Nadie, ninguna encuesta lo advirtió. Todavía la semana pasada las principales caras del peronismo entrerriano —entre ellas las más analíticas y prudentes— hablaban de “empate técnico”, anticipaban facturas que tenían como destino a Carolina Gaillard y su lista “rebelde” (“si perdemos será por los votos que nos saque”) y aseguraban algo que no ocurrió (“la UCR entrerriana se quedará sin representación en el Congreso Nacional”).
No solo se equivocaron en todo, sino que también mostraron una inesperada alienación respecto del electorado. Algo que, para la dirigencia peronista de esta tierra, debería encender señales de alarma: ya no logran intuir lo que sucede debajo de ellos, en “el subsuelo de la patria”. ¿Puede haber algo peor para liderar el peronismo?
Salvo dos departamentos —Feliciano en el extremo norte e Islas en el extremo sur—, la alianza LLA derrotó al peronismo en todo el territorio provincial (en algunos departamentos con diferencias inesperadas, mayores a 30 puntos). Probablemente las encuestadoras que no pudieron detectar lo que ocurría ahora ensayarán focus groups para entender qué fue lo que motivó semejante paliza al peronismo.
Pero el hecho es que el gobernador Rogelio Frigerio aparece en el escenario postelectoral como el forjador de un acierto estratégico indiscutible: 53 por ciento contra 34 por ciento para la opción “oficial” del peronismo.
La derecha unida que articuló le sacó casi 20 puntos de diferencia al peronismo desunido, desconcertado y con candidatos (como mínimo) poco atractivos. Hay que recordar que había otras tres listas encabezadas por figuras peronistas, aunque sumadas apenas añaden ocho puntos, muy lejos de compensar la distancia lograda por la alianza LLA.
Provincias ¿Hundidas?
Para calibrar adecuadamente la movida de Frigerio, conviene revisar qué pasó con ese grupo de gobernadores donde muchos lo inscribían hasta hace pocos meses. Se trata de “Provincias Unidas”, el grupo de mandatarios variopintos que no se enrola ni con el peronismo opositor acérrimo ni con el oficialismo mileísta. (Ver nota en Zoom: https://revistazoom.com.ar/el-fiasco-de-provincias-unidas/)
Su debut electoral no pudo ser más triste: tuvo éxito solamente en una de las seis provincias que sus integrantes gobiernan. Corrientes, donde manda Gustavo Valdés, fue el único festejo del flamante frente (que algunos ya dan por terminado, habrá que ver). En total logró ocho bancas en Diputados —la mitad de lo que esperaban— y ninguna en el Senado. En Santa Fe fue la peor performance: la lista impulsada por el gobernador Maximiliano Pullaro quedó tercera, atrás de LLA y del peronismo renovado. En Córdoba, la lista de Juan Schiaretti y el gobernador Llaryora quedó lejos —14 puntos— del mileísmo.
El plan del nuevo frente era llegar a convertirse en la opción alternativa frente a la oposición más dura y el gobierno. Y de paso alcanzar un bloque de 25 diputados que sería decisivo en las relaciones parlamentarias. Nada de eso lograron.

Frigerio la vio ¿o tuvo suerte?
Con el diario del lunes parece claro que Frigerio hizo la lectura correcta del panorama electoral y del humor social en la provincia que gobierna, no muy distinto del que definió el resultado en el resto del país.
La decisión de la mayoría de las personas que fueron a votar fue seguir respaldando el experimento Milei-Caputo y no correr el riesgo de un desbarajuste anunciado por el propio Gobierno y reforzado por la inédita intervención de Donald Trump en la política doméstica.
Con los resultados en la mano, todo indica que el gobernador entrerriano fue uno de los pocos en ver lo que se venía. O tuvo suerte, y los elementos se fueron ordenando para que así pareciera.
La grieta sigue dando frutos
Cada cual decidirá si Frigerio actuó como un ajedrecista experto o si, como Forrest Gump, aquel entrañable personaje de ficción, simplemente siguió adelante y el curso de los acontecimientos terminó favoreciéndolo.
Como sea, su figura se vio fortalecida: le dio al peronismo una paliza histórica e inédita, con casi 20 puntos de diferencia.
El gobernador había presentado su acuerdo claudicante con LLA —aceptó sigla, colores, estrategia y hasta la mayoría de las candidaturas “violetas”— como una estrategia para evitar el regreso al poder del “populismo, la demagogia y la corrupción”. Por eso se fotografió con la bandera “La Libertad Avanza o Argentina retrocede” y dejó de lado su discurso anterior, aquel que hablaba de unidad nacional y convocaba a peronistas, radicales y a todos quienes estuvieran dispuestos a “dejar atrás para siempre los enfrentamientos y cerrar la grieta”.
El resultado obtenido le dio la razón. La alianza articulada por el gobernador obtuvo casi el 53 por ciento de los votos emitidos, un porcentaje a nivel nacional solo superado por el peronismo eterno de Gildo Insfrán en Formosa (con el 56 por ciento) y equiparado en Mendoza por una alianza similar a la que Frigerio impuso en el territorio entrerriano.
Los de afuera ¿son de palo?
Otro gran ganador es el flamante senador electo por Entre Ríos, el mayor de los hermanos Benegas Lynch que tocan en la banda del Presidente. Tampoco es entrerriano y cuando habla se le nota. Al electorado eso no le pareció un obstáculo, y prefirió que represente a esta provincia —alguna vez orgullosa de su identidad definida por su condición casi insular— en este tiempo incierto donde la gobiernan y la van a representar personas que saben poco de su historia y que la ven como un escalón de sus ambiciones e intereses, o en todo caso, como parte de una estrategia de mayor alcance.
No es nuevo. Hace tiempo que los destinos de esta provincia los deciden empresas cuyas acciones pertenecen a personas que jamás la pisaron ni lo harán. Entre las principales facturaciones no figura nadie que viva entre los dos grandes ríos: el Banco de Entre Ríos, de la familia Eskenazy; Cargill, del grupo estadounidense Cargill-MacMillan; Viterra, canadiense; Molinos Río de la Plata, de la familia Pérez Companc; Aceitera General Deheza (AGD), de la familia cordobesa Urquía; La Sibila, del grupo santafesino Boglione; la empresa austríaca Egger; la italiana Sadepan. Y sigue la lista.
Pero si hace mucho la población entrerriana se acostumbró a que sus destinos los manejen inversores y accionistas que ignoran qué es una chamarrita o no pueden distinguir Colón de Concordia, lo novedoso es que también la representación política la ejerzan foráneos.
Mensaje duro
No obstante, el mensaje más duro y brutal del pueblo entrerriano sigue siendo para el peronismo, que parece seguir creyendo que con acusar de porteños o de “cero once” al oficialismo actual le alcanza para tapar el enojo que la mayoría de sus comprovincianos tiene acumulado en su contra.
Los rostros elegidos por el justicialismo fueron el ex vicegobernador y ex intendente de Paraná, Adán Bahl, y el hombre de confianza de Sergio Massa en la Aduana, Guillermo Michel, de Gualeguaychú. Y no fueron la mejor opción para el electorado, que volvió a decirles: “Prefiero a un cheto porteño y sobrador, e incluso a gente desconocida, antes que las caras que me volvés a ofrecer, como si yo no hubiera visto todos estos años lo que hicieron.”
¿Lo entenderán y actuarán en consecuencia? ¿O seguirá Entre Ríos bajo la impronta de Frigerio y del “cero once” por mucho tiempo más, en la provincia que parió al federalismo, en la tierra orgullosa de Ramírez, Urquiza y López Jordán?
