En el año 1851 Linus Yale Jr. patentó un nuevo modelo de cerradura que consistía en un cilindro compacto renovando el concepto de cerradura de seguridad vigente hasta el momento. Yale era además un hábil publicitario y presentó su invención como el mecanismo perfecto, servía para mantener afuera los ladrones y dormir sueños tranquilos adentro, con criterio de espectáculo circense lo bautizó The Yale Magic Infalibile Bank Lock (The Design Book, Phaidon, Londres, 2017).
La organización que actualmente conocemos como Unión Europea (UE) podría caracterizarse a su vez como un mecanismo perfecto que funciona de manera opuesta al invento del señor Yale, este mecanismo sirve para impedir dos cosas: que los socios del club violen las reglas o que abandonen la ‘casa común’, el último ejemplo que revela la complejidad del invento lo están sufriendo los ciudadanos ingleses, no solo los que votaron por la salida, a este punto de la situación también los que votaron por quedarse están pagando las consecuencias no tanto del referendum como del entramado de leyes de la UE que reglamentan el divorcio consensual.
El hecho que este trabajoso proceso naciera de una interna partidaria que quiso jugar James Cameron no le quita importancia al problema, más bien revela las situaciones paradojales a las que se puede llegar a través de la política o del aventurerismo político.
Inglaterra siempre tuvo una relación especial con la Europa continental, su estrecha alianza con los primos de las ex colonias fue una carta comodín para las negociaciones con Bruselas en los tiempos del declino, la vocación netamente atlantista hicieron del Reino Unido un socio siempre inquietante sobre todo para De Gaulle, pero el arma más importante a la que jamás renunciaron los ingleses fue la soberanía monetaria.
Hasta hace pocos años era difícil discutir públicamente y en manera crítica la estructura legal de la Europa unida cuyo último eslabón notable fue el tratado de Maastricht y mucho menos era discutible el símbolo más evidente y cotidiano de dicho proyecto: el euro.
El 26.09.2015 en la Biblioteca Municipal Chiesa Rosa de Milán se realizó un encuentro donde la atracción principal era Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, pero ahora me interesa recordar otro de los invitados, el profesor Antonio María Rinaldi, que refirió una anécdota que había recibido de un industrial alemán: “cuando supimos que Italia había firmado los tratados para incorporarse al espacio de la moneda única en la Confederación Industrial se festejó con champagne” había confesado el señor Heinkel (1).
¿Era para tanto?
Evidentemente sí. Italia era un competidor comercial de Alemania, y con la firma del tratado había renunciado a su soberanía monetaria.
Esta renuncia significa sobre todo que Italia no puede gestionar una política monetaria autónoma. Por ejemplo no puede devaluar su moneda para sostener o incrementar la exportación. ¿Qué hace un gobierno cuando no puede devaluar moneda para sostener la exportación? Descarga los costos sobre los salarios deprimiéndolos, la cadena negativa que se crea inicia por debilitar la demanda interna y comienza a incubarse el malestar social. Italia ya conocía este tipo de gestión de depresión salarial, la había empleado el gobierno de Benito Mussolini en 1926 en ocasión de la “batalla cuota noventa” llamada así porque llevó a 90 liras la cotización de la libra esterlina pero para mantener la competitividad internacional descargó sobre los trabajadores los costos de esta operación propagandística (“Il tesoro dei vinti” Gianni Oliva, Mondadori 2015).
Pero lo que parece comprensible en un gobierno totalitario coaligado con el gran capital resulta menos comprensible en la Europa ‘democrática’ y auto celebrativa de los últimos años.
El profesor Giulio Sapelli en el diario de la confederación empresarial italiana (un hecho altamente significativo, años atrás impensable) intenta interpretar desde la historia reciente el rol del euro y el órgano que rige la política monetaria: “La nueva banca central (europea) tenía que ser una nueva fuente de la política monetaria innovadora (operar como prestamista en última instancia en los mercados mundiales con el crecimiento como meta) y no ser, en cambio, la reproducción técnica según la lógica de poder alemana, otorgando a la BCE un estatuto que sigue el modelo del Bundesbank”. (“La moneta unica che non unisce”. Il Sole 24 Ore, 2.01.2019).
Si bien los debates comienzan a ser públicos el esquema de la marcación hombre a hombre sigue vigente, una prueba notable del control ejercitado por las autoridades lo vivimos en las jornadas de la formación del gobierno italiano después de las elecciones generales del 4 de marzo de 2018.
El presidente del gobierno en formación propuso para la casilla de la economía al profesor Paolo Savona, la propuesta de los ministros se eleva al presidente de la república, la potestad del presidente es materia resbaladiza y cuando alguien en la lista no es del agrado del presidente la cuestión se resuelve en los salones del palacio del Quirinale, no se considera oportuno ventilar públicamente opiniones contrastadas durante la formación del nuevo gobierno.
El nombre de Savona fue cuestionado por el presidente de la República Sergio Mattarella y por Bruselas (cuando se dice Bruselas hablamos de Alemania, el Banco Central Europeo y la dirigencia que efectivamente tiene su sede formal en Bruselas). El presidente Sergio Mattarella en un discurso ya nocturno el 28.05.18, explicó sin medios términos que la figura de Savona podía inquietar a los mercados por sus conocidas posiciones euroescépticas. El profesor Tommaso Montanari, intelectual de un área de izquierda crítica en un brillante escrito publicado casi un mes después (en una revista con alto contenido simbólico ya que fue fundada por uno de los constitucionalistas del 1948, Piero Calamandrei) consideró que el presidente había re-escrito en aquél discurso el artículo 1 de la Constitución italiana: “Italia es una República democrática, fundada sobre el trabajo. La soberanía pertenece al pueblo, que la ejercita en las formas y límites de la Constitución” (2).
Sintetizando, según Montanari la soberanía se había deslizado desde el pueblo hacia el ámbito de los mercados (“Il discorso del re”, Il Ponte, 24.06.18).
Savona mientras tanto recibió la solidaridad de los colegas Jean Paul Fitousi en Il Mattino de Nápoles y de Wolfang Münchau en The Financial Times. Savona fue desplazado a un ministerio secundario y la crisis se cerró con el nombramiento de Giovanni Tria en economía, una persona que ‘no inquietaba a los mercados’.
Inmediatamente llegó el comentario de Paul Krugman: “Es verdaderamente horrible, no hay necesidad de ser populista para horrorizarse del hecho que los partidos que han ganado las elecciones han sido excluídos porque querían un ministro de economía euroescéptico, las instituciones europeas sufren ya la falta de legitimidad y sus carencias democráticas. Esto empeorará las cosas”. (Vvox 29.05.18).
Pero el adorno final lo puso Gunther Oettinger, comisario europeo para el balance, en una declaración en Deutsche Welle dijo que “los mercados enseñarán a los italianos a no votar por los populistas, tanto de derecha como de izquierda (Il Fatto Quotidiano digital, 29.05.18).
Esta declaración de Oettinger confirma lo que todos sabemos, la estructura económica de Europa no se rige por reglas ‘científicas’ sino por razones políticas e ideológicas. Por ejemplo, las cifras de la economía real no inquietan a la dirección de la troika, Marco Bersani de ATTAC Italia (3) denuncia que la deuda pública italiana es la tercera absoluta en el orden mundial y si miramos las cifras totales de la CE descubrimos que los gobiernos ‘europeístas’ han acumulado un débito de 2.260 billones de euros, equivalente al 131 % del PIB de la eurozona (ATTAC considera que estas deudas son simplemente impagables).
El déficit como arma de control
Las sucesivas divergencias entre el gobierno italiano y la troika quedaron en evidencia en ocasión de la redacción de la ley de presupuestos. El gobierno estimaba un déficit en relación al PIB del 2,4 %, la UE anunció que no toleraría un índice superior al 1,8 %.
Los argumentos variaban de “estimaciones de crecimiento poco creíbles” a acusaciones de favorecer el clientelismo a través del rédito de ciudadanía, bandera electoral del Movimiento 5S. En general el escenario que describía la prensa era que Italia no es un país que inspira confianza y la habitual letanía para-racista utilizada en tiempos del ataque a Grecia (haraganes, mentirosos, charlatanes, derrochadores etc.), ataque sostenido con entusiasmo por los grandes medios italianos como Il Corriere della Sera, La Repubblica, La Stampa.
Y sobre todo la “gigantesca deuda pública” y el consiguiente monto anual de intereses a pagar.
¿Pero Italia es realmente la oveja negra de Europa? ¿Existe verdaderamente un riesgo de insolvencia como sostuvieron unánimente los hombres de la UE y la prensa complaciente?
El economista Andrea Fumagalli lo analizó en ocasión de esta disputa entre el gobierno italiano y la UE por la cuestión del déficit posible en la redacción de la ley de presupuestos: “dos son las principales acusaciones que la troika y las agencias de rating dirigen al gobierno italiano:
1) la intención de alzar el déficit al 2.4 % en relación al PIB. El gobierno anterior (Renzi-Gentiloni) lo había pactado oficiosamente a 1,6 %, y en el silencio general de los medios lo había superado ampliamente llegando al 2,3 %, no obstante que los acuerdos suscriptos en la CE de 1997 estipulaban un techo del 3%.
2) que los objetivos de crecimiento del PIB no eran creíbles.
“¿Pero cuáles son los países más endeudados del mundo en relación al PIB? Sorpresa…en primer lugar se encuentra Luxemburgo (434 %), segundo Hong Kong (396 %). En Europa Irlanda y Bélgica encabezan la lista (345 %) seguidas de Portugal, Francia, Holanda, Grecia, Noruega, Gran Bretaña, Suecia y España. Italia se encuentra en el último grupo con un 265 % respecto al PIB.
De dicha deuda el 151 % es deuda pública, segunda en Europa y tercera en el mundo. Pero si se analiza la deuda de las familias Italia se sitúa al 41 % contra el 127 % de Suiza por ejemplo. Y con respecto a la deuda de las empresas también Italia se demuestra virtuosa, su índice es la mitad de Luxemburgo, Irlanda, Bélgica, Noruega, Suecia, Francia, Portugal y España, solo superada por Alemania y Grecia (fuente: servicio del McKinsey Global Institute utilizando datos del Bank for International Settlements [Banca de reglamentos internacionales] del 2017)”.
“¿Quienes son los poseedores de títulos de deuda italiana?: son italianos los tenedores del 68 % de la deuda sobre todo por la intervención de la Banca d’Italia que ha pasado del 5 % al 16 % aprovechando el Quantitative Easing (4) de la BCE. El 26 % está en manos de bancas predominantemente italianas, el 18 % de fondos financieros y asegurativos (netamente especulativos). Los pequeños ahorristas poseen solamente el 5 % “(pero en los editoriales de la prensa del establishment siempre son colocados en primer plano como si los jubilados y las amas de casa compraran bonos del tesoro italiano y fueran la preocupación excluyente de Bruselas).
El otro índice importante es la balanza comercial con otros países, Italia se encuentra en segundo lugar en Europa detrás de Alemania con el superávit más elevado (Fuente Eurostat) que se coloca en torno a 47.000 millones de euros (equivalente al 2.8 % del PIB), discriminado en 8.300 millones con Europa y 39.200 millones con países extra europeos.
En cambio Francia presenta un déficit de circa 80.000 millones y en Gran Bretaña el déficit sube a 176.200 millones.
Frente a este cuadro la obsesiva marcación y presión contra Italia por parte de la troika encuentra solamente una explicación política y no estrictamente económica. Fumagalli considera que “se trata de impedir que cualquier estado miembro pueda adoptar una política expansiva basada en el gasto en déficit (deficit spending) que sea potencialmente en grado de impedir el desmantelamiento del estado social y la privatización y financiarización de los servicios sociales”. (“Il grande business del debito italiano” Effimera, 26.10.18).
Hay que agregar que Fumagalli no pertenece a los economistas anti-euro, su crítica se dirige contra el modelo neoliberal que comporta un radical ataque a la Europa social y solidaria.
Claramente el debate es común a varios países sobre todo en el flanco meridional de Europa.
Francia y la propuesta de Macron
Para responder a las protestas de los Chalecos Amarillos el presidente de la República Francesa ha
propuesto la apertura de una mesa de diálogo para “transformar la rabia en proyectos”, el economista Jacques Sapir señala que “en este documento inutilmente largo falta un argumento importante: la cuestión del poder adquisitivo”. Hay solo una mención indirecta, la admisión que “los salarios son demasiados bajos para que todos puedan vivir dignamente gracias al fruto de su trabajo”, pero Macron enfoca la cuestión solo bajo la óptica de una posible reducción de las tasas.
Tenemos que recordar que la cuestión del poder adquisitivo es una de las reivindicaciones principales de los Chalecos Amarillos.
Macron ha prometido un rédito adjunto de 90 euros, que sin duda será bienvenido en las familias con dificultades pero no ha hablado del aumento del salario mínimo (Smic) que es central en las demandas del movimiento.
La cuestión del aumento del Smic es tabú para el gobierno, y también para el Rassemblement National (Le Pen), Nicolas Dupont-Aignan de Debout La France condiciona un posible aumento del salario mínimo si especularmente se verifica una disminución de las contribuciones de los empleadores (mal llamadas ‘cargas’). Jean-Luc Mélenchon propone un fuerte aumento del salario mínimo.
A partir del “cambio” 1982-1983 los índices de productividad y salario han ido creciendo en modo desigual, Sapir considera que para nivelar el salario mínimo a la productividad en este momento sería necesario una recuperación en torno al 20 %. En dinero significa una cifra de unos 240 euros al mes. Si se concretara este aumento del Smic podría verse perjudicada la competitividad de la economía francesa, argumento que sostiene el gobierno, Marine Le Pen y Dupont-Aignan. No es una afirmación falsa, escribe Sapir. “dado que no somos más patrones de nuestra moneda, a causa del euro cualquier aumento de los salarios, que en parte se transfiere a los precios, podría agravar nuestro déficit comercial que es un indicador mucho más importante y más real que el déficit y la deuda pública”. Sin embargo, el aumento transferido a los precios no es de igual entidad, los salarios representan mediamente un tercio del precio. “Si utilizamos como hipótesis un aumento del salario mínimo en torno al 20 % el sucesivo aumento sobre los precios de exportación sería de un 6 % circa, que efectivamente en mercados altamente competitivos podría provocar un descenso de las exportaciones y un aumento de las importaciones”.
Sapir parte entonces del razonamiento contrario: ¿qué sucedió cuando en mayo de 1968 el gobierno aumentó el salario mínimo de un 35 % e inmediatamente devaluó?: en los años sucesivos se verificó un fuerte crecimiento.
Sapir se propone demostrar que el bloqueo de la economía francesa tiene su origen en el euro y ensaya una demostración de lo que sucedería si Francia estuviera fuera del euro y la pregunta que se hace es ¿qué sucedería con un aumento del 20 % del salario mínimo acompañado de una devaluación del 20 %?
Una devaluación del 20 % comporta un aumento del 20 % de los productos importados con un aumento general de precios en torno al 9.6 % (media). El real aumento del salario sería entonces del 20 % – 9.6 % = 10.4 %. La inflación inducida por la devaluación sería por lo tanto equivalente a menos de la mitad del aumento de los salarios.
¿Cuál es la parte del consumo que se importa? Mediamente el 48 % que en las familias ricas sube al 60 % y en cambio baja al 40 % para las familias pobres. Por lo tanto el ingreso de las familias pobres recibiría un impulso dado que consumen menos productos importados. El aumento del poder adquisitivo sería mayor para los más pobres, y cuanto mayor es el nivel de rédito familiar menores son las ventajas, por lo cual la devaluación supone una significativa redistribución sobre el rédito.
Sapir calcula (aproximadamente) los precios de la exportación con la siguiente fórmula: Aumento de los precios inducidos por el aumento del salario mínimo (6) MÁS el aumento inducido por la inflación sobre los salarios (8) MENOS el monto de la devaluación monetaria (20). O sea:
6 % + 8 % – 20 % = – 6 %
En este escenario los productos franceses, no obstante la inflación y el aumento de los salarios, mejorarían su competitividad en los mercados de exportación y también en el mercado interno.
Sapir agrega que “el aumento de los precios, inducidos por el aumento de los salarios y la devaluación monetaria no es inmediato, y se difunde en la economía con un atraso que puede variar de un sector a otro de 6 meses a 18 meses. El aumento de la exportación y el crecimiento de la demanda interna compensarían en parte la disminución de las ganancias debida al aumento del salario mínimo. El aumento del volumen de producción originado de los beneficios de las exportaciones y las ganancias derivadas de la demanda interna llevaría a mayores inversiones. El PIB del país aumentaría su tasa de crecimiento ya sea por el aumento de la producción o por el aumento de la inversión”.
Obviamente el presidente Macron, paladín del actual modelo europeo. no podría nunca adherir a un programa como el que propone Sapir ya que “la cuestión del poder adquisitivo de las clases populares puede resolverse seriamente solo si se propone la cuestión de la salida de Francia del euro”. (“La lettre du président, la question du pouvoir d’achat et celle de l’Euro” Jacques Sapir en Les Crises – espace d’autodefense intellectuelle, 15.01.2019).
El euro y su narración
El economista Ashoka Mody, autor de “Eurotragedy: a Drama in Nine Acts”, una historia magistral del desarrollo de la eurozona ha sido entrevistado por Tim Black de la revista Spiked: “ la mayoría del establishment europeo ha intentado ignorarlo o ha rechazado principios y datos económicos absolutamente básicos” dice Mody hablando de la recepción de su libro.
El economista no es solamente un teórico, ha participado como representante del FMI en la operación de salvataje de Irlanda en 2008 después de la crisis bancaria. Seguidamente se retiró del organismo con el proyecto de escribir el libro.
“Piense en la declaración de Robert Schuman (9.05.1950), que puso las bases para la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, dijo que una fuente común de desarrollo económico tenía que ser el fundamento de la federación europea. Esta idea de federación ha sido descartada rápidamente, pero los líderes europeos siguen cortejándola en maneras diferentes: ‘unión cada vez más estrecha’, ‘unidad en la diferencia’ y aquella frase sin sentido que usa Macron ‘soberanía europea’. Todo el lenguaje es problemático y mistificatorio”.
“Pasé dos años en reconstruir la historia del euro, una moneda única en una unión monetaria incompleta…no solo era claro que habría causado divisiones políticas, además no existía ningún plan para resolverlas…así nació esta mitología del euro que lo ha transfigurado en un instrumento de paz, un medio para unir a los europeos, una necesidad para el mercado único”.
Mody atribuye a Helmut Kohl el rol básico en la creación del euro: “en la historia existen momentos críticos en los que un individuo se vuelve excepcionalmente poderoso, un individuo que tiene también el poder de crear una narración…Kohl ha conducido este proceso hasta su realización y nos dejó en herencia un lenguaje que ha justificado el euro hasta hoy”.
El hecho que en este proceso que ha llevado décadas no hayan sido consultados los pueblos europeos ha creado un gran problema:”hasta 1992 y el tratado de Maastricht regía la idea del consentimiento tácito…se confiaba en los líderes, pero ya en la época de Maastricht el consenso tácito se caía a pedazos…tuvimos los referéndum de Dinamarca, y especialmente el de Francia de 1992, este último tiene una importancia histórica porque el 49 % que votó en contra es el mismo que hoy protesta con el chaleco amarillo”.
Sobre la argumentación que la eurozona ha creado prosperidad: “es una lástima que esos diez años (2000 a 2010) hayan sido falsificados en su significado…cuando bajaron las tasas de interés sobre el débito público, esto fue celebrado como una integración financiera mientras que en realidad era un problema porque los países que se beneficiaron estaban permitiendo la formación de una bola de deuda. En segundo lugar entre el 2004 y el 2007 el comercio mundial estaba en una fase de boom, USA gastaba muchísimo en importación y China entraba con gran estilo, transformándose no solo en un gran exportador, también en un fuerte importador. Y cuando el comercio global aumenta el comercio europeo crece rápidamente. Esto creó una ilusión: que la cosa (la eurozona) había funcionado. En junio de 2008 Jean-Claude Trichet, entonces presidente del BCE declaró que la eurozona era un gran suceso”.
Mody en el caso irlandés se mostró contrario a la aplicación de ‘austeridad’ según los severos dirigentes de la zona euro, opinaba lo mismo respecto a Grecia, se necesitaba una ductilidad o flexibilidad para no empeorar las cosas. Pero sobre las reglas y su aplicación Mody tiene una idea muy clara: “mi respuesta histórica es que la UE no es tan apegada a las reglas . Cuando las reglas no van bien para los que mandan se violan, y con buenas razones. Lo vimos en 2002 y 2003 cuando Alemania en medio de una recesión dejó de lado las reglas fiscales para no empeorar las cosas. El ministro de economía alemán Hans Eichel escribió un editorial en el Financial Times para justificarse, que Yanis Varoufakis habría tenido que citar cuando sostenía ante la UE la necesidad de aligerar las reglas del balance para Grecia. Las reglas se aplican cuando cuando el poder se mueve en otra dirección y entonces se usan como instrumento para disciplinar las llamadas naciones rebeldes, ya sea Grecia o Italia”. (“The euro, a mindless idea” Spiked, 2.01.19)
Los populistas, los soberanistas y los antisistema
Los principales medios de difusión a través de sus líneas editoriales anuncian continuamente que se ha formado en el flanco este de la UE una alianza de gobiernos populistas que amenazan no solo la estabilidad sino la existencia misma de Europa. Estos supuestos ejes o alianzas agrupan a Polonia, Hungría y el gobierno italiano gracias a su figura más notoria Matteo Salvini, ministro del Interior.
Mientras se negociaba la ley de presupuestos italianos vimos la porfía entre el gobierno y la troika, basta decir que la ley de presupuestos fue escrita prácticamente por la troika y el gobierno no obstante sus proclamas patrióticas pour la galerie cedió en todos los campos conformándose con un mísero 2,04 % (5).
La cosa interesante fue que en medio de la disputa los supuestos aliados de Salvini proclamaron su adhesión a los principios de Maastricht y anunciaron que Italia no tenía que superar el déficit impuesto por la troika y debía respetar las reglas.
Cuando se trata de respetar las reglas impuestas por la troika los ‘populistas antisistema’ denunciados por La Repubblica, Il Corriere della Sera, El País o Le Monde aceptan mansamente dichos preceptos.
Estos personajes siguiendo el manual de bellaquería habitual son débiles con los fuertes y fuertes con los débiles, la emigración es el blanco favorito de su furor patriótico (son verbalmente más exagerados que Macron o Sánchez pero puertos y fronteras siguen cerrados, todos). No se ven en el panorama europeo gobiernos dispuestos a terminar como Grecia (masacraron uno para educar cientos). Pero no se trata de falta de coraje sino de otra cosa muy diferente que ha sido rápidamente percibida y aceptada con interés por algunas voces del stablishment: Maurizio Ferrara en Il Corriere della Sera del 19 de enero 2019 toma nota de las declaraciones de Marine Le Pen que anuncia que la salida del euro no es ya una prioridad porque existen las condiciones para reformar la UE desde adentro. Agrega Ferrara “La proximidad de las elecciones europeas está acelerando la normalización de los soberanistas en dirección europea. De partidos de lucha anti sistema algunos se han transformado en partidos de gobierno (La Lega en Italia)”. Citado por Carlo Formenti que oportunamente señala que “1) estos partidos y movimientos nunca han cuestionado los valores y principios del neo liberalismo 2) que se han limitado al máximo a solicitar una mayor atención a los intereses de sectores burgueses pequeños y medios, que están sufriendo los efectos de la globalización 3) que para galvanizar estos sectores se utilizan sentimientos xenófobos y paranoias varias (seguridad en las calles etc) 4) que como consecuencia estos partidos se encontrarán a través de pactos y acuerdos con los partidos conservadores tradicionales arrancando quizá una menor presión en la austeridad impuesta por la troika (recordemos que Viktor Orban, primer ministro de Hungría es integrante del Partido Popular y sus votos han sido fundamentales durante la gestión ‘europea’ de la canciller Angela Merkel).
Eventuales alianzas con otros partidos como el M5 Stelle en Italia son por el contrario solo movidas tácticas o contingentes”. (“Se i sovranismi di destra rientrano nei ranghi” Micromega digital 21.01.19)
Estos gobiernos ‘antisistema’ funcionan en la práctica como pantalla para no hablar del auténtico peligro que amenaza las sociedades democráticas, se anuncia la llegada del fascismo cuando los grupos fascistas electoralmente no tienen ningún peso, y habitualmente se agregan a las formaciones de derecha clásicas o nuevas, un mixto entre conservadorismo, autoritarismo y xenofobia.
Las personas pueden votar partidos de derecha autoritaria sin ser necesariamente fascistas o disminuídos mentales, lo vimos en Andalucía, donde se vivió una sacudida cuando el PSOE después de hegemonizar el poder desde el final de la dictadura fue expulsado del gobierno regional por una coalición de derechas. ¿Cuál fue el voto que lo decidió? Juan Carlos Monedero considera que aquél voto no fue determinado por el programa de VOX (verdaderamente desestabilizador, racista y anticonstitucional) sino desde la insatisfacción. “Ni VOX existiría sin Susana Díaz (del PSOE) ni Trump existiría sin Hillary Clinton, el ánimo impugnador que no se ha acabado en España, va a existir mientras exista el neoliberalismo y su fábrica de generar perdedores del modelo económico”.(“¿Hay 400.000 fachas en Andalucía?” del blog Comiendo Tierra del 4.12.18).
Los partidos progresistas no se deciden a enfocar la batalla electoral con una nueva visión, siguen conversando entre ellos los diálogos de siempre mientras el mundo cambia y el voto es cada vez más voluble, el resultado de Andalucía es un aviso, si no se interpelan los ciudadanos con propuestas que enfoquen sus verdaderos problemas lo hará VOX con su discurso simplificador y violento. En Madrid Iñigo Errejón, el número 2 de Podemos (6), ha tomado una decisión que parece ir en la dirección justa, ha adherido a la lista de la señora Carmena para “hacer politica y hablar con los que faltan”, es un llamamiento a todos los ciudadanos, también a aquellos sin adscripciones a partidos políticos.
¿La alianza entre el conservadorismo ‘europeísta’ y la derecha autoritaria existe? En los días tempestuosos de la designación del ministro de economía cuando Paolo Savona fue vetado por Mattarella (apoyado por Merkel, Draghi y la prensa italiana) a nadie se le ocurrió formular la siguiente pregunta:
¿Como es que la troika y el presidente de la República Italiana rechazan al profesor Savona y en cambio aceptan como ministro del Interior un demagogo xenófobo y ‘antisistema’?
Porque evidentemente el ministro Salvini es funcional a Bruselas, además su partido en alianza con Berlusconi y los fascistas reciclados desde 1994 hasta ayer nomás apoyó sin excepción todos los ataques para destruir el estado social en Italia y disminuir el poder de los sindicatos.
La troika no ha creado problemas a ningún gobierno en tanto se cumplan estrictamente los postulados que ligan a los países y los pueblos; en Italia, España, Francia o Grecia hemos visto los partidos socialistas/comunistas que teóricamente tendrían que defender los intereses de las clases populares aceptar el dogma neoliberal junto con los colegas de los partidos conservadores en un recambio electoral sin alternativa, generalmente bipartidista, a veces como Gran Coalición (Alemania).
A la troika no le interesa la supuesta ‘vocación antidemocrática’ de un personaje como Orban, le importa solo que no se salga del camino. Un demagogo de derechas como Berlusconi nunca fue cuestionado por la troika, lo echaron cuando el spread había subido a límites alarmantes porque no tuvieron más remedio. Berlusconi en la primera mitad del 2011 era uno que ‘inquietaba a los mercados’, de allí su supresión.
En este horizonte mutante nos podríamos encontrar frente al fenómeno de la aplicación de Maastricht en países con cuerpos de policía fuertemente militarizados, con restricciones cada vez más profundas en algunos derechos elementales como el de huelga y auto organización (las medidas del gobierno francés en estos días) o con limitaciones a los parlamentos en su control de las acciones del ejecutivo.
En los últimos años los ciudadanos cuando han podido han manifestado su rechazo a este modelo de Europa, la Brexit es otro hito notable de lo que Nancy Fraser llama “la rebelión electoral” pero la sala de mandos de la troika permanece inmutable a estas sacudidas.
¿Estamos pasando de la rebelión electoral a la rebelión en las rotondas?
¿Será la revuelta de los Chalecos Amarillos una nueva vuelta de tuerca en la batalla de los ciudadanos contra el mecanismo perfecto de la troika?