El espacio de encuentro de gentes provenientes de diversos campos de la cultura, el mundo académico e intelectual que se expresó en la carta abierta (ver aquí) fue el resultado de una clara conciencia de la necesidad de intervenir en la escena nacional a partir de lo que consideramos una clara ofensiva de la derecha contra la legitimidad del gobierno constitucional; una ofensiva motorizada por los dueños de la tierra y que expresó las nuevas modalidades de una derecha refugiada, fundamentalmente, en las corporaciones económicas y en los medios de comunicación más concentrados como el grupo Clarín y La Nación.
Persuadidos de la peligrosidad neogolpista del lockout de las entidades agroganaderas, de la brutalidad reaccionaria de las coberturas mediáticas y de la creciente inclinación de vastos sectores de las clases medias hacia posiciones de franco rechazo al gobierno y en especial a la figura de Cristina Fernández, consideramos que era imperioso iniciar un proceso de intervención política que, al mismo tiempo que señalara el carácter del conflicto, pudiera constituirse en un polo de referencia capaz de aglutinar al campo cultural poco propenso, en las últimos tiempos, a manifestarse más allá de esporádicas firmas de solicitadas. Se trataba, creemos, no de una presentación al viejo estilo ya algo clausurado sino de un pasaje a la política que supusiera la conformación, en el tiempo, de un espacio de ideas que pudiera tener una fuerte presencia pública. De la misma manera, consideramos que era importante hacer cruzar los discursos de la politica con los de aquellos dedicados a la reflexión teórica o a una fuerte actividad en el campo de la cultura, en especial porque veíamos que lo que se estaba perdiendo era, fundamentalmente, la batalla cultural allí donde el gobierno no había sabido o no había visualizado la importancia decisiva de esa batalla. Se trataba no de la economía sino de la política, no de los puntos de crecimiento del PBI o del debate en torno a las retenciones como mero problema técnico, sino de la emergencia en pleno de la conflictividad política, es decir, de un debate siempre postergado en torno a distintos modelos de país y sociedad. Era, de nuevo, la emergencia de lo político que involucra algo más que el éxito de un plan económico para expresarse como disputa esencial alrededor de ideas, valores y figuras antagónicas que pueden encerrarse en esa expresión anancrónica y actual, antigua y urgente que es la cuestión de la «redistribución de la riqueza», es decir, la lucha por la equidad y por devolverle al Estado un rol central en ese combate por construir una sociedad mejor y más justa.
Fue a partir de ese nuevo escenario y con la intención de abrir más, mucho más, la cuestión del espacio público que decidimos a través de la carta abierta girar decididamente hacia la política buscando, también, generar nuevos canales de participación allí donde vemos una debilidad manifiesta del propio gobierno que suele tomar sus decisiones de un modo algo encriptado.
Reclamados por un nuevo tiempo nacional, fuertemente tocados por la dimensión del conflicto desatado por los dueños de la tierra, preocupados por el papel de los medios de comunicación en tanto voceros de una nueva derecha, entusiasmados con el sorprendente giro latinoamericano hacia perspectivas populares y democráticas en una tierra asolada por el neoliberalismo de los noventa, creímos y creemos llegado el tiempo de la intervención política en tanto hombres y mujeres provenientes del campo de las ideas y la cultura.