El desarrollo económico se puede definir como la capacidad de países o regiones para generar riqueza a fin de hacer crecer la producción de bienes y servicios y el bienestar económico y social de la comunidad.
En las últimas décadas se ha sumado el concepto de sustentabilidad dentro del marco del desarrollo económico. Aquí entra la variable medio ambiental. Cualquier proyecto de desarrollo debe tener en cuenta el uso eficiente de los recursos naturales, de tal forma que no dañe el ecosistema actual, pero a vez asegure la existencia de esos recursos para las generaciones futuras.
Stop and go
Argentina es la tercera economía en Latinoamérica. Tiene un extenso territorio y cuenta con abundantes recursos naturales en energía, agricultura y minería.
Es un país líder en producción de alimentos, con industrias de gran escala en los sectores de agricultura y ganadería vacuna. Asimismo, Argentina tiene grandes oportunidades en algunos sectores como explotación minera, litio en particular, energías renovables, petróleo, gas, energía atómica, servicios innovadores de alta tecnología. Cuenta además con recursos humanos capacitados, ya que su población tiene niveles altos de educación, salud, calidad de vida, si bien también cuenta con altos índices de pobreza e indigencia.
Con esta descripción pareciera que esta todo dado para un proceso de desarrollo sostenible. Sin embargo la historia económica muestra procesos de “stop and go”, (pare y arranque), es decir años de crecimiento alto, crisis y freno y luego de una etapa de ajuste se vuelve a comenzar el crecimiento. No es un fenómeno nuevo, acompaña gran parte de nuestra historia.
Existe mucha bibliografía que pretende explicar este proceso, y no profundizaremos en sus causas y consecuencia, solo una breve descripción para entender el fenómeno.
Existe amplio consenso en la historia económica argentina que las periódicas crisis económicas se han debido a restricciones externas, es decir a una escases de divisas para afrontar el desarrollo industrial. Este fenómeno puso freno al proceso de industrialización por sustitución de importaciones, iniciado en la década de 1930 y que colisionó en 1976, dada las políticas y la decisión del gobierno militar del momento de terminar el proceso y por el contrario iniciar un salvaje modelo de desindustrialización acelerada, cuyos efectos todavía sufrimos
Este fenómeno de crisis periodicas se experimentó a partir de 1956 cuando el gobierno militar adhiere al Fondo Monetario Internacional. Se lo denominó “ciclos cortos” o de “stop & go”. Podría resumirse en “ante un periodo de crecimiento de la industria, se produce una crisis en la balanza de pagos, dado que los dólares no alcanzan para financiar la compra de materias primas, bienes intermedios o bienes de capital que el proceso industrializador requiere. La receta neoliberal, recomendada siempre por el FMI es la devaluación importante, que origina una disminución del salario real de los trabajadores y un aumento del ingreso en pesos a los sectores exportadores (sobre todos agropecuarios), el ajuste del gasto público, que deprime la actividad y genera excedentes exportables en agro alimentos, que permiten un mayor ingreso de divisas por el aumento de las exportaciones y por el otro la recesión genera menores importaciones de bienes, con lo cual se genera una superávit comercial que produce una entrada de dólares importantes, que permiten luego de un tiempo el auge en la producción industrial, Así hasta la próxima crisis.
Aldo Ferrer denominó a este fenómeno la “restricción eterna”. Si se tiene en cuenta que entre la década del cincuenta y la actualidad se experimentaron 23 o 24 momentos de crisis, seguidos luego por periodos de auge económico.
Diamand, en “Paradigma clásico y estructura productiva desequilibrada”, revista Realidad Económica Nº 68 (1986): definió a nuestro país y tantos otros como países con una Estructura Productiva Desequilibrada (EPD).
“En los países exportadores primarios como la Argentina, el sector primario existe y además tiene muy alta productividad en virtud de sus ventajas naturales. En esas condiciones, el tipo de cambio se sitúa en el nivel del sector primario más productivo y no puede reflejar la paridad del sector industrial. Cuando los precios del sector industrial se traducen sobre la base del tipo de cambio primario (pampeano, la zona núcleo dominada por la soja), resultan muy altos y el país no puede competir en condiciones de libre comercio internacional”.
La decisión política de fomentar la industrialización pone en tensión esa estructura productiva, al tiempo que implica precios locales industriales superiores a los precios internacionales, genera un desarrollo del mercado interno y disminución de tasas de desempleo.
Lo cierto es que, históricamente, aun cuando el país entraba en estas crisis periódicas, no todos se perjudicaban. Por el contrario los programas de ajuste, como lo señalamos párrafos arriba implicaban una fuerte devaluación, aumento de tarifas en servicios públicos, ajuste fiscales, lo que originaba una disminución en el salario real de los trabajadores, pero también mayores ingresos en los sectores productores de bienes exportables, el campo. Con lo que se producía una transferencia de ingresos de un sector a otro.
En definitiva había, como en el juego de la oca, que retroceder varios casilleros en el desarrollo industrial, para volver a empezar nuevamente.
A pesar de estos avances y retrocesos la industrialización continuó y avanzó hasta niveles altos de expansión, pleno empleo, salarios altos, y una alta participación en la exportación de bienes. (Véase Rapoport) hacia 1970/75. Sin embargo el golpe militar y su ministro de economía Martínez de Hoz pusieron fin al proceso e iniciaron una etapa de desindustrialización acelerado que impactó sobre todo en el sector pyme.
La industrialización fracasa no por su inviabilidad, a pesar de las restricciones, sino por una decisión política interna e imposiciones del Banco Mundial y el FMI, ya embarcados en las nuevas políticas neoliberales, de la cual Argentina y Chile eran los primeros ensayos.
Existe otra restricción que dificulta un proceso industrializador, de la que pocos hablan, pero que ha sido una de las más importantes para explicar el proceso histórico de industrialización y sus consecuentes fracasos: la falta de una burguesía nacional, con vocación industrialista que lidere este proceso. El fracaso de esta clase de asumir su rol histórico fue un factor importante en la decadencia de Argentina y de su desindustrialización desde 1976, casi hasta la fecha.
Ocurre también, notoriamente después de 1976, un fenómeno dañino dado en la acumulación en dólares por parte de esta burguesía fallida y por el sistema bancario y las empresas tras nacionalizadas para su posterior fuga.
Es evidente que siendo el dólar un bien escaso el conflicto sobre su apropiación genera tensiones evidentes en la sociedad, ya que hay además hábitos arraigados de consumo en las clases altas, de turismo y compras en el exterior, ahorro en dólares o fuga a paraísos fiscales.
La última experiencia
La última experiencia de industrialización acelerada fue en el periodo 2003/2015, donde se alcanzaron tasas de crecimiento “chinas”, cercanas al 10 % en gran parte del periodo, con índices altos de integración e inserción social. También aquí se produjo una fuerte restricción externa (2011) y una alta fuga de capitales hacia paraísos fiscales. Ante la negativa del gobierno de CFK de acordar políticas de ajuste con el FMI, se privilegió el uso de dólares para el funcionamiento de la industria y se restringió su uso para el turismo, el ahorro interno o el giro al exterior.
Entre sus autocríticas, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner afirmó al diario español El País que “no pudimos resolver cuestiones estructurales en la industrialización del país. Es un dilema fuerte. No le encontramos la vuelta al estrangulamiento que se produce cuando estás industrializando el país”.
La experiencia de Cambiemos, con sus políticas neoliberales ortodoxas no pudo romper las restricciones externas, pese a aplicar todas las recetas de ajuste y mega devaluaciones que trastocaron todo el entramado productivo y laboral, solo pudo sostenerse con un brutal endeudamiento externo que agudizó los problemas de pago de capital e intereses dejando al país en un virtual default..
El fracaso del macrismo es notorio porque fue un buen alumno de las políticas sugeridas por los manuales de economía ortodoxa, los consejos del Consenso de Washington y del FMI. Su fracaso puso en duda todas las supuestas leyes del mercado.
Las devaluaciones solo sirvieron para generar una trasferencia de riquezas hacia los sectores altos, el resto fue un fracaso, no hubo boom exportador, ni caída en los volúmenes de importación, fuerte inflación, record en los últimos 30 años, dolarización de toda los precios, fugas de capitales, default de la deuda y agudización de la restricción externa, lo que obligó al gobierno a decretar un cepo muy duro sobre la compra de divisas.
En realidad el fracaso macrista mostro claramente la inviabilidad de las políticas neoliberales en nuestros países, la falacia de las supuestas leyes del mercado, la charlatanería inconducente de los economistas del establishment, y sobre todo una enseñanza histórica, la incapacidad de la derecha argentina de conducir un proceso de desarrollo con inclusión de las mayorías.
Sorteando restricciones
El desafío es iniciar un proceso de una transformación económica que promueva un desarrollo económico sostenible con inclusión social e inserción en la economía global. Para ello, a la luz de la experiencia histórica, es necesario romper con la lógica lineal de la industrialización por sustitución de importaciones, ya que esta conduce inexorablemente a una crisis externa que terminara frenando la industrialización.
Es clave la planificación del proceso de industrialización, teniendo claro que partimos de una estructura productiva desequilibrada (EPD) y que es necesario planificar de donde se sacan las divisas para financiar el proceso.
En principio es necesario volver a viejos instrumentos, estigmatizados por las lógicas neoliberales, pero que permitirían sortear las restricciones a que hacíamos referencia.
Se requiere de darle al Estado un rol preponderante, primero en el rol de planificación del proceso y luego que asuma su rol como estado empresario, haciéndose cargo de actividades centrales y estratégicas del proceso productivo.
El Estado debe asumir el rol de conductor, al no haber un actor central que lidere el proceso, por falta de una burguesía nacional; tampoco el capital internacional está en condiciones de acompañar un proceso como este. El desarrollismo tradicional apostaba mucho al rol de la inversión extranjera, pero si bien no se le debe negar participación, es inviable, en la situación del capitalismo mundial, esperar un shock de inversiones productivas.
Venimos sosteniendo desde hace tiempo la necesidad de una planificación del proceso económico. Pero creemos en la planificación participativa, donde sea la comunidad a través de sus actores (sindicatos, cámaras empresarias, organizaciones sociales, iglesia, y todas las organizaciones libres del pueblo) quienes definan los objetivos y alcances. Al mismo tiempo este proceso participativo debe profundizar el debate en toda la comunidad generando consensos amplios de apoyo al modelo industrialista; se requiere un fuerte apoyo popular para sostener su vigencia en el tiempo.
El Estado debe asumir un rol de “Estado desarrollador” o sea un estado motor de la industrialización y el desarrollo. Debe tener una activa participación en la planificación y en la orientación de la industrialización, definiendo aquellos sectores donde profundizar la sustitución de importaciones, acompañada con fuertes alicientes hacia aquellas industrias con capacidad exportadora. El Estado debe ser un socio del sector empresario, utilizando los recursos del estado para un sistema de premios y castigos, que marque el rumbo del sector empresario.
Es fundamental una política de desarrollo del mercado interno pero también fuertemente exportadora que genere divisas y aleje el fantasma de la restricción externa. En este objetivo el mercado de divisas debe ser fuertemente regulado por parte del Estado, evitando la fuga, controlando los flujos de ingreso y salida, y la fijación de valores diferenciales para el dólar, según su uso final (turismo, industria, ahorro, o financiero)
En este marco es fundamental la innovación y desarrollo científico tecnológico, que permita pegar un salto tecnológico, mejorando la productividad general de la economía. Estamos frente a una nueva oportunidad marcada por la próxima revolución industrial en la tecnología 5D y la revolución digital. Para ello se requiere generar espacios de colaboración y trabajo donde estén las empresas, los organismos de investigación y desarrollo del estado, INTI, INTA, Conicet, universidades, sindicatos, etc., y donde se puedan desarrollar nuevas tecnologías y materiales.
La tecnología mejorada permite a los trabajadores producir más con el mismo stock de bienes de capital, al combinarlos de formas novedosas y más productivas. Al igual que el crecimiento del capital, la tasa de crecimiento técnico depende en gran medida de la tasa de ahorro e inversión, ya que éstos son necesarios en la investigación y el desarrollo.
También es necesario tener una fuerza de trabajo altamente calificada. Se requiere que los trabajadores se vuelvan más hábiles en sus actividades, aumenten su productividad a través de la capacitación en habilidades, y tengan un aprendizaje que permita entender por qué y cómo se hace, para ejercer mejor su actividad. Esto también requiere políticas activas de parte del Estado, asociado con el sector empresario y los sindicatos, en un programa global de mejoras en el sistema educativo para toda la población.
En la conferencia “Trabajo tecnológico”, realizada en Pekín durante 1985, se señaló que la ciencia debe servir al sistema de producción. Zhao Ziyang, en su discurso, declaró que “la construcción económica debe basarse en la ciencia y la tecnología, mientras que el trabajo científico y tecnológico debe orientarse a la construcción económica”. La Academia China de Ciencias es la institución más alta de China, y con esta jerarquía y empoderamiento subrayó que la investigación, por más básico que sea su carácter, no puede ser una investigación por sí misma: debe integrarse con la producción.
Lo más importante para los científicos chinos es que el esfuerzo científico debe de estar al servicio de la producción de todo tipo bienes, tanto civiles como militares.
No hay recetas mágicas. Cada país tiene su historia, su cultura, sus recursos y su estructura política y económica. Sin embargo hay ejemplos, tal vez no para imitar linealmente, pero si para aprender de sus exitosos programas de desarrollo.
Solo una comunidad organizada, orientada y movilizada puede poner en marcha un proceso de industrialización y desarrollo acelerado, sostenible y sustentable en el tiempo.