El Gaucho o Criollo

Es sabido que en Latinoamérica, según la Real Academia, se llama criollo a todos los nacidos en el Nuevo Mundo, fueran o no por mestización. La palabra gaucho, es dada a los criollos que habitan Argentina, Uruguay y el Sur de Brasil (los gaúchos). En estos tres países recibir ese nombre es un orgullo en todas las clases sociales, incluidos los inmigrantes afincados, pues define cualidades de nobleza, valor, generosidad, trabajo y amor a la tierra.

El gaucho fue el principal protagonista en las luchas por la independencia. Los que se autoliberaban de los abusos colonialistas, los alzados, se refugiaban en tierras de indios donde eran bien recibidos y asimilados.

Durante el largo bloqueo del Río de la Plata por las escuadras de las potencias mayores de la época (Gran Bretaña y Francia), el pueblo se batió bravamente ganándose la admiración hasta de los enemigos. Garibaldi en sus memorias, al criticar la conducta de sus compatriotas cuando luchaba por la república italiana, dice que “los gauchos eran los mejores guerreros del mundo”.

Cuenta que sus paisanos de la península se ocupaban antes del combate de asegurarse las tres comidas diarias.

En cambio los gauchos no llevaban cocina; solo su caballo, lanza, boleadoras y facón. La alimentación la buscaban en el ganado vacuno o yeguarizo cimarrón que encontraba en el camino.

Charles Darwin coincide con Garibaldi en su libro sobre su viaje alrededor del mundo. Cuenta el naturalista que en Bahía Blanca se encontró con el comandante Miranda al frente de un grupo de soldados gauchos, que había partido del extremo occidental de la Sierra de la Ventana hasta Choele Choel y luego siguió el curso del Río Negro.

“Había pues -dice- recorrido 200 a 300 millas a través de un país absolutamente desconocido. ¿Hay en el mundo otros ejércitos que sean tan independientes? Con el sol por guía, la carne de yegua como alimento, estos hombres irían hasta el fin del mundo, contando encontrar un poco de agua de vez en cuando”.

De gaucho deriva la hermosa expresión “gauchada”, símbolo del servicio desinteresado a los demás, de generosidad y lealtad. Diversos viajeros de siglos atrás, han escrito elogiosamente del gaucho, considerándolo gallardo, caballesco, de buenos modales y palabras “decentes”.

Sin embargo, es de recordar que el sentido elitista de la constitución unitaria de 1826 negaba derechos al gaucho, tratándolo de “chusma” (soez, según el diccionario).

Por esa época, visitó al entonces presidente Bernardino Rivadavia el inglés J. A. B. Beaumond, quien recorrió distintas zonas del país y describe así al criollo: “Los gauchos, tanto los de clase baja a aquellos de condición más elevada, se cuentan, quizás, entre los seres más libres del mundo…Su proceder franco e independiente lo hace más agradable y cortés que los más educados habitantes de las ciudades” (“Diario de la Argentina” de Jorge Perrone – Tomo I).

También en la Patagonia fueron los núcleos de gauchos e indígenas los pioneros de poblaciones remotas que mantuvieron la presencia argentina.

Tampoco pueden olvidarse los sacrificios patrióticos de los gauchos (como el entrerriano Rivero), defendiendo las Islas Malvinas, donde estaban afincados y fueron masacrados oponiéndose a los colonialistas.

Asimismo, resultaron indispensables sus servicios para las patrióticas expediciones por tierra y por mar de Piedrabuena, el Perito Moreno, Moyano, Lista, Fontana y tantos otros exploradores y guardianes de nuestra soberanía.

Hasta mediados del siglo XX el gaucho sufrió discriminación y explotación, cuando ya estaba convertido en peón y luego obrero. Como pudo, guardó su apego a la tierra y sus tradiciones.

Todavía quedan y surgen nuevos payadores para cantar a sus antecesores.

¿No se encuentra una cierta relación entre este estilo de expresarse poéticamente con las olimpíadas griegas, salvando distancias y adoptando el gaucho la guitarra española?

Para encontrar hoy payadores debe recurrirse a peñas muy criollas o certámenes de doma en el interior del país. Antes podía verse hasta encuentros interprovinciales donde se lucían paisanos populares en los medios gauchos.

Además, en ningún boliche o café de barrio o de campo faltaba una o dos guitarras a disposición de los clientes y a los ejecutantes se unían otros con quenas, acordeones y hasta habilidosos con los serruchos o silbando.

También abundaban cantores, zapateadores, como otros que narraban historias o recutaban.

Una característica del gaucho era el aprecio con que mostraba pañuelos o prendas bordadas por su “china”. Tenía (y aun conserva) un cierto sentido ornamental en su vestimenta, con resabios bien cuidados de rasgos tradicionales.

Con el fileteo (algo muy común en medios de transportes en todo Oriente y Africa, y vaya a saber de dónde viene esa costumbre) el gaucho engalanaba sus carros.

De allí provienen los “fileteros”, hermosa costumbre de la expresión artística popular, aunque el diccionario de la Real Academia de la lengua aun no los ha descubierto.

Era una muestra de color y expresión de reconocimiento que enaltecía a la Patria, las tradiciones, hechos históricos, al amor, la familia, amigos y personas admiradas. Hasta incluía coplas chispeantes de ingenio y sabiduría.

Si en los sepelios se usaron por muchos años las carrozas tiradas a caballo, entre los gauchos subsiste, cuando se puede, llevar el féretro en un carro a tracción a sangre, seguido por su caballo con una manta negra. Es también un homenaje al equino, el animal que más y mejor ha acompañado al hombre transitando juntos a través de la historia humana.

No obstante sus méritos, mantenemos una deuda pendiente con los gauchos. Es la injusta calificación que dan de ellos algunos diccionarios, incluido el de la Real Academia Española.

En la edición de 1984 leemos que en Argentina se lo define como “grosero, zafio”.

Otro significado, localizado en Argentina y Chile, lo llama “ducho en tretas, taimado, astuto”. La versión de 1992 repite lo mismo.

Es de lamentar que la última edición, de este año 2001, puesta en venta ayer 28 de Noviembre en Buenos Aires, continua tratándolo de “taimado”, término que quiere decir “bellaco”, o sea “malo, pícaro, ruin”.

¿Habrá que esperar de ocho a diez años, o más, para que la Real Academia Española le haga justicia a ese símbolo de nuestra identidad? Pienso que siguiendo a esa “Biblia” de nuestra lengua, es que los británicos usaban la palabra “gaucho” en tono ofensivo, como lo vimos en sus medios de difusión durante la Batalla de las Malvinas.

Sin embargo, cabe reconocer que la Enciclopedia Microsoft Encarta (que puede verse por Internet), presenta una imagen más apropiada del gaucho. Termina diciendo: “… al igual que ocurrió con los vaqueros de Estados Unidos, los gauchos siguen siendo una figura heroica en el folcklore, la música y la literatura suramericana”.

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(*) Reproducción de un capítulo de la disertación de Enrique Oliva al ingresar a la Academia Nacional de Periodismo en el 2001.

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