“Perón tenía la convicción de que la columna vertebral de la revolución que había liberado a la Argentina de la servidumbre a los imperialismos posteriores a Yalta eran los trabajadores organizados, y quería confiarles a ellos ser los portadores del mensaje liberador del peronismo, para buscar armonizar en la misma búsqueda de la libertad soberana de nuestros pueblos a todos los trabajadores latinoamericanos.”
Saúl Ubaldini
En las entrañas de la tradición del pensamiento nacional-latinoamericano aparece una idea alrededor de la necesidad de un pensamiento creativo que sigue lo que había reclamado el maestro Simón Rodríguez: había que inventar para no errar. Es decir, si uno copia acríticamente, sin tomar en cuenta el contexto histórico, social, cultural, económico, etc. lo más probable es que no logre solucionar las diversas problemáticas. Esto no significa el rechazo de las ideas germinadas en otro contexto o tiempo, sino su incorporación en relación a las necesidades nacionales.
En este marco, el peronismo es un movimiento genuinamente original que parte de nuestra realidad y procura solucionar las diferentes problemáticas de nuestro país. Un traje confeccionado a medida de nuestro país. Se trata de la búsqueda de una solución nacional a los problemas nacionales. No casualmente Jorge Bolívar pone de relieve que, para la comprensión o el abordaje del peronismo, muchos se encuentran con un obstáculo: no atreverse a considerarlo como una doctrina que pueda superar las ideologías y las formas de vida de su tiempo.
La obra de Perón se enmarca claramente en la construcción de una episteme pensada desde y para la periferia. Se trata del alejamiento del individualismo acérrimo como del colectivismo extremo, en tanto esos dos caminos llevan a romper la vida comunitaria de los pueblos. En este esquema el desarrollo de la noción de Tercera Posición es nodal como veremos.
Resulta fundamental rescatar el pensamiento de Perón observando la articulación de su visión anti-imperialista que se encuentra profundamente ligada a la cuestión de la Patria Grande. El enfrentamiento al imperialismo es retomando la tradición de la integración hispanoamericana, la senda de la Patria Grande, del mestizaje. Y en este marco considera central la unidad de los trabajadores como vamos a abordar en adelante.
Esa tradición en torno a la integración hispanoamericana es una clave no solo para comprender la historia, sino como construcción política. A lo largo de nuestra historia se enfrentan –o entran en tensión—, dos grandes tradiciones: la que piensa en términos de las patrias chicas y la que lo hace en relación a la Patria Grande.
Desde las luchas por la emancipación se enfrentaron estos dos proyectos que podemos sintetizar en la “desobediencia” del Libertador San Martín a la burguesía comercial porteña expresada por Rivadavia y su grupo político que pretendía que “bajara” a combatir a la montonera, para continuar con la guerra por la emancipación. En esa “desobediencia” hay un conjunto de significados interesantes en torno a estos dos proyectos, a la función del ejército, al papel a desempeñar y el lugar de los pueblos, etc.
José de San Martín conjuntamente con la generación que parió nuestra emancipación pensaron la unidad y construcción de una Gran Patria no sólo por una cuestión política sino que no hacían más que partir de la realidad y hundir su pensamiento y acción política en la unificación que venía del momento mismo de lo que Amelia Podetti llama “la irrupción de América en la historia”
Culminado el proceso de emancipación en Ayacucho (1824) comienza Gran Bretaña con las diversas elites de las ciudades-puertos mayormente a tejer las maniobras que terminarán balcanizando nuestro continente. Se trata del nacimiento de las “patrias chicas” subordinadas al interés extranjero. Se trata de obturar la posibilidad de avanzar en la emancipación económica para así frustrar o limitar la política.
Esta tensión entre los dos proyectos no termina allí sino que continúa hasta nuestros días. Uno de los maestros militares de Perón, el General José María Sarobe sintetiza que “la unidad espiritual y moral de la América Ibérica surge de la gesta de su descubrimiento y de su conquista, del ideal de libertad acariciado por sus precursores, de la acción de sus guerreros y del pensamiento de sus estadistas a través de más de una centuria de vida independiente. Ese ardiente y hondo sentimiento americano lo rubricó en épicas campañas y en cien campos de batalla, la sangre de sus guerreros, en la vasta extensión del continente”.
Todas estas cuestiones explican la idea de la conformación de una central de trabajadores propia de Latinoamérica, del impulso llevado adelante en relación a la misma por la Confederación General del Trabajo (CGT), del peronismo y del mismo Perón. Ahora bien, centrales en nuestro continente existían pero tenían ciertas particularidades, veamos…
El análisis de la posguerra había tenido un lugar principal en el pensamiento de Perón tempranamente, ya que a mediados de 1944 –antes de llegar a conducir los destinos de la Patria—, conforma el Consejo Nacional de Posguerra, órgano nodal para comprender la planificación del peronismo a través de los planes quinquenales.
Resulta claro que una vez finalizado el conflicto bélico tanto la Unión Soviética como los Estados Unidos toman una enorme dimensión en el marco de la geopolítica, desencadenando un “enfrentamiento” en las áreas más diversas. Así, la disputa por los trabajadores y sus organizaciones no podía quedar fuera de esa lucha. De esta forma, al comienzo de la década de 1950 a nivel mundial el sindicalismo se dividió en dos grandes centrales: por un lado la Federación Sindical Mundial (FSM) que se encontraba bajo la impronta soviética; y por el otro, la Confederación de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL), bajo el influjo norteamericano.
Vale destacar que esta última entre sus objetivos tiene la lucha contra el peronismo al cual consideraba una dictadura de características nazi-fascista. Victoria Basualdo rescata las palabras de un integrante de una federación del transporte integrada en la CIOSL en un Congreso en Londres donde dice “el dictador Perón desarrolló una política sistemática que tenía como objetivo transformar a las organizaciones sindicales argentinas en instrumentos gubernamentales para la esclavitud de los trabajadores”, muchos fueron “cooptados”, y otros que quisieron resistir al “dictador demagógico” pero encontraron la derrota “algunos por diversos trucos, otros como resultado de la corrupción de sus líderes, y los restantes por la violencia de un adversario demasiado poderoso para ellos”.
América Latina no escapaba a este esquema mundial, sino que lo replicaba, ya que por un lado se encontraba la Central de Trabajadores de América Latina (CTAL), dependiente de la FSM, y por otro la Organización Regional de Trabajadores (ORIT), conformada sobre la base de la Confederación Interamericana de Trabajadores (CIT) donde estaba integrado el Comité de Acción Sindical Independiente (COASI) que nucleaba a los gremios anti-peronistas, y dependiente de la CIOSL. Esta última, sobre todo –replicando también lo que se daba en la central global—, hacía énfasis en su “lucha” contra el peronismo y la CGT, a través de un personaje, a saber: Seferino Romualdi.
Perón venía desarrollando una noción que junto con la de Comunidad Organizada resultan probablemente los elementos más novedosos y originales de la Doctrina Peronista. Comenzó a plantear la idea a mediados de 1944, y la fue “afinando” hasta tener una expresión clara y profunda hacia 1947. Referimos a la tercera posición es una concepción filosófica y política. No se trata de un posicionamiento intermedio entre las dos concepciones que mencionamos anteriormente: el individualismo liberal y el colectivismo, tampoco significa una posición neutral ni estática. Refiere a una tercera ya que viene después de la segunda (la respuesta, que termina siendo limitada, al individualismo por parte del colectivismo extremo).
Fermín Chávez lo explicó magistralmente al argumentar que “la idea de que el hombre está sobre los sistemas constituye el núcleo antropológico y filosófico de la Tercera Posición. Se trata del hombre integral, rescatado de las filosofías naturalistas, sociobiologistas, economicistas y materialistas dialécticas que reconocen como raíz el pensamiento de la ilustración, por el cual la persona humana quedó parcialmente vaciada, por exclusión de componentes sustanciales: las creencias, la fe, las potencias no racionales, el sentido de lo sagrado. El justicialismo reconoce su centro de irradiación en un hombre recuperado en la totalidad de su ser. Y se proyecta de lo interno a lo externo como Tercera Posición humanista y cristiana”.
No resulta casual entonces que desde el movimiento peronista es de dónde salieron mayores esfuerzos para conformar una central pensada desde y para los trabajadores latinoamericanos. Cabe mencionar, aunque sea una historia conocida, que Perón le otorga a los trabajadores un lugar central en el movimiento nacional[1], tanto por las políticas que lleva adelante, como por los lugares que ellos ocupan en el gobierno: la mentada “columna vertebral” del justicialismo.
Así, desde la CGT comienzaron a construirse los cimientos de una central de trabajadores de la Patria Grande. Es dentro de la central donde se crea en 1947 un Departamento Internacional que conduce el Secretario Adjunto de la CGT Antonio Valerga que organizaba la participación de los trabajadores argentinos en las conferencias mundiales.
En paralelo, Perón diseña la reforma de la Ley de Servicio Exterior, creando el cargo de Agregado Obrero, quienes van a estar profundamente ligados al mencionado Departamento de la CGT. Entre sus misiones centrales se encuentra la difusión de la Tercera Posición y el establecimiento de vínculos con los trabajadores del mundo, pero con especial interés en los latinoamericanos. Este es el puntal desde dónde se comienza a vertebrar la idea de una central latinoamericana.
De esta forma, en 1952 se da la Primera Conferencia Regional Obrera de la Cuenca del Plata en Paraguay que tiene como corolario la conformación del Comité de Unidad Sindical Latinoamericana. Daniel Parcero, que estudia profundamente la cuestión, recupera las expresiones de los delegados de la CGT que afirman: “queremos levantar todo el potencial obrero de América a efectos de reconquistar nuestras riquezas económicas, y recuperar el intercambio, dirigiéndolo, para elevar el nivel de la vida de los pueblos”.
En otro trabajo clave sobre nuestra temática Panella reproduce el documento “Bases para la creación de una Central Obrera Latinoamericana”, allí se establecen tres dimensiones sobre las cuales se pretende trabajar, se afirma en el mismo: “cuando los trabadores se decidan a constituir una auténtica central obrera latinoamericana, lo harán en base a tres objetivos fundamentales: el individuo, la nación y el continente”, procurando que cada país avance en el reconocimiento y sanción de los derechos de los trabajadores, estableciendo lazos de solidaridad, y también denunciando casos de colonialismo como el de Malvinas, las Guayanas o Belice.
Establecidos los pilares sobre los cuales trabajar, el 25 de noviembre del mismo año (1952) se da nacimiento en la Ciudad de México a la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), cuya Secretaría General queda a cargo de la CGT Argentina a través de la figura de José Espejo. En su Declaración de Principios queda en claro lo que propugna, considerando que el ATLAS nace “para lograr el enaltecimiento de las masas trabajadoras latinoamericanas, y la grandeza y liberación de los pueblos es preciso la unidad sincera de todos los trabajadores, identificados por el común propósito de afirmar, en cada país, los ideales democráticos de la justicia social, de la libertad económica y de la independencia política”. El vínculo con el ideal justicialista queda plasmado en el final.
Se trata de una Central de Trabajadores de la Patria Grande que a diferencia de las otras expresiones, no dependía de ninguno de los imperialismos en pugna, ni nacía por interés de éstos, sino que estaba pensada desde y para nuestro continente latinoamericano. Hundía sus raíces en las problemáticas de cada uno de los países, de los trabajadores latinoamericanos para buscar soluciones propias a esas problemáticas. Abogaba por el fortalecimiento de los reclamos particulares desde la unidad, y procuraba la integración desde lo bajo, desde los pueblos y sus organizaciones gremiales que son permanentes.
En una declaración lo expresan claramente “ATLAS nació para lograr la unidad de los pueblos latinoamericanos, luchando contra la explotación, la miseria y el hambre que imperan en el Continente. ATLAS se basa en un auténtico americanismo elaborado en base no a teorías ni abstracciones de gabinete, sino de acuerdo con la realidad que viven hoy los pueblos del Continente. La entidad quiere un americanismo ecuménico extraído del núcleo vivo de la situación actual y para ello levanta una triple bandera de Justicia Social, Soberanía Política e Independencia Económica”.
Las organizaciones sindicales que formaban el ATLAS aportaban un porcentaje de los aportes sindicales. La central crea comisiones asesoras para cooperar en la solución de las diversas problemáticas que se presentan, defiende fuertemente la adopción por parte de los diferentes gobiernos de convenios colectivos de trabajo, la mejora de los salarios de los trabajadores.
Asimismo contaba con un órgano de difusión en común que era el “Boletín informativo de la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas” (ATLAS), y luego como sostiene en su medular trabajo CGT y ATLAS, Manuel Urriza conformó a través de una gran cantidad de periódicos “una verdadera red informativa y de opinión que circulaba por todo el continente”. Ahora los trabajadores contaban con órganos de expresión para hacer escuchar su voz, para potenciar la difusión de sus problemas, etc. En un documento sostienen que “allí donde se oiga un grito de angustia, una voz que pide ayuda, allí está ATLAS porque ATLAS es carne y alma de los pueblos de América Latina y porque está constituida por auténticos trabajadores que saben del dolor y la miseria de nuestros pueblos ya que han nacido de sus propias entrañas”.
Al poco tiempo de entrar en funcionamiento el ATLAS cuenta con comités y presencia en prácticamente todos los países de nuestro continente. Es importante señalar que en esos años hay cinco gobiernos en nuestro continente que resultan propicios para hacer escuchar la voz de los trabajadores, y que también abogan por la integración. Además del peronismo en nuestro país, encontramos a Getulio Vargas en Brasil, Ibáñez del Campo en Chile, el MNR en Bolivia y Jacobo Arbenz en Guatemala. En algunos de estos gobiernos encuentra un fuerte apoyo la conformación del ATLAS.
A mediados de 1953 se produce un cambio en la Secretaría General del ATLAS con el alejamiento de Espejo, y la asunción en su lugar del cubano Fernando Pérez Vidal. Bajo su secretaría realizó una gira por los países del continente y sostuvo la misma posición que venía sosteniendo desde su inicio. En Perón y Atlas Panella reproduce las palabras del cubano: “en la actualidad, ATLAS ha cimentado las aspiraciones y postulados de los trabajadores con una central única que brega por auténticos intereses obreros y al margen de la pugna política. Las dos centrales existentes están al servicio de facciones internacionales y de potencias que luchan por la imposición de sus principios. La ORIT es un instrumento del capitalismo; la CTAL lo del comunismo. Sólo ATLAS puede levantar con orgullo una auténtica bandera sindical”.
En 1954 la Secretaría General vuelve a la Argentina, esta vez recae en Juan R. Garone. Las transformaciones políticas operadas en América Latina van a tener un impacto importante en el ATLAS. En 1954 es derrocado Arbenz, se produce el suicidio de Vargas, y al otro año el golpe más duro que es el derrocamiento del peronismo, ya que este último como manifestamos había sido su principal impulsor sobre todo a través de la CGT que es intervenida al igual que el ATLAS quemando documentación e incautando sus bienes. No obstante, el ATLAS, con muchas dificultades sigue adelante, Garone tiene un intercambio permanente con Perón.
En 1962 se reúne el Comando Ejecutivo del ATLAS dando cuenta de su difícil situación. Comenzaba a terminarse la experiencia de la central. No obstante, la idea de cimentar la unidad de la Patria Grande desde lo bajo, a través de la unidad de los trabajadores del continente resulta un hecho absolutamente significativo y que continúa vigente hoy porque es parte de la lucha por la gran Nación inconclusa.
Perón lo expresó claramente cuando afirmó: “consideramos que si América Latina ha de integrarse como son los deseos de casi todos los dirigentes populares, esto ha de comenzar a tener su base en la organización sindical que es donde está el numen verdadero del pueblo. No olvidemos esto: el pueblo argentino se unió también sobre la clase trabajadora. Pensamos que ese mismo experimento que nos ha dado tanto éxito en la Argentina nos puede dar el mismo éxito en el Continente”.
[1] El lugar que Perón le da a los trabajadores en el movimiento nacional lo tratamos en otro artículo, de esta revista hace algunos años: Perón y el lugar de los trabajadores (en el movimiento nacional). Mayo de 2017.