Granja Tres Arroyos: la “planta insignia” que se transformó en cururú

La principal empresa avícola del país –y más grande empleadora privada de Concepción del Uruguay— es noticia desde hace semanas porque su titular reduce puestos de trabajo y recorta salarios. Los trabajadores resistieron pero la extorsión empresarial logró esta semana que aceptaran el acuerdo. Por Américo Schvartzman

El Grupo Tres Arroyos, la principal empresa avícola del país es también la empleadora privada más importante en Concepción del Uruguay. Unas dos mil familias dependen de su actividad, en dos plantas que posee en esta ciudad de casi noventa mil almas. Desde hace semanas la atraviesa un conflicto sin precedentes: su titular, Joaquín de Grazia, envalentonado por el clima de época y por un gobierno que alienta los avances de los sectores más poderosos en contra de la clase obrera, decidió a fines de 2024 reducir puestos de trabajo y recortar salarios en la planta La China, la que el propio De Grazia definió años atrás como “planta insignia” de su grupo. “Se trata de adecuar los costos para ser competitivos”, justifica, arguyendo una crisis que los trabajadores desmienten. Y sin ruborizarse añade: “Todos mis colegas pagan menos”. Tal su argumento más fuerte. Los laburantes decidieron resistir el recorte y los despidos: con un fuerte respaldo de sus familias y de buena parte de la comunidad, con marchas inéditas para un conflicto de este tipo, redoblaron la apuesta. Pero su propio sindicato a nivel nacional firmó el acuerdo. Esta semana, en una asamblea convulsionada, decidieron aceptar la oferta extorsiva planteada por la empresa.

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El Grupo, en Concepción del Uruguay, es “Granja Tres Arroyos”. Acá nadie le dice de otra manera. Tiene dos plantas de faena en la ciudad, preexistentes al grupo, que inició sus tareas aquí en 1985, cuando la familia De Grazia compró la planta La China, por entonces de Cargill. Esa planta se convirtió, según el dueño, en “la insignia de la empresa” (ver nota). Años después, en 2014, añadieron la planta Beccar de una avícola en quiebra. Con algo más de 1.000 trabajadores en La China, y unos 350 en Beccar, es la principal “dadora de empleo” de la ciudad.

Los dueños de empresas –la burguesía en general— siempre dicen estar al borde de la crisis. Pero GTA es el grupo más grande de la Argentina en su rubro, con una participación de casi un cuarto de la producción total (23 por ciento según los datos oficiales). Llegaron a tener casi 8.000 empleados en ocho plantas de faena en la Argentina y una en el Uruguay, y varias instalaciones en diferentes provincias. Un complejo de nueve granjas (tres de recría y seis de postura) en Santa Elena (Entre Ríos), tres tambos y varias plantas de incubación en la provincia de Buenos Aires y en Entre Ríos, molinos para reproductores y otros para pollos parrilleros en Entre Ríos, Buenos Aires, Córdoba y Chaco, plantas de faena en Pilar, Cahuane, Capitán Sarmiento, Ezeiza y Esteban Echeverria (Buenos Aires), las dos de Concepción del Uruguay, una en Río Cuarto (Córdoba) y una en Montevideo.

Sin embargo hace varios meses que el Grupo dejó de pagar las tasas municipales en La Histórica, como se conoce a Concepción del Uruguay. Eso no es algo raro ni inusual, cuenta un hombre de la gestión local, la tercera del veterano intendente José Lauritto: las principales empresas empleadoras de esta ciudad mediana cada tanto se atrasan en sus pagos, sin explicación ni disculpas. Y claro: cada tanto un plan de pagos para regularizar. “El famoso ida y vuelta entre los grandes dadores de trabajo de la ciudad y la Municipalidad”, se sincera el funcionario. “Todos los empresarios lloran, en todos lados”, añade. 

El Grupo, además, tiene plantas de producción de alimentos procesados en Colón (Buenos Aires), productos elaborados y de alimentos balanceados en Zárate, y a todo esto se suma un entramado de centenares de granjas (“productores integrados”) que son los criadores de esa enorme producción (más de 170 millones de pollos anuales) que luego GTA faena y vende en el país y en el exterior. “Atendemos a más de 70 mercados en el mundo”, se vanagloria De Grazia, el titular del grupo. “Todavía nos falta abrir China, Chile y Arabia Saudita”.

Esos productores integrados no son otra cosa que trabajadores independientes que crían para las grandes empresas, aunque se ven a sí mismos como “pequeños productores” o “granjeros”. Son miles en Entre Ríos. Es una forma aceptada de precarización y explotación laboral que ningún gobierno abordó jamás. Uno de esos granjeros contó que entregó pollos a GTA el 17 de diciembre pasado pero “el primer cheque es para el 17 de marzo. Así que los últimos tres meses no cobré la crianza y ya tengo otra para cobrar. No sé qué voy a hacer. Me dicen que otras empresas están pagando a treinta días. Estoy viendo si pego el salto, pero si no me pagan las dos crianzas que tengo adentro, me liquidan”.

“Todos mis colegas pagan menos que nosotros

Joaquín de Grazia es la cabeza principal del Grupo. Se ufana, como en todas las leyendas burguesas, de haber empezado a trabajar con su papá a los 13 años. Pocos meses atrás se explayó como un entusiasta seguidor “del cambio que representa Javier Milei”, aunque su voto en las primarias había sido para Patricia Bullrich. “Veo un horizonte extraordinario si lo sabemos aprovechar”, dijo entonces.

Pero parece que el horizonte sigue lejos y mientras tanto, “saber aprovechar” se traduce en achicar costos. Despidos, ajuste salarial y trabajo flexibilizado son los horizontes inmediatos que De Grazia encontró, y el medio legal para hacerlo fue presentar un Procedimiento Preventivo de Crisis (PPC) para una de las dos plantas que posee en Concepción del Uruguay: la planta La China, la “planta insignia”, la primera planta de faena del grupo.

Es paradójico porque en 2024, el sector de la producción avícola no solo zafó de la recesión, sino que logró un récord histórico: por primera vez, el consumo de pollo por habitante equiparó al de carne bovina, con unos 49 kilos y medio. El propio De Grazia, en una entrevista con una radio uruguayense, reconoció que el problema principal no es que venda poco, sino que “todos mis colegas pagan menos”.

“Es difícil ser una empresa tan grande en Argentina, y nos dimos cuenta que debemos hacer un ajuste en todos nuestros costos. Si todos mis colegas pagan menos salarios, que es una de las patas más visibles del costo de un producto. Ni siquiera fuimos al salario que paga mi competidor, mantenemos el presentismo, les pagamos el derecho a ese 9% pero a partir de acá guardemos y cuidemos el trabajo hacia adelante porque así como estamos no nos va a ir bien”, dijo De Grazia el jueves de la semana pasada.

La extorsión: el PPC

El Procedimiento Preventivo de Crisis es un mecanismo que permite a las empresas despedir o suspender personal en caso de fuerza mayor o situaciones críticas. En el caso de GTA, y específicamente para la Planta La China, en el PPC presentado el 20 de noviembre de 2024, pretendían realizar 400 despidos y una “readecuación salarial de la totalidad de los trabajadores”, que significaba en la práctica una reducción del 21 por ciento. (Ver facsímil del PPC).

Sostenían esa pretensión en tres elementos: la pérdida del mercado chino por la reaparición de la gripe aviar en 2023, la “capacidad ociosa” en la planta por la supuesta “pérdida de rendimiento de las aves reproductoras”, y la “crítica situación económico-financiera”, que hace “insostenible” mantener la fuente de trabajo.

Pero los trabajadores de GTA niegan el dramatismo empresarial: “Acá no vemos la crisis que ellos dicen. Y es recontra evidente, porque salen camiones térmicos, salen containers, que es directamente para exportación. Hoy la empresa maneja el mercado avícola. Nosotros producimos la comida para el mundo, para muchos países. Y no podemos creer que este empresario venga acá a querer imponer este ajuste”.

El propio De Grazia se mostraba hace poco profetizando un crecimiento de la carne de pollo que no va a detenerse y que, por el contrario, sigue una “tendencia mundial”: “Hace 15 años dije: ‘algún día se va a consumir más carne de pollo que carne roja’, porque bueno, esa es una tendencia mundial. Hoy el único país donde todavía se come más carne roja que de ave es Uruguay”. ¿Por qué entonces, achicarse? Él mismo da la respuesta: mejorar márgenes, disfrazada de “buscar competitividad”.

Telegramas y aislamiento

Ante la extorsión, los trabajadores dijeron basta. “Mediante asamblea se ha resuelto que no se iba a entregar ningún derecho y que estamos todos juntos en esta lucha”, explicaron.

Pero lo cierto es que el conflicto se agravó cuando el directorio de Tres Arroyos empezó a cumplir parcialmente su plan de ajuste: ya habían enviado 80 telegramas de despido cuando el STIA local, conducido por Miguel Klenner, resolvió el paro general el 27 de enero pasado. La paralización de la planta llevó a la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la Nación, que vencía esta semana.

En el medio hubo un lock out patronal donde la empresa decidió parar la faena, una forma de presión extrema. Hubo debates entre los trabajadores, reuniones, asambleas, un acampe en la planta y, el domingo pasado, una marcha multitudinaria, de escasos antecedentes en la Histórica, como le dicen a esta ciudad sus pobladores. Fue casi inédito el acompañamiento de varios sectores de la comunidad uruguayense, seguramente consciente del impacto que provocarían estos despidos masivos en su tejido social. Cinco o seis mil personas en la calle, como se vio este 23 de febrero, en una noche tórrida como pocas, no es una escena habitual. Como tituló El Miércoles, uno de los medios locales que más atención ha brindado a esta lucha: “Los trabajadores recibieron un respaldo social que no encuentran desde el Estado” (ver enlace).

Profecía certera

El problema es que los trabajadores de la planta uruguayense quedaron bastante solos. No solo porque los sindicatos nacionales aceptaron el acuerdo (ver facsímil), como se ocupó de refregarles el empresario De Grazia: “Las otras plantas aceptaron el PPC, pero no el Sindicato de la Alimentación local, que lo hizo actuando en contra de la dirigencia nacional que entendió que era razonable la postura”, reprochó.

Paradojas del asunto: la formidable movilización realizada el domingo pasado también mostró, a su manera, ese aislamiento: desde el micrófono se destacó la presencia de Nicolás de Caño, “el único político que vino a apoyarnos”. (Ver cobertura) Si bien hubo reuniones con el intendente local, no hubo apoyos significativos de parte del peronismo ni mucho menos de la CGT.

Un supervisor de GTA se sinceró en estas últimas horas: “De Grazia está dispuesto a cerrar la China el tiempo que necesite con tal de ganarle la pulseada a los empleados”. Y vaticinó: “La va a ganar porque tiene apoyo del gobierno nacional, del provincial y el local no tiene mucho para hacer, y Lauritto les soltó la mano. Van a volver con las condiciones que ponga (De Grazia). Esta época es la mejor para ellos, para la exportación necesitan mano de obra, todo le viene cerrando, y tienen oxígeno, ellos hicieron ese imperio y tienen plafón para soportar”.

El triunfo de la extorsión

La profecía no debió esperar demasiado para verse realizada. La soledad sindical, el escaso respaldo institucional (de parte del Estado en sus distintos niveles) y la extorsión empresarial terminaron componiendo un mix que resultó efectivo.

Este martes se reunió la asamblea de trabajadores de la planta La China para decidir respecto de la propuesta de la empresa. El secretario general del STIA local, Miguel Klenner –hasta el momento liderando la lucha— recibió reproches airados y alguna agresión física, así como el abogado del gremio, Darío Garin. El clima tenso llevó a que la propia conducción gremial pidiera la presencia policial en la reunión obrera.

En la votación, avanzada la noche y por apenas 28 votos, resultó aceptada la propuesta empresarial, es decir la reducción salarial (supresión del 9 por ciento de sobresueldo, y la reducción de dos puntos porcentuales del presentismo, en suma lo que originalmente había planteado la empresa). La patronal había hecho saber que si no se aceptaba, el camino era el cierre de la planta por un mes, el despido de 400 obreros y la suspensión de otros tantos.

Si bien el grupo empresarial no se movió de su postura del PPC, anunció que, como parte de la aceptación del acuerdo, restituirá a los 80 trabajadores que recibieron el telegrama, y manifestó un compromiso de no despedir a nadie más por 365 días.

Entre los reproches que generaron tensión en la asamblea, los impulsores del rechazo acusaron que, al momento de votar, ingresaron al lugar personas que pertenecen a la planta administrativa, que no son de la sección de faena. También evaluaban impugnar la votación, para lo que acudieron a una escribana. En los videos que se registraron se pueden ver airados reproches a Klenner, insultos, e incluso cómo un grupo de mujeres le arroja un baldazo de agua.

«El STIA de Concepción del Uruguay comunicó de esta manera la firma del acuerdo en la tarde de este miércoles».

De planta “insignia” a cururú

En la entrevista del jueves pasado, De Grazia dijo otra frase sugestiva y perturbadora: “Entiendo que es un derecho adquirido, por eso a ese derecho lo compramos, ¿cómo? indemnizando a la persona”. Todo se compra ¿o no es así en el imaginario burgués?

Añadió el titular de CTA que no tienen conflicto en las otras plantas ni con ningún otro sindicato, de los cinco que agrupan a los trabajadores en su empresa. Lo que no dijo con claridad es que ese “derecho adquirido” por los trabajadores de la planta La China no lo tienen en otras plantas. Eso explica, en parte, por qué no estallaron conflictos en ellas; pero también permite entender el aislamiento de los trabajadores uruguayenses.

Un colega de De Grazia, titular del grupo Noelma —otra importante empresa avícola de la región— explicó “en entrerriano”, en una radio local, el problema de la planta uruguayense desde la mirada empresarial, desde ese imaginario burgués. Para eso se remontó al origen de la planta, hace casi 40 años, cuando los De Grazia se hicieron cargo del establecimiento ante la retirada de la multinacional Cargill. Dijo Néstor Eggs: “Cargill le pagaba (a sus obreros) un sobresalario en ese momento, y ellos (por los De Grazia) compraron todo tal cual, y bueno, De Grazia se comió ese cururú. No un sapo, sino un cururú”.

El cururú es un sapo enorme, que en promedio llega a 22 centímetros y puede pesar cerca de dos kilogramos. Cómo y cuando pasó, en ese imaginario empresarial, de “planta insignia” a cururú, es más difícil de comprender.

Informes: Jorge Rubén Díaz y Matías Díaz de la redacción de El Miércoles

Imágenes de la marcha: Santiago Lacava

Créditos de las otras imágenes: archivo de El Miércoles

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