La revuelta popular en Francia ha abierto debates intensos en el campo de la izquierda francesa y europea, en todas sus variantes, desde el área clintoniana hasta la insurreccional. Un argumento que se presenta apasionante no sólo por el volumen de la protesta, también por la transversalidad de los que protestan, y por la radicalidad, todas estas características parecen configurar un evento inédito.
Le Monde utilizó como títular una consigna de los chalecos amarillos que muy pronto se difundió internacionalmente : “Les élites parlent de fin du monde, quand nous, on parle de fin du mois” (Raphaèlle Rérolle, 24.11.18, Le Monde) que podemos traducir como Las elites hablan del fin del mundo, cuando nosotros hablamos de (como) llegar a fin de mes (1). No se puede negar que la frase tiene un gancho inmediato, partiendo de la realidad cotidiana de las personas comunes apunta al corazón del sistema distributivo de la riqueza nacional en fuerte retroceso desde varias décadas respecto a las clases populares.
En las páginas de Zoom hemos presentado el libro “Los Misterios de la Izquierda” del filósofo Jean-Claude Michea (Montpellier 1949); Michea ha escrito una carta a los Chalecos Amarillos, el texto contiene abundantes referencias a la política francesa pero el punto esencial es como describe la base social de la revuelta a partir de su experiencia en las Landas del sur de Francia donde vive, y lo hace con “pocas palabras, concisas y lapidarias”. Hay que señalar que Michea y otros pensadores europeos radicales están atentos a las experiencias de otros países, al contrario del progresismo neoliberista que mantiene siempre la mirada en dirección Norte-Norte (2).
La carta (del 21.11.18) menciona 3 muertos, al 23 de diciembre la cifra ha aumentado a 10.
Estas son las partes esenciales del texto.
Queridos amigos
Solo pocas palabras muy concisas y lapidarias – porque acá estamos metidos en los preparativos para el invierno (cortar la leña, preparar el suelo, las plantas y árboles etc.). Yo estoy de acuerdo con todos vuestros comentarios, como así también con las tesis expresadas en Lugares Comunes (sólo la última afirmación me parece un poco débil a causa de su “occidentalismo”: una verdadera cultura de emancipación popular existe también, naturalmente, en Asia, Africa o América Latina)(3).
El movimiento de los “chalecos amarillos” (un buen ejemplo, a propósito, de aquella creatividad popular de la que hablaba en mi libro Los Misterios de la Izquierda) es, en un cierto sentido, el exacto opuesto de “Nuit Debout” (4). Este movimiento, simplificando, ha sido el primer tentativo – estimulado por la gran prensa burguesa y del “10 %” (o sea, aquellos que se disponen a ser, o se preparan a transformarse en la conducción técnica, política y ‘cultural’ del capitalismo moderno) – de esterilizar la crítica radical al sistema concentrando toda la atención política sobre aquél único poder (que no obstante es decisivo) representado por Wall Street y del famoso “1 %”. Por lo tanto fue una revuelta de aquellos metropolitanos hipermóbiles y super calificados (aunque si una pequeña parte de la nuevas clases medias comienza a conocer aquí y allá, una cierta “precarización”) que constituyen a partir de la era Mitterrand, el vivero principal de la clase dirigente de izquierda y extrema izquierda liberal (y en particular de sus sectores más abiertamente contra revolucionarios y anti populares: Regards, Politis, NP “A”, Université Paris VIII etc.). Aquí, al contrario, los que se rebelan son los que vienen desde abajo (como lo ha analizado recientemente Christophe Guilluy), personas que tienen ya una consciencia revolucionaria suficiente para rechazar la opción de tener que elegir entre explotadores de izquierda y explotadores de derecha.
Por lo que corresponde al argumento de los “ambientalistas” de corte – aquellos que preparan esta “transición energética” que consiste principalmente, como ha demostrado Guillaume Pitron en “La guerre des métaux rares: la face cachée de la transition énergétique et numérique”, en la transferencia de la contaminación de los países occidentales a los países del Sud – argumento según el cual este movimiento espontáneo (los chalecos amarillos) sería obra de aquellos que sostienen la “ideología del automóvil” y “tipos que fuman cigarrillos y se mueven con diesel”, argumento tan absurdo como disgustoso e inmundo: está claro que la mayor parte de los chalecos amarillos no siente ningún placer en tener que subir al coche cada día para ir a trabajar a 50 km de la casa, para ir a hacer las compras en el único centro comercial existente en su región y generalmente situado en pleno campo a 20 km de distancia, o para ir a hacerse atender del único médico, que todavía no se ha jubilado y cuyo consultorio se encuentra a 10 km de su casa. ¡Tomo este dato de mi experiencia en las Landas! Tengo también un vecino de casa que vive con 600 euros al mes y tiene que calcular hasta cual día del mes podrá ir a hacer las compras a Mont-de-Marsan, sin quedarse parado en el camino, según la cantidad de nafta – o diesel, el carburante de los pobres – que podrá comprar. Y apostaría que en cambio son ellos los primeros en comprender que el verdadero problema está precisamente en la aplicación sistemática, durante 40 años, de parte de los sucesivos gobiernos de derecha y de izquierda, del programa liberal que poco a poco ha ido transformando sus pueblos o sus barrios en un desierto sanitario, privados de cualquier centro de abastecimiento de productos de primera necesidad, y donde la empresa más cercana con posibilidades todavía de ofrecer algún puesto de trabajo mal pagado se encuentra a decenas de kilómetros de distancia ( es cierto que existen los ‘proyectos para las periferias’ y esto va muy bien, pero no existe nada parecido para estas aldeas o pueblitos donde vive la mayor parte de la población francesa, oficialmente destinados a la extinción ¡gracias al “sentido de la historia” y “la construcción europea”!).
Obviamente no es el automóvil en cuanto tal – símbolo de su presunta integración en el mundo del consumo – lo que los chalecos amarillos hoy defienden. Se trata simplemente que sus autos diesel de segunda mano (que la Comisión europea está ya tratando de quitarles inventando continuamente nuevos “standars técnicos de calidad”) representan para ellos la última posibilidad de supervivencia, o sea de tener una casa, un trabajo y poder ir a comprar los alimentos para ellos y sus familias, dentro del sistema capitalista actual, que premia siempre más a los ganadores de la globalización. ¡Y qué decir de la “izquierda a kerosene” – esa que vuela de aeropuerto en aeropuerto para llevar a las universidades de todo el mundo (y a todos los ‘festival de Cannes’) la buena palabra “ecologista” y “asociativa”, que se atreve a dar lecciones a los chalecos amarillos!
La única pregunta que me hago es hasta donde puede llegar este tipo de movimiento revolucionario (movimiento que no es extraño, en su génesis, en su programa unificador y en las modalidades de evolución, a la gran revuelta del Sud de 1907) en nuestras tristes condiciones políticas actuales. Porque no tenemos que olvidarnos que tiene enfrente un gobierno thatcheriano de izquierda (el principal consejero de Macron es Mathieu Laine – un hombre de negocios de la City de Londres que se ha ocupado del prefacio de las obras de la bruja Maggie en su traducción al francés), o sea un gobierno cínico y sin miedo, que está preparado – y es ésta la gran diferencia con todos sus predecesores – para llegar a los peores extremos pinotchetianos (como Maggie con los mineros galeses o las huelgas de hambre de los irlandeses) para imponer su ‘sociedad del desarrollo’ y el poder antidemocrático de los jueces que es su corolario. Gobierno que, naturalmente, no tiene nada que temer de los serviles medios de comunicación de la prensa francesa. Tenemos que recordar en efecto, que se cuentan ya tres muertos y centenares de heridos, algunos de los cuales en condiciones muy críticas. Si la memoria no me engaña, necesitamos remontarnos a Mayo de 1968 para encontrar un costo humano equivalente al de estas manifestaciones populares, al menos en área metropolitana. ¿Y es la cobertura mediática de estos hechos dramáticos, al menos hasta el momento, adecuada a la dimensión de los acontecimientos? ¿Y qué hubieran dicho los perros guardianes de France Info si este balance (provisorio) hubiera sido causado, por ejemplo, de un Vladimir Putin o de un Donald Trump?
Y al final pero no menos importante, sobre todo no tenemos que olvidarnos que si el movimiento de los chalecos amarillos ganase más terreno todavía (o mantuviera, como ahora, el sostén de la mayoría de la población), el Estado Benalla-Macroniano no vacilaría ni un segundo en enviar sus Black Bloc y toda su ‘Antifa’ (como las famosas Brigadas Rojas del pasado) para desacreditarlo con cualquier medio, o empujarlo hacia una impasse política suicida (hemos visto por ejemplo, como el estado macroniano ha conseguido en poco tiempo a quitar a la experiencia Zadista de Nore-Dame-des-Landes su apoyo popular original) pero aún si este movimiento valeroso tuviera que interrumpirse a causa del PMA (Parti des médias et de l’argent), en el peor de los casos significará que se ha tratado solo de una prueba general y del comienzo de una larga batalla. Porque la ira que sube desde abajo (apoyada, debo repetirlo una vez más, del 75 % de la población – y por lo tanto atacada por el 95 % de los perros de guardia mediáticos) no retrocederá, simplemente porque la gente no puede más y no quiere saber más nada. ¡El pueblo está verdaderamente en movimiento! Y a menos que no se cambie rumbo no está dispuestos a volver tranquilamente a casa. Que la Versailles de izquierda o de derechas (para usar las palabras de los proscriptos de la Comuna refugiados en Londres) lo sepan!
Con profunda amistad
JC
Notas
1 – La frase que utilizó Le Monde para su título del 24 de noviembre se atribuye a Jean-Marc Mourey, consejero municipal y ex vicepresidente de la comunidad de Municipios de Pays Baumois.
2 – El apoyo a la lucha de los chalecos amarillos ha reunido en el mismo campo, no solo a Jean-Claude Michea, también a Alain Finkielfraut y Toni Negri, habituales “enemigos” de Michea en las polémicas políticas de los últimos tiempos.
3 – El bloguista “progresista”: la lucha de los chalecos amarillos ha desencadenado a los “progres” que se han lanzado en una serie de denuncias contra el movimiento, que según ellos sería una emanación de grupos neofascistas. Me pareció demostrativo el comentario del blog de Guido Petrangeli en la edición italiana del Huffington Post que después de elencar algunas páginas Facebook de estos grupúsculos neofascistas escribe: “En realidad todos estos grupos muy pronto han desmentido su identidad de fachada mostrando una clara hostilidad hacia Macron y su partido” y también denuncia la página “@france_pour_tous” que “declarándose progresista, en cambio se ha concentrado sobre el tema de la pobreza” (”Davero i Gillet Gialli sono un movimento spontaneo?” Guido Petrangeli 11 de marzo 2018).
4 – Las características de los chalecos amarillos no responden a los esquemas habituales como quedó demostrado en Montpellier cuando abrieron sus filas para acoger la manifestación feminista, donde además salieron a la calle sectores de base de la CGT que están presionando a la dirigencia para que tome una posición en el conflicto, mientras tanto la típica consigna de la clase media “¡menos impuestos!” se ha transformado velozmente en “¡menos impuestos para los pobres!” y con esto se ha llegado a una fase importante que es la identificación del enemigo: los ricos y el gobierno que los representa.
Si bien Paris mostró escenas de guerrilla urbana impresionantes hay que mencionar también la particularidad de la lucha en Lyon, las nutridas manifestaciones durante las jornadas del sábado 1.12.18 fueron precedidas por las movilizaciones de los cheminots (ferroviarios) frente al durísimo ataque del gobierno a la empresa estatal de ferrocarriles (SNCF), del personal de los subterráneos y los bomberos. Los chalecos amarillos se concentraban en el bloque permanente de la refinería de Feyzin (periferia sud), se llegó a la convergencia cuando la manifestación que arrancó desde Feyzin se dirigió hacia el centro de la ciudad uniéndose a los estudiantes (en plena lucha contra el aumento de aranceles inexplicablemente anunciado en un momento de grandes movilizaciones por Eduard Philippe para el 2019, para los estudiantes no europeos). Frente al municipio algunos grupos neofascistas fueron rechazados desde la marcha confirmando que el contenedor amarillo no es manejable, son ellos los que deciden quién entra en la marcha y en la lucha y habitualmente no se equivocan. La otra apertura de los chalecos amarillos también se verificó en Lyon cuando adhirieron a la manifestación de los ecologistas, que el sistema mediático presenta como sus enemigos naturales. A la característica de catalizador de las luchas sociales se agrega la del rechazo a la “representación”, no existe hasta el momento el chaleco amarillo que se siente a negociar migajas con el gobierno.
Esta última nota se basa en el artículo de Alessandro Ferrari que participó en Lyon en las manifestaciones de diciembre (“Prove tecniche di convergencia gialla” publicado en Effimera el 22 de diciembre 2018).