Por Causa Popular.- Dos de los organismos financieros que más esfuerzos realizaron en las dos últimas décadas para profundizar la pobreza y la desigualdad en América Latina, reconocieron esta semana los resultados, pero sin dar cuenta de su responsabilidad. Durante esta semana tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Banco Mundial (BM), a través de sus respectivos titulares, intentaron ponerse en sintonía con los vientos de cambio en la región y reconocieron las dos décadas perdidas por los países latinoamericanos y el incremento de la desigualdad, pese al crecimiento de la economía. Eso sí, las responsabilidades propias brillaron por su ausencia.
En una conferencia de prensa, Rodrigo Rato, director gerente del FMI, se refirió a América Latina como la “región que es conocida por las dos décadas pérdidas” en materia de desarrollo económico.
Pero no fue sólo el FMI. Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, por su parte, se refirió al crecimiento de la economía latinoamericana e indicó que la región enfrenta no sólo un rezago en lograr un mejor desempeño de su aparato productivo, sino también en distribuir los beneficios “cuando hay crecimiento”.
Estas declaraciones fueron realizadas el pasado miércoles, un día antes que ambos organismos publicaran un informe conjunto en el que se atribuyen el derecho de advertir que el objetivo de reducir la pobreza en el mundo antes de 2015 avanza, pero los progresos en América Latina y África son todavía demasiado lentos.
“Si los países en desarrollo logran mantener el ritmo de crecimiento de estos últimos 15 años serán capaces de reducir a la mitad la parte de la población que vive con menos de un dólar diario de aquí a 2015”, indica el documento. Sin embargo, en América Latina y Africa subsahariana los avances son demasiado lentos, pese a tasas de crecimiento económico en fuerte aumento.
El documento es el tercero de este alcance desde la aprobación de los Objetivos del Milenio (ODM) en 2000 por parte de 189 países y revela que la mayor parte de los avances fueron logrados en China e India, que registran las tasas de crecimiento económico más altas del planeta. En Africa subsahariana, sin embargo, el 44 por ciento de la población continúa viviendo en la extrema pobreza, cerca del nivel en que estaba en 1990, según el informe, que proyecta una reducción de ese porcentaje a 38 por ciento hacia 2015.
Las expresiones de los dirigentes de los dos principales organismos financieros internacionales no son para nada casuales. Parece ser parte de una estrategia en la que intentan encontrar su nuevo rol en el escenario político latinoamericano, adverso a sus recetas. En los últimos años, varias naciones latinoamericanas votaron a favor de candidatos opositores a las políticas impuestas por el FMI y el BM, en el marco de un creciente rechazo de la población a este tipo de medidas, como se ha recogido en reportes del Banco Mundial.
El desempeño económico de la región mostró en los últimos años un importante crecimiento. La expansión económica de América Latina se mantuvo en el 2005 en el 4,3 por ciento debido a una fuerte demanda global de energía y metales que benefició a los países andinos y Chile, y de productos agrícolas que ayudó a Argentina y Uruguay.
Según la misma fuente, el crecimiento, en contraste, se deprimió en Brasil debido a una débil demanda interna, particularmente en las inversiones, y en México como consecuencia de un discreto rendimiento de la agricultura y manufacturas.
A pesar de este crecimiento sostenido, de mantenerse la tendencia actual, la región no será capaz de conseguir las metas de reducción de la pobreza extrema establecidas por Naciones Unidas en 2000. En Latinoamérica, la parte del mundo en que con mayor puntualidad fueron aplicadas las políticas de libre mercado impuestas por los propios organismos financieros internacionales, la tasa actual de crecimiento del producto interno bruto (PIB) por habitante, de 2,5 por ciento anual, es apenas una tercera parte de la registrada en el sureste de Asia, de 7,1 por ciento, donde ese tipo de políticas no fueron instrumentadas con tanta puntualidad, según datos que se desprenden de un informe conjunto difundido aquí por el FMI y el BM. En específico en China, el PIB por habitante crece ahora a una tasa anual de 8 por ciento.
Como en casi toda su historia, la región latinoamericana continúa ocupando en el mercado mundial el lugar de exportadora de materias primas, e importadora de productos con alto valor agregado. Las políticas de los organismos que hoy reconocen a medias las desastrosas consecuencias de la aplicación de sus recomendaciones, fueron parte fundamental del entramado que permitió la destrucción de todo intento de desarrollo productivo autónomo. Las consecuencias están a la vista, pero sus responsables al reconocerlas, pretenden ocultarse detrás de sus propios errores.