SOBRE EL RECLAMO SOCIAL DE MAYOR SEGURIDAD Y EL RIESGO DE CONVERTIRNOS EN SOCIOS DE LA SOSPECHA Y EL PREJUICIO.
El asunto es el miedo. Las encuestas dicen que la sociedad tiene miedo. A lo mejor lo tiene. A lo mejor cree que lo tiene o que debe tenerlo.
Aristóteles decía en su Retórica, que “el miedo es un dolor o una agitación producida por la perspectiva de un mal futuro”. Y anota Aristóteles: “no se temen todos los males sino aquellos que parezcan inminentes”. El psicoanálisis considera que a veces el miedo se confunde con la angustia, aunque a diferencia de esta, el miedo se expresa siempre con respecto a un objeto concreto. Por eso el riesgo de una sociedad sobrecargada y sobreactuada de miedo es el de potenciar el prejuicio, la sospecha sobre el otro, el diferente; sobre la “otredad”, el que vive en otra parte, el que no vive como uno ni tiene las costumbres de uno. El miedo colectivo es más peligroso que el supuesto mal que lo provoca. Y aporto esta paradoja: se suceden las cartas, con amplia difusión, de madres que escriben clamando o exigiendo justicia por hijos secuestrados. No hay una sola carta de una madre pidiendo clemencia por su hijo muerto de hambre. Tal vez si supieran escribirlas y se decidieran a mandarlas, habría tantas que los medios no tendrían tiempo para leerlas a todas. Es que el miedo es injusto, como todo. Hay gente que ni siquiera piensa en el miedo porque está amenazada por más riesgos inexorables que el de el azar de un secuestro. Lean esta cita de Epícteto, el filósofo romano que fue esclavo: “De lo que hay que tener miedo es del propio miedo”.
Montaigne decía lo mismo: “No hay cosa que yo tenga tanto miedo como del miedo”. Y hay un proverbio bíblico que dice: “El que huye del miedo cae en la zanja”.
El otro día fui a visitar a unos amigos. Toqué el portero y esperé a que bajaran a abrirme. Era el domingo de un mediodía soleado. El edificio tiene llave en una puerta interior que da al hall. Otra es la llave de la puerta blindada del departamento. Se ve que tienen triple miedo. No volveré a visitarlos hasta que se les pase. Mientras que esperábamos a que bajaran a abrirme sale un señor que nos mira como si fuéramos altamente sospechosos.
Mi mujer y yo íbamos de visita y estábamos pacíficamente cargados con vistosos paquetes de regalos y nos habíamos duchado y peinado.
El vecino abre desde el interior con la cautela de un carcelero y cierra detrás de sí, y en esa operación que le lleva unos segundos nos da la espalda. Cualquier asaltante ya lo hubiera atacado y metido adentro. Pero se dio el gusto con nosotros. Nos “junó” al irse con esa suficiencia del miedoso con ínfulas por haber actuado con coraje. Dios lo perdone.
Por Orlando Barone
Orlando Barone escribe, además de la revista Debate, en el diario La Nación (edición dominical) y puede ser escuchado diariamente en Radio Continental («Desayuno Continental» Lunes a Viernes de 6 a 9 hs y «Palabras Cruzadas» Lunes a Viernes de 17 a 19 hs). Es director del I.S.E.R.