sus incursiones armadas en Medio Oriente. Estas agresiones, con el argumento de defender o instaurar la democracia, invaden, destruyen, someten y saquean los recursos naturales de esos países, en este caso el petróleo. Es una organización internacional, que más allá de los objetivos fundacionales, de muchas buenas iniciativas y del altruismo de muchos de sus funcionarios y organizaciones dependientes es solo un títere del imperialismo de turno. La misma lógica fundacional de que hubiera países con derecho al veto, los cinco países con armas nucleares, marca una lógica discrecional, donde hay países de primera y países de segunda.

Podríamos seguir enumerando otras muchas organizaciones que garantizan la actual gobernanza global, pero en todos los casos la situación es la misma. Hoy, no solo no cumplen los objetivos para los que han sido creados, sino muchas veces, son herramientas de los países centrales para someter a los países periféricos a regímenes de subordinación y coloniaje.

El caso, tal vez, más patético es la Organización de Estados Americanos (OEA), totalmente cooptado por las políticas imperiales de EEUU hacia los países latinoamericanos, como una herramienta de bloqueo, obstrucción y sabotaje hacia las democracias populares en esa región. Antes EEUU usaba a la CIA o a sus embajadas para incitar y generar golpes de Estado en esos países. Hoy usa a la OEA y a su presidente Luis Almagro, títere de sus intereses, para llevar adelante la sucia tarea.

Si pensamos en la construcción de un nuevo orden, superador del modelo actual agotado debemos pensar instituciones que tengan por objetivo garantizar un nuevo derecho internacional que contemple los derechos humanos, la defensa del medio ambiente, el uso racional de los recursos naturales, que limite y regule el uso de la violencia, se respete el derecho de los pueblos a su autodeterminación, a la búsqueda de la paz y la justicia, garantizar un nuevo orden económico, que tenga como eje central al hombre y a la naturaleza, que ponga límites a la especulación financiera y a las guaridas fiscales, donde se esconde el capital sucio, proveniente de la corrupción, la droga, el tráfico de armas, el tráfico de personas, y toda otra actividad global delictiva.

Es necesario generar espacios e instituciones con poder, y no solo acciones declarativas, pero para ello hay que generar contra poderes internos, para que estas sirvan al bien común y no terminen siendo funcionales a algún imperialismo de turno.

La crisis del sistema mundo construido por el neoliberalismo nos deja problemas estructurales nuevos, pero de muy difícil solución: crisis climático ambiental, crisis sanitarias, donde el Covid19, puede ser solo un preanuncio, crisis económico financiera, migraciones, grandes hambrunas, conflictos militares, pobreza y marginación extrema en muchos países del mundo y por el contrario una gran concentración de riqueza en algunos países centrales y en las elites de esos países, etc.

Ninguno de estos problemas puede ser resuelto aisladamente, ni afrontados por los Estados Nación en forma individual. Son problemas globales que requieren respuestas globales.

“La nueva gobernanza global debe ser universal e inclusiva y reflejar los intereses, las necesidades y los objetivos de la comunidad internacional en su conjunto”, señala la Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.

Para la funcionaria es necesario construir, “una agenda universal de desarrollo que tome en cuenta las necesidades tanto de los países desarrollados como de los países en desarrollo”. Esta construcción debe basarse «en procesos participativos de abajo hacia arriba, que vayan desde lo nacional hacia lo regional y de lo regional a lo mundial, e involucren a la sociedad civil, el mundo académico y las instituciones” y por supuesto a los Estados y sus instituciones.

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