Gritando como una loca

Silencio de Mudos es un libro que, si bien no ha sido un éxito de ventas arrollador como otros similares, se sostiene en una estructura parecida y es considerablemente llamativo en cuanto a la “información” que aporta. Ante este material, Mariano Grondona parece un militante de Greenpeace.

Sin lugar a dudas, una de las temáticas más explotadas del mercado editorial argentino actual es la relacionada con los avatares de la ajetreada década de los ‘70.

Desde hace aproximadamente unos 3 años, vienen poblando las estanterías del denominado sector “Política nacional” títulos de toda laya, desde las tristemente clásicas memorias de sobrevivientes del holocausto argentino, contando el horror padecido en algún centro de detención, hasta los más exacerbados panfletos reivindicatorios de la última dictadura, o como ellos prefieren llamar “proceso militar”.

Entre estos últimos figura “ Silencio de Mudos ” un libelo que, si bien no ha sido un éxito de ventas arrollador como si lo fueron otros similares, tal es el caso de “ La otra parte de la verdad ” y “ La mentira oficial ”, tiene una estructura parecida y es considerablemente llamativo, en cuanto a la “información” que aporta.

De igual modo que otros tantos libros de la misma calaña, este título no es editado por ningún sello, sino que es el autor el responsable de la —según reza en tapa— tercera edición…. reseñada en su contraportada por el inagotable Bernardo Neustadt.

LeandroViotto Romano, su autor, nació en 1985 y dio luz a estas primeras páginas en el año 2005. Según él mismo afirma, es un hijo huérfano de Estado que desde muy pequeño sintió curiosidad acerca de cómo se originó el actual “mal” que nos acoge a “todos los argentinos”. Por eso, empezó a coleccionar recortes de la época y a armar este collage de “informaciones clasificadas” de difícil y dudosísimo acceso.

Así, con una precisión quirúrgica del más amarillento estilo Bernie, se encarga de recortar textos del Che Guevara donde “propaga el odio interminable”, frases de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en el mismo tenor y los amontona con fragmentos de los peores discursos de los milicos (de Videla para abajo y para arriba), defendiendo a la familia, a las buenas costumbres, a los niñitos, etc.

Pero no todo es recorte y pegue, el texto también tiene su pequeño espacio reservado al análisis de autor.

Así, con las poca herramientas que cuenta y con más de treinta años de historia de luchas reivindicatorias de la verdad en su contra, se las arregla para denunciar que el Nunca Más miente, que no fueron 30.000 los desaparecidos y que Estela de Carlotto no es abuela. Y hasta llega a dar por verídico, sustentando su postura en un pequeñito recorte que encontró no se sabe bien en que página de Internet —pero lo encontró— lo que muchos creíamos un verdadero mito en tono de chiste negrísimo de la derecha más obsecuente y recalcitrant: la información carente de sentido lógico y fundamento que dice que “los hijos de Hebe de Bonafini no fueron desaparecidos ni mucho menos y que se establecieron en Francia porque sencillamente no soportaban a su madre”.

Así nomás. Si no me cree, lo invito a leer la página 174 del libro. El resto lo dejo a su libre imaginación.

Si hay algo cierto es que luego de la lectura de este libro uno se queda con un inconfundible sentimiento de confusión. No sabe si es un mal chiste de pésimo gusto de parte de una mente sumamente perversa que se divierte a costillas de la sangre derramada en nuestro pasado reciente. No sabe si se trata de algún viejo carcamán repitiendo su discurso “patriótico” y camuflándose en la cara y nombre de un pibe cualquiera para no levantar sospecha o si, lo peor, se trata realmente de un joven que, a dos años del bicentenario y a pesar de los esfuerzos denodados de toda una generación en llevar adelante el ideario de los Derechos Humanos y un país más justo para todos, realmente cree en las barbaridades que expresa en este libro, que podrían hacer lucir a un Grondona como a un militante de Greenpeace.

Si realmente es así, creo que tendríamos que tomarnos un rato y reflexionar, sobretodo con nuestros hijos. Porque lo peor de todo, es que este niño“Romano” no es el único. No muchos, pero algunos, también lo leen.

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