El progresismo, parte del esquema kirchnerista o pura parábola

La agenda del Gobierno luego del voto de Cobos está lejos de haber significado un giro completo hacia el centro. El progresismo no logra penetrar seriamente en el piso que significa el electorado peronista. Los escenarios posibles del 2009 atravesados por un clima que se resume en la consabida frase «sí, pero yo ¿en qué lugar voy en la lista?». Un artículo para polemizar con uno de los blogger políticos de referencia en la web desde su bitácora Mide/No Mide.

El título de este breve texto surge a partir de una simple y nada original idea que quiero desarrollar. Y todo esto como nueva muestra de un vicio del centroizquierda o progresismo —algo menos grave a mayores dosis de «nacional y popular», claro—: esa necesidad o gusto por discutirse y rediscutirse de manera casi permanente. No sé si esto se cura en alguna granja de rehabilitación, pero algún día debería terminar.

Más allá de esto, y para no sufrir tanto el síndrome de abstinencia, empezaré por decir lo que se llama a veces con cierto desprecio «dispositivo» kirchnerista o —maldita sea— «aparato» del PJ es la única estructura que hoy sostiene (de sostener, mantener firme o sujeta una cosa) una serie de políticas que están reñidas con cualquier enfoque de derecha realmente existente en la Argentina. Para sólo mencionar las que surgieron luego de la derrota en la disputa con el agro:

– La política exterior de fortalecimiento inédito de los lazos con Sudamérica.
– La Ley de Movilidad Jubilatoria.
– La reestatización de Aerolíneas Argentinas.

Sumo dos para la polémica, a las que yo llamaría «una de arena»: pago al Club de París, sí, pero cash para evitar negociaciones de aspectos de la política económica; revaluación de tarifas de gas, sí, pero con acuerdo de reducción sustancial del precio de la garrafa —no como la «garrafa social» de 2004 que era de mentira—. Agregue también si quiere la política hacia el agro post 125 que apunta a una apertura pero sin dar exactamente todo lo que se pide desde esa corporación.

Dicho de otro modo: la agenda del Gobierno nacional luego del voto de Cobos puede haber sido moderada o de buenos modales pero está lejos de haber significado un giro completo hacia el centro, donde podría haberse sentido (aún) más el calor de las encuestas.

Tema aparte parece ser la cuestión inflacionaria: «hay que parar la inflación» bien puede ser una frase dicha desde la izquierda o desde la derecha. Es como decir: «al refugio que viene el huracán Ike, levanten todos las sombrillas». En ese caso, la dicen los republicanos y los demócratas y también Raúl Castro. Pero la cuestión acá es el «cómo» y qué se busca a través del reclamo. Todos desde Gabriela Michetti a cualquier oficialista bien nacido le dirán que debe buscarse evitar el «impuesto inflacionario» a los pobres o le llamarán la atención, como honestamente lo hace la diputada Victoria Donda, que los números de pobreza e indigencia están empezando a flaquear y que los municipios tienen más requerimientos de asistencia alimentaria. Pero la disyuntiva real parece ser: si para dar cuenta de la inflación y también de los vencimientos de deuda de 2009 vamos a tener que comernos un ajustazo sobre los sectores de ingresos fijos o si vamos a seguir —con intermitencias, con dificultades— con una agenda heterodoxa en la que ninguna corporación sabe bien cómo va a terminar parada. En la que es la política y no los eslogans de varios economistas, políticos y uno o dos diarios determinan qué sucederá. Yo apoyaría la segunda y no parece ser descartada todavía por el Gobierno nacional.

Con respecto a la reapertura del canje de deuda, supongo que toda la historia tiene que ver con tranquilizar un poco la histeria de las cuentas de cara a los próximos dos años de gestión. Que nadie quiera voltear fácil al Gobierno, bah. Si es buena o no la medida dependerá, justamente, del aire que logren los Kirchner en lo político, me parece.

En ese contexto, me gustaría señalar que «pejotización», algo de lo que se acusa por lo menos una vez por día a Néstor Kirchner, no quiere decir algo muy concreto. No significa influencia directa sobre la agenda del Gobierno. Si no, supongo, no existirían Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Luis Barrionuevo, Francisco De Narváez & co. Y Elisa Carrió y Mauricio Macri se quedarían sin interlocutores entre quienes hablan el idioma del establishment. Lo que un gobierno en funciones busca son apoyos. Gente para subirse al palco. Y ¿a quién iría a buscar usted si fuera gobierno? ¿A Daniel Scioli o a Martha Maffei?

Y ahora, pasemos al centroizquierda. Antes de comenzar hay que tener en mente una serie de cuestiones que no están ni bien ni mal. Pero que son así:

– Las discusiones que escuchamos, que se dan por ahí y que nos inundarán durante los próximos seis meses, por lo menos, tienen que ver con cuestiones electorales. Cuestiones que en el contexto de una dirigencia sin partidos que necesita como el agua de los cargos políticos para seguir existiendo (políticamente) se resumen en la consabida frase «sí, pero yo ¿en qué lugar voy en la lista?».

– El centroizquierda no logra penetrar seriamente en el piso que significa el electorado peronista. En ese al que le gustaría representar.

– Las clases medias urbanas están enojadas. Enojadísimas, a pesar de haber sido quizás el único sector social tratado con guantes de seda por el matrimonio Kirchner de 2003 a esta parte.

Después de tanto prolegómeno ya no queda mucho más por decir. Lo que me queda a mano son un par de opiniones. La primera es adherir a cierto consenso más o menos establecido a partir de este escenario según el cual el centroizquierda puede funcionar, no perdiendo su autonomía, como parte del esquema kirchnerista. Esto se logra sumando votos a listas propias desde los sectores que no quieren resignar parte de la agenda del Gobierno pero que no se animan a votar PJ. ¿Que son poquitos votos dirá usted? Puede ser, pero es lo que toca. En el fino desfiladero que al Este limita con convertirse en Omar Viviani y al Oeste con los votantes de Barrio Parque, a mi gusto es lo único que queda para sobrevivir sin resignar identidad.

Esto, claro está, echa por la borda los delirios a destiempo de Víctor De Gennaro y la Constituyente Social que se hará en octubre en Jujuy. Le digo más, imagine si Kirchner tiene el buen reflejo de, como prometió otra vez la semana que pasó, darle algo así como la personería jurídica a la CTA. De eso no queda nada.

A esta altura, además, parece claro que los dirigentes o intelectuales que tienen que liderar ese espacio posible son los que no se pronunciaron en contra de la Resolución 125 o, más aún, la bancaron a riesgo de mancharse las manos de peronismo en demasía (googléelos). Y que esta gente de la que hablamos tiene asiento en la capital y en la Provincia de Buenos Aires. ¿O hay que aclarar todavía que Luis Juez y Hermes Binner juegan a otra cosa?

Desde esta perspectiva, ¿qué puede deparar el futuro de este sector haciendo una elección decorosa el año próximo?

a) Peor escenario: que el Gobierno se haga pelota a base de errores y que luego se derechice tarde y mal, reventando por años toda la agenda del progresismo dando así a luz en 2011 a un gobierno de derecha tout court. Habrá sido malo entonces haber seguido la perspectiva de este humilde comentarista. Claudio Lozano, Pino Solanas y De Gennaro habrán tenido razón y, quizás, con menos votos que nunca, podrán pararse a brindar sobre las ruinas de un centroizquierda que jamás gobernará.

b) Escenario intermedio: seguir creciendo de a poco, sumar sin apurar los tiempos, en un país que, por ahora, sigue bailando los vaivenes del peronismo.

c) Gran escenario: el Gobierno se recompone sin tirar por la borda la agenda de centroizquierda, llega a 2011 con posibilidades, el centroizquierda ocupa el hueco dejado por los radicales K en la coalición oficialista y suma así Ministerios, pero, sobre todo, intendencias y —déjenme soñar— alguna Gobernación. De esto se trataba la política ¿o no?

Una pequeña postdata: aún si los vientos del electorado argentino virasen de manera violenta hacia el centroderecha en los años por venir, como sucedió en la Ciudad de Buenos Aires, algún sector debe seguir sosteniendo la agenda de distribución del ingreso, derechos laborales, alianzas con las organizaciones de los sectores populares, política exterior latinoamericanista, etc. A esto, habrá que sumarle, donde se pueda, en cualquier cargo ejecutivo que se abra, gestión, gestión y gestión a cualquier nivel de gobierno. Me parece.

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