Por Marta Zaya; especial para Causa Popular
Entre olor a madera y humedad, precisamente en la frontera entre el cielo inmenso y el monte abrasador, hay un pueblo, el de nuestros hermanos mesopotámicos. Crecen y viven entre ruinas jesuíticas y leyendas de yasí yateré, entre hambre cotidiana y esperanza interminable de trabajo que haga llover como el cielo tropical la bonanza para su gente.
Están hechos de tierra roja como la sangre, como el fuego. Tierra que todo lo invade tiñendo de fuerza las cosas que toca.
Esta es la gente de San Ignacio, Misiones, que todos los días trabaja en el comedor que alimenta a muchas almas del pueblo.