Apenas unas horas después de la masiva movilización en repudio al fallo de la Corte Suprema que permite la aplicación del 2×1 para delitos de lesa humanidad, la secretaria general del Sindicato de Trabajadores Judiciales de la Ciudad de Buenos Aires (SITRAJU), Vanesa Siley, recibe a Revista Zoom. Crítica del fallo, Siley cree que los jueces “interpretaron los mensajes enviados desde el gobierno” y asegura que el rechazo social, además de hacer naufragar la construcción de una “mayoría automática del macrismo”, va a generar movimientos internos en la Corte que tal vez permitan “un regreso al poder” de Ricardo Lorenzetti. Siley, además, fue una de las dirigentes gremiales que estuvieron junto a Cristina Fernández de Kirchner el 4 de mayo pasado en la sede porteña del Sindicato Argentino de Docentes Privados (SADOP) cuando afirmó “me excluyo”, frase que algunos interpretaron como una declinación a su candidatura en octubre. La dirigente judicial no cree que Cristina se haya empezado a apoyar por primera vez en los sindicatos sino que la novedad de esta etapa es que la ex mandataria se reúne y dialoga “con nuevos dirigentes” y en ese sentido afirma que no se puede culpar al gobierno anterior “de la falta de recambio generacional o del fortalecimiento de la herramienta sindical”. Integrante de la CGT, Siley cree que la central obrera “se encerró en una estrategia equivocada”, dice que seguir insistiendo en un diálogo irrealizable “los convierte en cómplices de las políticas económicas que se toman” pero rescata su importancia como herramienta sindical. Integrante de la Corriente de Mujeres Sindicales, Siley también habla del lugar de la mujer en el gremialismo en general, y en la CGT en particular. “La política de género tiene que ser de agenda estructural del sindicato y no del corralito de la secretaria de género”.
¿Qué análisis hacen del fallo de la Corte Suprema a favor del 2×1 en crímenes de lesa humanidad?
En términos políticos e históricos, el fallo es un gran retroceso social. Después, desde lo estrictamente jurídico, se utilizó un vericueto procesal, que fue aplicar el principio de la ley más benigna, aunque esa ley al momento de producirse el hecho no existía, y al momento de ser detenido preventivamente el culpable ya había dejado de existir. La Corte se agarró de una ley procesal y no ponderó ni la Constitución Nacional ni los tratados internacionales. Y está legalmente estipulado que los jueces deben interpretar el derecho con la normativa de fondo y también que deben hacerlo en un momento histórico y en una sociedad determinada. El delito de lesa humanidad, no solamente porque así lo estipulan los tratados internacionales incorporados a nuestra Constitución, sino por los propios antecedentes de esta misma Corte Suprema, es imprescriptible. No admite amnistía ni indulto. Todas esas características, que son antecedentes de esta misma Corte, no de la Corte de algún otro país, no fueron tenidas en cuenta. Por lo que todo eso lleva a una conclusión política que es preguntarse por quiénes fueron los que votaron. La mayoría de tres son dos jueces designados por este gobierno, que primero había tratado de designarlos por decreto, y una jueza que lo sigue siendo solo por la clemencia del Poder Ejecutivo que no apeló el amparo judicial que ella presentó para continuar en su puesto aunque ya tenga 75 años y deba jubilarse.
¿El nuevo contexto político propició el fallo?
Por supuesto. Los jueces interpretaron los mensajes enviados desde el gobierno. Porque primero dijeron que los derechos humanos son un curro, después cuestionaron la cantidad de desaparecidos, incluso en boca del mismo presidente, y después quisieron levantar el feriado del 24 de marzo. Todo eso conforma un clima de época. Así como muchas veces las fuerzas policiales leen e interpretan automáticamente el mensaje político de represión, los magistrados hacen lo propio. Pero además acá también hubo algo hablado. Nadie se manda solo a hacer una cuestión como esta, tan dañosa para todos. Fijate que no hubo grieta. Esto fue una decisión política de la cual el gobierno es parte,
¿La repercusión negativa puede tener impacto en la Corte?
Sí. Este era el primer paso para constituir la mayoría automática del macrismo en la Corte Suprema de Justicia, rememorando lo que fue la mayoría automática menemista. Creo que eso fracasó. Esa mayoría automática acabó en su acto inaugural, por lo que creo que va a haber un reordenamiento de fuerzas de los cinco actores que componen la Corte Suprema. Y tal vez haya un regreso al poder de Ricardo Lorenzetti.
¿Cuáles son hoy los principales problemas relacionados con la Justicia?
El poder judicial, no solamente en Argentina, sino en otros países de América Latina, está teniendo graves problemas para funcionar como poder público. Y eso tiene que ver en nuestro país con la lógica de las reglas institucionales objetivas. Es decir, por ejemplo, la condición de permanentes de los magistrados, la eximición de tributos, la falta de transparencia interna, la cultura de funcionar como un feudo, la falta de negociación colectiva. A nivel nacional no existe la paritaria, existe solamente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esos mecanismos la convierten en una estructura cerrada a la sociedad y hace que penetre allí toda una red seudo mafiosa de relaciones entre los servicios de inteligencia y los poderes fácticos. Eso transforma al Poder Judicial en un anclaje para posibilitar la existencia de una democracia de baja intensidad como la que estamos viviendo en Argentina.
¿Y cuál sería la salida a ese problema?
Una nueva constitución social. Hoy no es el momento histórico para hacerlo pero se requiere una nueva constitución social que aplique reformas estructurales del Estado para aggionarlas a los momentos que corren.
“Así como muchas veces las fuerzas policiales leen e interpretan automáticamente el mensaje político de represión, los magistrados hacen lo propio”
El kirchnerismo intentó llevar adelante una “reforma judicial”. ¿En qué cree que falló ese proyecto?
Creo que el proceso de democratización de la justicia tuvo la gran dificultad de que la última palabra recayó sobre el mismo poder judicial. Y también que nos faltó profundizar el debate social. La gente común no sabía qué cazzo era el Consejo de la Magistratura. ¿Cómo alguien va a querer defender votar por alguien si no sabías en qué instancia te iba a representar? Ahí faltó quizás que sea un tema central de la militancia. Tal vez fue porque no dimensionamos el peso específico que iba a cumplir en esta etapa el poder judicial.
El 4 de mato pasado, estuvo, junto a otros dirigentes gremiales, al lado de Cristina Fernandez en el acto que brindó en SADOP. Podría decirse que el sindicalismo, al menos en los últimos años, no fue parte de la masa identitaria del kirchnerismo y como gobierno prefirió apoyarse en otros sectores sociales. ¿Hay en esta nueva etapa una suerte de “resindicalización” de Cristina, una búsqueda por apoyarse también en ciertos referentes sindicales?
Cristina estuvo muchas veces sentada con dirigentes gremiales. Nunca con los que estábamos sentados allí y esa creo que fue la particularidad. Cristina se juntó con una nueva generación de referentes sindicales, con dirigentes que tienen una forma distinta de pensar el sindicalismo y que pretenden tener otro rol social y recuperar la representatividad social. Eso fue lo que tuvo para mí de particular ese encuentro, más allá de que durante todo el 2016, y este año también, los compañeros de la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT tuvimos muchas oportunidades de hablar con ella, de reflexionar incluso sobre por qué, por ejemplo, no se había fomentado desde el gobierno en años anteriores nuevas referencias en el mundo sindical. Que, de todas maneras, yo tengo mi pensamiento al respecto.
¿Le faltó al kirchnerismo darle mayor protagonismo político a los trabajadores o fortalecer la organización sindical?
Creo que es un error, que sirve tal vez para ocultar deficiencias propias, echarle la culpa al Poder Ejecutivo, sea el gobierno que sea, de los problemas que pasan en el movimiento obrero. Nos quejamos de las injerencias pero cuando tenemos problemas le echamos la culpa a los de afuera. Nosotros mismos tenemos que tener la capacidad de generar un recambio generacional y de tener la capacidad de democratizar las estructuras sindicales. En la política hubo un recambio generacional, un nuevo enamoramiento de la juventud, gracias a Néstor y Cristina. Hay algunos que dicen que el kirchnerismo no es peronismo, y gracias a ellos el peronismo volvió a tener su lugar histórico de movimiento transformador. El peronismo fue una mala palabra durante muchos años en nuestro país, responsabilidad del Partido Justicialista durante los años 90. Ese cambio generacional en la política se produjo gracias a que vino un Néstor Kirchner que construyó una nueva credibilidad. En el movimiento obrero no tuvimos un Néstor Kirchner. Entonces ese cambio y esa transformación va a surgir y está surgiendo de abajo para arriba y del interior hacia el centro. Yo no responsabilizaría jamás al gobierno de Néstor y Cristina de esta falta de recambio generacional, de renovación de las estructuras o del fortalecimiento de la herramienta sindical. Creo que es algo que tenemos que resolver en el movimiento obrero.
¿Qué peso tiene el movimiento obrero en esta etapa?
Esto es como el ying y el yang. El hecho de tener un fortalecimiento institucional, gracias a la conformación que le dio el primer peronismo, permite que el movimiento obrero sea el bastión más fuerte para hacer frente al pretendido arrebato de los derechos por parte de la instauración neoliberal. Ahora, eso nos da mucha responsabilidad también. Tenemos que hacer enormes esfuerzos en pos de una unidad programática y estar a la altura de las circunstancias. Lo que no se puede es responsabilizar del curso de los acontecimientos al movimiento obrero. Sí responsabilizarlo si no se decide a dar la lucha, pero vendría a ser como una obligación de medios, no de resultados, porque el resultado definitivamente es político. “No hay solución gremial sin solución política”, decía Lorenzo Miguel. Totalmente cierto. Y es en nuestro país el Estado gobernado por un gobierno popular, más las organizaciones sindicales, lo que va a garantizar la mayor eficiencia en la defensa de los que menos tienen. Solo el sindicalismo no puede, pero solo el Estado tampoco puede. El mejor aliado de un Estado popular tiene que ser el movimiento obrero y más con las características que tiene el movimiento obrero en nuestro país. Y eso quizás permita que se salde también una gran discusión histórica y una confusión del movimiento obrero en épocas donde gobierna un gobierno que defiende a los trabajadores. Por ejemplo, la gran crisis de nuestro gremio sucedió cuando nos opusimos al paro general que lanza [Hugo] Moyano en el año 2012, desde TN. Y eso fue una gran discusión con los compañeros porque, claro, siendo un sindicato, si no adherís a un paro te acusan de carnero. Bueno, tenemos que complejizar esa discusión porque en un gobierno popular, donde el gobierno está luchando con enormes corporaciones que van a atentar contra los trabajadores, hacerle un paro a un gobierno popular es como los paros que le hicieron a [Salvador] Allende. Estamos dándole al enemigo nuestra herramienta y estamos siendo funcionales a eso. Por supuesto, eso requiere voluntad de ambas partes. El movimiento obrero no te puede hacer un paro general siendo gobierno popular pero el Estado tiene que permitir injerencia en las decisiones, para que precisamente no pase eso.
“El movimiento obrero no te puede hacer un paro general siendo gobierno popular pero el Estado tiene que permitir injerencia en las decisiones, para que precisamente no pase eso”
Mencionó a Moyano y ustedes formaron el sindicato luego de romper con la conducción nacional de Julio Piumato. ¿Cómo está hoy la situación?
Yo asumí a fines de 2010, como secretaria general de una lista de unidad con Piumato. Después las diferencias políticas fueron sucediendo, a las que se agregaron diferencias sindicales, y en 2014 fuimos a elecciones en dos listas distintas. Y ahí nosotros ganamos ampliamente por el 87%, en una elección donde votó el 80% del padrón. Una elección muy legítima. Unos meses después Piumato interviene una seccional de Tucumán, que también le había ganado las elecciones y ahí pensamos: la intervención nuestra va a llegar. En 2015, cuando ocurre la marcha de los fiscales por el caso Nisman, donde Piumato pone la estructura sindical al servicio de fiscales de la dictadura, de tipos que además eran denunciado por moobing y acoso laboral, principalmente a mujeres que habían trabajado con ellos, nosotros salimos a repudiar y a despegarnos de esa actitud. Y juntamos un montón de opositores en un montón de provincias del país, tanto de la UJEN como de otros sindicatos judiciales, y sacamos un comunicado en varios diarios. Un mes después de eso, Piumato nos interviene nuestra seccional. El acta de la intervención la fundamenta en base a «desviaciones ideológicas», o sea, algo realmente de otra época. Y ahí se generó un gran debate. Yo soy abogada laboralista y una férrea defensora del modelo sindical argentino, o sea que para mí fue muy difícil armar otro sindicato. Pero los que más dañan al modelo sindical argentino son los que no respetan la democracia interna, no los que arman otros sindicatos. Y nosotros no es que perdimos y nos fuimos. Ganamos y ampliamente. Nos queríamos quedar. Hoy tenemos todo para tener personería gremial pero por una dilación del Ministerio de Trabajo todavía no la tenemos. Y nos federamos con otros sindicatos de primer grado de Chaco y de Santa Fe y nuestra federación, que está en la Confederación General del Trabajo, tiene hoy más afiliados que el sindicato de Piumato a nivel nacional. Obviamente no descartamos ni nos negamos a la unidad de todos los trabajadores judiciales del país.
Como parte de la Corriente Federal de los Trabajadores, ¿cómo ven la relación entre la CGT y el gobierno?
Yo veo una CGT que tomó una decisión estratégica errada. Se encerraron sobre sí mismos y hoy no le pueden encontrar la salida diagonal. Creyeron que es posible dialogar con el gobierno y es imposible. Y seguir insistiendo sobre algo irrealizable los convierte en cómplices de las políticas económicas que se toman. Yo no creo que sean cómplices porque son mis compañeros y pertenecemos a esa central obrera. Pero lo que creo es que, al errarle tanto el camino, están dilapidando el poder sindical. Y eso es lo que más les reprocho. Porque, en definitiva, nosotros tenemos que recuperar como movimiento obrero legitimidad social. La fuerza de un sindicato no se la da ni una patota, ni si tenés mucho poder adquisitivo. Te la da la legitimidad. A la CGT le reprochamos y le exigimos que confronte contra ese gobierno. Los métodos los podemos discutir hasta el final, el tema es la decisión.
¿Apuestan a mantener la CGT como herramienta sindical?
Por supuesto, hasta el final. Porque la herramienta no es el triunvirato. El triunvirato es el triunvirato. La CGT son 75 mil delegados en todo el país. Sin esa herramienta no tenemos nada.
“Al movimiento obrero se lo puede responsabilizar si no se decide a dar la lucha. Lo que no se puede es responsabilizarlo del curso de los acontecimientos”
En el acto en SADOP, Cristina pronunció la famosa frase “me excluyo”. ¿Considera que debería ser candidata este año?
Te voy a decir mi postura personal: a mí me encantaría que Cristina sea candidata. Sin embargo, tengo plena fe en las decisiones de ella como conductora del movimiento, que es quien tiene la visión panorámica de las cosas, más que muchos de nosotros. Y sea o no candidata, deseo que siga siendo la conducción.
¿Qué lugar tiene hoy la mujer en el sindicalismo?
Mujeres sindicalistas existen y hay muchas. Ocupando distintos lugares. Mayoritariamente en la base, en menor medida en los cargos de conducción de comisiones directivas y en aún menor medida en los cargos de secretaría general. Sin embargo en el interior del país, en la mayoría de los gremios provinciales, donde conduce un varón, muchas seccionales son conducidas por mujeres. Lo que pasa es que no somos tantas pero las que estamos tampoco aparecemos. Hay una invisivilización de las mujeres que ya están. Nosotros conformamos Mujeres Sindicalistas y le pusimos a propósito ese nombre. Ni comisión de igualdad, ni comisión de género, ni nada. “Mujeres sindicalistas”, porque nuestro principal eje de debate es ese: mujeres que encuentran su lugar de realización militante, profesional, de vida, en el movimiento obrero organizado. No es mujeres hablando de mujeres sino mujeres hablando de todo. La política de género tiene que ser de agenda estructural del sindicato, como pelear condiciones de trabajo o salario, y no del corralito de la secretaria de género. Por supuesto no desconocemos a todas las compañeras que lucharon por tener una secretaría de género. Pero nosotros tenemos que dar generacionalmente un paso más y decir mujeres sindicalistas. Pensando en todo. ¿Falta que se incorporen mujeres al movimiento obrero? Sí, muchísimo.
¿Se puede pensar hoy en jóvenes y mujeres como parte de la renovación sindical?
Sí, totalmente. Jóvenes y mujeres.