En el marco de las negociaciones con el FMI, los últimos días se estuvo discutiendo con mayor intensidad algunas posibles medidas para reducir la presión sobre los dólares (oficiales y paralelos). El diagnóstico tradicional de la economía dominante es: si la tasa que reciben los ahorristas por mantener sus ahorros en una moneda determinada no compensa la inflación ni la devaluación que esperan, venderán esa moneda por otra de mayor rendimiento. No es un argumento disparatado y desde visiones heterodoxas no se puede negar que si un plazo fijo tiene una tasa de interés muy por debajo de la inflación, es poco probable que alguien tenga algún incentivo para hacerlo. Por lo tanto, probablemente se vaya a demandar dólares con esos pesos. Por eso, aparece sobre la mesa la discusión sobre la necesidad o no de subir la tasa de interés
La complejidad que tiene la economía es que una medida siempre impacta en más de un frente al mismo tiempo. Por ejemplo, una suba de tasas de interés tiene tres efectos importantes: encarece los esfuerzo del Banco Central por no incrementar la base monetaria (a través de las LELIQ retira pesos del mercado y paga una tasa de interés, hoy cercana al 38%), encarece el crédito para el financiamiento (hoy no hay crédito a largo plazo pero las empresas suelen recurrir en mayor o menor medida a algún tipo de financiamiento de corto plazo como los adelantos de cuenta corriente o descuento de cheques) y mejora el rendimiento para los depósitos a plazo fijo.
¿Sirve la tasa para contener la presión sobre el dólar?
En los libros dicen que la suba de tasas es la principal medida para contener una corrida. Pero los movimientos financieros a veces son muy bruscos. Incluso, esa suba de tasas puede ser interpretada como una señal de mayor devaluación y por lo tanto incentivar la salida de capitales. El supuesto de mercados racionales sigue brillando por su ausencia. De hecho, el gobierno de Macri llevó las tasas a los valores del 80%, pero el dique de contención a la salida de capitales lo pusieron los controles cambiarios y no la tasa de interés.
Más arriba dijimos que la tasa de interés debería cubrir el riesgo de devaluación para la economía mainstream. Con la volatilidad que tienen hoy en día los mercados financieros del dólar MEP y CCL esa tasa sin dudas debería ser muy elevada, al punto que termine complicando las cuentas del sector productivo y del propio BCRA.
El problema estructural que tiene la tasa de interés para contener la dolarización es que afecta solamente a una porción de la actividad económica que es la que opera en la formalidad. Con una inflación del 50%, todxs buscan de alguna manera mantener el poder adquisitivo. El que tiene una carpintería adelanta pedidos de madera, se stockea. Pero esto es hasta un límite porque se lo impide el espacio físico y tampoco hay mucha certidumbre de que vaya a poder vender todo lo que compre. ¿Qué alternativa le queda? Ir al dolar blue, que sigue siendo un refugio de valor en la economía informal.
El condimento del tipo de cambio
Como la economía está llena de vasos comunicantes, la dinámica que tengan la tasa de interés y el ritmo de devaluación puede tener efectos muy serios sobre las reservas. Volvamos al escenario de la pandemia: abril a agosto de 2020. El gobierno había inyectado cuantiosos recursos para facilitarle el crédito a las empresas que no funcionaban y las tasas de interés estaban por el piso. Podían financiarse a corto plazo al 10% anual con créditos de corto plazo (la tasa de caución, por ejemplo). Mientras tanto, el tipo de cambio iba a la par o incluso algo por arriba de la inflación a tasas del 30 a 40%.
Un escenario de esas características alínea todos los incentivos posibles para que caigan las reservas. Los importadores se financian barato y adelantan importaciones porque el dólar sube muy rápido. A los exportadores no les conviene liquidar, se financian acá y esperan a exportar el mes que viene con un tipo de cambio un 3% más alto. Eso impacta en las reservas que se empiezan a ir y, de hecho, terminó en la disparada del tipo de cambio paralelo a $195 en septiembre de 2020.
Combinar, innovar y segmentar
La suba de tasas de interés sin duda le saca presión al dólar aunque no soluciona el problema. Si esa suba de tasas afecta el escaso financiamiento que tiene hoy el sector productivo, implica un encarecimiento de los costos y puede afectar la actividad económica. Es cierto que gran parte de la inversión se financia con recursos propios y no por el sistema financiero pero algún efecto en los costos evidentemente tiene.
Lo que se necesita es instrumentar tasas de interés para distintos segmentos de actividad de manera que una suba de tasas ofrezca algo más atractivo que quedarse en dólares mirando cómo se devalúa el dólar oficial. Restringir el financiamiento de exportadores e importadores en el mercado local a esas tasas inferiores para no tener los mismos problemas que durante el 2020. Y sobre todo, tener un instrumento de ahorro para el sector informal que lo cubra de la inflación como puede ser una moneda o activo que se actualice por el UVA y compita con el dólar. Esta es la parte más innovadora que puede ser un complemento útil para disminuir la demanda de dólares.