Eduardo Anguita hace 25 años que camina en busca de un periodismo diferente y ahora se encuentra en uno de sus mayores desafíos profesionales: la dirección del diario dominical Miradas al Sur. Desde allí trata todos los domingos de acercar a sus lectores a la reflexión antes que a la vorágine informativa de los grandes medios. Revista ZOOM conversó con el autor de La voluntad sobre un periódico con agenda diferenciada del discurso único mediático.
—¿Cómo es conducir un medio como Miradas al Sur que trata de tener una visión diferente de los grandes medios y que sale sólo los domingos?
—La realidad es que se debe hacer un periodismo sin complejos. Lo que nosotros intentamos es hacer buen periodismo, bajo una agenda que pasa inadvertida para el lector promedio. Allí uno puede darle un plus. Para eso se necesita un buen diseño, diagramación y un equilibro de fotos, espacios y destacados. Por algo decimos que hacemos periodismo gráfico, que no es solamente escribir textos sino presentarle al lector la posibilidad de que lo lea con cierto agrado y destacarle aquellas cosas que lo pueden guiar en la lectura: un titular, una foto, un epígrafe para darle aquellas cosas que lo puedan orientar o tener en cuenta al leer esa nota. Esto, que es el abecé del periodismo, no siempre se hace bien y no solo por intereses ideológicos o mercantiles sino porque en el ejercicio profesional del periodismo nosotros no hacemos bien las cosas. Entonces nos preocupamos mucho por competir de acuerdo a los intereses de las empresas o por transmitir una línea editorial o un punto de vista periodístico o por impactar con esas noticias que nos parecen las más importantes y así vamos secundarizando al lector. Este, se supone, es una persona que tiene una cierta mirada ideológica, con la necesidad de sentarse y encontrar algo que esté más o menos a tono con lo que le pasa en la vida. Un periódico puede ser un acompañante o un disparador de cuestiones personales, que tienen que ver con el estado de ánimo y hasta con cuestiones culturales mucho más profundas. Por algo la noticia sirve para interactuar entre personas de esta sociedad.
Digo todo esto porque cuando me ofrecieron dirigir este medio, lo primero que me pregunté era si estaba en condiciones de dirigir una expedición que vaya a una montaña que todavía no se subió. Estoy convencido de que hay muchísimas falencias entre las publicaciones que salen los domingos, pero a su vez sé que tienen arraigo en los lectores, mucha guita de las empresas, cierta complicidad con esta mirada conservadora que tienen los medios gráficos en relación con sus lectores. Convengamos que lograr que alguien te compre periódicamente es tratar de instarlo a un acto conservador.
—Es crear la costumbre
—Vos ahí estás jugando a disputarle ideas al establishment y ser parte de los colectivos que trabajan para una nueva comunicación, pero también en lograr este encadenamiento de todos los domingos entre miles de personas. Sumale a todo eso que esta es una empresa que no tiene los recursos para competir con Clarín o La Nación o Atlántida o Perfil y que tampoco saca solamente medios comprometidos con ideas sociales, ya que en este grupo se publica desde Newsweek hasta Miradas al Sur. Entonces con todo eso tengo que ser conciente que acepté dirigir un periódico en determinadas coordenadas, no solamente para el ejercicio del periodismo sino dentro de un grupo editorial. Así, en el primer número firmé una pequeña notita que hablaba de la libertad de conciencia y de la página de gremiales, que a mí me parece que son dos elementos muy importantes.
La página de gremiales, porque vivimos en una sociedad que ningunea el derecho a la agremiación cuando el 40 % de los trabajadores está en negro y muchos de los que están sindicalizados tienen disputas, como quedó evidenciado en un fallo de la Corte. Y la otra cuestión es que como empleado de una editorial voy a tener mi libertad de conciencia para hacer determinadas cosas y no voy a convocar a nadie para imponerle la obediencia debida.
Sin embargo, cuando hacés un medio de circulación comercial puede ser que pierdas ciertas cosas y que ganes otras. Es un desafío que después de mucho tiempo me daré cuenta si me subí por entusiasmo o si había hecho una evaluación correcta. Te puedo decir, a 28 números de haber empezado, que estoy muy conforme. Además, si tenemos un público que nos compra, nos lee, nos manda cartas y nos orienta, podemos lograr abrir un cauce para impulsar una sociedad donde la democracia sea participativa y real. En donde nosotros podamos estimular a alguien que sepa que la libertad de conciencia es algo que requiere de sus propias agallas y no solo de un sistema que le responde.
—¿Cómo se paran para diferenciarse de los grandes monopolios de la información?
—No nos interesa diferenciarnos porque, justamente, si querés hacer un medio con identidad, te querés comunicar con un público. Si les gustan o no les gustan tu línea editorial o los temas que tratás a los grandes medios, no es tu problema. Si no, sos simplemente un agente de contrainformación, y acá el problema está entre la información y la comunicación. A mí, lo que piense Clarín, de nosotros no me interesa, no hago las cosas para replicarles a ellos.
Para mí es crucial el punto desde donde mirás la comunicación y la información. Nosotros salimos con un medio que está destinado a un público con cierto nivel cultural y político, que viven algunos al día y otros con un pequeño plus, pero que tienen una necesidad de una identidad colectiva. Esto parte del engranaje cotidiano de tener un laburo, de perderlo, de ir al hospital y hacer una cola, de hablar con otros compañeros sobre si el problema es la suba de salarios o conservar el puesto de trabajo. Nos interesa meternos en ese colectivo y ¡vaya que hay material! A veces en las cartas de lectores encuentro mucho más riqueza que en las propias secciones que armamos nosotros. Mi objetivo esta provocar que el lector nos conteste y llegar al público que tiene ideas peronistas comprometidas, socialistas, de izquierda militante, a sectores que a lo mejor pasaron cierta edad pero tienen memoria y otros que están llegando y quieren recuperar la identidad de sus propios padres.
—¿Qué pensás cuando dicen que este diario es una respuesta más cercana del gobierno a la otra prensa?
—Si hiciera una tesis, cuando Miradas… tenga 5 años, te podría contestar. Ahora estoy en un barquito chiquito, conozco algo de corrientes marinas porque hace 25 años que estoy en esto y yo te puedo decir como con un grupo de gente podemos hacer algo. Lo otro queda para los que lo están mirando de afuera. Mi compromiso es con este colectivo de compañeros, colegas y amigos que en un principio me tocó convocar y que ahora somos parte del mismo grupo. Es tratar de que ellos puedan hacer su laburo lo mejor posible y yo también. De disfrutar con contarles historias a otros que puedan serles de utilidad y en las que se vean reflejados para estimularlos a ser trasmisores de las historias que a ellos les toca vivir y que se emparentan con este modo discursivo.
—¿Tiene qué ver con una posición personal?
—Mi posición la di cuando en el menemismo me fui de la Agencia Telam para pasarme 3 años en mi casa escribiendo La Voluntad y elegí un punto de vista de lo que creo que es la investigación periodística y la narración de hechos reales. Con eso y con todos los libros que escribí, me parece que hay una continuidad en el oficio y con las cosas que hice en la militancia siendo mucho más pibe. Ahora, siendo mayor, algunas las reivindico y en otras tengo autocrítica. Por supuesto, cuando uno amplifica lo que dice puede recibir adhesiones y rechazos, lo que es parte de la libertad de expresión. Pero los grandes medios tienen una autopista y nosotros vamos por un camino de tierra.
—¿Van por un camino de tierra?
—Compará cómo tratan los distribuidores y los anunciantes a Miradas al Sur y a los otros medios. Nosotros siempre vamos a tener problemas de distribución, de comercialización, de papel. Estamos en una sociedad que está acostumbrada al autoritarismo de las grandes empresas y para las pequeñas siempre es muy difícil sostener este tipo de productos. Ahí me pongo en la situación del empresario que tuvo la idea de sacar este diario, pero es bueno que él asuma su parte.
Si vos querés salir en el circuito oficial del sistema de distribución, hay ciertas cosas que tenés que aceptar, algunas las cambiarás con el tiempo y otras te las tendrás que bancar.
—Un diario dominical permite contar con toda la información de la semana y esto sirve para tener mayor reflexión. ¿Cuál es la apuesta?
—Es bastante ambiciosa porque nosotros cerramos el sábado a las 7 de la tarde y dejamos muchas páginas para cerrar entre las 4 y las 6. Queremos que el tipo que va a comprarlo a las 7 de la mañana lo haga como pan caliente y también tenemos la pretensión de que a alguien le sirva durante la semana como una galleta marinera. Creemos que puede cumplir las dos funciones y cuando le pregunto a la gente si cuando lee el diario, si compra más de uno, si Miradas… queda para el final, me dicen que no, que la tapa los invita a empezar por Miradas… Y también muchas veces recibo el comentario de gente que dice que le dura 3 ó 4 días de la semana. O que, si bien tiene formato de diario, lo lee como una revista. Apostamos a un semanario con formato de diario y contenido arrevistado. Para eso afinamos los instrumentos con los editores para ver cómo arrancamos la semana y así armar esta ensalada con distintos componentes.
—¿Cómo ves la evolución de una nueva ley de radiodifusión?
—Me parece que es muy difícil que salga y en esto hay que ser realistas. Hubo un gran empeño de parte de muchos sectores que hicieron una patriada interesantísima de la que me siento parte. Sin embargo, creo que es un momento muy difícil para que prospere una ley de radiodifusión. Entonces me parece que hay que poner mucho ingenio, no tanto en la espera del tratamiento parlamentario, sino en todas las cuestiones que podamos hacer más allá de la ley. El gobierno puede hacer muchísimas cosas si milita por un cambio en la comunicación: puede abrir licencias para los medios comunitarios, estimular la presencia de radios y televisoras de baja potencia. Así estimularía a sectores con mucha identidad, que pueden ser los pioneros en eso. Las universidades, escuelas secundarias, organizaciones sociales y asociaciones vecinales y de fomento deberían ser seleccionadas y capacitadas para el ejercicio de la comunicación porque soy partidario de la comunicación comunitaria, en base a que los emisores sean la gente de la comunidad, pero que se les dé todo el instrumental técnico, profesional, narrativo y organizacional para que puedan ejercitar. Me parece que ahí pondría una ficha muy grande y le pediría a este gobierno, a este COMFER y a esta Secretaría de Medios que apuesten a esto, ya que hay experiencias muy interesantes en otros países latinoamericanos. Las intendencias con presupuestos participativos pueden fomentar este tipo de instrumento de comunicación. Por lo que le pondría muchísimo a eso y poco al debate de entendidos, porque ya se hizo y tuvo su resultado: los 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática. Ahora no hay que convertirlos en 25, sino en la capilaridad de la comunicación en cada sector donde haya gente que tenga necesidades de generar sus propios contenidos.
Yo en la medida que puedo participo en dar alguna charla o de una mesa redonda para dar mi punto de vista. Hace un año y medio me habían llamado para organizar una red importante de medios comunitarios e iba a dejar el periodismo para hacer eso, con mucho sacrificio desde todo punto de vista: del tiempo, de los ingresos profesionales, de todo. Estas son las cosas que uno puede ambicionar: poder armar esa red. Creo que si lo hicieran van a encontrar mucha gente que ejerce hace muchos años el periodismo y que podría entrar al circuito.