Expediente Randazzo

El ex ministro de Transporte activó la disyuntiva en el PJ bonaerense: unidad o PASO. ¿Su candidatura beneficia a Cambiemos o abre la chance de volver a contener a un peronismo fragmentado?

La precandidatura legislativa de Florencio Randazzo, que muy difícilmente logre superar a la de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner -o a la que ella auspicie, si finalmente decide no jugar-, puede quebrar la arquitectura electoral que hizo presidente a Mauricio Macri. El 34% que el ex alcalde porteño obtuvo en la primera vuelta de 2015, y que lo clasificó al balotaje en el que venció a Daniel Scioli, no valió tanto per se sino por la fractura del voto peronista que, desde dos años antes, había liderado Sergio Massa. El general Juan Domingo Perón fue reelecto en el año 1951 con algo más de 36% de sufragios en contra. Es decir, la cifra alcanzada por Macri es el porcentaje histórico de voto no peronista, que esta vez acertó en aglutinarse alrededor de un frente único, poniendo fin a la dispersión que aquejaba a dicha familia desde el crack del gobierno radical de Fernando de la Rúa en 2001.

 

En 2011, el no peronismo había cometido el error incalculable de comprar el relato que vendía: Cristina Fernández no llegaría al 40%, la segunda vuelta era inevitable. Ergo, la lógica no era aliarse sino buscar el segundo puesto y, luego, el favor del antikirchnerismo, presuntamente mayoritario por entonces. La realidad, se recordará, fue bastante distinta. Al punto de poner en duda que aun juntándose el no peronismo hubiese podido derrotar al Frente para la Victoria.

 

Tras el surgimiento del Frente Renovador, en 2013, el asunto cambió bastante, con dos fracciones peronistas bloqueándose mutuamente en la chance de vencer sin necesidad de balotaje, y habiendo crecido el antikirchnerismo durante el tercer capítulo de la década ganada. Para evitar que la sucesión de CFK se tramitara como un duelo interno populista, el republicanismo necesitaba aglutinarse. Para desplazar a uno de los dos bandos de herederos del general, primero, y para apostar, después, a la polarización con el entonces oficialismo, ahora sí significativamente desgastado.

“Habrá que comprender la jugada del randazzismo (aunque esto va más allá de las aspiraciones individuales del chivilcoyense) como expresión del cambio de época que trajo la derrota”

CFK y los gobernadores justicialistas comprendían el peligro que planteaba el massismo compitiendo por afuera, por lo cual buscaron recuperar tropa que les había quitado el tigrense.

 

Varios de los intendentes que habían acompañado la experiencia renovadora regresaron al FpV cuando Massa comenzó a caer en las encuestas, para evitar ser arrastrados en sus respectivos territorios (amén del descontento con su método de conducción). Carlos Zannini, que por aquellos días era la mano derecha de la anterior jefa de Estado, y a la sazón candidato a vice de Scioli, llegó a decir que había lugar hasta para una vuelta del mismísimo esposo de Malena Galmarini. El golpe final sería la presentación de ofertas únicas, tanto en el orden nacional como en PBA. Se trataba, en esencia, de solucionar un déficit que arrastraba el peronismo en la provincia más grande, que al mismo tiempo era el único lugar donde el FR hacía pie: la ausencia de un candidato taquillero.

 

Randazzo había ganado volumen en su carrera hacia la PASO presidencial: aunque no le habría alcanzado para derrotar a Scioli, tampoco habría sido arrasado como Ernesto Sanz y Elisa Carrió en Cambiemos. Por otro lado, su perfil de dirigente joven, dinámico, inicialmente con personalidad propia al margen de la grieta (esto había empezado a perderlo al cristinizarse para diferenciarse del ex motonauta) y con gestión para mostrar (SUBE, DNI y, sobre todo, trenes, cuyo mayor recorrido se da en PBA) lo hacían más que apto para la tarea de vaciar al ex titular de ANSeS. “¿A quién se parece más Randazzo, a CFK o a Scioli?», se preguntaba Martín Rodríguez, en su cuenta de Twitter, allá por mayo de 2015. «A Massa», se auto respondía. Las cosas, se sabe, no fueron así.

 

La negativa de Randazzo a pelear contra la finalmente gobernadora María Eugenia Vidal, valoraciones al margen, fue uno de los fundamentals de la victoria cambiemista. El FpV optó en cambio por una interna, encima violenta, entre un postulante de altísima imagen negativa (Aníbal Fernández) y otro amplísimamente desconocido (Julián Domínguez).

 

Las primeras consecuencias de la reaparición del ex ministro de Interior y Transporte, por lo demás, confirman esta radiografía: ha sumado a Alberto Fernández, otro ex massista, como jefe de campaña. También al diputado y miembro del triunvirato de secretarios generales de CGT, Héctor Daer. Se rumorea que Felipe Solá puede seguir el mismo rumbo, para acompañar como primer precandidato a diputado. Y en general, toda esta arquitectura se basa en sectores que se desencantaron con la conducción de CFK, pero que también tienen en claro que su enemigo, como dijo textualmente Randazzo, es Macri. Y que, por tanto, lo que hagan debe ser por adentro del peronismo, para reconstruir una fuerza capaz de derrotar a la CEOcracia en las urnas. Es decir, a diferencia de Massa, saldar las contradicciones con el cristinismo por vía de las PASO.

 

Para colmo, la última incorporación del FR, Margarita Stolbizer, cuyo pedigrí antiperonista es indesmentible, terminó de tensionar las cosas en la ancha avenida del medio. Con ese gesto, el massismo vuelve a optar, en la disyuntiva, por disputarle clientela a Macri. Así las cosas, la incomodidad de los peronistas que todavía quedan allí va in crescendo.

 

El sector que Pablo Ibañez ha bautizado como Bloque Caballito, que si ya no reconoce la conducción de Cristina al menos se inclina ante el caudal que todavía conserva (sobre todo en gran parte del conurbano bonaerense), prefiere en cambio un ticket de unidad. Se entiende: temen que la multiplicidad de papeletas en el cuarto oscuro les complique los concejos deliberantes. No hay gimnasia en el PJ para estos trámites. La convicción de que los cañones deben apuntarse exclusivamente contra el tandem Macri-Vidal también pesa. Y sobre todo, el pésimo recuerdo de la interna Aníbal-Julián, que está muy fresco. Ahora bien: ¿indefectiblemente tiene que repetirse eso? ¿No hay forma de hacerla civilizadamente? Si no la hubiera, menos puede pensarse en el regreso.

“Toda esta arquitectura se basa en sectores que se desencantaron con la conducción de CFK, pero que también tienen en claro que su enemigo, como dijo textualmente Randazzo, es Macri. Es decir, a diferencia de Massa, saldar las contradicciones con el cristinismo por vía de las PASO”

En definitiva, habrá que comprender la jugada del randazzismo (aunque esto va más allá de las aspiraciones individuales del chivilcoyense) como expresión del cambio de época que trajo la derrota ante el actual oficialismo. Que inevitablemente implica la desjerarquización de CFK. No su desaparición, como desearían algunos, claro: el mismo error, pero a la inversa. Sigue acaudillando a una tropa robusta, la más numerosa al interior del espacio nacional. Pero ya no sintetiza a la totalidad. Puede recuperar esa condición, más vale. Deberá revalidar su conducción con votos. La otra cara de la moneda es que hay ahora otros habilitados a intentar construcciones alternativas.

 

¿El riesgo es que, si pierden la interna, hagan huelga de brazos caídos de agosto a octubre? Randazzo y compañía parecen apostar al largo plazo. El armado de algo propio. Que no se lo deban a nadie. Que les garantice sillas en las mesas de las decisiones peronistas a futuro. Quienes militan allí hoy así lo caracterizan: dejar de depender de lapiceras ajenas. Dicho sencillo: el desafío de recuperar emigrados es impensable en caso de lista única. Si se arma una regla de reparto de diputados post PASO razonable, los vencidos querrán ingresar la mayor cantidad de soldados propios al Congreso. Impensable, así, que no caminen. Para eso tramó esta herramienta Néstor Kirchner: para estimular el compromiso de los derrotados en la empresa.

 

En cualquier caso, Randazzo ya está decidido a ir a internas. Aún si le diera que pierde seguro. Y visto lo anterior, ello debería preocupar más en Balcarce 50 que en el Instituto Patria.

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