El vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, es un intelectual singular. Es una referencia ineludivle del pensamiento crítico de América Latina pero, a la vez, metió manos en la masa de la gestión. Por esa dualidad, sus palabras resonaron de modo especial en el Foro Internacional que Clacso desarrolló en Buenos Aires.
En su ponencia, García Linera sostuvo que “a diferencia de los ‘80, cuando el neoliberalismo era una esperanza, ahora es un neoliberalismo zombi que solo moviliza odios y resentimientos”.
También remarcó que “este neoliberalismo es fallido, de corto aliento y se va a agotar”, por lo cual instó a las fuerzas de izquierda y progresistas a “reconocer qué se hizo bien y qué se hizo mal y prepararse para tomar el poder en el continente en los próximos años”.
“El actual es un neoliberalismo fundado en la negatividad y no en la esperanza de mediano plazo y eso tiene patas cortas. Estoy convencido de que no hay una amplia noche conservadora, liberal, racista, si no una oleada conservadora neoliberal con dos límites intrínsecos: Está repitiendo las viejas recetas que hace 20 años fracasaron y ha perdido el norte y el horizonte de las fuerzas de derecha”, evaluó el vicepresidente de Bolivia.
En este contexto, anticipó que “hay que prepararse para la segunda oleada de gobiernos progresistas y de izquierda en el continente”.
En su exposición, García Linera destacó que los gobiernos de izquierda y progresistas, entre 2001 y 2015 en el Continente sacaron de la pobreza a 72 millones de personas; incorporaron 94 millones de personas a la clase media; mejoraron el Coeficiente Gini, disminuyendo las desigualdades en 1,1 anual y fortalecieron los sindicatos y los movimientos sociales.
Subrayó además que durante esa época también se crearon “nuevas formas de gobernabilidad, con mayoría parlamentaria y mayoría callejera” y “tuvieron la virtud de integrar continental sin esperar que nadie nos diga lo que tenemos que hacer”.
Hubo también menciones autocríticas: «La segunda oleada de izquierda debe lograr la continuidad de gestión duradera de la economía, el crecimiento económico, la redistribución de la riqueza. Porque a la izquierda un error en economía no se le tolera, mientras que a la derecha, sí. La izquierda no tiene derecho a equivocarse”.
En el mismo sentido, mencionó que estos gobiernos han demostrado “debilidad de las transformaciones del sentido común. La política es una lucha por la conducción del sentido común. Cuando el viejo sentido común se resquebrajó la izquierda supo estar ahí, pero cuando llegó al Gobierno cometió el error de creer que ese sentido común nuevo quedó enraizado”, advirtió. En ese aspecto, señaló que “si los gobiernos progresistas no hacen un esfuerzo sistemático para transformarlo, el viejo sentido común se volverá a reconstituir y volverá a instalarse el sentido común neoliberal”.