La seguridad alimentaria de los sectores populares se ha convertido, en poco tiempo, en un verdadero problema. La crisis de las hipotecas de riesgo, la producción de agrocombustibles, el cambio climático, la especulación de los grupos económicos y el consumo creciente de gigantes como China o India son algunos de los factores que rodean este tema clave del siglo XXI.
La seguridad alimentaria de los sectores populares se ha convertido, en poco tiempo, en un verdadero problema que comenzó a sentirse con los incrementos de los precios de la canasta básica (carne, legumbres, verduras; etc.). Desde la revolución verde en los años ’60, el capitalismo se ha interesado afanosamente en la agricultura, y en su afán insaciable de lucro se ha volcado en la producción a gran escala de algunas materias primas, concentrando grandes extensiones de propiedades agrarias, invirtiendo en maquinarias, insumos, control de producción y monopolizando la comercialización. Este modelo, en nombre de la globalización económica, intenta reducir al máximo la función del Estado en el desarrollo nacional imponiendo la privatización para dejar vía libre a las multinacionales con la intención de continuar destruyendo la biodiversidad en beneficio de los monocultivos de exportación.
El incremento de los precios de los cereales afecta cada vez más a un número mayor de países, incitando estallidos y movilizaciones como lo hemos visto recientemente en Kenia, Senegal, Burkina Faso, Camerún, Egipto y Haití. Los motivos del descontento son semejantes en todos los casos, que globalmente obedecen a alicientes económicos: la especulación de repliegue sobre los géneros alimentarios tras la crisis de las hipotecas de riesgo, la producción de agrocombustibles, y el calentamiento climático.
De esta manera, los gobiernos del Norte planifican las políticas agrícolas del Sur, sometiéndolas a directrices del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI) que con sus recetas neoliberales de privatización y Planes de Ajuste Estructural (PAE) desangran cada vez más al mundo.
Ante esta situación, los medios masivos de comunicación responsabilizan a las autoridades de los países periféricos por las catastróficas políticas alimentarias debido a que muchos países importan alimentos en vez de producirlos. Sin embargo, lo que omiten los gurúes mediáticos es que a estos gobiernos de África y América Latina se les ha obligado a aceptar los PAE y ceder buena parte de su soberanía como resultado de deudas contraídas durante dictaduras y gobiernos corruptos. Además, en sus artículos olvidan mencionar que las compañías como ADM, Cargill, General Foods, Monsanto, entre otras, monopolizan semillas, granos e insumos químicos, provocando la ruina, el desplazamiento y la hambruna del campesinado y una buena parte de la población urbana del Tercer Mundo. Esto significa que alrededor de 37 países de África, Asia y América Latina -que representan un total de 89 millones de personas- están afectadas directamente por la crisis alimentaria.
El FMI y el Banco Mundial están ahora “preocupados por lo social”.
En una imagen desbordante de cinismo, el jefe del Banco Mundial, Robert Zoellick, con un pan y una bolsa de arroz frente a las cámaras, se mostró “preocupado” por la suba en un 83% de los precios de los alimentos en los últimos tres años. Afirmó “que mientras todos nos preocupamos por llenar los depósitos de gasolina, millones de personas se preocupan sólo por llenar su estómago”.
Otro de los misericordiosos, Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional (FMI), ha diagnosticado que la inflación en aumento de los alimentos puede tener consecuencias «terribles» para el mundo, como la guerra, por lo que es necesario adoptar medidas para contener la suba de precios.
El presidente de la multinacional de alimentos Nestlé, Peter Brabeck, tampoco se quedó atrás: dice estar preocupado por la situación en una entrevista concedida a un periódico suizo. Afirma que si se pretende cubrir el 20 % de la demanda petrolera con agrocarburantes, no habrá nada que comer. El que también está “sumamente preocupado” por los altos precios de los alimentos en su país y en el exterior es el presidente norteamericano George W. Bush. Éste, aclaró, por si hay dudas, que sólo una pequeña parte del problema ha sido ocasionada por el mayor uso del suministro maicero para la producción de etanol.
Estos personajes, auténticos apóstoles del Apocalipsis, con sus recetas económicas como el Tratado de Libre Comercio (TLC) y las políticas neoliberales no han contribuido en absoluto con la erradicación del hambre en el mundo. Por el contrario, han incrementado la dependencia de los pueblos de las importaciones agrícolas, poniendo en peligro la diversidad de cultivos y la diversidad medioambiental del planeta y de nuestra salud, empujando a millones de campesinos a abandonar sus prácticas agrícolas tradicionales y provocando éxodos rurales.
La realidad hoy es que cientos de millones de personas están cercados por el hambre, la desnutrición y la muerte por inanición.
En esta coyuntura, las poblaciones del Tercer Mundo, asfixiadas por un sistema económico irracional e insostenible, expresan su rabia en todos los continentes, como ocurrió recientemente en Haití, donde el Primer ministro fue destituido de su cargo, así como en Filipinas y en Egipto. Dentro de este escenario se esconden subas aún más violentas en alimentos, como el arroz que subió 60% desde enero. El maíz, atrapado en una guerra de pronunciamientos sobre la sensatez o inconveniencia de convertirlo en combustible para autos, está 35% más caro que a principios de año. El precio del trigo creció 130% en doce meses.
Para proteger sus mercados internos y contener la inflación, China, India y Rusia han aumentado los derechos a la exportación de alimentos. Brasil estudia la posibilidad de crear impuestos sobre la exportación de ciertos alimentos y suspendió recientemente las remesas al exterior de sus disponibilidades de arroz, que suman alrededor de 1,6 millones de toneladas. La suba del maíz ha repercutido enormente en platos típicos derivados de esta oleaginosa, como las tortillas mexicanas o el chipá paraguayo. De un día para otro, a pesar de la sobreproducción de alimentos, la comida barata se encareció con un alza de precios hasta del 80%.
Los autoproclamados expertos económicos y académicos de los Organismos Internacionales mencionados más arriba, intentan evadir el fracaso de sus recetas anteriores, echando la culpa a China por comer demasiada carne y a los africanos por comer de más. O al crecimiento de la demanda, a la “inflación”, o la falta de planificación de los gobiernos y la distorsión de las prioridades.
Según la FAO, el pan, la carne, el azúcar, el maíz y el arroz se tornan cada vez más caros debido al desarrollo de energías alternativas como los biocombustibles.
La suba récord de los precios del petróleo puede generar una escalada mundial de los precios de los alimentos de consumo diario, vaticinan algunos analistas económicos. El precio del crudo sigue batiendo sus propios récords, superando la barrera de los US$ 120.
Según expertos, el cambio climático explica de algún modo el ascenso de los precios de los commodities agrícolas . En Australia casi no llovió en un año. En Bolivia, durante 2007, las lluvias dejaron millones de dólares de pérdidas, afectando a las carreteras, la ganadería y la agricultura. El año pasado hubo sequías en Canadá y una helada seguida de lluvias excesivas deterioró la cosecha en EE.UU, el mayor exportador de trigo del mundo.
En medio de todos estos factores, en Argentina, con el objetivo de detener el aumento de las retenciones, la oligarquía rural inició un lockout en marzo pasado (que duró un mes aproximadamente) y continúa efectuando medidas de reclamo poniendo en evidencia el carácter empresarial de esta protesta, provocando el desabastecimiento de alimentos para la población en un país exportador de alimentos donde lo que se discute no es la escasez, sino quién se queda con la renta extraordinaria que permiten los altísimos precios internacionales.
Fuentes:
– Rebelión.org
– Prensa Latina
– Diario Clarín
– Diario La Nación
– Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).