El presidente de Estados Unidos acaba de informar que, si Milei no gana las elecciones, no será generoso con la Argentina. Esta extorsión comunicacional, curiosamente, puede volverse un arma fundamental para deschavar el verdadero plan de las corporaciones, exponiéndolas, lo cual permite convocar a la reflexión y al pensamiento crítico, con el propósito de incrementar el nivel de conciencia de la sociedad, ya que, obviamente, se trata de un plan de negocios.
La gran ambición de las corporaciones norteamericanas es robar nuestras riquezas y recursos estratégicos, para lo cual necesitan gobernantes comprables, serviles a ellos, tal que, por una coima, sean capaces de entregar nuestro patrimonio nacional a aquellos intereses externos.
Argentina posee la segunda reserva mundial de gas y la cuarta de petróleo, pertenece al triángulo del litio que ostenta las dos terceras partes de la reserva mundial, tenemos la región de pesca más extensa del mundo perteneciente a un país, la cual, encima, desborda de recursos hidrocarburíferos y minerales, tenemos oro, plata, cobre y uranio, poseemos empresas públicas que han desarrollado la ciencia y la tecnología a niveles admirables por el resto del planeta, y mucho más. Por consiguiente, y por si fuera poco, somos una amenaza desde el punto de vista competitivo.
Estados Unidos siempre ha considerado a Latinoamérica solo como proveedora de recursos para sus propias empresas, sin importar que con ello aumenten la pobreza, la desigualdad y el hambre en nuestras naciones hermanas. Dicha modalidad constituye el modelo extractivista, que consiste precisamente en extraer nuestros recursos para beneficio ajeno, de quien lo extrae. El negocio es para las empresas que ejecutan los procesos de extracción, dejando nada para nosotros, excepto contaminación para la tierra y el agua.
En su programa periodístico, Alejandro Fantino explica que se prevé un significativo crecimiento de la producción minera e hidrocarburífera en la Argentina, ampliando las exportaciones del sector desde 20.000 millones de dólares anuales a más de 50.000 millones de dólares por año. El periodista–operador de las corporaciones dice que el kirchnerismo quiere derrocar a Milei para aprovechar esta ventaja, pero precisamente a través de sus enunciados podemos identificar los dos modelos de país.
El modelo extractivista propone que las empresas extranjeras retiren nuestro oro, cobre, uranio, plata, litio, gas, petróleo, agua y lo comercialicen en el exterior. De ese modo, lo cobran en el exterior y la plata queda directamente en el exterior, quedando nada bueno para nosotros, solo, reiteramos, contaminación de la tierra y el agua. Además, es conveniente para ellos que nosotros no hagamos crecer nuestra industria, porque la misma demandaría recursos para poder expandirse, y precisamente esos recursos los quieren ellos para sus negocios.
El modelo opuesto a aquel es el industrial. Nuestro país procede, primero, a nacionalizar los recursos, para protegerlos del saqueo de intereses foráneos, pero luego acciona un plan de industrialización asociado a la utilización de nuestras riquezas estratégicas. De este modo, es trabajo argentino el que opera sobre nuestros recursos, de manera planificada y con orientación ecológica que reduzca al mínimo la contaminación.
Por consiguiente, las exportaciones se efectúan con valor agregado argentino generando dos beneficios. Por un lado, generación de empleo y, por otro lado, aumentar el monto de dinero que ingresa al país, ya que los productos con valor industrial incorporado tienen un precio más elevado que los productos sin procesamiento. Pero, además, y no menos importante, es que nosotros, los argentinos, podemos decidir qué producir y qué no producir, en resguardo de nuestra Pachamama. Por unos manguitos hoy, no se puede deteriorar la calidad de vida de los habitantes del futuro. La vida, la salud y el cuidado del medio ambiente son más importantes que cualquier negocio.
Aclarados estos asuntos, es oportuno destacar que la proyección de crecimiento de nuestras exportaciones es cierta, pero no es producto del azar, sino de políticas de Estado llevadas a cabo por gobiernos peronistas. Primero, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que nacionalizó YPF en 2012, luego de haber estado veinte años en manos extranjeras a partir de las privatizaciones del gobierno de Menem. Se recuerda que durante los veinte años que permaneció en manos extranjeras, nuestra empresa hidrocarburífera nacional disminuyó su producción y fugó al exterior un enorme caudal de dinero en nombre del retiro de utilidades. Dicho de manera directa: nos saquearon.
La recuperación de YPF permitió recuperar su capacidad productiva y, por ende, la generación de empleo, pero adicionalmente se logró el descubrimiento de yacimientos de incalculable valor, tales como Vaca Muerta y Palermo Aike. Posteriormente, la construcción del gasoducto Néstor Kirchner durante el gobierno de Alberto Fernández consigue la distribución del gas a todo el territorio nacional y su finalización alcanza la conexión internacional que facilita la exportación a los países vecinos, destacando que Brasil es el séptimo país más poblado del mundo luego de India, China, Estados Unidos, Indonesia, Pakistán y Nigeria.
Como vemos, la industrialización genera múltiples beneficios en diversos sentidos. Genera empleo, incluyendo a más argentinos a la escena productiva, aumenta el volumen de nuestra producción y nuestras exportaciones, resultando en consecuencia una vital herramienta financiera, cuida nuestra tierra y nuestro agua porque depende de nuestras decisiones y no de la avaricia usurera de empresas extranjeras, y, en términos geopolíticos, contribuye a fortalecer la soberanía y la independencia de los países de la región. Una Latinoamérica unida e integrada puede defenderse con más fuerza contra el plan de saqueo norteamericano.
Indudablemente, alinearse con Estados Unidos o con el BRICS determinará resultados antagónicos. Milei se subordina a los intereses norteamericanos que planifican depredar los recursos latinoamericanos solo para enriquecer a sus empresas. China, con una estrategia completamente disímil, decide realizar inversiones en infraestructura para fortalecer lazos productivos, económicos y comerciales que favorezcan a todos.
La milenaria Ruta de la Seda constituye el inquebrantable ejemplo, integrado al BRICS, el cual se erige como un bloque de países que conforma la mitad de la población del mundo y el 40 % del producto global. Claramente, las oportunidades de alianzas industriales y financieras abren un panorama de incalculable espectro.
Latinoamérica unida e integrada al BRICS+, bloque constituido por Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Irán y nuevos países que se van integrando progresivamente, es el lugar que la Argentina debe elegir inteligentemente en este nuevo mundo multipolar y multimonedas.
Queda a la vista que las opciones son dos. O someterse a Estados Unidos, que exige a nuestro presidente cortar relación con China, o integrarse al BRICS en un nuevo mundo que avanza hacia una desdolarización que, por cierto, ayudaría a la Argentina a resolver el problema de la deuda externa, teniendo presente que la misma fue generada por Estados Unidos a través de gobernantes sometidos a sus intereses a cambio de favores.
(*) Julián Denaro, Economista (UBA), Psicólogo (UBA), Doctorando en Ciencias Económicas (UNLAM), Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLAM), en Instituto Universitario River Plate (IURP) y en Universidad de Morón (UM). Investigador Sigeva–Conicet. Autor de ocho libros, siendo los cuatro últimos Del país dividido a la revolución cultural (2017), Argentina entre las disputas de poder 2012-2019 (2019), Las aventuras de Aztequita por Argentina(2023) y De la pandemia a la reconstrucción: Argentina 2020-2024, Liberación vs. Liberalismo. Columnista económico en televisión y radio.