Ese muchacho

Rosa María Juana Martínez Suárez, más conocida como Mirtha Legrand, en uno de sus almuerzos televisados, confesó haber pedido la liberación de su sobrina María Fernanda Martínez Suárez a Albano Hardindeguy, ministro del Interior de la última dictadura militar.

La historia de Cómplices del silencio transcurre en Buenos Aires durante el Mundial de fútbol de 1978. El cronista salió de su avant-premiere, con la emoción a flor de piel y un entripado: no le cerraba la liberación de la guerrillera detenida-desaparecida (Florencia Raggi) por su captor, Pablo Pere (Juan Leyrado), un alto funcionario del Ministerio del Interior de la dictadura. En el film, Pere la libera a pedido de Maurizio (Alessio Boni), un periodista italiano que había venido a cubrir el torneo, que se enamoró de la guerrillera y que a causa de esa relación resultó, como ella, secuestrado y ferozmente torturado. Gracias a la intervención de la embajada de su país, en lugar de ser asesinado y arrojado al mar como alimento de los peces, Maurizio es llevado en auto hasta Ezeiza y puesto en el primer avión con rumbo al aeropuerto romano de Fiumicino. Antes de subir al auto, el maltrecho periodista pide y obtiene que también a ella la dejen salir de ese infierno. “Ningún represor real hubiera accedido a un pedido semejante hecho por un simple periodista que acababa de zafar de la muerte, por más italiano que fuera”, se decía el cronista (y menos sí, como Ana, había matado a uno de los militares que la perseguían). Pero tan pronto llegó a su casa se topó con la evidencia de que había personas con la ascendencia suficiente sobre los dictadores como para conseguir libertades semejantes. Viendo 6.7.8 se enteró de lo que había ocurrido poco después del mediodía: Mirtha Legrand había invitado a Raggi y a otra actriz de la película, Patricia Viggiano, y aprovechado la ocasión para contar, premeditadamente (leyó “machetes” con frases de denuncia a la dictadura que dijo haber visto por entonces pintadas en muros de París) y destacando que lo hacía por primera vez, que había logrado salvar a una sobrina suya detenida-desaparecida, pidiéndole por ella a “un General de la Nación”, nada menos que a Albano Hardindeguy, ministro del Interior e íntimo de José Alfredo Martínez de Hoz. “A mi sobrina la liberaron, a él no. Nunca más supimos de él, nunca más (…) lo torturaron muchísimo. Julio se llamaba. Nunca más supimos de él”, insistió embutida en un sacón de plumones amarillos y poniendo cara de canario Twetty.

“Si no supo, es porque no quiso enterarse. Porque sí que hubo más noticias del muchacho”, dice, enfatizando la palabra, Julieta, la hija del desaparecido, en una pizzería de Barracas. Julieta se llama así en honor a su padre, Julio Enzo Panebianco, de 22 años, a quien sus amigos llamaban Rulo. Julio Panebiaco fue secuestrado junto a su esposa y madre de Julieta, María Fernanda Martínez Suárez, el miércoles 2 de marzo de 1977 a la noche en un departamento de la calle Malabia (hoy República Árabe Siria) casi Arenales, frente al Jardín Botánico, y ambos fueron conducidos al centro clandestino de detención conocido como “Club Atlético” (Mirtha dijo al aire que su sobrina creía haber estado en una unidad militar de Palermo), una dependencia de la Policía Federal ubicada en Paseo Colón entre San Juan y Cochabamba. Su madre fue liberada el viernes. Dos semanas después, Julio fue asesinado. Sus captores lo condujeron junto a otros tres desaparecidos, dos muchachas (Elena Kalaidjian y Ana Teresa del Valle Aguilar) y un hombre (Norberto Gómez) a la calle Labardén al 300, cerca de la cancha de Huracán, los metieron en un Citröen 3 CV amarillo de otro desaparecido (Luis Alberto Fuentes) y los ametrallaron a todos, metiéndole a Julio/Rulo varios balazos en la cabeza. Como lo hicieron pasar por un supuesto “enfrentamiento”, se labraron las correspondientes actuaciones en la seccional. Estas actas detallan al personal policial que habría participado del supuesto “tiroteo”, entre el que se encuentra “el auxiliar de inteligencia Rogelio Guastavino”, alías de Raúl Guglielminetti. Los cuerpos fueron sepultados cono N.N. en el cementerio de la Chacarita, donde todos fueron ubicados e identificados excepto el de Julio. Hace seis años, parecía habérselo ubicado y se exhumó un esqueleto ante la mirada del cronista, pero tiempo después el equipo de Antropología Forense informó que no era el suyo.

Julieta, tras destacar que el comentario nada casual de Mirtha se produjo a 33 años de aquellos asesinatos y en vísperas de que estalle “una bola de mierda” cuando se averigüe y dé a conocer la identidad de los progenitores de los niños apropiados por Ernestina Herrera de Noble, dice que no quiere siquiera detenerse a pensar si lo que dice el cronista (que Mirtha podía haberle salvado la vida a su papá, que como mínimo podría haber conseguido que Hardindeguy legalizara su detención) es cierto o no, y que no ha dado ni piensa dar entrevistas porque quiere preservar de disgustos a sus abuelos, “Chofo” (Félix Panebianco, 90 años) y “el abuelo Pepe que fue muy valiente en aquellas épocas”. Se refiere al cineasta José Martínez Suárez, de 85 años, sufrido hermano de Mirtha y de su gemela Silvia, que se casó con un militar. Martínez Suárez es el director del Festival de Cine de Mar del Plata e impulsó en todo lo que pudo la factura del emotivo documental Padres de la Plaza, de Joaquín Daglio, que narra la historia de diez padres de desaparecidos que secundaron a las Madres de Plaza de Mayo, presentado en su última edición. Uno de estos padres recuerda que en un encuentro fortuito durante un vuelo a Córdoba con el mismo almirante Emilio Eduardo Massera con el que Mirtha Legrand seguía confraternizando con posterioridad al secuestro de su sobrina y su marido, le dijo, en el summum del cinismo, que “los chicos (por los desaparecidos) en algún lugar están y en algún momento los devolveremos”.

Tal como Julieta adelantó, el comentario de Mirtha tuvo un considerable impacto en las familias materna y paterna. Apenas se produjo, ese mismo jueves, Silvia, la hermana mayor de Julio le envió de motu propio al cronista (que fue amigo y compañero de militancia de aquél) un e-mail pidiéndole ayuda para escribir su perfil biográfico. Sin embargo, tras infinitas vueltas y vacilaciones a lo largo de toda una semana, terminó negándose a aportar la menor información, ni siquiera dónde cursó Julio la primaria. “No quiero que se publique nada. Si querés, decí que me volví loca”, fue lo único que atinó a decir a modo de explicación.

Es un comportamiento insólito puesto que no hay nada misterioso en la biografía de Julio/Rulo: criado en Lomas de Zamora, cursó estudios secundarios incompletos en el Nacional de Temperley donde se hizo amigo entrañable de Alberto “Lito” Chiapollini, quien fuera secuestrado por una patota de la Armada cinco días antes que él y su mujer. Para entonces, Chiapollini ya había muerto en la ESMA (según dijo uno de los marinos, se suicidó bebiendo agua de un inodoro después de una sesión de picana eléctrica). Rulo y Lito comenzaron a militar en la JP en la Circunscripción 13 (Montserrat) en 1972, siendo su primer responsable Enrique “Keny” Berroeta, también conocido como “Polo” cuyos rastros se perdieron en la ESMA cuando tenía 23 años y cuatro hijos. Otro miembro de aquél ámbito fue Claudia García Iruretagoyena, futura esposa de Marcelo Gelman, cuyos restos todavía son buscados en Uruguay. Rulo militó luego en la JP de la Circunscripción 12 (San Telmo) y más tarde, brevemente en la UES (mientras trataba de terminar el secundario en un colegio de Constitución, probablemente el Nacional 1, Bernardino Rivadavia) y por último en la JTP de la DGI, donde trabajaba. Conoció a María Fernanda en casa de la Negra Alicia País (muerta de un ataque de asma en la cárcel de Villa Devoto a fines de 1977) en Parque Lezama. Alicia era la esposa de Enrique “Quique” Juárez, jefe nacional de la JTP y de la Columna Norte de Montoneros, desaparecido a fines de 1976. Ambos estaban relacionados con el mundo del cine en el que Alicia y María Fernanda se habían conocido y hecho amigas. Más información sobre Julio/Rulo puede encontrarse en http://elairelibre.wordpress.com/2010/06/17/los-sonidos-del-silencio-de-mirtha-legrand/ debajo del título “Pajarraco de la 13 dijo”. En síntesis: Julio Panebianco era un joven optimista, valiente, gracioso y desparpajado, que creía tan sinceramente como el Che en la revolución: Un arquetipo de su generación.

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