En un contexto de crisis política y económica, Argentina transita un proceso de reconfiguración que enfrenta al peronismo con desafíos internos y externos. Con la inminente designación de Cristina Fernández de Kirchner como presidenta del Partido Justicialista (PJ), el mayor espacio político opositor se reorganiza mientras intenta forjar una estrategia que contrarreste la ofensiva liberal impulsada por el gobierno de Javier Milei. Sin embargo, dentro del propio peronismo surgen diferencias de enfoque que podrían complicar la unidad necesaria en tiempos de creciente tensión social y económica.
La reciente decisión judicial que despeja el camino para la asunción de Cristina Fernández de Kirchner al frente del PJ otorga nuevo peso a su liderazgo. Esta consolidación busca fortalecer al peronismo como un bloque sólido frente a las políticas de ajuste de Milei, pero también destaca divisiones internas en torno a diferencias políticas pre existentes como el enfrentamiento histórico del kirchnerismo con el peronismo cordobés, o la relación con los gobernadores de Tucumán y Catamarca, más propensos al acuerdo con el gobierno nacional, además que la reciente interna frustrada ha dejado al gobernador riojano Ricardo Quintela y a muchos de sus seguidores muy resentidos.
Por el otro lado el conflicto con el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, quien emerge como líder de un sector importante del propio kirchnerismo y de otros sectores políticos, esta generando mucho ruido dentro del principal partido opositor. Kicillof se erige como una figura clave opositora, siendo hoy por hoy el candidato con más apoyo popular con vistas a la próxima elección presidencial. Su gestión basada en una visión de Estado presente y políticas sociales activas, funciona como contraste con el modelo mileista de destrucción del Estado y la primacía del libre mercado.
Esta divergencia dentro del mismo kirchnerismo es producto más de cuestiones personales, celos, estilos de conducción y peleas por cargos en la elecciones futuras, que por diferencias ideológicas. Aunque el peronismo parece decidido a resistir el proyecto liberal, estas diferencias en su base podrían erosionar su capacidad de acción conjunta.
El avance de la nueva derecha liderada por Milei, con su programa de desregulación económica, privatizaciones y apertura de mercados, ha generado una creciente presión sobre sectores productivos y laborales. El respaldo de la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) al modelo liberal ha desencadenado tensiones dentro del empresariado, especialmente entre los sectores pymes que se sienten agredidos y el empresariado concentrado que espera conseguir ventajas del modelo liberal.
Las pequeñas y medianas empresas industriales, que dependen de un mercado interno protegido, observan con alarma las consecuencias de la apertura indiscriminada y el ajuste que plantea el gobierno. En respuesta a esta situación y a que su rubro –la siderurgia— está siendo afectado, el líder de la UIA, Paolo Rocca sorprendió al demandar recientemente medidas proteccionistas para contrarrestar el impacto de las importaciones chinas, un giro inesperado que refleja la presión ejercida por el modelo económico en curso sobre todo el entramado productivo.
El gobierno de Milei, en línea con su ideario de mercado libre, rechazó cualquier posibilidad de implementar políticas de defensa industrial, lo que profundiza las fricciones con los sectores productivos. Para Milei y sus aliados, el modelo primarizador, basado en la exportación de materias primas y la liberalización de regulaciones, es la vía para captar inversión extranjera y maximizar las ganancias de corto plazo. Sin embargo, este enfoque está generando un costo social creciente, con un aumento en la precarización laboral y el deterioro de las condiciones de vida, especialmente en los sectores más vulnerables.
En este clima de descontento, distintas organizaciones pymes, como el Movimiento Productivo 25 de Mayo, IPA, PymesSur, CEEN, APYME, etc, han comenzado a articular propuestas en defensa del mercado interno, advirtiendo sobre los riesgos de una desindustrialización acelerada y la creciente dependencia de los mercados externos. En su visión, la apertura sin restricciones compromete la capacidad productiva y acentúa la fragilidad económica del país, dejando al país a merced de los vaivenes del mercado global.
La pulseada entre el modelo de Milei y el enfoque industrialista impulsado por sectores pymes, gremiales y políticos, configura una disputa sobre el lugar que debería ocupar Argentina en la economía global. Mientras el gobierno apuesta por una economía abierta donde el capital privado fija las prioridades, el modelo defendido por los sectores productivos locales aboga por un Estado activo que proteja la industria y promueva el valor agregado. Desde esta perspectiva, el país necesita políticas que aseguren una base productiva sólida y que minimicen la dependencia de los ciclos económicos internacionales.
La nueva dirección del PJ, bajo el liderazgo de Cristina Kirchner, tiene la oportunidad de presentar una alternativa que refuerce el modelo productivo y desafíe la primarización económica. No obstante, el reto central será encontrar una cohesión interna y una base de apoyo lo suficientemente amplia para contrarrestar el avance de las políticas neoliberales.
La capacidad del peronismo de articular una respuesta sólida y consensuada con otros sectores políticos y sociales se perfila como crucial para defender un modelo económico inclusivo que permita estabilidad y crecimiento a largo plazo.
Argentina se encuentra nuevamente en una encrucijada, donde las próximas decisiones definirán su rumbo económico y social. El enfrentamiento entre la visión liberal de Milei y el enfoque productivista que el peronismo podría impulsar promete marcar el futuro inmediato del país, en un contexto de alta volatilidad y una creciente demanda de soluciones que puedan ofrecer perspectivas de progreso inclusivo.