El estado de la industria

Despidos, suspensiones, caída de la producción: los números que explican la movilización de los gremios industriales y su presión para que la CGT salga a la calle.

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En una CGT que hace largo tiempo viene siendo conducida por los gremios de servicios, fueron los sectores industriales los que ejercieron presión para que la central obrera saliera de la pirotecnia verbal y, finalmente, pisara la calle. No fue fruto de una interna, sino el resultado de una situación evidente. En un escenario adverso para todo el movimiento obrero, los trabajadores de la industria están sufriendo con especial dureza los efectos del nuevo modelo que impone la Casa Rosada. En cada rama de la actividad se acumulan meses de caída de la producción, desplome de las ventas, aumento de los artículos importados y, sobre todo, miles de despidos, cesantías, vacaciones adelantadas y retiros voluntarios, además de casos donde las fábricas bajaron las persianas.

 

Este diagnóstico es el que pusieron sobre la mesa los sindicatos del sector, cuando el 31 de enero se reunieron con el triunvirato de secretarios generales, en la sede de Azopardo. Fueron 14 sindicatos, entre ellos, la Unión Obrera Metalúrgica, los gráficos, el personal jerárquico de la energía, ceramistas, trabajadores del calzado y curtidores. Dos días después, Juan Carlos Schmid, Héctor Daer y Carlos Acuña anunciaron el plan de lucha que hoy empieza a cumplirse, con una movilización junto a las dos CTA y el respaldo de un amplio espectro de organizaciones sociales y partidos políticos, y que llega con el suelo caliente del paro nacional docente lanzado 24 horas antes.

 

Números rojos

autosEn ese marco, que la consigna resumida sea “en defensa del trabajo y la producción nacional” no es casual. Y mucho menos que el acto central sea frente al ministerio que encabeza el mendocino Francisco Cabrera, en Chacabuco y Diagonal Sur. En todos los rankings -oficiales y privados- de puestos de trabajo perdidos y retroceso en el mercado interno, los industriales están bien arriba. De acuerdo al último dato del Estimador Mensual de la actividad Industrial (EMI), elaborado por el Indec, en enero la caída fue del 1,1% interanual, continuando la tendencia a la baja de los últimos 12 meses. El año pasado había cerrado con un mazazo acumulado de -4,6% desde la llegada de Mauricio Macri al poder. Para matizar un poco el impacto, el informe del EMI destacó que enero tuvo el menor retroceso en lo que va de la era Cambiemos y que hasta hubo casos específicos con incrementos, como automotrices (71,1%) y químicos (0,4%). De todos modos, estas subas también hablan del precipicio al que había caído la producción en esas ramas a principios de 2016, además de que no dejan de ser “brotes” aislados en un panorama reseco, como indica el repliegue sostenido de los rubros textil (-11,1%), metales básicos (-9,5%), papel y cartón (-8,9%), edición e impresión (-7,3%), productos minerales no metálicos (-6,4%), tabaco (-4,2%), caucho y plástico (-2,1%), alimentos (-1,4%), el resto de la metalmecánica (-1,0%) y la refinación de petróleo (-0,1%).

 

Para la consultora Orlando Ferreres, el cuadro fue incluso más grave: registró en enero una merma del quehacer industrial del 6,4% interanual, con fuertes bajas en tabaco (-26,5%), alimentos (-18,4%) y siderurgia (-10,6%).

 

En el suelo bonaerense, la Federación Económica de Buenos Aires (Feba) también informó un negativo del 4,6% en 2016. Advirtieron que “las perspectivas de corto plazo no son alentadoras”, debido a “menores niveles de consumo que desincentivan la producción industrial” y porque el “incremento de las importaciones también es una señal de preocupación de la actividad manufacturera local, que se agrava con la persistente recesión de la economía brasileña”. El gran impacto lo vieron en los textiles, con un global de -27,4%.

 

Desde la Federación de la Industria del Calzado (Faica) alertaron que en los primeros 45 días de 2017 hubo una suba del 62% de artículos importados, para un sector que cerró el año pasado con una baja del 11,2% en su producción.

“El pedido de los industriales no sólo tiene argumentos propios, sino que se calza sobre las certezas que fueron surgiendo de los meses que lleva la relación entre la CGT reunificada y Cambiemos”

Todo este desplome explica una parte de la tensión en los gremios. Pero el mayor desencadenante fue su otra cara: la sangría de afiliados. De acuerdo al Centro de Economía Política Argentina (Cepa), en enero la industria acaparó cerca del 70% de los puestos caídos en todo el mercado laboral: 2751 sobre 3617, seguida de lejos por los sindicatos de servicio (646) y del sector primario (220). Si se hace foco en el ámbito privado, de los 170.811 despidos y suspensiones registrados de diciembre de 2015 al 31 de enero pasado, 90.766 corresponden a la industria. De ellos, 17.567 fueron metalúrgicos, con el caso testigo de los caídos en Siderca Campana. Los textiles, acorralados por el arribo de las prendas asiáticas, tuvieron 3752 despidos y 11.820 suspensiones. En el rubro automotor, se esfumaron 9410 empleos, con despidos en Renault, Ford, Honda, Iveco y Volkswagen, más suspensiones en Fiat y Scania, entre otras compañías. En las autopartes hubo 1514 despidos y suspensiones, más 2164 casos de los trabajadores del caucho. Otro tanto vivió el petróleo, la electrónica y la línea blanca, los alimentos (7469 bajas), el calzado (2800), los frigoríficos (3071) y la energía (4042). En problema, como se ve, es de escala nacional.

 

Con esta realidad y un horizonte que sólo despierta esperanzas en Balcarce 50, los dirigentes industriales golpearon la mesa de la cúpula cegetista y pidieron pasar de la dialéctica a un plan de acción. Al triunvirato -donde los secretarios provienen de gremios de servicios- le quedaba poco margen para no dar una respuesta positiva, sobre todo porque se les hizo evidente que, más temprano que tarde, cada sector irá poniendo las barbas en remojo.

 

La paciencia y la bronca

cgtEl pedido de los industriales no sólo tiene argumentos propios, sino que se calza sobre las certezas que fueron surgiendo de los meses que lleva la relación entre la CGT reunificada y Cambiemos. A la paciencia extendida de la dirigencia cegetista el macrismo le respondió con un combo de indiferencia, desplantes y promesas incumplidas. En ese camino estuvo el vaporoso compromiso de no despedir que los empresarios asumieron ante los trabajadores, con el gobierno como testigo y de aplicación nula. También el anecdótico bono de fin de año, presentado con un paliativo pero concretado a cuentagotas y con montos por debajo de lo acordado. Y cuando la CGT empezó a subir el tono de las quejas, desde el oficialismo los acusaron de tener motivaciones políticas. Como broche, el Poder Ejecutivo sugirió paritarias que no superen el orden del 20%. Y aunque dijeron que no iban a incidir en los acuerdos de los privados, pusieron una clara referencia con el 18% que fijaron para los empleados públicos.

 

A pesar del rechazo generalizado que provoca el estilo macrista, hacia el interior del arco industrial conviven diferentes posturas, reflejo de las propias divergencias de una CGT reunificada pero no monolítica. Mientras la UOM de Antonio Caló se puso al frente del reclamo -acusó 9000 despidos y 14.000 suspensiones-, los mecánicos de Smata mantienen sus reparos. Si bien no participarán de la marcha, adherirán a la jornada de protesta, realizando “un cese de actividades en la industria de cuatro horas por turno en los lugares de trabajo avalando el reclamo”. El gremio de Alberto Pignanelli -que todavía mantiene diálogo con la Rosada- es una de las piezas más fuertes del Movimiento de Acción Sindical Argentino (Masa), una línea interna de la CGT que encabezan el taxista Omar Viviani y el ferroviario Sergio Sasia.

 

Otros que presionan al triunvirato son los sindicatos reunidos en la Corriente Federal de los Trabajadores, donde están los bancarios de Sergio Palazzo, que hace rato piden un paro nacional y que ven en el 7M un punto de inflexión para convocar a una huelga general con fecha concreta.

 

Un dato no menor es el apoyo llegado desde el otro lado del mostrador: al respaldo de la Confederación General Empresaria (Cgera), se sumó el acompañamiento de la poderosa Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME).

 

Con todos estos condimentos, después de meses de cautela, amenazas y pasos en falso, la CGT está en la calle. Ahí se jugará la pulseada entre los que quieren contener y los que buscan profundizar el rol de la mayor central obrera del país.

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