Inclinó el termo y le puso un chorro de agua caliente al mate hecho con una calabaza que le habían regalado en su viaje a Salta. Luego agarró el celular de la mesada de granito de la cocina. En ese momento no sabía que al mirar la pantalla se encontraría con otra noticia de la guerra silenciosa que la enfrenta con quien fue su socio político durante años. Una persona con la que compartió una carrera política meteórica, que comenzó con un encuentro en los pasillos del canal de televisión que ponía al aire el programa Intratables, siguió en la Cámara de Diputados y finalizó en la Casa Rosada.
Era el sábado 22 de noviembre de 2025. La vicepresidenta Victoria Villarruel pulsó con el pulgar en la pantalla del teléfono el ícono de la red social X. Se encontró con un tuit del presidente Javier Gerardo Milei. No era uno de los insultos cotidianos del primer mandatario, ni sus baños de ego compartiendo alguna nota en que se lo menciona. Milei anunciaba que el nuevo ministro de Defensa de la Nación a partir del 10 de diciembre será el actual jefe del Ejército Carlos Presti. Villarruel apretó los dientes. Sabía que el anuncio en parte estaba dedicado a ella.
La vicepresidenta —se sabe— tiene una vieja relación con sectores de las Fuerzas Armadas. Hija del militar Eduardo Marcelo Villarruel, hace años que transformó en la causa de su vida la justificación del terrorismo de Estado que imperó en la Argentina durante la década de 1970. Construyó esa justificación con un argumento hábil: ser la vocera de las víctimas del accionar de las organizaciones guerrilleras que actuaron entre fines de los 60’ y principios de los 70’. Villarruel sostiene la narrativa del terrorismo de Estado retomando el argumento de que el país vivía “una guerra”.
En su despacho del Senado tiene nombrados a varios militares retirados. Son su vínculo directo con las fuerzas. El principal es Claudio Gallardo, director de Seguridad del Senado. Gallardo fue jefe de Inteligencia del Ejército durante la gestión del teniente general César Milani, en el segundo mandato de Cristina. Gallardo pobló de militares retirados distintas áreas de la presidencia del Senado. Sobre él se posan las sospechas de la Casa Rosada que apuntan a Villarruel por la grabación y filtración de los audios del ex titular de la Agencia Nacional de Discapacidad, Diego Spagnuolo, en los que confiesa un sistema de recaudación basado en pagar sobreprecios por los medicamentos que compraba la Agencia para que Karina Milei se quedase con “el tres por ciento”.
Por eso ahora Karina tiene en sus manos la lista de los militares que pasarán a retiro, bajo la guadaña de Presti, que legalmente debería renunciar a su cargo en el Ejército, aunque todavía no está claro si lo hará. Uno de los objetivos de ese nombramiento es “limpiar” la jerarquía militar de figuras que tengan vínculo con la vicepresidenta, a quien Milei acusa de haber empezado a conspirar en su contra a las pocas semanas de iniciado el gobierno de La Libertad Avanza.
La conspiración
El encuentro ocurrió en una casona de dos pisos pintada de negro que dejaba ver por sus ventanas de madera el agua azul del Lago Nahuel Huapi, en el que se reflejaban las montañas nevadas de la Cordillera de Los Andes. Habían pasado tres semanas desde la asunción de Milei y Villarruel mantenía en el country Cumelén, en la Patagonia, una reunión con el expresidente Mauricio Macri.
Era el encuentro de dos heridos por las primeras decisiones que había tomado el flamante presidente. Macri esperaba quedarse con el control de YPF y de la secretaría de Energía, entre otras cosas. Villarruel aspiraba a ser ministra de Seguridad al mismo tiempo que vicepresidenta. Milei, que es más político de lo que parece, hizo una jugada que puso en el freezer a sus dos aliados. Nombró a Patricia Bullrich al frente de Seguridad. De esta forma le puso combustible a la interna del PRO. Bullrich quería vengarse de Macri porque consideraba que en la campaña del 2023 había jugado para que ganase Milei y quería disputarle el control del partido amarillo. En el caso de Villarruel, el nombramiento le dejó sólo la campanita del Senado para tocar.
A partir de ese momento, la vice reforzó la estrategia de construir un perfil diferenciado del presidente. Lo había iniciado meses antes, dos semanas del balotaje, en un acto plagado de carteles violetas con la letra V, de Victoria.
Luego de la reunión con Macri, comenzó a tender puentes propios con senadores peronistas y gobernadores de todos los colores. La apuesta fue promoverse como la garante de cierta racionalidad institucional frente a un posible descalabro del “delirante” de Milei.
Hubo hitos en la ruptura de la relación entre el presidente y la vice. Uno fue el tuit de Villarruel respaldando al jugador Enzo Fernández, en julio del 2024. Fernández había sido cuestionado en Francia por haber difundido un video de la selección argentina entonando una canción sobre la selección francesa que decía “se dicen Francia, pero son todos de Angola”.
El mensaje de Villarruel apoyando al jugador apareció en el momento en que Milei viajaba a París para encontrarse con su par Emmanuel Macron. En el entorno del presidente lo interpretaron como un boicot intencional.
Otro hecho más reciente fue el absoluto silencio de la vice luego del estallido de la estafa con la criptomoneda Libra, que involucró de manera directa al presidente. Detrás de cada uno de estos gestos, los hermanos Milei ven la intención de Villarruel de quedarse con la presidencia.
Todos estos planes fueron congelados luego del resultado de las elecciones legislativas del 26 de octubre, que fortalecieron al presidente.
Nuevos planes
A principios de este mes de noviembre, en los alrededores del edificio del Congreso Nacional, aparecieron una serie de carteles con la foto de Villarruel. Decían: “Es tiempo de unidad nacional. Dios, patria, justicia social. Es tiempo de Victoria”. La firma era: “Malvinas volveremos”.
Las cartas que le quedan en la mano a la vicepresidenta se han reducido luego de las legislativas. La posibilidad de una crisis institucional que empuje un cambio en el mando del país se alejó en el horizonte. Así que ella desempolvó un objetivo que siempre estuvo entre sus opciones. Ser candidata a la gobernación de la provincia de Buenos Aires en el 2027. Esta semana circuló una primera encuesta que la medió y la ubicó cerca de los 10 puntos de intención de voto.
¿Por qué partido se presentaría? Es claro que no sería por el mileísmo. El presidente tiene anotado a Diego Santilli para ese lugar en la próxima contienda electoral.
Cerca de Villarruel saben que la relación con Milei cruzó el punto de no retorno, aunque en política nada sea para siempre. La apuesta, entonces, es que la vice construya su propio sistema de alianzas aglutinando a patrullas perdidas del PRO y peronistas de derecha que no se sumen a Fuerza Patria. Falta mucho y correrán toneladas de agua bajo el puente, pero Villarruel —el escorpión de Milei— ya calcula cómo cruzar del otro lado del río.
