Corría la mañana del 3 de agosto cuando Néstor Grindetti, quien preside el club Independiente –ya alejado de sus tareas como jefe de Gabinete del alcalde de la CABA, Jorge Macri–, desayunaba sin dejar de buscar en su smartphone algún artículo acerca de su encuentro del día siguiente con el pope de la AFA, Claudio “Chiqui” Tapia.
No tuvo suerte al respecto. En cambio, se topó en el portal del diario La Nación con un detallado informe de Hugo Alconada Mon que daba cuenta del espionaje realizado por la SIDE libertaria sobre figuras políticas de la oposición, sindicalistas de toda laya y referentes culturales con posturas críticas hacia el régimen. También ponía en foco a grupos de jubilados, colectivos feministas, organizaciones de personas con discapacidad y hasta simples manifestantes. Es decir, un trabajito expresamente prohibido por la Ley de Inteligencia Nacional, que se opone al fisgoneo interno.
La revelación del periodista se basaba en un paper secreto, elaborado tres semanas antes, que había llegado a sus manos a través de algún agente no muy leal a “La Casa” (tal como en la jerga de los topos se le dice al organismo de la calle 25 de Mayo). Su título: “Hechos previstos 09JUL25”, en referencia a las marchas y disturbios que hubiesen podido enturbiar el Día de la Independencia.
Pues bien, Grindetti palideció al encontrar allí su nombre.
Es que en ese documento se mencionaba una reunión que mantuvo con el radical Facundo Manes, quien lo recibió en su hogar a principios de julio. La cuestión es que aquel cónclave se hizo bajo la mayor de las reservas. Entonces, ¿cómo diablos se filtró a la SIDE su realización?
Esta pregunta hizo que sus medialunas quedaran a medio comer, mientras lo invadía la sensación de estar a merced de ojos y oídos invisibles.
Luego, con suma lentitud, fue recobrando la calma, y para conservarla se lanzó a la remembranza de su época más feliz en el campo de la función pública.
Pero, de manera súbita, tuvo un presentimiento: ¿acaso no estaría allí, en sus tiempos de gloria, la clave del asunto?
Recuerdos de provincia
En este punto, es necesario retroceder al 4 de noviembre de 2015.
Grindetti, todavía al frente del Ministerio de Hacienda porteño –durante la gestión de Mauricio Macri–, peleaba por ser elegido intendente de Lanús. En esas circunstancias, hizo dos pagos de casi 300 mil dólares a la ignota consultora Signica SRL por un presunto estudio sobre “satisfacción de contribuyentes”. Al respecto, hay un dato para tener en cuenta: el socio-gerente de esa empresa no era otro que un tal Diego Kravetz. ¿Les suena este nombre?
Es que la campaña de Grindetti había quedado sin fondos en su última etapa. Ahí fue cuando apareció la mano salvadora de Kravetz, quien a partir de ese momento pasó a ser su recaudador de emergencia. Un gesto que a Grindetti no le salió gratis.
Parte del precio por esa “gauchada” fue ponerlo al frente de la Secretaría de Seguridad y Movilidad Sustentable de su flamante reino.
¿Grindetti era consciente de lo que hacía?
Bien vale repasar el historial de Kravetz hasta esos días.
El tipo supo adquirir un modesto renombre tras la crisis de 2001, desde el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Tenía 30 años, un diploma de abogado y se esforzaba en parecer “progre” y empático.
Pero, desde entonces arrastra una acusación por estafa a miembros de la agrupación H.I.J.O.S, tras convencerlos de invertir sus indemnizaciones en un proyecto empresarial que, en realidad, no existía.
Lo cierto es que tuvo suerte, porque tal mácula fue rápidamente olvidada. Al menos, por Miguel Bonasso, quien no vaciló en sumarlo como candidato en la lista del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Aquello le valió una banca en la Legislatura porteña durante dos períodos. Y desde allí hizo todo lo posible para convertirse en una estrella del Frente para la Victoria (FpV).
Sin embargo, ese hombre con sonrisa de roedor causaba recelo, tanto en el kirchnerismo como en las filas macristas, en donde –a través de su esposa, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña– también intentó arrimarse.
Entonces, probó una tercera vía: el Frente Renovador (FR), liderado por Sergio Massa, quien tenía planes para él.
No obstante, grande fue su sorpresa al enterarse por un noticiero matinal que Kravetz asumía en Lanús.
Allí se produjo en él una notable metamorfosis: de oportunista y módico amigo de lo ajeno, se convirtió en represor de pibes y jóvenes excluidos. Tal cambio se vio favorecido por la presencia de Daniel Villoldo, el subsecretario de Seguridad que le impuso Grindetti: un comisario retirado de La Bonaerense más sucio que un lodazal.
Pero Grindetti –un hombre amplio, si los hay– atisbó en la conjunción de aquellas dos almas una dupla perfecta.
Ellos dieron la nota al encabezar, el 30 de marzo de 2016, un ataque policial al comedor infantil Los Cartoneritos, de Villa Caraza. Una memorable salvajada que puso en aprietos al propio Grindetti. Aun así, la cabeza de Kravetz no rodó. Un milagro macrista.
Pero, en el plano simbólico, esa dupla será siempre recordada en Lanús por la infame extorsión a un niño de 11 años, que fue forzado a confesar una serie de crímenes imaginarios en el programa de Jorge Lanata.
“¡Subite o te quemamos!”, le gritaron al “Polaquito” desde la cabina de una Corsa Classic. El secuestro sucedió en el anochecer del 10 de julio.
A continuación, fue obligado a participar de aquella “entrevista”, donde debió atribuirse culpas penales de toda clase.
Luego lo despidieron con la siguiente frase: “Si contás algo sos boleta”.
Tal “nota” la vio el país entero el 16 de julio por Canal 13, Y también se vio la patente jQW419 de la camioneta perteneciente a Villoldo, en la que estaba apoyado el cronista Rolando Barbano mientras le hacía preguntas al Polaquito. Un imperdonable descuido de la producción. Villoldo y Kravetz, en calidad de gestores del asunto, estaban detrás del vehículo.
La difusión mediática del asunto causó un gran beneplácito a Grindetti. (véase la edición de Zoom del 25 de julio de 2017).
En abril de 2023, al asumir éste la presidencia interina de Independiente, Kravetz se convirtió en intendente provisorio de Lanús.
A fines de aquel año, ambos regresaron a la CABA, donde les aguardaban nuevas epopeyas.
La tercera oportunidad
Jorge Macri ya había sido entronizado en la alcaldía porteña, y le dio conchabo al bueno de Grindetti y también a su fiel el escudero.
El primero pasó a ser su jefe de Gabinete.
El segundo secundaría al flamante ministro de Seguridad, Waldo Wolff, desde su principal secretaría, además de dirigir la Policía de la Ciudad.
A su juego lo habían llamado.
Pero la principal urbe criolla era muy compleja para él.
En primera instancia, entre el 31 de marzo y el 8 de abril del año siguiente, unos 17 presos se le “piantaron” de las comisarías bajo su autoridad, en tres fugas no sincronizadas entre sí.
También tuvo la mala fortuna de ser difundido por TV el registro de una cámara callejera; allí se lo ve en un parque de Palermo luego de ser detenido un arrebatador de celulares. El chico ya estaba esposado cuando, sin mediar palabra alguna, Kravetz le prodiga una trompada en el rostro. Un valiente.
El sentido común hizo que Grindetti tomara distancia de su viejo amigo y colaborador, quien estaba a un paso de caer en desgracia.
Kravetz –según se rumoreaba por lo bajo en los pasillos del Gobierno de la CABA– jamás le perdonó a Grindetti semejante, diríase, repliegue afectivo.
Por lo pronto, este último renunció a su cargo en febrero del año en curso para asumir la presidencia de Independiente.
En tanto, el pobre Kravetz sufrió en esos días otro inconveniente, durante la desconcentración de una protesta en la Plaza Congreso, al viralizarse en los medios el audio de una orden impartida por él a través de la frecuencia policial: “¡No se me vayan las brigadas!¡Tiene que haber detenidos!”.
Fue cuando comenzó la cacería de manifestantes.
Eso hizo que Wolff ya cavilara con desplazarlo de su cargo.
Pero una increíble maniobra del azar preservó a Kravetz del oprobio de quedar desocupado: la sorpresiva eyección del jefe de Gabinete de la Nación, Nicolás Posse (quien sería reemplazado por Guillermo Francos). Porque eso, a su vez, hizo que fuera removida la cúpula de la SIDE, siendo reemplazada por otra que encabezaría Sergio Neiffert, secundado nada menos que por Kravetz.
De manera que, ahora, él es el poderoso “Señor Ocho” (así como en “La Casa” se le llama al segundo en jerarquía, quien, por cierto, tiene a su cargo su conducción operativa).
En este punto, es necesario volver a la mañana del 3 de agosto, luego de que Grindetti quedara de una sola pieza al saberse bajo el radar de la SIDE.
Es que, de pronto, estalló en él la certeza de quien había sido su causante.
Los amigos no siempre son los amigos.