Estados Unidos y su invasión en Irak. Comienzo del fin

Por Jorge A Bañales, desde Washington, gentileza Semanario Brecha, especial para Causa Popular.- El presidente Bush, el jefe del Pentágono, Rumsfeld, y los mandos militares dicen que el tiempo y la modalidad de la salida de las tropas de Irak responderán a las “condiciones en el terreno”. La realidad es que la retirada militar la apura el calendario electoral estadounidense.

Jack Murtha es un diputado demócrata que desde 1974 ha representado en el Congreso a un distrito de Pennsylvania, y es una de las apenas 131 personas en la historia de Estados Unidos que ha permanecido más de 30 años en la Cámara de Representantes.

Pero Murtha es también un coronel retirado de la Infantería de Marina que, en sus 37 años de servicio militar, durante los cuales participó en la guerra de Corea y se presentó como voluntario para el combate en la guerra de Vietnam, se ganó una Estrella de Bronce -que se otorga a quienes se distinguen por actos de coraje en combate-; dos condecoraciones Corazón Púrpura -que se otorga a quienes han sufrido heridas en combate- y una Cruz Vietnamita por Coraje, otorgada por el gobierno de Vietnam del Sur.

En el Congreso, Murtha ha sido siempre amigo de los militares, un “halcón” que apoyó firmemente al gobierno del presidente George Bush, padre, en la primera Guerra del Golfo en 1991, tal como antes había apoyado todos los incrementos en gastos militares con los cuales el gobierno del presidente Ronald Reagan agotó a la Unión Soviética en la etapa final de la Guerra Fría. Por supuesto, Murtha también apoyó a Reagan durante la guerra clandestina contra los sandinistas en Nicaragua y los guerrilleros de El Salvador y Guatemala en la década de 1980.

La semana pasada, Murtha, de 73 años, se plantó en el Congreso y declaró que “Estados Unidos ya no puede lograr algo más en términos militares en Irak. Ha llegado el momento de traer las tropas a casa”.

El revuelo que armó Murtha sirvió para que Estados Unidos pusiera en medio del debate público lo que hasta entonces sólo se mencionaba en forma indirecta: la forma y el ritmo de la retirada de las tropas estadounidenses del país invadido en marzo de 2003.

Desde la invasión, lanzada bajo pretextos falsos por el gobierno del presidente George W Bush y organizada por el Pentágono como una expedición libertadora y breve, han muerto más de 2.100 soldados, otros 16 mil han sufrido heridas, y permanecen atascados en Irak más de 150 mil soldados estadounidenses. Las encuestas recientes muestran que entre el 63 y el 65 por ciento de los estadounidenses cree que la guerra fue un error, y -lo más grave- casi el 60 por ciento ahora duda de la honestidad e integridad personal de Bush.

Hubo decenas de comentaristas patrioteros y algunos políticos republicanos que criticaron a Murtha llamándolo desde cobarde a traidor, y el veterano diputado de Pennsylvania dijo que le parecía hasta divertido que así lo llamaran quienes, como el vicepresidente Dick Cheney, y el propio Bush, recurrieron a vericuetos legales y contactos familiares para nunca ir a combate.

Murtha habló largo rato, y presentó algunas propuestas concretas, entre las cuales se destaca el “re-emplazamiento” de las tropas de Estados Unidos dentro de un plazo de seis meses. Tal como Murtha ve la situación, Estados Unidos saldría ganando si retirase pronto la mayor parte de sus tropas de Irak dejando lo que él llama “a los marines en el horizonte”. Esto es una fuerza de intervención rápida que pueda atacar desde el golfo o países de la región a grupos terroristas que establezcan acantonamientos en Irak. El resto, en opinión de Murtha, le corresponde a los iraquíes.

CALENDARIO ELECTORAL. En noviembre de 2006 habrá en Estados Unidos lo que se llama “elecciones de medio término”, que ocurren en la mitad del mandato presidencial y durante las cuales están en juego todos los escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los curules en el Senado. Los republicanos han tenido la mayoría de la Cámara de Representantes desde 1994, y en 2001 se aseguraron el control del Senado.

Pero esta mayoría ahora luce frágil si los diputados y senadores que someterán sus cargos al veredicto de los votantes aparecen demasiado apegados a las políticas de Bush, quien ya no puede buscar su reelección y cuya popularidad sigue cayendo.

En los distritos electorales lejos de la capital, todas las discusiones sobre geopolítica, la democratización de Oriente Medio, la contención del terrorismo musulmán, la reconstrucción económica de Irak y las obligaciones internacionales de Estados Unidos como única superpotencia son asuntos remotos.

Los votantes ven lo que los afecta: el alza sostenida de las tasas de interés, los empujones de inflación, el alto precio de la gasolina, una tasa de desempleo que no merma, el creciente déficit fiscal, el enorme déficit comercial, la invasión de productos manufacturados en el exterior, la inmigración ilegal y, por supuesto, la extensión de las misiones de combate de los soldados regulares y miembros de la Guardia Nacional, el precio creciente en vidas jóvenes y en miles y miles de mutilados y heridos de una guerra cuyo propósito ya nadie entiende.

Ya 79 senadores, demócratas y republicanos, le han pedido a Bush que presente un plan detallado y público para Irak, que incluya hitos específicos y un cronograma para llegar a cada uno de ellos. Esto está a medio camino entre la retirada inmediata y alocada a la que urgen los pacifistas sin consideración alguna por la realidad, y la idea que todavía sigue repitiendo aunque sin mucha convicción el presidente: Estados Unidos se irá de Irak cuando complete “su misión”.

En la misma semana en la cual Murtha destapó el tema de la salida de Irak, su correligionario el senador John Biden, de Delaware, el demócrata de más jerarquía en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, opinó que para fines de 2006 -esto es antes de las elecciones- Estados Unidos habrá “re-desplazado” unos 50 mil soldados en esa región, y que durante 2007 seguirán el mismo rumbo “un número significativo de los 120 mil soldados restantes”.

“En Irak o cerca de sus fronteras permanecerá una fuerza pequeña que pueda atacar cualquier concentración terrorista”, declaró Biden. “Y esto es porque no podemos sustentar 150 mil soldados en Irak sin una extensión de los períodos de emplazamiento, sin enviar a soldados en una cuarta o quinta misión al frente, o sin la movilización de la Guardia Nacional”.

Por su parte el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, dieron sus propias versiones y retoques a lo que ya es aceptado generalmente: en los próximos meses comienza la retirada estadounidense de Irak.

CÓMO Y CUÁNDO. Cuando los iraquíes concurran a las urnas el 15 de diciembre en la elección de un gobierno provisional, habrá en su país aproximadamente 160.800 soldados estadounidenses, la cifra más alta desde el día de la invasión. Rumsfeld asegura que, una vez pasada la elección, saldrán del país unos 20 mil soldados, y Rice indicó que en los meses siguientes disminuirá el contingente militar estadounidense en ese país.

De hecho, Bush ha estado apuntando a lo mismo desde enero pasado cuando declaró que “a medida que las fuerzas militares y de seguridad de Irak asuman más funciones y cubran más terreno, las fuerzas militares de Estados Unidos abandonarán funciones y terreno”.

Pero éste es uno de los elementos más discutidos en Washington: en qué grado y a qué ritmo las fuerzas militares y policiales del gobierno de Bagdad llegarán a una capacidad de operaciones que permita la disminución del papel estadounidense.

El gobierno de Bush afirma que hay ya más de 125 mil soldados y policías iraquíes que han recibido instrucción, forman unidades, tienen uniformes y armamentos y una estructura de mando.

Pero en setiembre el general George W Casey, del Ejército de Estados Unidos y comandante de la fuerza multinacional en Irak, informó al Congreso que sólo un batallón iraquí -esto es menos de mil soldados- podía combatir sin ayuda, y que otro 40 por ciento de la fuerza policial y militar podría llevar a cabo operaciones contra los insurgentes siempre y cuando tengan apoyo de las fuerzas estadounidenses.

La gran ventaja de la fuerza estadounidense es su disponibilidad de transporte y apoyo aéreo -helicópteros para el traslado rápido de tropas, bombardeos o artillería dirigidos desde larga distancia- y la enorme cantidad de vehículos, blindados o no, para el desplazamiento de sus unidades. El ejército iraquí no posee esos medios.
El Pentágono no puede retirar a más de 150 mil soldados de la noche a la mañana, ni tampoco puede emprender una disminución gradual del contingente sin que haya algún tipo de tregua o armisticio: ¿qué soldado querrá quedarse para salir último cuando ya la causa está perdida y el enemigo sigue atacando?

Para retirarse, Washington deberá negociar treguas si no quiere que sus tropas salgan corriendo bajo las balas. Ni los pacifistas ni la Casa Blanca por ahora tocan el tema de con quién se negociará. ¿Con los sunitas vinculados al derrocado Saddam Hussein? ¿Con los chiitas conectados con Irán? ¿O con los terroristas de Al Qaeda?

La senda hacia una salida viable pasa por negociaciones y acomodos con diferentes facciones en distintas regiones de Irak. El año que se avecina mostrará si el gobierno de Bush tiene la astucia suficiente como para salir airoso de un embrollo en el que, como dijo Murtha, ya Estados Unidos nada puede hacer militarmente.

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