Alrededor de casi tres millones de santafesinos y santafesinas se aprestan para votar el próximo domingo 13 de abril a los convencionales constituyentes que reformarán su carta magna provincial, que data del año 1962, en una elección caracterizada por una disputa que va mucho más allá del sentido estricto de la convocatoria.
Así se terminó de revelar en el cierre de listas el 7 de febrero pasado, cuando quedó configurado un mapa político que va desde la homogeneidad oficialista hasta la fragmentación opositora, pero en todos los casos atravesado por una fuerte impronta de figuras probadamente fuertes en el plano electoral.
Pullaro, el jefe
Estuvo claro desde el inicio que el gobernador sería cabeza de lista del frente Unidos para cambiar Santa Fe, la alianza que nuclea a radicales, socialistas, PRO, pastores evangélicos y algunos peronistas disidentes.
Esa decisión parte de la idea de que Pullaro hoy aventaja por varios cuerpos a cualquier desafío opositor, sostenido centralmente por la sensible reducción de la violencia narco en Rosario durante 2024. En ese sentido, el rebrote de asesinatos y balaceras durante enero y principios de febrero encendió alertas, si bien en el gobierno provincial aseguran no haber perdido el control de la situación.
El cierre de listas reforzó al máximo esa idea. No sólo el mandatario radical consolidó su cabecera de nómina, sino que marginó a las principales figuras de su entente: la vicegobernadora macrista Gisela Scaglia, la presidenta socialista de la Cámara de Diputados Clara García, la senadora nacional de la UCR Carolina Losada, todas deseosas de ocupar un lugar en la lista.
Hubo, desde ya, espacios para cada uno de los sectores que ellas representan, pero la determinación pullarista generó tensiones. El argumento del gobernador, dicho en off, fue que el clima anticasta obligó a un diseño de bajo perfil por fuera de él mismo. Otra explicación posible: el dueño de los votos soy yo y nadie más, podrá decir el jefe.
La jugada supone un riesgo. Si el resultado de las elecciones no es lo suficientemente holgado –la posibilidad de una derrota hoy asoma mínima—, el temblor se hará sentir en la Casa Gris. Esta elección, en definitiva, hace las veces de un plebiscito.
El panlibertarismo
Después de varios escarceos, la diputada provincial y panelista Amalia Granata resolvió no confluir en lista única con La Libertad Avanza, lo cual supone una división en el universo electoral afín a la figura del presidente Javier Milei, compartido incluso parcialmente con Maximiliano Pullaro.
Granata ya demostró en dos elecciones que tiene potencia en las urnas. Eso no significa necesariamente pericia política, como lo demuestran las casi constantes rupturas de sus bloques legislativos, tanto en su primer mandato como en el actual.
No obstante, su habilidad para ocupar el centro de la escena, a fuerza de declaraciones escandalosas y virulentos posteos en redes sociales, le permite capitalizar descontentos de variados segmentos sociales. Ahora apunta a convertirse en la más nítida figura opositora a Pullaro, a quien castiga incluso con golpes por debajo del cinturón.
No es ningún secreto que mantiene un buen vínculo con el poderoso asesor presidencial Santiago Caputo, hoy en medio de una tormenta de proporciones bíblicas por la difusión del crudo de la escandalosa entrevista de Joni Viale a Milei por el caso $Libra.
Del otro lado del ring filolibertario se encuentran las huestes santafesinas de Karina Milei, con la jefatura provincial de la diputada nacional Romina Diez. Esa fracción llevará como candidato, con la marca LLA, al también congresista Nicolás Mayoraz, un abogado que saltó a la política junto a Granata en la pelea contra el aborto legal. Ese antiguo vínculo terminó pésimo.
La no unificación de ambas fuerzas relativamente afines se puede explicar por la interna, ahora visiblemente expuesta, en el triángulo de hierro mileísta. Pero además hay otro elemento ciertamente destacable: la propiedad de los votos.
En concreto, Amalia considera que ella, por sí misma, logrará un caudal superior al del sello La Libertad Avanza. Si hubiese accedido a ir por esa fuerza y tuviera una buena performance electoral, el mileísmo intentaría diluirla en el peso del color violeta oficialista. De esta manera, cada uno por su lado, habrá que contar el 23 de abril cuánto vale cada quien.
La balcanización peronista
El cierre de listas expuso también con crudeza el estado de fragmentación monumental que padece hoy el justicialismo de la provincia de Santa Fe: hay tres listas con peronistas a la cabeza y dos ausentes notables, el perottismo y La Cámpora.
Para comprender el proceso que desemboca en este quiebre hay que tener en cuenta varios aspectos. De manera sintética, podría decirse que las divisiones vienen desde hace un tiempo prolongado, explotaron cuando Omar Perotti y sus diputados votaron a favor de la reforma constitucional, y terminaron de volar por el aire en un polémico congreso partidario.
Se pondrá aquí el foco en los dos últimos episodios arriba mencionados, ambos ocurridos en diciembre. A principios de mes, contra la instrucción de la cúpula del Partido Justicialista santafesino, el bloque perottista de la Cámara de Diputados aprobó la ley de necesidad de reforma constitucional que había enviado Pullaro. Esa bancada tenía la llave de los 2/3 para avanzar en esa dirección y la usó.
Llovieron, previsiblemente, las acusaciones de traición. La tribu del ex gobernador respondió que su espacio actuó acorde a sus convicciones reformistas y recordó que el sector de mayor peso en la conducción partidaria, los senadores provinciales liderados por Armando Traferri, se cansaron de negociar por las suyas durante los doce años de Frente Progresista, con el socialismo a la cabeza.
En ese contexto, se convocó para fin de diciembre a un congreso partidario en forma virtual. Algunos segmentos, como La Cámpora, empujaban la expulsión de los diputados perottistas. Otros no compartían esa posición, pero destacaban su mirada crítica con un punto en particular: la elección de convencionales no había habilitado PASO y eso complicaba sustantivamente al peronismo. Las huestes del ex mandatario retrucaban con una propuesta: neolemas y núcleo de coincidencias básicas para confluir luego en la convención.
Todo terminó de la peor manera. El senador nacional Marcelo Lewandowski denunció que había congresales truchos conectados y se retiró del Zoom. Celia Arena, diputada de Perotti, hizo lo propio. El Movimiento Evita también pegó el portazo. La Cámpora y un grupo de intendentes aliados no siguieron el mismo camino, pero luego criticaron lo sucedido.
Con ese clima se llegó al cierre de listas en febrero. Lewandowski, último candidato a gobernador del peronismo, ya tenía resuelto ir con nómina propia por fuera del PJ y así lo hizo. Incluyó en los primeros lugares a dirigentes sindicales de La Bancaria y la UOM Rosario, una empresaria de la Federación Industrial de Santa Fe, ex socialistas como Rubén Giustiniani e intendentes, además de dirigentes de su sector como la santafesina Silvina Frana. ¿El principal fuerte de este armado? El propio senador, a priori quien mejor mide en el campo panperonista.
Le dará la pelea Juan Monteverde, el ascendente líder de Ciudad Futura, una fuerza de centro izquierda con fuerte presencia en Rosario. De hecho, este dirigente quedó cerca de ganar la intendencia en 2023, en una alianza con el peronismo. Ahora decidió reforzar aquella línea de acción: encabezará la nómina del PJ oficial, seguida por referentes de Traferri, el Frente Renovador de Sergio Massa, otro grupo de intendentes justicialistas, el rossismo y el Movimiento Evita, quien volvió al ruedo original por ser principal aliado de CF.
Intentará terciar en esa disputa Roberto Sukerman, también rosarino, ex candidato a intendente de esa ciudad, ex rossista y ex ministro de Trabajo de Perotti. Lo hará con el partido PAIS, sin alianzas. Aún con volumen electoral en la gran urbe del sur santafesino, aparece prima facie como la opción más débil.
La paradoja última son los ausentes. El perottismo resolvió no participar de la contienda, ya sea con lista propia o integrando otras nóminas, por considerar que la estrategia electoral del peronismo fue pobre y con resultados funestos en el horizonte. Sus mayores detractores públicos, la diputada nacional Florencia Carignano y La Cámpora, tomaron finalmente igual sendero, aunque con un argumento distinto: la imposibilidad de alcanzar la unidad.