A partir de la puja con el campo, el gobierno y quienes en distintos grados de adhesión defienden este proceso terminamos de entender que la pelea iba más allá. La batalla mediática, que de entrada ayudó a que los patrones agrarios aparecieran como los sufridos hombres de campo que todas las madrugadas hacían la patria grande, prefiguró el terreno en lo sucesivo. Tal vez, se entendió tarde que por más concesiones que se hicieran, las empresas de comunicación siempre van a defender sus intereses y, por tanto, hay que tener una relación más inteligente y madura, nunca en una sola dirección. Por ejemplo, impulsando una nueva ley de radiodifusión.
Si uno analiza las últimas iniciativas políticas del gobierno, por caso Aerolíneas o las AFJP, se ve claro cómo los medios primero tratan de imponer los intereses corporativos pero, cuando ven que no cuajan en la sociedad, y no hay quién los defienda dignamente más allá del coro de loritos de la oposición mediática, se ponen en zona ¿neutral?. Un eufemismo, ya que solo esperan una mejor oportunidad.
Pareciera que para los medios masivos solo es noticia lo que le hace algún daño al gobierno. Parafraseando al lomense armador de la derecha conservadora y protegido del gran diario argentino, este gobierno está condenado al ninguneo permanente. La virtual desaparición de la agenda pública del debate sobre la estatización de las jubilaciones conforme el oficialismo fue haciendo primar su mayoría en ambas cámaras legislativas es una vergonzosa muestra de que los reclamos de debate son pour la gallerie. A horas de la casi segura aprobación en el Senado del proyecto del Ejecutivo, el tema aparece casi de compromiso en los titulares.
TN ya no miente, sino que ahora quiere instalar a la oposición descaramente. En estos días, a la señora Carrió la presentaron y la pasearon como la referente de la oposición. Les duró un día la saga: un anciano con una enfermedad severa los desautorizó y, de paso, se cobró varias facturas que tenía pendiente con la denunciante compulsiva por los agravios gratuitos a su persona y al partido cuando a ella le convenía agraviarlos.
El gobierno deberá pensar muy bien su estrategia comunicacional de cara al 2009, intentando construir una alternativa al paradigma que sostiene que no se puede gobernar sin Clarín. ¿El oficialismo carece por completo de militancia y organización social para acometer este desafío? En un punto, sí. Igual les pasa a todos los partidos políticos en la Argentina en los últimos quince años, por eso hay tanta dependencia de lo mediático en un juego perverso y elitista donde llegan unos pocos y solo los que los medios seleccionan.
Este nivel de dependencia que se ha generado en los últimos tiempos a caballo de haber destruído la participación popular en la política se lo debemos al PJ, al radicalismo, al progresismo y a todos los actores políticos que tuvieron oportunidad de construir y organizar la militancia política y social pero prefirieron ser actores de reparto bajo las luces del set a construir una alternativa independiente.
En el fondo, la pelea con los medios y la elaboración de una política comunicacional propia solo puede entenderse en el marco de la hiperconcentración de la economía, que amenaza profundizarse con la crisis financiera global. No hay enfrentamiento posible en el ágora electrónica ni ley de radiodifusión que garantice el derecho a la información, como tampoco habrá soberanía alimentaria ni redistribución de la riqueza, sin una decisión firme, consecuente y patriótica de intervenir para astillar y licuar la concentración económica.
Cuando los poderosos hacen todo lo posible por instalar un nuevo ajuste y hacernos retroceder desde una era de crecimiento a discutir entre despidos o rebajas salariales, en el campo nacional y popular debemos recordar dos cosas fundamentales. Nunca produciremos los cambios profundos que soñamos y que el pueblo espera con organizaciones políticas y sociales tan endebles. Pero tampoco lo haremos si nos encocoramos denostando a los medios masivos, ya sea desde el gobierno o desde el llano, sin combatir con coherencia, convicción y sin renuncios la supremacía de sus dueños, los grandes grupos económicos que se sirven de todos los tipos de pantallas.