El pasado domingo 31 de agosto, en las generales provinciales de Corrientes, nuevamente la feudal UCR de Gustavo Valdés en alianza con partidos provinciales volvió a triunfar y en primera vuelta, por amplia diferencia con poco más del 50% de los votos obtenidos sobre el resto, y se encamina así a completar lo que serán prácticamente tres décadas de continuo en el poder. La clave del triunfo quizás se base en la dependencia, el temor y la demagogia ejercida desde la cúpula de la pirámide, una fórmula que no tiene nada que envidiarle a los viejos tiempos de conservadores del pacto Autonomista-Liberal y el Partido Nuevo de Tato Romero Feris, que paradójicamente hoy son parte de los aliados de Gustavo Valdés. Algo para rescatar: el porcentaje de participación que superó el 70%, si se quiere rompiendo la apatía que imperó en las últimas elecciones en otras provincias.
En los dos meses de campaña previos al último domingo, de mucha intensidad por cierto y con muchos condimentos de campaña sucia cruzada mayormente en las redes sociales, todo, incluido el termómetro social de las calles, hacía suponer que en la provincia litoraleña nos encaminábamos hacia una segunda vuelta. En todo caso la intriga giraba en torno a con quién compulsaría electoralmente Gustavo Valdés, si contra la fórmula del frente «Limpiar Corrientes», encabezado por el Partido Justicialista en unidad con el Frente Renovador que proponía a Martín Tincho Ascúa y César Lezcano, o contra la alianza ECO Encuentro por Corrientes, encabezada por el exgobernador radical Ricardo Colombi secundado por el senador provincial Martín Barrionuevo, de origen justicialista. Finalmente, contra todo pronóstico y para sorpresa de muchos, propios y extraños, incluido quien escribe, esto no sucedió.
Gustavo Valdés, nepotismo mediante, pudo imponer a su hermano menor como el nuevo gobernador en la provincia, a quien cuatro años atrás, como preparando el camino, había colocado al frente de la intendencia de Ituzaingó, la localidad natal de los Valdés. Cabe destacar el detalle, para nada menor, de que Juan Pablo Valdés, el gobernador electo el último domingo, no posee mayores méritos ni capacidades; de hecho, está en duda públicamente si ha terminado la escuela secundaria o no, pero eso no fue obstáculo para materializar la estrategia y el propósito de su hermano: el «principito» Juan Pablo Valdés al gobierno, Gustavo Valdés al poder.

Especulaciones y rosca previo a la elección
Si bien al inicio del clima preelectoral se rumoreaba la posibilidad de una fórmula sintetizada entre el otrora correligionario de Valdés, el exgobernador Ricardo Colombi, y Tincho Ascúa del Peronismo, ambos dirigentes parados desde la oposición, esto no se concretó ya sea por diferencias ideológicas y/o de prácticas políticas, o por quién encabezaría la fórmula. Lo cierto es que, si bien el rumor de esa posible alianza entre estos sectores por momentos sonó muy fuerte, e incluso había quienes afirmaban que el diálogo y la propuesta eran una realidad muy probable que casi se concretó, finalmente no sucedió y tampoco nunca se supo bien por qué.
Capítulo aparte para el Peronismo provincial que, luego de la llamada normalización después de varios años de intervención y de una sucesión de derrotas electorales desde hace décadas —más allá de excepcionales y escasos triunfos municipales—, de una interna a medias que dejó muchos heridos al costado del camino, situación que fue aprovechada tanto por la ambulancia de Valdés como por la de Colombi.
En esta compulsa electoral, debido a la diáspora del Justicialismo, existieron fugas ya sea por disconformidad en el mejor de los casos o por conveniencias y oportunismos en el peor, que dieron sustento a denominaciones tales como: «Peronistas con Valdés» y «Peronistas con Colombi». Hasta en las filas de La Libertad Avanza existieron personajes que alguna vez dijeron ser Peronistas. Claramente esta situación debilitó a la propuesta del Peronismo que, si bien quedó en segundo lugar por la voluntad popular y por arriba de la propuesta de Ricardo Colombi, la diferencia con el oficialismo en definitiva, según el escrutinio provisorio, es por más de 30 puntos.
Cabe esperar ahora qué sucederá con el Peronismo, cómo actuará: si seguirá fragmentado; si la junta de disciplina partidaria decidirá sancionar a quienes fueron en otros frentes electorales; y/o si se produce alguna autocrítica por la actual conducción y en consecuencia, con cintura y muñeca, se predisponga a generar nuevamente consensos y mayorías… estará por verse.
Los fríos números de la voluntad popular
Según el escrutinio provisorio y los porcentajes publicados, demorada y tardíamente, por la página de la Junta Electoral, lo que motivó primeramente desconfianza y más luego fuertes críticas desde distintos rincones del país, los números con porcentajes más/menos de los distintos frentes son:
- Vamos Corrientes – Juan Pablo Valdés – Pedro Braillard Pocard con 51%
- Limpiar Corrientes – Martín Tincho Ascúa – César Lezcano con 19%
- Encuentro por Corrientes – Ricardo Colombi – Martín Barrionuevo con 16%
- La Libertad Avanza – Lisandro Almirón – Evelyn Karsten con 9%
Además de otras tres expresiones que, tanto por izquierda como por derecha, no llegaron a conquistar ni el 1%.
A criterio de quien escribe, estos números que evidencian una amplia diferencia por parte del oficialismo descartan por completo la posibilidad de fraude, más allá de que aún hay quienes lo denuncian en lo local aunque cada vez con menos fuerza. Y teniendo en cuenta que los últimos años de la gestión de Gustavo Valdés estuvieron signados por hechos de corrupción de magnitud —por ejemplo, la causa que involucra a la Dirección de Catastro y el Registro de la Propiedad que trata del robo, la apropiación y venta de enormes extensiones de tierra en varias regiones de la provincia y que involucra a organismos y funcionarios públicos—.
Más allá de la causa del secuestro de Loan Peña el año pasado en la localidad de 9 de Julio, del patio de la casa de su abuela en el marco de un almuerzo familiar en honor a un santo, lo que puso al descubierto y en discusión en el seno de la comunidad la existencia de mafias, redes de trata y carteles narcos operando en complicidad con la corrupción instaurada en los distintos poderes y estratos del estado provincial.
Más allá de los preocupantes números que evidencian déficit en el manejo de los fondos públicos y que, una semana antes de las elecciones, obligaron al gobierno provincial a pedir un préstamo al Banco de Corrientes por 45 mil millones de pesos para poder hacer frente al pago del plus salarial.
Más allá de fastuosas obras que nada tienen que ver con la demanda de viviendas, hospitales o escuelas, sino que más bien consisten en un museo contemporáneo de artes, refacciones a teatros o centros administrativos de muchos pisos y espejados al estilo Nueva York, por miles de millones de pesos que casualmente casi siempre tienen como adjudicataria a la misma empresa constructora: Panedile.
Más allá de los sueldos de los municipales que ni siquiera pasan el umbral de la indigencia; la ausencia de paritarias para los estatales; niveles de precarización laboral que avergüenzan, mayormente aplicados en el área de la salud y social… más allá de todo eso y mucho más, que el oficialismo haya logrado que cinco de cada diez correntinos que fueron el domingo a votar —y en algunos departamentos muchos más— los haya acompañado con su voto, obliga más que a un simple análisis político a un profundo estudio sociológico de la idiosincrasia correntina, ya que la tramposa frase de «Corrientes república aparte» sigue siendo muy redituable para feudales y conservadores.

La Libertad Avanza en cuarto y cómodo lugar no fue novedad
Si bien es cierto que la política se construye y analiza en términos nacionales, generó cierta incomodidad en lo local el regodeo de medios nacionales presentes —aunque lo de nacionales es un eufemismo ya que son medios porteños— que parecían tener como único objetivo cubrir y remarcar la muy mala elección de la LLA, siendo que en lo local eso se sabía desde la conformación de los distintos frentes y desde que los Milei decidieron romper con el radical Valdés a pesar de que éste les había dado todo y más ya desde 2023 hasta acá a cambio de un solo pedido: que no le armaran lista aparte restándole votos, ya que él les había sido obsecuentemente incondicional a los hermanos de la rosada, hoy caídos en desgracia. Esto no hizo más que evidenciar que los Milei sabrán mucho sobre coimas y corrupción —a pesar de que se mostraban como si orinaran agua bendita—, pero claramente de construcción política evidencian no saber absolutamente nada.
Imaginemos solo por un momento el acto del triunfo de los Valdés del domingo por la noche si no hubiese existido dicho rompimiento. Una semana antes de la elección en provincia de Buenos Aires, no solamente hubiesen engrosado en conjunto el porcentaje en las urnas, sino que sin lugar a dudas hubiesen sido los Milei y la casta de los nuevos Menem quienes hubiesen estado en el lugar que vinieron a ocupar los gobernadores autodenominados de las «Provincias Unidas», la nueva ancha avenida del medio de los que fueron macristas y hasta ayer mileístas y que ya están en plena reconversión, entendiendo que solamente es cuestión de tiempo pero que el gobierno nacional ya está acabado.
De nepotismos y dinastías en Macondo
El nepotismo no es una novedad en la provincia. Cabe recordar solamente las composiciones de algunos de los períodos gubernamentales de las últimas décadas desde el retorno de la democracia:
- Los hermanos Romero Feris: José Antonio “Pocho” Romero Feris del Partido Autonomista (1983-1987); Raúl Rolando “Tato” Romero Feris del Partido Autonomista (1993-1997).
- Los primos Colombi: Ricardo Colombi de la UCR (2001-2005 – 2009-2013 – 2013-2017); Arturo Colombi de la UCR (2005-2009).
- Los hermanos Valdés: Gustavo Valdés de la UCR (2017-2021 – 2021-2025); Juan Pablo Valdés de la UCR (2025-2029).
Podría acaso considerarse que ya en el siglo XIX existieron precedentes, tal el caso de los hermanos Ferré: Pedro Ferré (1824-1828 – 1830-1833 – 1839 – 1839-1842); Manuel Ferré (1839).