“El momento actual nos tensiona hacia las intervenciones de urgencia»

Adherente del Espacio Carta Abierta, López coordina las actividades de investigación en la Biblioteca Nacional y el postítitulo “América Latina: procesos y problemas de la sociedad y la cultura”. Literatura, política, historia, filosofía, una vuelta por varios temas sobre los que reflexiona con profundidad.

Desde hace tiempo que María Pía López se dedica a explorar entre escritores y filósofos las resonancias políticas e ideológicas de sus textos, tanto en el momento de su aparición como en la actualidad. Así pasó con Sabato o la moral de los argentinos, en colaboración con Guillermo Korn y con Lugones: entre la aventura y la cruzada; y también con la compilación del tercer tomo de Literatura argentina siglo XX: la década infame y los escritores suicidas. En este nuevo libro, Hacia la vida intensa. Una historia de la sensibilidad vitalista (Eudeba), la socióloga y docente pone a trabajar algunos conceptos forjados por Henri Bergson, Friedrich Nietzsche y Georg Simmel y sus repercusiones en la Argentina y el resto de América Latina. El vitalismo supuso o supone una filosofía de la vida que cantidad de veces suele asociarse con la juventud pero también con el totalitarismo, acaso por su voluntad de soberanía y su crítica implacable a las coacciones burguesas. Sin embargo, como revela este volumen, el vitalismo fue objeto de malentendidos y estereotipos diversos, de interpretaciones y sobretonos, tanto que ese conjunto nubló su especificidad, que la autora recupera antes que como reflexión, como atmósfera y clima de época. La sensibilidad vitalista se desplegó en el campo político, estético y teórico, en el ensayo y la ficción. Y sobre ese punto, López piensa que en la senda de esa tradición, no sólo existe un ensayo sino también una ficción argentina, que intenta nombrar la verdad contemporánea más allá de las necesarias intervenciones de coyuntura. Actualmente coordina las actividades de investigación en la Biblioteca Nacional y el postítitulo “América Latina: procesos y problemas de la sociedad y la cultura”. Y también es miembro adherente del grupo de intelectuales reunidos en Carta Abierta.

¿Por qué una “historia de la sensibilidad vitalista” en este momento histórico del país?

Porque el vitalismo produjo una serie de intervenciones e ideas que permiten complejizar la comprensión de la vida contemporánea y también porque es necesario recuperar ciertos conceptos, ideas e imágenes respecto de su apropiación fascista o su reorganización jerarquizante.

¿Existe una relación histórica entre el vitalismo y la juventud, y ciertas pulsiones autoritarias de la juventud sobre las cuales el vitalismo podría dar cuenta o decir algo?

Existió una relación histórica entre las filosofías de la vida y la juventud como actor fundamental, capaz de llevar adelante una misión de redención. Fue una idea propia de las primeras décadas del siglo XX, muy ligada a las reformas universitarias y a los movimientos de vanguardia. Pero no se podría ver en la filosofía una legitimación porque la filosofía es un conjunto de conceptos y de pensamientos, sino más bien advertir que hay usos o manipulaciones de esos conceptos para convertirlos en legitimación de tal o cual opción política. Es lo que cuestiona (Georges) Bataille respecto de los usos fascistas y stalinistas del pensamiento de Nietzsche.

Bergson, Nietzsche, Simmel. ¿Cuáles serían los denominadores comunes de estos pensadores? ¿Existe una sensibilidad antiromántica en los tres o bien serían el último avatar de ese movimiento?

Bergson, Nietzsche y Simmel comparten el intento de pensar la vida. De modos distintos: mientras Bergson piensa alrededor de la idea de duración y de impulso vital, Nietzsche lo hace desde el prisma de las fuerzas, y Simmel a partir de la tensión entre vida y formas. Pero no son antirománticos, sino una suerte de profundización del romanticismo por la vía de eludir la negatividad que había en el (romanticismo).

En el título del libro hay un homenaje al arquitecto Molina y Vedia. ¿Cuál es la razón y qué actualidad conserva su pensamiento?

Julio Molina y Vedia escribió, a principios del siglo XX, un libro que llamó Hacia la vida intensa. Una sociología subjetiva. Es un libro interesantísimo, que concibe a la sociología como fuerza crítica y refundadora. Y su autor es el creador de una singular obra, un utopista tenaz, que vive casi cien años y que no cesa de formular propuestas de construcción de sociedades utópicas, de comunidades de amigos y de pensamientos libertarios. Personaje extraño, sin dudas, en el que la lectura de Nietzsche funcionó como un impulso a la rebelión.

La inclusión en el texto del peruano Juan Carlos Mariátegui y de Carlos Astrada ¿indica que ellos, entre otros, son una estribación del vitalismo en América Latina? ¿Cómo sería esa inclusión? También hablás de Oswald de Andrade y de Oliverio Girondo. Pero casi no aparecen Borges, Bioy, Silvina Ocampo. Witold Gombrowicz, ¿no podría encuadrarse en una visión vitalista del mundo y las cosas?

Mariátegui construye un cruce fundamental entre vitalismo y marxismo, que le permite definir ideas originales sobre la realidad peruana y sobre las políticas para construir el socialismo. Carlos Astrada escribe algunos artículos vitalistas a principios de los años veinte. Más tarde, sus decisiones filosóficas serán otras, mucho más cercanas al existencialismo heideggeriano. Trrato a Oswald de Andrade y a Girondo, y en menor medida a Borges, en tanto activistas de la vanguardia e impulsores de una idea vitalista de la literatura. Por la decisión de analizar la atmósfera de los años veinte, no tomé en cuenta la obra de Gombrowicz, al que sin dudas sería muy interesante pensar desde la perspectiva del vitalismo.

Algunas preguntas más generales. ¿Es posible pensar una ensayística en la Argentina de hoy, a pesar de la colonización cultural a la cual está sometido el país desde hace tantos años? ¿El vitalismo sería un ejemplo? Y respecto de las coacciones: ¿es posible pensar una filosofía de la libertad en tiempos donde las determinaciones objetivas parecen una rémora de un marxismo supuestamente aplastado por las ruinas de la historia?

Hay en la Argentina una ensayística propia, con lenguajes singulares y conceptos profundos. Podría nombrar rápidamente a Horacio González, a León Rozitchner, a David Viñas, a Eduardo Rinesi, a Eduardo Grüner como ejemplos de una ensayística nacional aún poderosa. Entre ellos, González y Rozitchner son los que recuperan como objeto de su preocupación los núcleos que el vitalismo había arrojado: el del mito, el del pensamiento, el del cuerpo y sus pasiones.

Siempre es necesario pensar la ambigüedad o lo que la realidad conlleva de contradictorio y tenso. Nunca es posible pensar la libertad como ajena a la coacción, ahora tampoco. Y muchas veces, como decía el poeta, allí donde anida el peligro también lo hace la salvación.

Finalmente, tanto en la ensayística como en la narrativa, ¿te interesan autores argentinos que piensen, de alguna manera, cerca de tus intereses? ¿Cuáles serían y por qué? El tiempo político actual, ¿es propicio para el pensamiento o más bien empuja a unas intervenciones de urgencia que permitan o ayuden a salvar lo mucho que se ha conseguido estos años? ¿Son contradictorias ambas prácticas?< Además de los que nombré antes, puedo nombrar otras personas con las que comparto estas preocupaciones desde un lugar más definido generacionalmente: mis viejos amigos de (la revista) La escena contemporánea -Javier Trímboli, Diego Sztulwark, Guillermo Korn, Fabio Wasserman, Verónica Gago-; Gabriel D’Iorio y los escritores de El río sin orillas y de otros espacios: Alejandro Kaufman, Diego Tatián, Gisela Catanzaro.

El momento actual nos tensiona, permanentemente, hacia las intervenciones de urgencia, solicitadas por la coyuntura y por un tipo de polarización política muy profunda. Sin embargo, reclama también una intervención más de largo plazo, en la que podamos reabrir los núcleos más ciegos del presente.

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