El regreso de una infamia: perón, evita y el oro nazi

Por Militancia Peronista.- Cada tanto, reaparecen en los grandes medios noticias y comentarios acerca de la relación de Perón y Evita con el nazismo. Poco sutilmente, se intenta reeditar esa vieja zoncera acerca de la filiación ideológica del peronismo cercana a ese infame producto del capitalismo más avanzado, como si fuera ello posible en un país dependiente como Argentina. El texto que se adjunta es una declaración de militantes peronistas convocados por Avelino Fernández y redactada por Carlos Paz; fue publicada en 1998, aproximadamente. Si ahora la reproducimos es porque, en estos días, se está reiterando la infamia y su texto mantiene plena actualidad. Pero, además, porque también en este mes se cumplen sendos aniversarios del fallecimiento de ambos compañeros. Vaya esta difusión también en su homenaje.

En los últimos tiempos la prensa argentina ha recogido sin la menor reserva y con insospechado entusiasmo noticias procedentes de los EEUU y Europa sobre el presunto ingreso de oro nazi en la Argentina en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial.

A esta información de carácter histórico, que hubiera pasado desapercibida en medio de los males cotidianos que afligen a la mayoría de los argentinos, se la condimentó con algunos detalles truculentos que hacen imposible ignorarla: las riquezas traídas por los nazis habrían sido robadas a los judíos exterminados en los campos de concentración y con ellas habrían entrado millares de nazis -alguno hasta se animó a hablar de sesenta mil–, todos ellos comprometidos con los horrendos crímenes cometidos por el nazismo.

Y, como para que no faltara nada en esta historia de terror, se le agregó otro detalle escalofriante y menos inocente todavía: los nazis y su tesoro habrían entrado con la interesada complicidad de Perón y Evita, que no sólo eran agentes del nazismo, sino que se beneficiaron apoderándose de buena parte de esas riquezas.

Tampoco faltaron periodistas comprometidos con el alfonsinismo, como Enrique Vázquez, que no tuvieron inconvenientes en darle a la historia algunos toques melodramáticos y afirmar que el dinero usado por Evita para su inmensa obra social formaba parte del despojo que los nazis le habían hecho a aquellos judíos asesinados en los campos de concentración.

Una infamia de esta naturaleza no revela sólo la falta de seriedad en los periodistas que se hicieron eco de esta noticia, sino un profundo compromiso con la paciente tarea emprendida por el “proceso”, el alfonsinismo y el menemismo de enterrar históricamente a Perón, Evita, los trabajadores y todos los militantes peronistas que dieron su vida y su libertad por construir una Argentina diferente, una Argentina justa, libre y soberana.

Para desmentir estas acusaciones, basta con recurrir a los orígenes de esta historia que, en su momento, había pasado al olvido por su probada falsedad. Los datos en que se basa para probar las supuestas relaciones de Perón con los nazis están copiados hasta en sus menores detalles del libro de Silvano Santander, Técnica de una traición, publicado en Montevideo en 1953. Pero todos los que la repiten se cuidan de mencionarlo. De allí lo tomarían, entre otros, Juan José Sebreli y Alicia Dujovne Ortiz.

Así, la noticia de que la campaña electoral de Perón en 1946 habría sido financiada por sociedades anónimas presididas por Ludwig Freude, puede leerse en las páginas 71 y 72 del libro de Santander; el crecimiento de las inversiones alemanas en la Argentina, en la página 77; aunque algunos, como Sebreli -por el apuro o por inflación intelectual– escribe 30.000 millones; el arribo de los submarinos con el fabuloso tesoro nazi está en la página 37. Y así podría seguirse hasta el final.

Pero, ¿por qué la mayoría no lo menciona? ¿Una negligencia? ¿Una mala información? ¿Un olvido? No, nada de esto. La respuesta a este silencio hay que buscarla en el alto precio que paga la deshonestidad de quien transcribe hechos citados por una fuente a la que nadie toma en serio, como ocurre con el casi olvidado libro de Santander, basado en el todavía más desprestigiado Libro Azul de los tiempos de Braden, pergeñado en complicidad con el Departamento de Estado durante la campaña electoral de la Unión Democrática, medio siglo atrás.

Pero las faltas de los periodistas, consciente o inconscientemente comprometidos en esta campaña de desprestigio a Perón y Evita, no terminan aquí.

Aún más grave resulta que se tomen al pie de la letra hechos no debidamente probados, sin preocuparse siquiera por mencionar a aquéllos que se ocuparon de desmentirlos y probar su falsedad. Así, la seriedad profesional indica que alguien celoso de la verdad no debiera omitir, por ejemplo, la extensa y documentada refutación que el Teniente General Carlos Von der Becke, implicado en las denuncias de Santander, publicó a fines de 1956, en plena “revolución libertadora”, titulada Destrucción de una infamia.

Allí hubiera leído que el embajador uruguayo en Estados Unidos informó a su gobierno que John Moros Cabot, entonces secretario auxiliar de Estado y secretario de la Embajada norteamericana en la Argentina en tiempo de los sucesos narrados por Santander, le había confiado, en presencia de testigos, que “la documentación contenida en el libro del señor Santander no era exacta”.

Muchos otros, en su momento, denunciaron públicamente que las fotocopias reproducidas por Santander eran groseras falsificaciones. Hasta pudo haber leído al mismo Sebreli que, allá por 1966, en sus tiempos de coqueteo con el peronismo, escribía a propósito de la denuncia de Santander sobre el dinero que la Embajada alemana le habría entregado a Evita: “La patraña de Santander es muy burda, ya que Eva Duarte era entonces sólo una actriz poco cotizada”.

Tan evidente era la falsedad de aquellas acusaciones, urdidas por los servicios de inteligencia norteamericano y británico allá por 1945 para impedir el triunfo del movimiento popular que encabezaba el entonces Coronel Perón, que las famosas comisiones investigadoras creadas por la autodenominada “revolución libertadora” no pudieron probar nada y, seguramente con todo pesar, debieron ignorarlas en el canallesco Libro negro de la segunda tiranía, que recogió el resultado de esas investigaciones y otras infamias no desdeñables.

Sin embargo, nada de esto le importa a la llamada prensa seria de la Argentina, preocupada por continuar con la misión de sepultar de una vez al peronismo y, con él, al necesario proyecto de construir una Argentina justa, sin tutelas externas, libre de los explotadores de adentro y de afuera, verdadera protagonista de su destino.

El regreso de esta infamia que quiere transformar a Perón y Evita en agentes nazis, enriquecidos con el oro robado a los judíos, no es casual, sino que forma parte del vaciamiento material y espiritual que está padeciendo el pueblo argentino. Porque el pensamiento y la obra de esos dos formidables patriotas todavía amenazan desde la historia al modelo de la Argentina colonial, sometida a los grupos económicos y a los acreedores externos que lleva adelante el menemismo.

Quienes agravian la memoria de Perón y Evita no lo hacen por miedo al pasado, sino por miedo a perder los privilegios que este presente de sumisión y vasallaje les deja. Porque el peronismo fue el “hecho maldito del país burgués” en tanto fue antiimperialista y antioligárquico, y su resurgimiento provoca preocupación, justamente, porque es el único capaz de impugnar este modelo político, económico y cultural que hoy sumerge en la postración, en la pobreza, en la ignorancia, en la inseguridad y en la frustración a la Argentina.

Quienes deseamos vivir en una Argentina diferente, con dignidad y justicia, integrada a la Patria Grande, sin miedo al porvenir, y continuamos abrazando las banderas históricas que flamearon por vez primera aquel memorable 17 de octubre de 1945, no podemos aceptar en silencio la resurrección de esta infamia, no podemos aceptarla por respeto a la memoria de Perón, Evita y los miles de compañeros peronistas caídos en la lucha por la liberación nacional.

Tampoco podemos aceptarla porque sería renunciar a nuestro compromiso de terminar con esta Argentina colonial, agobiada por la miseria, la injusticia y la opresión, y por fe en el futuro mejor al que todos aspiramos. Si queremos construir otra historia tendremos que hacerlo con el pasado y el presente que honran los trabajadores, y en esa historia del provenir seguramente no tendrán cabida los Braden, ni los Santander, ni los Menem, ni los traidores al movimiento popular, sino Perón, Evita y los que consagraron su vida a la construcción de una Patria justa, libre y soberana.

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MILITANCIA PERONISTA

Avelino Fernández, Sebastián Borro, Carlos Paz, Floreal Ferrara, Envar El Kadri, Alejandro Olmos, Luis Donikián, Alfredo Ferraresi, Dante Rubio, Juan Carlos Blotta, Oscar Luna, Raúl Arri, Hipólito Gallardo, Ana T. Lorenzo, Leonor Troxler, Hugo Blanchetti, Alberto Quiroga, Dalmira López, Margarita Nelly Rocca, Irene García, Marcos Rodríguez, Carlos H. Juliá, Maruca Ortega de Carrasco, Daniel Mancuso, Jacinto Oviedo, Juan Carlos Raucher, Enrique Mario Maciel.

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