España: “gobernabilidad” y escombros

¿Qué sigue tras la investidura de Rajoy?
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Foto: Rozavales | Flickr

Luego de casi un año de idas, vueltas, negociaciones y espantadas, en pocas horas más España reelegirá como jefe de gobierno a Mariano Rajoy. Observar lo que sucede más allá de nuestras fronteras inmediatas, más que curiosidad, es leer los signos de un posible futuro que nos puede concernir, porque en el mundo cada vez nos parecemos más todos a todos, y porque algunos argumentos se repiten para justificar ciertas tomas de posición. Así, el de la gobernabilidad, muy escuchado en el último año en Argentina, es la excusa sobre la que se sostiene la abstención de Ciudadanos, un partido marginal, y la de un peso pesado, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).

 

Al abstenerse de votar -recordemos que se trata del sistema de elección indirecta- harán posible que el Partido Popular (PP) conserve el mandato con los votos propios. Actitud que el actual presidente de gobierno, Mariano Rajoy, calificó como “razonable y responsable”. ¿Qué otra cosa podría decir, aparte de, por lo bajo, darle las gracias a quienes juegan para salvar la alternancia de los dos equipos mayores de la liga?

 

A esta distancia, tal vez lo más interesante es ver el agotamiento, la decadencia, tendiente a la desaparición y la diáspora del PSOE, un partido que conoció su máximo esplendor en el proceso de transición hacia la democracia, luego de decenios de franquismo. ¿Cómo llega, entonces, a esta abstención que permitirá a Mariano Rajoy seguir al frente del Ejecutivo español?

 

Luego del segundo fracaso, el PSOE, con Pedro Sánchez al frente, navegó entre la abstención y el voto en contra a merced de vientos propios. El sector abstencionista sacó a jugar a sus estrellas y Felipe González, en nombre de la seriedad, la razonabilidad y la gobernabilidad levantó la bandera que mostrarán este fin de semana: abstenerse para permitir, sin votar ni en contra ni a favor.

 

6076222942_ed06877f09_bPero cierto conocimiento de los votantes más activos del PSOE supone una deriva de votos, por desengaño, hacia otras opciones políticas. Antes, cada vez que sucedió algo semejante, Izquierda Unida, el partido acaudillado por lo que queda del Partido Comunista, vio crecer su caudal de votantes. Es que muchos aún se quieren ver como socialistas “rojos” y no como “rabanitos del país” -rojos por fuera y blancos por dentro- definición que corresponde a un personaje de Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa.

 

Seguramente ese detalle, y el casi suicidio de su carrera política, llevaron a Pedro Sánchez a emperrarse en participar por el no de la votación de investidura y a su partido a darle vacaciones anticipadas, porque los popes, con Felipe González a la cabeza, habían decidido apoyar a Rajoy.

 

Felipe González y sus amigos tienen negocio propio y no dependen de los votantes, por lo que el futuro del PSOE no les importa demasiado. Seguirán a caballo de la decadencia, hasta que el caballo muera. Sólo que dos elecciones generales, que no cuajaron en gobierno, sirvieron para hacer más sólida la aparición de formaciones y agrupamientos ajenos a la alternancia que obliga al “hoy por ti, mañana por mí”, lo que cuestiona la permanencia en el poder de dos partidos, el PP y el PSOE. Y, como si eso fuera poco, destaparon un pasado que descansaba en el olvido y empezó a menearse con fuerza. ¿Qué pasado? El de Felipe González, que perfilaremos brevemente.

 

Un secreto a voces de la política española indica que aquellas primeras elecciones que ganó el PSOE, con González a la cabeza, tuvieron guión y apoyo financiero del Departamento de Estado, a través de la CIA, además del apoyo explícito de Willy Brandt, cabeza de la socialdemocracia alemana. El objetivo era bloquear al PC español. En esos primeros años de gobierno, a la cabeza del PSOE, González, conocido previamente como camarada “Isidoro”, barrió sistemáticamente a los socialistas “rojos”, abandonando la lucha de clases en nombre de la modernidad.

 

Pero eso no es todo, y por estos días hay una izquierda española que se decidió a llamar pan al pan. Durante su mandato, surgió de la nada un agrupamiento parapolicial muy semejante a las locales AAA, con el apoyo directo o indirecto del gobierno: el Grupo Antiterrorista de Liberación (GAL). El objetivo declarado era la eliminación de ETA, sus militantes y sus simpatizantes más comprometidos. En petit comité y sin posibilidad de citar fuente, varios antiguos militantes del PSOE señalan al propio González como el llamado “señor X”, esto es, el número uno del GAL.

 

Si bien el GAL feneció por sus propias chapuzas, y porque la corrupción extendida en el gobierno socialista cambió el eje y dio argumentos para que el PP lo expulsara de la función pública, por estos días la bronca dio nombre a aquella travesura: terrorismo de estado. Terrorismo de estado en el mejor estilo de la escuela francesa de tortura y desaparición, como en Argelia, como en Argentina.

 

8442333785_285e1ebcca_oEs decir que la crisis de gobernabilidad levantó la alfombra con la que se pretende tapar los muertos y Felipe González pasó de ser un referente histórico, con categoría de estadista, a ser el abanderado de la decadencia de su partido. Para completar la figura faltaría que le den el Nobel de la Paz, como a Henry Kissinger.

 

¿Qué se puede esperar para lo que viene? Quilombos. El PP conservará el poder, pero, sus aliados por la abstención no dejarán de pasarle facturas, en tanto la verdadera oposición seguirá creciendo.

 

Un par de datos permiten completar el cuadro. Por un lado, Bruselas, el centro que conduce la economía de Europa, presiona a España para que siga con los recortes, que prevé de 5.500 millones de Euros para 2017 y una cifra similar para 2018. Por el otro, el hecho de que la calle ya comienza a moverse. Para el mismo día en que se concretará la manito de los amigos para investir a Mariano Rajoy, está prevista una concentración ante el Congreso que, según cuánta gente junte y con qué talante, será un adelanto de lo que vendrá. Por cierto, la Ley de Seguridad Ciudadana, conocida como “ley mordaza”, legisla sobre lo que es lícito decir y lo que se convierte en delito, y penaliza con multas de hasta 30.000 euros los casos de “perturbación grave de la seguridad ciudadana en manifestaciones frente al Congreso, el Senado y asambleas autonómicas, aunque no estuvieran reunidas».

 

Decíamos que observar otros países suele servir de advertencia. Si bien hay quien cree -palabra que se vincula estrechamente con la fe- que hay partidos o movimientos que tienen garantizada una vida eterna, esa idea pertenece más al campo de la religión que al de la política. Los partidos suelen nacer con fuerza como una propuesta para cambiar la realidad social, en cualquier sentido que sea, para terminar extinguiéndose en largas agonías. El proceso es observable sin necesidad de microscopio en la UCR, cuyo canto del cisne fue el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín, y ya se asoma en el PJ, cada día más desdibujado y perdido en luchas minúsculas. En todo caso, lo mejor de esos procesos es que la decadencia de los partidos es el abono en el que nacen nuevas propuestas. En España, el futuro lleva el nombre de los partidos y agrupamientos que nacieron de esos escombros. Y no quedaría al margen el propio PSOE, porque luego de su pase a vacaciones obligadas, Pedro Sánchez escribió en su twitter: «Pronto llegará el momento en que la militancia recupere y reconstruya su PSOE. Un PSOE autónomo, alejado del PP, donde la base decida. Fuerza».

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