Federación Agraria, CGT y libertad sindical

—La Federación Agraria era una relación estratégica para la CTA. A partir del conflicto del campo, la FAA aparece instalada en la Mesa de Enlace. ¿Qué evaluación hace de este vuelco?

—En realidad, lo que se transformó en otra cosa es la base social que representa a la Federación Agraria. La mayoría de ellos son productores que alcanzaron un nivel de renta o ganancia, ya no son los chacareros empobrecidos que representaba Volando o Buzzi. Son productores que forman parte del negocio de la explotación con capital intensivo de la soja, que son arrendatarios o que participan directamente del agronegocio o están vinculados a los pool de siembra, vinculados a los grupos económicos que producen agroquímicos o a la exportación. Por eso, si mañana en mi gremio los docentes pasaran de ganar $ 1.400 a ganar $10.000 o se hicieran dueños de un capital, estoy seguro que a mí se me haría imposible conducirlos en la dirección que creo o en el papel que tienen que jugar los trabajadores de la educación. Pensarían de una forma distinta y yo, si quisiera seguir conduciéndolos, debería asumir un discurso más vinculado a la derecha y a la defensa del capital del sector que gana $15.000 o $20.000 por mes, o de lo contrario tendría que dejar de ser dirigente de ellos y dedicarme a otra cosa. Creo que es un poco lo que pasó en la Federación Agraria. Los dirigentes tuvieron que abrazarse a una alianza con la Sociedad Rural porque a su base social la representaba eso. De Angelis tiene un discurso con un fuerte contenido de derecha cuando dice “Esto no es Cuba ni Venezuela”, y todas las barbaridades que dice. Yo creo que es la expresión de un cambio de un sujeto social y creo que hay una disputa del modelo de país que sigue presente, que va a seguir después de las elecciones y después de los Kirchner: tratar de instalar un modelo de país sustentado en los agronegocios donde el monocultivo de soja sea el ordenador de todas las relaciones económicas. Creo que nosotros tenemos que luchar por un país con desarrollo de la industria, sin monocultivos, con respeto de los humedales y los bosques y con fuerte presencia del Estado para regular, porque si no vamos a terminar volviendo a la época del granero del mundo.

—¿Cómo es la relación con la CGT?

—Es una relación con claroscuros pero basada en una línea de respeto mutuo. Es sabido que la CGT disputa por el no otorgamiento de nuestra personería gremial y que tenemos miradas controversiales en lo que es la táctica de la democracia en la libertad sindical.

Nosotros hemos apoyado a los compañeros de subterráneos porque creemos que es absolutamente válida su decisión de avanzar en darse la organización que ellos crean que es necesaria para expresar sus intereses. Esos son puntos en los que tenemos diferencias. Ahora, nosotros sabemos que la CGT representa a una parte importante de los trabajadores y también sabemos que hay gremios dentro de la CGT que los representan cabalmente, así como hay otros que en lugar de representarlos tratan de disciplinarlos y mantenerlos en una especie de bolsa cerrada para que no asomen las demandas. Pero creemos que en ese marco de contradicciones hay puntos en los que podemos estar impulsando las mismas iniciativas a favor de los intereses de los trabajadores. Hay un ejemplo concreto: los gremios del sector aeronáutico de la CGT y la CTA marchamos juntos apoyando la reestatización de Aerolíneas. En cuestiones como esas, a nosotros no nos va a temblar la mano para estar juntos y pelear. Ojalá podamos pelear por un programa para la redistribución de la riqueza juntos.

—¿Por qué cree que todavía no se le otorgó la personería gremial a la CTA?

—Porque el gobierno está comprometido muy fuerte en términos políticos con la CGT. Creo que hay una lectura errónea que en el fondo sostiene que darle la personería gremial a ala CTA es debilitar a Moyano dentro de la CGT. Por otro lado, creo que hay fuerte presiones de sectores industriales que muestran a las claras que no les interesa que los trabajadores tengan las manos libres para participar en la disputa por distribución de la riqueza. Porque la distribución de la riqueza no va a ser el acto gracioso de un presidente que un día firme un decreto que diga que a partir de tal fecha se distribuyó la riqueza en la Argentina. Es una construcción social, como lo fue en el ‘45 o como lo fue siempre. Tener un país que distribuya la riqueza es ganar un derecho y no hay ningún derecho que se gane sin pelear. Para los empresarios, cuanto menos margen de libertad tengan los trabajadores para esa pelea, mejor Entonces, cuanto más restrictivas sean las leyes sindicales, cuanto menos garantismo haya, cuanto más fácil sea rajar un delegado cuando levanta un poquito la cabeza, mejor. Por eso lo que ellos defienden es un esquema más conservador, y dentro de ello está oponerse a que la CTA tenga personería.

—Con respecto al fallo sobre libertad sindical, en los hechos ¿se notó un cambio?

—El fallo en sí es muy importante, porque establece la simetría de derechos para las organizaciones simplemente inscriptas y para las que tienen personería legal en el marco de una empresa. Esto es muy importante, sin lugar a dudas. Con el correr del tiempo se van a ir produciendo cambios sobre todo en la base sindical. Hoy es verdad que no produjo grandes cambios pero sí aceleró algunos procesos en la base, en algunos sectores que están a avanzando para organizarse. Algunos tuvieron mejor suerte que otros pero es como si hubiesen quitado la llave de una puerta que estuvo cerrada mucho tiempo. Ahora está sellada pero hace falta la voluntad de los que la quieren abrir, y eso es lo que hay que construir.

—¿El fallo no favorece la atomización del movimiento obrero?

—En realidad hay una mirada muy esquemática y, en algunos casos, una especie de coartada para explicar la defensa del viejo modelo restrictivo, porque digamos que la cultura política de los trabajadores en la Argentina está fuertemente vinculada con la idea de unidad, no es proclive a la atomización de las organizaciones sindicales. La prueba fue cuando la dictadura militar obligó a todos los trabajadores a una especie de reafiliación masiva y, contra lo que pensaban las autoridades del Ministerio de Trabajo de entonces (milicos en su mayoría) los trabajadores a pesar de estar en una dictadura se reafiliaron voluntariamente a sus organizaciones. Yo creo que una mayor libertad de acción sindical va a generar mayor debate y mayor consistencia en las organizaciones sindicales. Y mayor credibilidad, porque hoy nadie puede negar que quizás el talón de Aquiles del movimiento sindical no es tanto la atomización sino la falta de participación de los trabajadores. Hoy somos más débiles por la falta de credibilidad que tenemos las organizaciones sindicales que por la posibilidad de que se atomicen. En la medida que se logre darle más consistencia y legitimidad a la organizaciones, por más libertad que haya los trabajadores no van a dejan de estar ahí. Ahora, aquellas que no la tengan, cuando haya más libertad los trabajadores van a empezar a elegir otros caminos. Las leyes no garantizan la unidad ni la atomización, depende de la cultura política de los trabajadores y en la Argentina hay una tradición muy larga de cultura de la unidad.

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