El espectáculo de la intimidad

Blogs, YouTube y fotologs son los signos más patentes del auge de la visibilidad. La autora de La intimidad como espectáculo reflexiona acerca de los cambios en el yo, la decadencia de los grandes relatos colectivos y afirma que hoy «un requisito para ser alguien es tener acceso a Internet».

Las modificaciones más profundas suelen ser silenciosas, decía Nietzsche: de pronto se advierte que algo pasó y el mundo ya es otro. Por ejemplo, la importante tradición del diario íntimo tiene en nuestra era una actualización, los blogs (aunque no todos funcionan como diarios, es el modelo paradigmático), que lejos de las cerraduras que sellaban la frontera de la privacidad personal —y no es metáfora—, son hoy lo más abiertos al mundo posible. ¿Qué desplazamiento en el modo de constitución de los sujetos medió entre una práctica social y otra, entre las dos tan distintas versiones de lo mismo?

Es difícil de proyectar el alcance de la monumental proliferación de herramientas informáticas como los weblogs, fotologs y todas las distintas formas que los usuarios de Internet poseen como emisores de información –práctica que funda la denominada Web 2.0. ¿Hacia qué tipo de sociedad y de psiquismo apuntan estas prácticas rotundamente actuales? Acaso haya una pregunta anterior: ¿qué mutación en el modo en que se constituye la humanidad —constitución como siempre histórica— es la que tiene en el uso de tecnologías su efectuación material?

La antropóloga argentina Paula Sibilia, residente en Río de Janeiro, es Profesora de Estudios Culturales y Medios en la Universidad Federal Fluminense. En su flamante libro La intimidad como espectáculo, editado por el Fondo de Cultura Económica, sello que había publicado el anterior trabajo de la autora, El hombre post orgánico aborda la complejidad de estos planteos. En esta conversación con Revista ZOOM, explicó sus hipótesis enmarcándolas en la evolución de la sociedad burguesa y señalando sus efectos hasta en las conductas de los gobernantes.

—¿Qué significa que la intimidad se torna espectáculo?

—La revista Time realiza desde hace décadas una célebre elección de “La personalidad del año”. En 2006, el elegido fue “Usted”: la tapa era una superficie espejada. Y como invento del año se eligiço YouTube. Son expresiones de un desplazamiento del eje en torno al cual nos constituimos como sujetos, consecuencia de cambios que vienen de las últimas tres o cuatro décadas, el paso de la sociedad industrial clásica del siglo diecinueve y veinte a la nuestra: está en crisis el concepto de interioridad, la creencia en una vida interior invisible más verdadera que lo que se ve, una esencia superior a las apariencias que era lo que definía a cada uno. Esa verdad interior era estable; se la podía trabajar, interpretar, elaborar, con muchos años, pero no podía cambiársela de un día para el otro, ni de manera radical. De todas maneras también hay diferencias de clase. Por ejemplo, esa interioridad se desarrollaba en el contexto de la cultura letrada, donde la lectura y la escritura eran fundamentales para constituirse como sujeto. Diarios íntimos, cartas, novelas. Y si bien la lectura se reclamaba también como derecho de los pobres, era una sentimentalidad burguesa. Estos nuevos fenómenos, YouTube, blogs, MySpace, etcétera, parece que pusieran una lupa, una lente de aumento; es el auge de la visibilidad: la esencia no es lo que está velado sino que uno es lo que muestra, vale por la imagen que vende. Cambió el tipo de yo.

—¿Son entonces subjetividades más dadas a lo relacional?

—Un autor no muy conocido en Argentina llamado David Riesman, sociólogo estadounidense que escribió en los años ‘50 lo que se llama un ensayo impresionista, a partir de un trabajo empírico muy grande. En el ambiente estadounidense de entonces fue muy criticado, también muy leído. Lo que dice es que a mediados del siglo veinte hubo un cambio fuerte en la cultura estadounidense; habla de lo intra dirigido y lo alter dirigido, hacia adentro y hacia fuera, dice que la subjetividad burguesa era introdirigida, un tipo de sujeto definido por el “carácter”, pero el término no tiene el sentido que le damos acá, es más profundo, refiere a esa esencia interior, el carácter era fijo. Se refiere al universo que también había descrito Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo: la moral del trabajo, la confianza en la palabra, el respeto por la experiencia de los viejos, universo que hoy suena anticuado.

Entonces, dice que a mitad del siglo pasado hubo un cambio, hacia los otros: subjetividad alter dirigida. Ser mostrándose. Preponderan los signos exteriores, lo que puede mostrarse de la personalidad. Se depende de la mirada de los demás para ser; la vieja interioridad no garantiza existencia. La interioridad era un invento histórico, por supuesto, un espacio de acumulación de memorias, sentimientos, también bagajes culturales. Ese espacio interior fue inflado en el siglo diecinueve y veinte, y ahora asistimos a su sequía, pierde espesor, fuerza y valor.

—¿Cómo se expresa esa sequía?

—Por un lado en el éxito masivo de los recursos visuales; el marketing de la imagen. Y de estas herramientas de Internet, o los reallity shows, todos los espacios mediáticos para mostrarse. Esas técnicas no son meras causas, por algo las inventamos y tienen éxito, son herramientas, así como antes las epístolas, los diarios íntimos, las instancias de introspección, también eran herramientas. El espacio de soledad y silencio era importante para ser alguien.

—¿Esta compulsión a contar abiertamente la propia vida es efecto de la denominada crisis de los grandes relatos, en tanto donaban a cada quien una narración de su membresía social?

—En los denominados grandes relatos se basaba la explicación del sentido tanto individual como colectivo, y el sentido de la historia. En el momento en que esos grandes relatos —la revolución, el progreso de la ciencia, la superación vía el arte, las naciones— entran en crisis, se pierde otro anclaje. Se buscan entonces explicaciones alternativas, tal vez más individualistas, porque si bien el sujeto burgués decimonónico era individualista, todavía apostaba a una trascendencia, que ahora parece estar desapareciendo: lo real es esto que hay, cuanto más presente, más actual y más visible, más real. La visibilidad es capaz de tener una legitimidad por sí misma; las pantallas construyen el suceso, y allí tenemos entonces personajes que existen solo porque están en la televisión; los de Gran Hermano son el summun, casi la caricatura, de esta tendencia.

—¿Interioridad e intimidad serían sinónimos?

—No, pero son compatibles, como visibilidad y celebridad. Forman parte del mismo universo. La interioridad requería intimidad. Es muy interesante el caso de Virginia Woolf. Le pidieron una conferencia de una universidad para mujeres (porque en ese entonces estaban separadas) donde le preguntaban por qué las mujeres no habían escrito, prácticamente, buenas novelas. Y ella contesta que era porque no tenían un cuarto propio. No podían estar solas, separadas no sólo del espacio público sino también del resto de la familia. Eso era condición para ser escritor pero también para ser alguien; la biblioteca era personal, y lo personal requería biblioteca.

—¿Habría hoy una reivindicación equivalente?

—Creo que de clase: tener las mismas condiciones que tienen todos, el mismo acceso. Inclusión digital, acceso universal. Porque un requisito para ser alguien hoy es tener acceso a Internet. Poder mostrar. Poder emitir. No es sólo una cuestión de actualización del soporte, antes el libro y ahora la computadora, no es lo mismo. Una cosa era el acceso al saber, otra a la visibilidad. El mundo cambió. Son universos con valores distintos, la estabilidad letrada, concentrada, respecto de la velocidad, la conectividad, la agilidad que el mundo contemporáneo exige hoy. La concentración hoy empieza a ser un problema, en la escuela los chicos no aguantan concentrados, pero después en la casa están doce horas frente a la tele, hiper estimulados. Luego les quieren dar la pildorita, pero lo raro sería que pudieran concentrarse, porque el entorno convoca a la desconcentración. El estímulo ambiente premia la atención no concentrada, conspira contra todo tipo de estabilidad. El pibe que se queda quietito, leyendo en un rincón, hoy en día es raro.

—Si tomamos este nuevo eje de la visibilidad como condición actual, o sea sin crítica, ¿puede distinguir efectos perniciosos de aprovechamientos vitales?

—Todo esto es fruto de conquistas, de luchas sociales, reivindicaciones. Poder cambiar, por ejemplo, es una conquista enorme, dejar de estar determinado para siempre por el origen. Pero tenemos que pensar que estas reivindicaciones, las del Mayo francés por ejemplo (que ahora cumple cuarenta años y es medio una tristeza en sus conmemoraciones), parecen hoy normales: la creatividad como valor, la juventud. Hoy tenés que ser joven, y tenés que ser creativo; lo que era reivindicación es exigencia del mercado. Antes el poder lo tenían los viejos, hoy los viejos quieren disimular su vejez, y hay un montón de herramientas para eso. Ahora si tenés demasiada experiencia, ya el mercado de trabajo te expulsa, te considera anquilosado. Aquellas reivindicaciones fueron tomadas por el mercado (incluso el feminismo, porque hoy el mundo se feminizó), fueron metabolizadas, apropiadas por el mercado. Lo mismo con la informalidad, la flexibilidad de la jornada. Entonces, usar como herramienta metodológica la comparación con el pasado para criticar el presente puede parecer una reivindicación del pasado, pero en realidad no es más que estrategia retórica y además sirve para mostrar el carácter histórico de las instancias. Por ejemplo, la novela, como género moderno, estaba protagonizada por un individuo, con hendidura interior, que siempre buscaba el sentido, porque el mundo no lo daba, mientras que en la comunidad rural premoderna, tampoco había interioridad individual y el sentido estaba ahí, no había que buscarlo, estaba naturalizado. Por eso el Quijote busca el sentido viajando lejos de su comarca.

—Esta lógica de espectacularizar el yo, ¿se remite a instancias virtuales, o tiñe situaciones de otro orden? En la política por ejemplo, ¿se reconoce este fenómeno?

—Bueno, las cirugías de Menem marcaban su carácter mediático. Ahora está el caso de Sarkozy con Carla Bruni y el escándalo del divorcio. En un país como Francia que supuestamente se enorgullecía de su tradición del hombre público: los grandes debates políticos y filosóficos se daban en público y la intimidad, en la casa, en contraposición a la cultura del entretenimiento familiar estadounidense. Yo estaba en Francia cuando Sarkozy se divorció, y todo el tiempo en todos lados se mostraban fotos y declaraciones, de todo. Una de las cosas que se decía, la versión más paranoica, era que el equipo de marketing de Sarkozy le había elegido a Bruni como la mejor novia. La mejor no como gobernante de Francia sino como la que le daría más rating de sí mismo. Por su edad, por su alta prosapia, por su afinidad con la cultura y el espectáculo, por su buen vínculo con la izquierda. No sabemos si esto es cierto, pero es verosímil, eso es lo importante: marca los posibles de la época.

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