El país se encamina hacia un comicio que no define nada. Pero que aún así puede resultar crucial. En una semana, los argentinos empiezan a decidir si continúa el experimento presidencial de Mauricio Macri, alumbra el “regreso con cambios” que promete Alberto Fernández, o reanima alguna de las opciones alternativas a la polarización.
Como están las cosas, las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) servirá de barómetro para medir tres elementos: la magnitud de la polarización, la distancia que separa a los principales postulantes con un eventual triunfo en primera vuelta, y las inclinaciones de los votantes que rehuyen de los candidatos con más chances. Eso, a grandes rasgos. Pero lo más jugoso estará, como es usual, en los detalles.
Las PASO permitirá saber, por caso, cuántos votos perdió el gobierno en distritos que fueron determinantes en la entronización de Macri. En los laboratorios de campaña, el microscopio se posará sobre tres puntos: Córdoba, Mar del Plata y la Primera Sección bonaerense, que agrupa a las localidades del noroeste del conurbano.
La provincia mediterránea se ganó el mote de “macrilandia” en 2015, cuando 7 de cada 10 votos locales fueron para Macri ¿El gobierno logrará repetir esa epopeya? La pésima performance de Cambiemos en las provinciales de este año lo ponen en duda. Otro síntoma: el gobernador Juan Schiaretti -un ex empleado de Socma que cultiva una excelente relación personal y política con el presidente- mandó a imprimir millones de boletas de la fórmula Fernández/Fernández para distribuir junto a su papeleta corta de legisladores.
En procura de suturar la sangría, Macri programó su cierre de campaña en Córdoba, provincia que su contrincante pisó cuatro veces en la última quincena. Una de las últimas fotos de Alberto F. en esas tierras fue junto a Roberto Urquía, dueño de Aceitera General Deheza, una de las firmas agropecuarias más importantes del país. La postal busca rectificar el largo desencuentro entre la ruralidad y el kirchnerismo, iniciada en 2008 con la resolución 125. Laberintos de la política: Martín Lousteau, autor de aquella norma, hoy es candidato estrella de Cambiemos, beneficiario electoral del encono “campo” vs. K.
En el Frente de Todos confían en que crecerá la cosecha del voto rural, pero saben que la elección se define en los grandes centros urbanos. En especial en los de la Provincia de Buenos Aires, donde habita casi el 40% del padrón nacional.
En ese distrito, la táctica macrista consiste en mostrar a María Eugenia Vidal y esconder al presidente: se viralizaron decenas de videos e imágenes con los distintos modos que usan los candidatos oficialistas para evitar mostrar a Macri en avisos, afiches y hasta boletas.
El peronismo, por su parte, se encomienda a la Triple C: Contención, Cercanía y Contacto. Mientras Axel Kicillof gira simil “rockstar” por la provincia, los intendentes afinan su potente dispositivo electoral. Un ejemplo: advertidos de que la dirigencia de Cambiemos -y hasta la propia gobernación- propicia el corte de boleta, la legión de fiscales opositores están siendo instruidos para impugnar cada voto defectuoso que surja en el escrutinio. Es un doble modo de curarse en salud, creen en Todos. Por un lado reduce el posible impacto de un “toqueteo” en el novedoso sistema electrónico de conteo (que genera sospechas en toda la oposición), y por otro, desalienta el corte, por el riesgo de que la boleta completa termine en la nebulosa de una impugnación.
Así las cosas, el dispositivo peronista llega al primer partido de la serie con mejor estado, actitud y aptitud que en 2015. El gobierno, en cambio, llega magullado por el desastre económico que supo conseguir. De todos modos, el PJ-K haría mal en confiarse. “En política, pocas cosas pueden ser tan peligrosas como la certeza de que el otro va a perder” le dijo tiempo atrás la socióloga Paula Canelo a Revista Zoom.
El exceso de confianza está en la base de los errores no forzados, como ciertas declaraciones inconvenientes, que el gobierno explotará a discreción con su parafernalia de trolls, Big data y blindaje mediático. Las Paso servirán para medir, también, si la campaña de miedo y odio que promueve el gobierno es tan efectiva como tres años y medio atrás.