EL ORGULLO DE SER CAMPESINO

En la finca jujeña de El Pongo, Eduardo Silveyra entrevistó al productor José Jorge Guevara, quien junto a otros campesinos, le hace frente a los atropellos de Gerardo Morales.

El sol brilla a pleno en el cielo inmenso y azul. Por momentos a nuestros costados, o hacia el frente, se recortan las siluetas verdes y oscuras de los cerros jujeños. Vamos desde San Salvador por la ruta 34 rumbo a El Pongo, una finca de once mil hectáreas con una larga historia detrás. Pasados unos kilómetros de la localidad de Perico, salimos de la ruta y bajamos por un camino de tierra, donde en el cruce con otra senda casi oculta por los matorrales, nos espera José Luis Fuentes, un hijo de productores y campesino del mismo lugar. Anastasia García, referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena, es quien conduce el vehículo al cual le seguimos la huella, por ese camino un tanto embarrado que atraviesa sembradíos de hortalizas, maizales y retazos de monte. Moisés Rioja, comunicador y fotógrafo, junto a Anastasia, me resumen entre mate y mate, la historia de El Pongo. 

Por ellos sé que la finca fue fundada por los hermanos Arturo y Plinio Zabala en los años 20 del siglo pasado y que fue este último, quien poco antes de morir, firmó un testamento en el cual dejaba la “firma El Pongo, El Cadillal, La Posta, al hospital que lleva el nombre de mi hermano, Arturo Zabala, para que mitigue el dolor de los pobres, en los dolores de las enfermedades y la muerte”. Sin embargo, las buenas intenciones del benefactor, se fueron diluyendo con el paso del tiempo. El Pongo es administrado por el estado provincial, el cual arrienda las tierras a familias campesinas, productoras de buena parte de las hortalizas que se consumen en las capitales de Jujuy y Salta. Esa modalidad se viene llevando desde mediados de los años 70, pero, desde la asunción de Gerardo Morales como gobernador, las cosas comenzaron a cambiar. De ese cambio, nos habla José Jorge Guevara, un campesino jujeño, que lleva largo tiempo afincado junto a su familia en esas tierras.

“El primero en llegar fue mi padre, hace más de 40 años atrás, siempre trabajando como arrenderos. Después seguí yo, mis hijos y ahora mis nietos, siempre produciendo acelga, tomates, papas, maíz, lo que sea. Siempre arrendando obligadamente, porque después de tantos años ya somos dueños. Yo le hablo así por derecho, porque ellos vienen, están dos días aquí y hacen lo que se les canta; los que trabajamos aquí deberíamos ser amos y señores del lugar, porque estamos todos los días trabajando. Y vos pensás con qué derecho hacen lo que hacen, porque tienen un cargo político. Es todo al revés, el estado está para asistir y administrar, no para sacar. Esto se lo digo al gobernador de frente, no tengo problemas. 

Acá siempre hubo problemas, desde que tengo uso de razón, hubo problemas en El Pongo. Él, cuando vino acá, siendo senador a buscar los votos para ser gobernador, nos decía: “Apoyenme, que los voy a regularizar. A medida que vayan cumpliendo los 20 años, por la ley veinteañal les voy a ir dando los títulos. Así ustedes pagan sus impuestos y son dueños de la tierra. Va a ser todo legal”. 

Nos prometía que iba a dar los títulos de propiedad y ahora se quiere apropiar de la tierra para su emprendimiento. Ellos tienen el poder político y nunca hacen rendición de cuentas. Pero en la última lucha que hicimos, estaban los medios y yo le pasé factura, le dije que no mintiera más, que viniera a cumplir su promesa. Cuando entró dijo: “el que no paga se va a la mierda”. Él no es nadie para venir a decir eso. Quieren que los (productores) chicos paguemos, cuando con la marihuana están arrendando gratis”

Guevara, hace referencia a la plantación de cannabis, que en tierras de El Pongo lleva adelante la empresa Cannava S. E., la cual tiene como CEO al hijo del gobernador, Gastón Morales, siendo el socio capitalista e inversor mayoritario, la firma de capitales extranjeros con sede en Las Vegas, Player´s Network. No deja de llamar la atención, que el nombre del asociado, está más vinculado a las mafias y corporaciones que operan los casinos y juegos de azar en el país del norte, que a un emprendimiento supuestamente al servicio de la medicina y la humanidad. La traducción del nombre al español significa Red de Jugadores. Y no son pocos quienes sospechan que parte de la producción de Cannava en lugar de ir hacía la producción de aceite medicinal, se desvía para la elaboración de cerveza de marihuana fabricada por la firma Constellation Brands, en California,  dueña a la vez de Corona, entre otras marcas internacionales.

En El Pongo, trabajan unas 200 familias de arrendadores, a los cuales no se les permite vivir en el lugar, por lo cual sus producciones y herramientas están expuestas a los robos. Quienes construyan una vivienda o algo parecido, se arriesgan a que se les cancele el arrendamiento. Una de las arrendatarias, tan antigua como el mismo Guevara, fue detenida durante una semana en la comisaría de Perico, por haber usado fuego en su parcela para erradicar el “cubano”, un yuyo invasivo que no deja crecer nada a su alrededor. Entre las arbitrariedades de Gerardo Morales en el lugar, está el aumento arbitrario del precio de los arriendos, una forma de que nadie pueda alquilar y de ese modo las tierras pasan a engrosar los dominios de Cannava. 

La conversación transcurre debajo de la enramada de un algarrobo, que nos protege de los rayos del sol, la rueda del mate está integrada por Moisés, Anastasia y José Luis, quien también produce en El Pongo. Unos perros que andan en la vuelta, se tiran en el piso de tierra humedecida para mitigar el calor. Ha llovido fuerte en los últimos días, en una senda por la que corre el agua, es transitada por una campesina que carga aparejos de fumigación. Después de intercambiar saludos, Guevara prosigue con sus palabras sembradas de dudas y sospechas.

“Dicen que van a elaborar aceite de cannabis, pero no se ve mucha maquinaría y ya han aparecido ladrillos de marihuana acá en Jujuy. Hace poco denunciaron un robo de cogollos. ¿Quién va a ir a robar ahí con la cantidad de guardias de seguridad que hay, con la vigilancia y las cámaras que rodean la plantación? Parece más un autorobo. Nadie entra a esa plantación. Hasta una pista de aterrizaje están haciendo. ¿Para qué es la pista de aterrizaje? Nadie rinde cuentas ahí.”

Todo es arbitrario y despótico en la administración de Gerardo Morales. Los nuevos contratos de arrendamientos vienen con cláusulas inexistentes en los anteriores y hechos por otras administraciones. En los nuevos contratos, según relata Guevara, las cosas son tajantes.

”Si la finca El Pongo decide no continuar con el arriendo, uno se tiene que ir de la tierra, sin derecho a hacer juicio, no importa que lleves arrendando 100 ó 40 años. Según el abogado que tenemos nosotros en la asociación, desde el año 2015 que no hay rendición de cuentas, ellos son exigentes pero no rinden cuentas de lo que hacen, yo pienso a mí manera y a mí conveniencia, el abogado me ha dicho que yo tengo que vivir en esta tierra, sentirme dueño, yo dejé de pagar porque hace 40 años que produzco aquí y según ellos somos usurpadores. Vamos a dormir al alto, pero estamos todo el día aquí. Yo como, duermo, planto y descanso aquí, No soy ni un caballo ni un animal para meterme debajo de un árbol. Si hace sol o hace frío, me tengo que refugiar, son los derechos míos. Yo les digo lo que pienso”.

Anastasia es ahora la que pregunta: “¿Sufriste alguna amenaza desde el momento que dejaste de pagar?”

“Sí, vinieron un día a poner un cartel, que me desalojaban si no pagaba. Ellos cobran lo que se les da la gana, no consensuan con los productores y como en todos lados hay productores funcionales a ellos y ahí están para hacer la cagada, nosotros somos los supuestos rebeldes. Nos han llamado canallas y nosotros somos lo que producimos alimentos, le damos de comer al pueblo. Él no da nada, ahora le saco la plata a los comedores y a los merenderos y dicen que es presidenciable, estamos locos si es presidenciable, eso es lo que yo pienso”. 

Alguien pasa arriando un caballo por el sendero, una vez que se alejan del alcance de nuestra visión le pregunto a Guevara acerca de cómo se compone su familia.

“Yo tengo cuatro hijos, dos varones y dos mujeres y dos nietos, mis hijos y mis nietos trabajan aquí, siempre hemos trabajado en grupo, somos de la agricultura familiar, que hoy según Morales somos mega productores. Según él, que no le da bola a la ley de agricultura familiar, somos productores grandes. Pero según un estudio el 86% de los productores de Jujuy somos agricultores familiares. Yo produzco en cinco hectáreas, mi otro hijo también tiene cinco pero sin agua, porque hay parcelas con agua y otras sin agua y es mucha la diferencia de precio. Para la hectárea que no tiene agua, tenés que desviar un desagüe o pedirle al de arriba que te ayude. Acá cobran según el precio del combustible, antes era 100 litros y ahora lo aumentaron a 150, por dar un ejemplo. De un año al otro aumentaron como una forma de apretar para que uno se vaya. Por eso él dice: “el que no paga se va”. Bueno, si el que no paga se va, ellos no pagan. ¿Qué hacen aquí? Morales no es el dueño de la finca.”

El enojo de Guevara y otros productores, viene porque la finca es administrada por el Ministerio de Producción de la provincia y lo que se recauda por los arriendos va al hospital Arturo Zabala en Perico, aunque el hospital hace muchísimos meses que no recibe un peso y por una resolución antojadiza, Cannava al estar asociada con el estado en su producción, se resolvió exonerarla del pago del arriendo. También es vox populi en Jujuy, que muchos productores de tabaco están plantando cannabis en sus parcelas, cuando aún no está legalizado el cultivo y la firma Cannava está concentrando esas producciones.

“Ya han venido a decir que lo que se recauda se usa para pagar a los administrativos, y si sobra algo va para el hospital. No permiten pagar con tarjeta de débito o con una cuenta bancaria, hay que pagar en efectivo, así que no hay control de adónde va la plata. Según el contrato, ellos se comprometen a hacer y mejorar caminos, pero no han hecho nada” 

Guevara, habla seguro y con serenidad. Hay algo en el tono de su voz, propio de la tierra en la que habita, en la cual el tiempo transcurre ligado a los ciclos de la naturaleza, de las siembras y cosechas, de las fases lunares que establecen que días sembrar o cosechar, es un campesino jujeño.

“Yo nací en Ledesma, mi familia antes trabajaba en el ingenio, primero mi abuelo y después mi padre. Yo de chico también trabajé, pero después vine para acá, digamos que mis raíces son de ahí. Es mejor el trabajo acá que en el ingenio, allá no sos dueño de nada. Somos de la raza que no nos gusta que nos ordenen. No hacemos lo que queremos, pero tampoco nos gusta que nos arrastren como esclavos. Mucha gente habla de valores, de respeto, de creencias, de las cosas comunes que un hombre debe tener para ser un hombre de bien, pero de la boca para afuera. El tema es que hay que serlo, hay que sentirlo, acá está el que ama a su tierra. No está cualquiera tampoco, el que viene dos o tres años a tirar la moneda para arriba, para ver si las cosas le salen bien, ese no es productor. Nosotros hacemos lo que nos gusta, nos vaya bien o mal o más o menos. Y queremos morir haciendo esto, esa es nuestra independencia. Nuestro mayor orgullo y anhelo, ese es el precio de nuestra libertad. Yo le llamo libertad a lo que nosotros tenemos”. 

Es así que le pregunto: ¿Estás integrado a alguna organización campesina? 

“Sí, nos acercamos a través de la cooperativa al MNCI (Movimiento Nacional Campesino Indígena) porque si no es el acabose, unidos es más lindo, solo te pasan a palos. Yo creo que la organización es la salvación de todos, no solo de uno. Si acá en la Argentina estuviéramos organizados todos, no gobernarían ellos, tendrían que hacer lo uno dice”.

El tiempo ha pasado y debo ir hacía el aeropuerto, no muy distante de El Pongo, va llegando el momento de volver a Buenos Aires. De todos modos, hay tiempo todavía para recorrer los sembradíos de cebollas y maíz, a nuestro frente detrás de los montes, los cerros se recortan contra el cielo, Guevara, se agacha para cortar unos brotes de una planta de maíz y al levantarse nos mira y nos dice:

“Yo me siento bendecido de estar acá, de levantar la vista y ver ese verde, esos cerros delante de mí, yo amo la tierra ésta, por eso la trabajo. Para mí, es como estar en el paraíso”

En el viaje, atravesado por nubosidades y paisajes nocturnos, podemos meditar acerca de ese Guevara, los arraigos y las diversas soberanías irradiadas por la acción de sus palabras.

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