Es el liberalismo, estúpido

La presencia de una ideología hegemónica como el liberalismo facilitó el despliegue del COVID-19 y generó una crisis a nivel global. Lo colectivo como vacuna.
Por Emmanuel Bonforti*

La famosa Pandemia que azota a la humanidad generó numerosas reflexiones provenientes de filósofos y pensadores occidentales, donde se refleja la preocupación por la intromisión del Estado en el ámbito privado y también la revalorización de la estatalidad como ordenador económico de las naciones. Sin embargo, encontramos un déficit analítico en torno a la búsqueda de las causas y factores históricos e ideológicos que posibilitaron la emergencia del COVID19.

El presente artículo parte de la hipótesis de que la presencia de una ideología hegemónica como el liberalismo facilitó el despliegue del COVID-19 y como consecuencia generó una crisis nivel global. Asimismo se propone identificar los diferentes momentos históricos donde el liberalismo tuvo preponderancia mundial y que reacciones ha generado.

El iluminismo en prima facie liberalismo y la reacción historicista

El liberalismo es mucho más que una filosofía, fue el primer ensayo colonial a nivel a mundial que se desplegó en el plano de las subjetividades. Su partera fue la modernidad y su sujeto histórico fue la burguesía europea hija del conflicto social en la transición con el mundo medieval, su relato filosófico fue el iluminismo. Para América Latina, significó, como dice Fermín Chávez, la ideología de la dependencia, en esa línea va a ser la primer filosofía que institucionalice la creación una periferia social, no sin antes generar las condiciones de su mistificación. Ésta es la instauración de una utopía de carácter universal, donde todos los seres humanos manejemos los mismos parámetros de racionalidad, sociabilización y deseos.

En esta realidad todo es susceptible de matematizarse, la idea de hombre universal despojado de particularidades deviene en dominante, he aquí un pensamiento hegemónico.

El Iluminismo va a generar su propia geopolítica y sus relaciones de poder mundial. En América Latina las luchas independentistas no tuvieron las consecuencias esperadas, prontamente los proyectos de unidad de los Libertadores se vieron desvanecidos en la balcanización continental que generó el nacimiento de veinte raquíticas republicas independientes. Fue el primer trabajo del liberalismo a nivel geopolítico, sus interlocutores la diplomacia británica y sus socios las oligarquías portuarias.

Gran Bretaña, la potencia imperial del siglo XIX, era la impulsora de la filosofía liberal y tenía como objeto cultural borrar el pasado colonial mestizo. La consecuencia era la ruptura de los lazos de solidaridad de la sociedad criolla sembrar la semilla de la discordia y la diferencia entre regiones hermanas construyendo un escenario geográfico y social desigual y combinado.

Pero la historia de la humanidad dio cuenta que toda pretensión hegemónica le siguió su reacción contra hegemónica. En el caso del Iluminismo la respuesta se organizó a través del historicismo quien se diferenció de la universalidad de la razón anteponiendo la particularidad de los pueblos y las condiciones históricas que permiten el desarrollo de aquellos, la relación con el pasado como motor explicativo hacia el futuro.

La materialización de la espiritualidad serán las necesidades de los hombres, los hombres son parteros de la idea y no éstas de los hombres y sus necesidades. Con el historicismo se reducen los reflejos aprioristicos para darle centralidad a la experiencia de los pueblos.

A la matematización de las relaciones comunitarias se le antepone el despliegue de la poesía como lengua madre que deriva en construcción del Espíritu del pueblo (Volksgeist), hay una revalorización de lo sensual sobre la razón, de la creencia contra la comprensión fría de los signos. El mundo de la razón liberal no conducía a un camino univoco, cada decisión en la búsqueda hacia los senderos del progreso es particular de cada pueblo.

El Positivismo, otra estación liberal en el camino de la dominación

La burguesía iluminista aparecía como la expresión plebeya en relación al mundo feudal, es decir, es una filosofía de clase oprimida que devino en opresora puertas afuera de Europa.

Con el advenimiento del positivismo como fase del liberalismo, la antigua clase plebeya europea, es ahora quien detenta el poder político y económico. Con lo cual el positivismo aparece como una fase más conservadora y reaccionaria en la construcción de una cosmovisión del hombre europeo. Para este período la burguesía es la que enfrenta a los avatares revolucionarios desde otro lado del mostrador.

El positivismo está vez no será un atributo únicamente de las naciones europeas, EEUU levanta su bandera y la ubica como filosofía del poder. Asistimos a un racismo explicito que justificaba la dominación sobre los sectores más débiles, carteles en plazas de ciudades del sur de EEUU decían «prohibida a la entrada a los perros y a los negros». El imperio francés en plazas de sus colonias del Asia ponía carteles que decían «prohibida la entrada a perros y a chinos». Los ingleses en la India les exigían a los nativos avanzar en cuatro patas en espacios públicos. Es el positivismo el padre de la última esclavitud

En los EEUU el positivismo significó el aniquilamiento de su población nativa y fue la institucionalización del aparato represor y genocida.

La construcción del modelo geopolítico fue el imperialismo, la ocupación de nuevas tierras y la instalación de regímenes coloniales en Asía y en África, en cuanto a América Latina el positivismo fue el fundamento filosófico para aplicar un tipo de dominación semicolonial.

La reacción antipositivista es conocida y fue objeto de estudio en diferentes instituciones. Situándonos en América Latina la reacción antipositivista viene a desnudar el problema nacional, bajo la pregunta: ¿cómo se construye una nación en medio de una ideología dominante que atenta contra la integridad de las jóvenes naciones?

Pero es una nación con complejidades, ya que está atravesada por tensiones del devenir histórico tanto iluministas como historicistas. Generalmente las reacciones antipositivistas también son ecléticas. El elemento iluminista es pensar la nación a través de un pacto entre partes con vocación para llevarlo adelante. En este enfoque contractualista la idea de nacionalidad queda desdibujada por el universalismo propio del momento de ejecución del contrato.

El aporte historicista al concepto de nación que formula los partidarios de la reacción antipositivista se vincula con la tradición herderiana de Volksgeist, a la inercia del canto de cisne sobre el porvenir, los antipositivistas levantan la voz en la tradición, en la originalidad de las culturas y en la experiencia de los pueblos para comprender sus problemas. Esta concepción del espíritu popular va a derivar en posicionamientos antiimperialistas por parte de la reacción antipositivista que se manifiesta en diferentes pensadores de la época.

La globalización una nueva fase de crisis liberal

Crisis es la palabra que caracteriza a los discursos de la intelligentzia de la época, concepto identificado en el análisis de Gramsci, quien lo asocia a una la inestabilidad en una fase histórica de carácter mundial, detrás del concepto se encuentra el de transición y éste se vincula al de incertidumbre. Siguiendo el esquema de Gramsci si hay crisis es porque una hegemonía se encuentra en discusión.

El COVID es un reverdecer los conceptos de Gramsci, el mundo se encuentra en crisis en el sentido más plural del término, sanitarias, de alimentos, de empleo. Claro está el COVID es el emergente de la Globalización, concepto instituyente desde la caída del Muro de Berlín.

En términos de relaciones internacionales comienzan a aparecer voces que evalúan la posibilidad de alguna modificación en statu quo de dominación global. Es decir, se revisaría la hegemonía de algunos actores señalados como responsable de la crisis en diferentes grados.

Sin embargo es bueno preguntarse ¿cómo sería el desmantelamiento de la superioridad fáctica de la potencia hegemónica que construyó las relaciones de un sistema global de acuerdo a las reglas de la transnacionalidad?

Todo indicaría que nos encontramos ante un mundo dinámico del cual emergería un tipo de bloque de poder Tripolar tal como lo sostiene Jalife Rahme.

Pero si el COVID19 es el emergente de una nueva crisis de hegemonía: ¿qué lugar ocuparía el liberalismo en este andamiaje explicativo? Desde la caída del muro el liberalismo se vio fortalecido en un esquema único de poder, exacerbó la idea de la mistificación de la libertad humana en pos de debilitar las formas de acción colectiva y cooperativas.

Con los años el liberalismo se vigorizó y se convirtió en la ideología totalitaria del fin del siglo XX y del comienzo del XXI, habilitó nuevas formas de accionar político y alteró el orden de prioridades en los reclamos por la igualdad, banalizó las luchas nacionales y sociales. Hasta llegar a lo que algunos sostienen que el objetivo del liberalismo es el un sistema de pos nacionalidades y en última instancia de pos humanismo.

Si la reacción al iluminismo fue el historicismo; y al positivismo fue el antipositivismo, es necesario crear y consolidar una reacción antiglobalista que discuta el status quo del orden global que reconstruya las unidades celulares del desarrollo comunitario, desde la familia, la escuela, el barrio, el municipio, etc. Una reacción en el que confluyan diferentes líneas de ideológicas pero que tenga un programa mínimo de intervención donde el ser humano, la comunidad y la nacionalidad sean el centro motor de un sistema mundial más equitativo. Se trata de generar coincidencias básicas que el liberalismo se encargó de desvirtuar. Será el tiempo del tránsito de lo particular a lo general.

*Sociólogo Facultad de Ciencias Sociales UBA, Periodista Universidad Abierta Interamericana, Maestría en Historia en proceso en la Universidad Nacional de San Martín

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