El anuncio del nuevo lock out de la patronal agropecuaria se produce casi tres meses después del fracaso de la resolución 125 en un contexto político y económico diferente. Un Gobierno que acusó el golpe y recuperó iniciativa con otro estilo. Inflación, deuda externa y crisis financiera, temas de una agenda que ya no es la que era.
La quiebra de Wall Street pone en otra perspectiva la estrategia de inmolación que practicó el Gobierno frente a la Mesa de Enlace sojero. Entre aquel clima de enfrentamiento y las clases de institucionalidad que vemos y escuchamos hoy en día, esto es el paraíso perdido.
Nos guste o no, hacia futuro se abre una tierra de nadie como la que, hecha gruyere por los obuses, intenta salvar la patrulla de reconocimiento conducida por Kirk Douglas en Paths of Glory. El mensaje actual parece ser: atravesemos los cráteres con dignidad y solidez discursiva, sin perder los buenos modales. Las palabras no cambian mágicamente la realidad pero constituyen el pensamiento, de a poco.
Transiciones
El lenguaje oficial, en las últimas semanas, ha restringido el uso abusivo de ideas-fuerza como “distribución de la riqueza”, que se había sacado del arcón de los recuerdos para convertirse en bandera de las movilizaciones encolumnadas tras el Gobierno cuando se enfrentó con la Mesa de Enlace, porque la situación se sinceró un poco más: todos sabemos ahora dónde está el poder y cuáles son las debilidades.
Cuando se escucha distribuir, una ancha franja de la población argentina reacciona como los primates.
El poder económico está preocupado por el “tipo de cambio competitivo” y cómo incidirá el crack de Wall Street. Encandilado por los anunciados pagos al Club de París y a los holdout, no sabe por dónde va a saltar la papa. No confían demasiado en los Kirchner, pero no tienen de qué quejarse.
Sin anunciar medidas estrambóticas, el equipo económico ha logrado reducir la inflación real, aunque nada ha cambiado en el INDEC y varios precios de la canasta alimentaria siguen subiendo.
Sin embargo, cada punto de inflación significa nuevos pobres e indigentes, y se ha desacelerado la creación de nuevo empleo. Con un 40% de exportaciones primarias, el valor del peso debe ser sostenido mediante intervención cambiaria. Si el BCRA no actuara, caería hasta la paridad y Cavallo aplaudiría.
¿Cuál es la velocidad más sensata?
La nueva ley de jubilaciones y la estatización de Aerolíneas Argentinas son avances sin vueltas. En los pasillos oficiales todo parece ser complejo y lento, mientras los legisladores hacen cursos acelerados de comprensión de la realidad.
Frente a esos rodeos, luce el mito ruinoso de la gestión ejecutiva neoliberal que hoy esgrimen desde Macri hasta Duhalde, y que se entronca con el enraizado apoyo culposo a las dictaduras militares.
La oposición pide el cielo, que es gratis: en cuanto a la política previsional, reclama el 82% móvil ocultando que hay 1,8 aportantes en actividad cuando se necesitan 4 para financiar a un jubilado; y que el ANSES costea los retiros de AFJP para los más jóvenes, quienes de haber quedado a merced de los banqueros se jubilarían con 75 pesos mensuales. En su momento, el Gobierno se enfrentó a la decisión de
Menem demolió el sistema de seguridad solidario que había construido la Argentina por décadas, y congeló los ingresos de los jubilados. Aunque desde entonces cambió significativamente el panorama laboral, la situación previsional se mantuvo inalterable hasta que la Suprema Corte puso las cosas en su lugar. Si no se llega a 4 aportantes/jubilado es porque el Gobierno no ha avanzado lo suficiente en el piso histórico de desocupación y en la eliminación del trabajo en negro. Y no se reimpuso el aporte patronal. Ante el panorama de un congelamiento sujeto a aumentos voluntarios del Ejecutivo, es preferible obligarse con una fórmula de cálculo de aumentos que no tiene por qué ser eterna.
Muchos países, incluso los ricos del G7, enfrentan problemas insolubles para financiar jubilaciones. Para el neoliberalismo, basado en la codicia y el individualismo, los seres humanos no productivos deberían ser eliminados por algún método industrial que quizás ya existe.
No debería extrañar que, luego de los bancos de inversión, los hipotecarios y las compañías de seguros, también caiga en el Norte el sistema de retiros privados. Se lo dice en voz baja para no despertar al monstruo: la discusión sobre las jubilaciones es cierta redistribución de la riqueza en el país.
La flamante recuperación de Aerolíneas Argentinas tuvo un trámite más rápido (se abrigó la esperanza de que en el Frente para la Victoria estaban hechas las paces) porque los diputados y senadores no quisieron perder un vínculo gratuito con sus pagos. Habría que obligarlos a viajar en tren, en esa cosa denominada Gran Capitán por ejemplo, o que se jueguen la vida en un micro de dos pisos, de los que controla la CNRT estatal.
Kamikazes
Cuando en el Senado culminó la discusión sobre la fantasmal Resolución 125 imaginábamos que a Néstor Kirchner no le debía haber resultado sorpresivo, o había avalado, el desempate del vicepresidente, prefiriendo una derrota honorable antes que un país sumido en la violencia. De otro modo, llevar las cosas a tal extremo significaba una grave subestimación del antagonista como la sobrevaluación de las fuerzas propias. Una especie de suicidio.
Salvo que la explicación fuera otra.
Lo prueba la nula voluntad de negociación que mostraron, y cómo corrían la cancha minuto a minuto.
La situación no ha cambiado: en las reuniones de la Mesa de Enlace con el titular de la ONCCA, los productores exigen se abra la exportación de quesos y vacas para conserva, y cuando se les demuestra que se está exportando libremente en los dos rubros con nombre y apellido, Biolcati pega una exclamación de sorpresa. Y enseguida amenaza con paros, cortes y movilizaciones, que Buzzi confirmó días después en su carácter de vocero opositor.
Si el Gobierno, por su parte, dice ser como el conejo metido por la fuerza en la jaula de los leones para no hacer todo lo que se le reclama, no fue sensato que tensara la cuerda frente a un poder bien real y dominante, en una sociedad que desdeña reclamar reivindicaciones en las que no cree, contando para ello apenas con una serie de actos masivos, autoconvencido de que sería suficiente como para que ese poder real reculara despavorido.
¿O sí?
Esos tipos no se andan con chiquitas. Quien crea que van a ceder, no conoce la historia argentina y debería leer a Jauretche.
Queda por ver si Cobos tiene la candidez de los inimputables, el doble discurso de los radicales, o si está decidido a dinamitar la concertación desde adentro cuando no puede argumentar que como gobernador, fuera maltratado por K. Lo curioso es que se repite, casi calcado, el fenómeno Lavagna. Si renunciara, los medios insistirán en equipararlo al Chacho con la intención de que el público asocie libremente con el caos de 2001. Ante tal perspectiva, Pampuro se convertiría en segundo en la línea de sucesión. Las voces oficiales que reclaman el alejamiento de Cobos parecen ser silenciadas de inmediato.
Las calles, que vienen perdiendo desde hace décadas el carácter plebiscitario del pasado, ya no son el ámbito para definir cómo se distribuye el ingreso. Es cierto que hay que ganarlas, que deben volver a ser públicas (aunque Macri pretenda lo contrario), pero entretanto han cambiado otros aspectos de la realidad, como por ejemplo, la creación mediática de lo real. Y las promesas sobre una nueva ley de radiodifusión que parecía hace dos meses “la madre de todas las batallas”, cayeron en el olvido.
El Gobierno debe ser consciente del retroceso. Y desperdició un capital que ahora Cristina Fernández intenta recuperar, con otros métodos, pero la guerra continúa. Es que hay otra explicación posible a la derrota ante el campo: que el Gobierno hubiera anticipado la crisis bancaria global, lo que haría menos inaceptable el rito sacrificial y justificaría la defensa a capa y espada del superávit.
Porque se viene el temporal.