¿GUANTÁNAMO NOS ESPERA?

Por Enrique Oliva; especial para Causa Popular.-
Entre la nueva estrategia del ataque preventivo impuesta por los Estados Unidos, los vejámenes aplicados por sus fuerzas a los opositores políticos en Guantánamo y la funcionalidad de la derecha argentina frente a los nuevos actores sociales, existe un delgado hilo de conexión. Enrique Oliva, lo desvela en esta columna de opinión, donde se puede comprobar que lo siniestro opera desde lo oculto.

Los delirios de guerra contra el terrorismo que impera en Estados Unidos, junto al cúmulo de leyes dictadas con ese fin, restringen infinidad de derechos de las personas en nombre de la seguridad.

Por disposiciones anteriores al atentado de la Torres Gemelas, y las agregadas con posterioridad, que parecen no tener límites, la vida se hace peligrosa incluso para quienes viven fuera de Norteamérica, pues los distintos agentes gubernamentales tienen facultades hasta de detener en el exterior y llevar a los tribunales o cárceles yanquis (como por ejemplo Guantánamo, por citar una) a cualquier individuo por la más mínima sospecha de vinculación con terroristas, aunque sea por denuncias anónimas.

Esto último, la denuncia anónima, puede estimular bajos instintos o estimular cobardes venganzas.

Un amigo con el cual solo tenemos contactos por Internet, acaba de enviarnos un correo titulado “escríbanme a Guantánamo”. Piensa con razón correr riesgos por ser un activista que protesta contra las reiteradas y manifiestas intenciones de autoridades norteamericanas, del más alto nivel, pidiendo una intervención armada en la Triple Frontera. Es el caso del vicepresidente Rick Cheney entre otros.

No sería extraña a esta situación la insistente demanda de la Casa Blanca para que Argentina, Brasil y Paraguay acuerden impunidad para sus tropas en nuestros territorios. No les basta con instalar numerosos “empresarios” o fuerzas no uniformadas mercenarias en la región.

Lo cierto es que las autoridades de seguridad de las naciones que integran la zona llamada “Triple Frontera”, desesperan investigando a cuanto extranjero o connacional vive o pasa por algunas de las ciudades o caseríos de las mismas, sin encontrar ningún rastro de posibles terroristas ni que desde allí se envíen dineros a los mismos.

Informaciones” irresponsables

En Internet se pueden ver varios sitios donde se dan listas, con cientos y cientos de nombres y apellidos de “terroristas argentinos”, en su mayoría sin aportar detalles, de hace más de cuatro décadas.

Lo podemos asegurar porque allí hemos encontrado nuestros nombres y los de muchos ciudadanos y ciudadanas que jamás tuvieron nada que ver con esas actividades. Un empresario amigo, quien por razones de trabajo viaja periódicamente a Europa, se cuida muy bien de no pasar, ni siquiera de tránsito, por Estados Unidos o Gran Bretaña.

Un señor que escribió un libro sobre la violencia en los años 70 y da infinidad de nombres, aclara: “Los listados que anteceden no abarcan la totalidad de los miembros de las organizaciones guerrilleras, sino los más importantes. Debe tenerse en cuenta también, que en el primer lustro de la década del 70, la cantidad de militantes de estos grupos aumenta considerablemente”.

Y da como fuente: “Archivos de Gendarmería Nacional”. Esta fuente es una de las varias fuerzas de seguridad, coordinadas por la llamada “comunidad informativa”, con las FF.AA., los servicios de inteligencia y las policías federales y provinciales de nuestro país.

Y, por supuesto, tendrán también esas listas ampliadas, con fotos y demás detalles, las grandes y pequeñas naciones globalizadas bajo la órbita del Imperio.

Un general de brigada retirado da como fuente de uno de sus numerosos artículos sobre la subversión a “In Memorian – Tomo II, publicación del Círculo Militar Argentino”. El mismo alto oficial, también le dedica siete páginas a “Piqueteros: ‘Acción insurreccional de masas’”, donde hace un análisis de la peligrosidad de los mismos y reproduce un “Instructivo personal para participantes del «piquete urbano”, consignando que “ha sido obtenido ‘de la calle’ y también de fuentes infiltradas”.

En fin, todos corremos el peligro cierto de desaparecer algún día, desde aquí o del exterior, terminando en Guantánamo, sin visitas ni abogados, con los ojos, oídos y boca sellados y encadenados desde el cuello a los pies, por tiempo indeterminado, bajo la bandera de “la democracia mayor del mundo”.

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